Sentada aquí, frente a la chimenea,
con el crujir de la madera
suavizando cada sonido
que llega a mis oídos
y con el movimiento danzarín del fuego,
me voy perdiendo en recuerdos.
Esa caja desvencijada
que saqué por la mañana
de un baúl de la buhardilla,
ha puesto en marcha en mi mente
la mayor de las batallas.
Sensaciones, sentimientos
e imágenes que se agolpan
por salir de su escondite
y fundirse en mi mente
con un gran estruendo.
Sólo son hojas amarilleadas por el tiempo,
que guardan secretos prohibidos,
sueños sin meta.
Palabras que no alcanzaron a su dueño
y besos y caricias perdidas,
entre manchas de tinta,
que ya sólo forman parte de este recuerdo.
Una lágrima comienza a caer por mi mejilla.
Hace años de aquello.
Y me lo repito y repito,
hace años de aquello...
En este momento me descubro
balanceándome en la mecedora
desde la que leía cada una de tus cartas.
Ese movimiento continuo
me envolvía en un acompasado balanceo
que me hacía imaginarme
acurrucada entre tus brazos,
pensando que llegarían mejores tiempos.
Que un día me despertaría
y mientras el sol comenzase a acariciar aquél paisaje
que tan memorizado me tenía,
tú me estarías esperando en la verja de la casa...
y por fin,
podríamos comenzar un nuevo día
Del libro: Susurros de papelcon el crujir de la madera
suavizando cada sonido
que llega a mis oídos
y con el movimiento danzarín del fuego,
me voy perdiendo en recuerdos.
Esa caja desvencijada
que saqué por la mañana
de un baúl de la buhardilla,
ha puesto en marcha en mi mente
la mayor de las batallas.
Sensaciones, sentimientos
e imágenes que se agolpan
por salir de su escondite
y fundirse en mi mente
con un gran estruendo.
Sólo son hojas amarilleadas por el tiempo,
que guardan secretos prohibidos,
sueños sin meta.
Palabras que no alcanzaron a su dueño
y besos y caricias perdidas,
entre manchas de tinta,
que ya sólo forman parte de este recuerdo.
Una lágrima comienza a caer por mi mejilla.
Hace años de aquello.
Y me lo repito y repito,
hace años de aquello...
En este momento me descubro
balanceándome en la mecedora
desde la que leía cada una de tus cartas.
Ese movimiento continuo
me envolvía en un acompasado balanceo
que me hacía imaginarme
acurrucada entre tus brazos,
pensando que llegarían mejores tiempos.
Que un día me despertaría
y mientras el sol comenzase a acariciar aquél paisaje
que tan memorizado me tenía,
tú me estarías esperando en la verja de la casa...
y por fin,
podríamos comenzar un nuevo día
Autoría propia.