El mal del vecino (Novela fantasía)

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tyess
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El mal del vecino (Novela fantasía)

Mensaje por tyess »

Bueno... dejo esto por aquí, a ver si alguien tiene algo que comentar o interés en seguir leyendo. Mi sistema de publicación es sencillo: mientras alguien de señales de estar leyendo, yo sigo publicando.... y corrigiendo cuando corresponda.

Ahora, a lo que vine:


El Mal del Vecino

Lo que comienza con el hallazgo accidental de un objeto de otro mundo, rápidamente se convierte en otra silenciosa lucha por La Tierra y uno de sus vecinos menos distantes. Unos, ignorantes de la situación; otros, completamente resignados; ambos mundos están en manos de uno de los ambiciosos más eficientes de su época. Si las personas de las que se espera intervención tienen sus manos atadas, tendrán que hacerse cargo las personas más inexpertas, y las menos esperadas.
Es sólo un latido en el corazón del universo, pero un momento trascendental para nuestros protagonistas.

Género: Fantasía, digamos.

Índice
  1. Ladrones (1 - 2 - 3 - 4)
  2. Luchas perdidas (5 - 6 - 7 - 8 - 9)
  3. Kamikazes Turquesa
  4. Lecciones
  5. En representación de La Tierra
  6. Sólo personas
  7. Kren
  8. Prioridades
  9. ¿El mejor viaje posible?
  10. Olvido
  11. A medias
  12. Motivación
  13. Al mal paso…
  14. Materiales fuertes y negativas firmes
  15. Como si nada
Última edición por tyess el 27 Sep 2017 19:31, editado 2 veces en total.
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tyess
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Re: El mal del vecino (Novela. Fantasía)

Mensaje por tyess »

Ladrones

~ 1 ~
Doce contra uno hubiera sido poco problema en cualquier otra ocasión. Pero la anciana había tenido que dejarse la piel en la fuga reciente, así que no tenía fuerzas para más. Sus manos temblorosas no lograron aferrarse a la cadena plateada durante mucho tiempo y así perdió el collar de Meridya, que era lo único que había traído consigo, además de las mugrientas ropas destrozadas.

Robar a una viejecita era habitual para el grupo de delincuentes, pero no todos los días el premio era tan brillante. Los muchachos pelearon por la joya y al final el más pequeño de ellos corrió con el objeto entre las manos, aún sabiendo que sus compinches se lo harían pagar luego; personas como ellos vivían el presente sin pensar en las consecuencias.

Sabía bien lo que haría con el pequeño cubo brillante, así que sabía a dónde dirigirse. En el parque, buscó a su proveedor, pero no estaba. Era temprano y tendría que esperar o pensar en otra cosa. Y no era fácil pensar en su estado, así que se sentó en la esquina donde a menudo había hecho negocios de ese tipo. Si no llegaba él, llegaría otro.

Y sí, así fue. Pero no uno de los vendedores de sustancias ilegales. Los que entraron al parque fueron tres jóvenes que discutían encarnizadamente sobre el significado de la palabra "infinito".

―¡Si es una cantidad tendrías que saber cuál es! ―alegaba Tanya, la muchacha que destacaba por llevar el cabello muy corto y teñido con un intenso color rojo.

―No es la única información que nadie puede obtener ―dijo el menor, sin si quiera detenerse a pensarlo―. Y no dicen...

El adolescente se interrumpió y sujetó a una de las chicas por el brazo para que se detuviera; la pelirroja los imitó en un instante. Ambas lo miraron con curiosidad, tratando de adivinar si eran noticias buenas o malas.

Era más que eso, aunque ninguno de ellos tenía idea de lo importante que era el objeto que Ángel acababa de encontrar. Él creía saberlo, pero sólo estaba viendo la punta del iceberg.

Entendía, eso sí, que estaba a punto de cambiarlo todo. No creía en el destino, pero reconocía un evento transcendental y sabía que las consecuencias de esta simple casualidad resultarían tremendas, aunque no podía adivinar cuales serían.

Sin saberlo, sin importarle, tomó la oportunidad que se le presentaba.

Primero negó con la cabeza y volvió a caminar, asegurando que no pasaba nada. Un momento después, cuando llegó al punto en que el delincuente esperaba, hizo algo especialmente inusual: le arrebató el cubo brillante a aquel desconocido y corrió tan rápido como le fue posible.

Tenía práctica en eso de correr. Pero no tanta como el otro, que se apresuró a seguirlo en cuanto superó la sorpresa. Sin embargo, el perseguidor no llegaría muy lejos, ya que se tropezó en un basurero que justo en ese momento se volcó y rodó para caer en su camino. Cuando por fin consiguió levantarse, no había rastro del chico.

Si no hubiera estado tan desorientado desde el inicio, hubiera prestado atención a la cabellera de fuego que se alejaba rápidamente, y quizá la hubiera seguido para dar con el chico que la acompañaba. Pero en lugar de eso, pateó un poco el basurero antes de ir a robar algún bolso que pareciera caro o lo bastante lleno.

Mientras él seguía con su rutina de siempre, Ángel intentaba recuperar el aliento y cambiaba su vida y la de la pelirroja entregándole a ella la joya que había sido robada tantas veces en esos últimos cinco días.

―¡Brilla! ―exclamó la más enérgica de las chicas, Soham, viendo el objeto en manos de su prima.
Era cierto que el objeto brillaba, pero sólo en el interior. No parecía natural. No en este mundo.

―Es magia ―respondió la otra, mientras sostenía la cadena a la altura correcta para que el cubo estuviera frente a sus ojos llenos de curiosidad―. ¿Por qué ese tipo tenía un contenedor de magia? No se veía extranjero.

―Lo robó ―explicó Ángel, todavía con la voz un poco entrecortada―. No es suyo y no era de la anciana a quien se lo quitó. Él lo obtuvo por casualidad, la anciana lo tomó porque se lo encomendaron.

―No parece magia tan poderosa como para crear tanta ambición ―comentó Tanya, mientras enrollaba la cadena para ocultar la joya en su puño cerrado.

―¿Y nosotros para qué lo robamos? ―quiso saber Soham, con tanto entusiasmo que parecía que robar un objeto mágico la hacía la mujer más dichosa del planeta.

Si bien era cierto que aquello le parecía una aventura, en realidad no estaba mucho más animada de lo usual: ella siempre era así.

―Hay dos motivos —respondió el muchacho—: su propietario legítimo lo busca, y la persona que se lo pidió a la anciana también.

―¿Debemos devolverlo? ¿No podemos usar ese collar para... ―la señorita júbilo estaba haciendo gestos que con esfuerzo podían interpretarse como pases mágicos― ya saben... hacer travesuras imposibles? ¿Con la magia?

―No podemos sacarla ―explicó la otra joven, más seria―. Sólo algunas personas pueden tomar magia ajena y no estamos entre ellos.

―Oh, qué lástima. Entonces, está bien, hay que devolverla... ¿A quién? ¿Tiene un hijo simpático?

―Que te oiga Lucas diciendo esas cosas.

―No es para mí, Tanya, es para ti. Realmente necesitas un...

―¡Por enésima vez, deja de buscarme novio!

―No vamos a devolverla ―dijo el muchacho, para sorpresa de ambas―. El dueño del contenedor no tiene que recuperarlo nunca.

―¿Y el ladrón?

―No tendrá más remedio que venir a buscarla, ¿cierto? ―respondió él, con una sonrisa de satisfacción en los labios. Se negó a decir una palabra más sobre el asunto.

El dueño de la joya, ese que creía tener derecho sobre la magia que contenía, era un hombre muy importante. Pero a Ángel le daba lo mismo. Emboscar al ladrón, por otro lado, era algo con lo que sólo había podido soñar.
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Megan
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Re: El mal del vecino (Novela. Fantasía)

Mensaje por Megan »

Bienvenida tyess, me gusta lo que escribiste, gracias por compartirlo, espero los siguientes capítulos :D
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tyess
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Re: El mal del vecino (Novela fantasía)

Mensaje por tyess »

Segunda parte del primer capítulo:
... Ladrones...
~ 2 ~


Necesitaba salir de ahí.

Podría parecer ridículo que una persona que había pasado casi toda su vida bajo tierra sintiera claustrofobia en una habitación espaciosa con varias ventanas, pero no se trataba de diseño, sino de esencia. Su pequeña habitación en el palacio subterráneo respiraba. Murmuraba los eventos que presenciaba, a menudo guardándose aquellos que eran secretos. Este edificio era frío y carente de vida: nada más que concreto y metal.

Las ventanas no eran sustitutas adecuadas para el alma de su hogar. La iluminación, aun ahora, lo confundía. El sonido que venía del exterior contaba sobre un caos permanente y cientos de soledades que, por casualidad, ocurrían en el mismo lugar y momento.

Emnaid quería escapar, no de la habitación de la que podía salir cuando quisiera, sino de ese mundo tan extraño.

Éste era un planeta cálido, con un sol relativamente cercano, pero La Tierra era un mundo frío. No parecía vivo, con todos esos edificios muertos y personas hastiadas. Pero seguía moviéndose desesperadamente y la imagen que el conjunto formaba le parecía patética al heredero de Kren.
Patético.

Él prefería a los monstruos con vida, letales pero hermosos. Él no quería estar en este lugar. Pero no era su decisión. El dictador era su padre, nadie más tomaba decisiones en ese mundo.

―¿Señor? ―alguien llamaba a la puerta.

―Entra, Félix ―el joven heredero reconocía la voz.

La puerta se abrió y dio paso a un hombre alto, pulcro desde las gruesas suelas con clavos en sus botas, hasta la punta de su rubia cola de caballo. Ese perfecto orden en su ropa y peinado se sumaba a un andar elegante para hacer ver fuera de lugar el rasgo más llamativo: la cicatriz que iniciaba a la derecha de su coronilla y cruzaba la frente hasta llegar a la mitad de su alguna vez bien proporcionada nariz. Esa marca llamaba la atención de las personas, incluidos algunos de esos individuos a los que veía todos los días cuando estaba en el palacio de Kamnaid. Pero este muchacho, parecía no percatarse siquiera de ese rasgo en la frente de su protector.

―Tenemos una respuesta ―informó Félix―. No muy precisa, pero, servirá.

―¿Sobre el contenedor o sobre Zusanha? ―ya sabían con certeza que la anciana y el cubo ahora estaban en rutas distintas.

―El contenedor. Ha pasado por manos terráneas y ahora lo tiene una muchacha.

―¿Una muchacha terránea? Bueno, al menos no pueden sacar la magia. ¿Fraild fue a buscarla?

―No. Insiste en no dejarse ver en este mundo. Y de todos modos… no sabemos dónde la tiene. Eba carece de tacto y yo… ―él hombre señaló la cicatriz, demasiado fácil de reconocer o de describir.

―¿Así que yo debo ir a preguntarle?

―Es la opción evidente. Pero si no está listo…

―Iré. Pero si se pone difícil, sólo la traeré a rastras y Eba le sacará respuestas con uno de esos cuchillos que nunca la he visto usar.

Fue.

Como de costumbre, intentó manejarlo con discreción. Podía darse el lujo de una investigación de un par de días en lugar de llamar la atención. Primero, le hizo conversación en la parada de autobús, asegurándose de que todo pareciera casual.

Ella fue amable hasta que descubrió que él no estaba mirando precisamente sus ojos mientras hablaban. No se sorprendió. Estaba tan convencida de que los muchachos eran animales, que ni siquiera le fastidiaba demasiado lo que a ella le parecía una obvia conducta pervertida.

Juzgaba mal al muchacho: Emnaid estaba asegurándose de que no hubiera un cubo de cristal brillante colgando de su cuello. No lo había. Tampoco lo llevaba en su mochila ni en los bolsillos, aunque él no podía comprobar eso.

Si Emnaid quería saber en dónde estaba el contenedor, tendría que robarle la respuesta o ser lo bastante confiable para que ella le dijera lo que él quería saber. Hubiera podido torturarla, quizá, o dejar que su tutor siguiera buscando información a su modo. Él no sabía si una cosa o la otra hubieran rendido frutos, pero aún así, optó por la forma civilizada, porque había algo en la ira de ella que le había causado una buena impresión.

―¿Estás siguiéndome?

―No.

―¿Y entonces, porque bajas del autobús en mi parada?

―Es mi parada.

―¿Y también vas a mi colegio?

―Así parece.

La chica de desarreglados rizos rojos le dirigió una mirada incrédula, que él fingió ignorar.
No entró al colegio con ella, pero esperó a que saliera. Eso sí: en un sitio desde el cual sólo él podía verla a ella y no lo contrario.

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¿Qué les pareció el Emnaid? Bueno, a ella la conocían ya, aunque no pregunté qué les parecía :P
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lucia
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Re: El mal del vecino (Novela fantasía)

Mensaje por lucia »

A Emnaid corres el peligro de estereotiparlo a la que te descuides. Parece mas interesante el chico que robó el contenedor.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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