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Editorial: El Acantilado Encuadernación: Rústica cosida Formato: 13 x 21 cm Páginas: 280 Fecha lanzamiento: 4/3/2014
Sinopsis
«La abuela Victoria tiene un momento de lucidez antes de morir. Suspira jalando aire como si fuera a encender un motor. La tomo de la mano y le digo al oído: “Abuela, ¿me perdonas?”. Voltea la cara y me dice: “No. Para una preta kriatura komo sos, no ai pedron”». A medio camino entre la novela, la poesía y la memoria, este libro extraordinario nos adentra en el territorio secreto de la palabra y su poder salvífico. Gracias a ella, Myriam Moscona, judía sefardí, revive las sombras y las voces de su pasado. El ladino, el español antiguo hablado aún hoy por los sefardíes, se convierte en eficaz compañero en un viaje hacia Sofía, Plovdiv, Estambul, Esmirna o Salónica, donde se encuentran los fantasmas familiares. Lo etéreo toma corporeidad en un bellísimo texto dulcificado por el humor que es a la vez homenaje y expiación, donde la voz y su cálido aliento cobran un protagonismo redentor.
«Tela de sevoya es un texto absolutamente extraordinario… logra juntar pasado y presente, vida y muerte, memoria e imaginación en un mismo espacio». Juan Gelman
«Escrita con la inteligencia y el alma, Moscona nos hace acompañar ese viaje hacia el recuerdo gozoso y el que duele, como si atendiéramos una bitácora en el tiempo y en el espacio». Mónica Lavin, El Universal
«Una historia con ramificaciones asombrosas y estremecedoras… Con su debut novelístico, la poeta Myriam Moscona logra arrojar una potente luz que nos deslumbra». Mauricio Montiel, Letras Libres
Tiene muy buena pinta, justo acabo de leer un reportaje en el periódico sobre este libro porque he visto que era de Acantilado y quería ver a ver de qué trataba. Me apetece leerlo, para volver a encontrarme con ese mundo sefardí búlgaro que es el mismo que en Lejos de Toledo de Angel Wagenstein.
Voy a buscarlo porque me parece interesantísimo saber más de la cultura sefardí, tan lejos y tan cerca a la vez.
Hasta ahora solo he tenido tres veces contacto con la cultura sefardí. La primera fue cuando con 19 años conocí a un chico judío de origen sefardí en Budapest, me acompañó por la ciudad con su español aprendido y salpicado de expresiones rarísimas y antiguas, la segunda fue en Marruecos escuchando la radio, de repente estaban hablando en un idioma que sonaba familiar y extraño a la vez, y con la música pasaba igual, y era una radio sefardí, ignoraba que en Marruecos existiera eso puesto que quedan pocos judíos, quizás era solo un programa, y la última fue en Auschwitz cuando descubrí una lápida escrita en sefardí en recuerdo de los muertos judíos de ese origen.
Creo que vale la pena saber más de esos parientes lejanos que un día dejaron Sefarad.