klatubaradaniktó escribió:Capítulo Séptimo, páginas 237 a 258.
La familia está reunida en amoroso acto para degustar un ágape singular... Doña Augusta ha puesto todo su ser en la obra... Destapa la sopera y ¡sopa de plátanos! Pero, pero, pero... ¿Es eso comida de cristianos? ¿Sácame de dudas, bartlebycubano? ¿Eso coméis al modo tradicional? ¿Es la sopa de plátanos habitual?
klatu, no sé si en otra parte de la isla, pero en el centro, que es donde yo vivo, no creo que se haga como tal una sopa de plátanos. Lo que sí se hace es utilizar el plátano, igual que otras viandas, como ingrediente del ajiaco. Pero no olvides que en Paradiso, si se trata de comidas, podrías encontrar cualquier cosa, pues en eso fue muy creativo el Gordo Cósmico. Y se esmeraba mucho más en eso que en la redacción.
Pero bueno, aquí tienes algo que te puede aclarar mucho el asunto. Y mira si es cierto lo que acabo de decirte, que esta Sopa de Plátano es presentada como una receta lezamiana.
Al final destaco los ingredientes y la manera de prepararla , por si quieres hacerla en casa. Y si vienes a Cuba en otra oportunidad, pide ese plato lezamiano.
Bien, aquí te va, de copia y pega, esto que encontré mediante Google. Y buen provecho.
Recetas lezamianas: Sopa de Plátano
Por Eduardo Mora Basart.
Las conversaciones sobre cocina con Servilio son cotidianas para mí. Realmente es un maestro, pero de esos que en Cuba obtienen sus títulos en la universidad de la vida, homologables a un máster o hasta a un doctorado en los más inusitados vericuetos de la cultura cubana.
Por estos días, lo invitaba a hablarme de algunos de los platos presentes en la novela de José Lezama Lima, Paradiso. Lezama les rendía culto a las comidas. Lo denota su constitución física y la recurrencia al tema en su obra. Súmele, que cuando se detiene en él, lo hace desde un gusto y regusto admirables, imbuyéndolo de una impronta barroca solo emulada por Alejo Carpentier y descrita desde una certeza raigal por Severo Sarduy.
Atesoro las historias del Dr. Ángel Pérez Herrero, en el preámbulo de las grabaciones de Escriba y Lea – imperecederas tertulias-, cuando traspolaba a la dimensión real aquel personaje para mí mitológico, que, según él, engullía con la mayor naturalidad una flauta de pan, acompañada por un relleno de ocasión, junto a varios refrescos de naranja, al tiempo que ripostaba: Aquí me ves Angelito, disfrutando una pequeña meriendita.
Así era Lezama, por eso al describir su casa, una de sus amigas y secretaria personal en Bellas Artes, Ofelia Gronlier Lamar, la define con olor a natilla y anís. Puede que de ese amor por los dulces, derive la presentación en una de las primeras páginas de Paradiso de la natilla, en medio de una conversación entre Augusta y su hija Rialta, madre de José Cemí, sobre repostería cubana. Augusta disfruta hasta la saciedad el olor de la canela y la vainilla, dos ingredientes que define como fundamentales en ese plato.
Lezama amaba los postres, sobre todo los pasteles de frutas, las empanadas, mientras los tamales tenían en su vida un lugar especial. Estos últimos acompañados, no por una cerveza fría, sino por una batería de ellas, como ofrenda, por su orden, a la amistad, la salud, la alegría y la última dedicaba a la locura. Los dulces caseros eran sus preferidos y de ellos no lo privó Maria Luisa, su esposa, quien se debatía entre la mala rabia, el boniatillo, el coco rallado, el arroz con leche, las panetelas o la inconfundible champola de guanábana que en una ocasión describió como uno de los vinos de la tierra que convida a los guerreros después de cada contienda.
La cena lezamiana, presente en el capítulo siete de Paradiso, es mundialmente conocida. Lezama Lima la introduce así:
Doña Augusta se había preocupado de que la comida ofrecida tuviese de día excepcional, pero sin perder la sencillez familiar. La calidad excepcional se brinda en el mantel de encaje, en la vajilla de un redondel verde que seguía el contorno de todas las piezas, limitando el círculo verde por los filetes dorados. El esmalte blanco, bruñido especialmente para destellar en esa comida, recogía en la variación de los espejos la diversidad de los rostros asomados al fugitivo deslizarse de la propia imagen.
Pero esta vez, nos detendremos en un plato bien criollo del cual les mostraré la receta. Leamos como lo presenta Lezama a través de Doña Augusta:
Doña Augusta destapó la sopera, donde humeaba una cuajada sopa de plátanos. Los he querido rejuvenecer a todos -dijo-transportándolas a su primera niñez y para eso le he añadido a la sopa un poco de tapioca. Se sentirán niños y comenzarán a elogiarla, como si la descubrieran por primera vez. He puesto a sobrenadar unas rositas de maíz, pues hay tantas cosas que nos gustaron de niños y que, sin embargo, no volveremos a disfrutar. Pero no se intranquilicen, no es la llamada sopa del oeste, pues algunos gourmets, en cuanto ven el maíz, creen ver las carreteras de las emigraciones hacia el oeste, a principios del siglo pasado, en la pradera de los indios sioux – al decir esto miró la mesa de los garzones, pues intencionalmente había terminado su párrafo para apreciar cómo se polarizaba la atención de sus nietos. Sólo Cemí estiraba su cuello, queriendo perseguir las palabras en el aire, miraba después a sus otros primos, asombrado de que no escuchasen la flechita que su abuela les había lanzado.
Pero veamos cuales son los ingredientes fundamentales de la Sopa de Plátano y en qué proporciones incluirlos:
4 Tazas de caldo de pollo.
1 Taza de fideos.
2 Plátanos.
1 Cebolla.
6 Dientes de ajo.
1 Tomate grande.
1 Ají.
1 Hoja de Culantro.
Aceite y sal según el gusto de quién los prepara y, por supuesto, de los comensales que en este caso se presupone que sean cuatro.
Usted debe pelar y cortar los plátanos en ruedas y hacer tachinos, o como suele conocerse en algunos lugares de Cuba plátano al puñetazo. Limpie y corte la cebolla en ruedas finas, Lave, limpie y corte el tomate y el ají en tiras finas. Pele y machaque los dientes de ajo. Ponga en un caldero el caldo de pollo, agréguele el culantro, el tomate, la cebolla, el ají, los ajos y los tachinos, échele la sal según su gusto y póngalo al fuego lento durante cinco minutos.
Después de ese tiempo puede servirla y estará a disposición de los comensales.
Las sopas y las cremas son frecuentes en la obra lezamiana y van desde la antes descrita, hasta la sopa de pollo, de vegetales, las cremas, ya sean de plátano, malanga y el tamal en cazuela, uno de los platos preferidos de Lezama.
La simbiosis entre los espacios y lo más auténtico de la cubanía, sitúa a José Lezama Lima, junto a Paradiso, en un lugar especial dentro de la historia. Lezama eleva lo más auténtico de la tradición culinaria cubana hasta niveles cimeros dentro de su expresión poética. La alusión a las comidas en su obra es recurrente, del mismo modo que en toda la historia de la literatura cubana. Basta evocar un título indispensable en el período decimonónico como Cecilia Valdés, pasando por el Diario de Campaña de José Martí, Las honradas y Las impuras de Miguel de Carrión, hasta las cenas de Mario Conde, alter ego de Leonardo Padura, y el más grande detective de la literatura cubana en la segunda mitad del siglo XX y lo que va del actual.
Sobre los pasos de las comidas lezamianas y de lo más auténtico del arte culinario cubano volveremos aquí: en Cubanheritage.
ED. klatu, no sé, pero después de mirar bien la receta me parece que tal vez sí he tomado esta sopa.
Le preguntaré a mi mamá, que es una excelente cocinera, si es que ella alguna vez la ha hecho en casa.