En uno de mis comentarios anteriores decía que en pocos autores la forma es tan camaleónica como la usada por Lezama en Paradiso, y eso también se refleja en los cambios en el nivel de dificultad que mencionas, y que a veces suceden bruscamente.jilguero escribió:Bueno, pues yo ya he leído el capítulo II y el III, si bien voy a imitar al cubanito buscando el texto de Cortázar para entenderlo mejor.
Lo que sí quiero comentar es que me llama mucho la atención heterogeneidad en el nivel de dificultad que veo en esta novela. Hay momentos, como el del manatí (al final he concluido que debe ser algún rito local para favorecer la fertilidad), que avanzo por él a ciegas frente a otros momentos en que se vuelve mucho más convencional, me entero y respiro aliviada. Eso sí, cuando más disfruto son las situaciones intermedias, cuando Lezama es Lezama pero me deja entenderlo.
Por supuesto, esos momentos en que la lectura resulta más convencional son algo así como la tregua que necesitamos para no morir en el intento de terminar Paradiso. Y tienes razón, ojalá Lezama siempre fuera el que podemos entender, que es de igual modo brillante.
Pero, qué le vamos a hacer. Y dice Cortázar que toda la sobreabundancia de Lezama procede de su inocente libertad, de su libre inocencia.
Por cierto, no dejes de buscar el ensayo de Cortázar, que siempre te ayudará a entender un poco más Paradiso.