Sigo pensando que se trata de un reflejo de ciertas realidades,
el personaje de Dolores terminó por exasperarme con tanta necedad, pensamientos recurrentes en torno al yugo de Gloria, de las vecinas o de quien fuese con tal de reducirse a la mínima expresión una y otra vez. Pobre Enrique por haberse topado con tal indecisión, él mismo ya comenzaba a tener sentimientos encontrados hacia ella o más bien hacia la nueva forma de vivir que se estaba gestando a través de sus actitudes. De Natalia no me pude creer eso del amor maravilloso, lo del aborto es el súmmum del egoísmo por parte de él y del acatar por parte de ella. Situaciones estancadas, polvorientas, como nubladas y lo peor -o lo que salva a la novela- es que no se puede decir que absurdas. La trama no tiene un desenlace porque la historia podría continuar indefinidamente entre muertes, nuevas rivalidades, nuevas dudas e incluso dificultades para encontrar motivos para vivir. Dolores, al enterarse de que Mateo tiene esposa, ve a Natalia como "una mujer a medias, utilizada por un hombre egoísta". Sin embargo, ella tampoco consigue ser una mujer completa que tome las riendas de su vida. Gana la estructura social que encadena a sus miembros a una serie de convenciones y normas absurdas, de tal forma que pierden la individualidad y se ven arrojados a una espiral de indecisiones, remordimientos, algún sentimiento de esperanza momentáneo para pasar nuevamente al mismo círculo infernal. Los deseos profundos y honestos son prácticamente imposibles de realizar en un mundo tan obtuso. Desde luego que siempre han existido las ovejas descarriadas, pero en esta obra la escritora no las quiso dibujar. Una Ángela bien desarrollada quizá le hubiera aportado cierto balance, lástima que su historia se queda tan rezagada en relación a las demás. |
Juanfraaaan, ¿en qué porcentaje vas?