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Sus ventanales cuervo nunca habían sido observados por nadie.
Su complexión rascaciélica ofrecería a cualquiera que lo viese una bizarra sensación.
Su césped medio marchito y más huraño que él mismo.
Sus cremalleras de un bolsillo de apenas una dimensión,
que ocultaban una alegría sarcástica de rocas de cuarzo brillante,
y un extraño tesoro entre tanta cuarcita sobrante.

Miraba al infinito y seguía sonriendo entre risotadas,
desde una de sus miles de residencias abandonadas.
Aquellas llanuras de olvido, propias de cuentos de hadas.

Condenado, él, por culpa de sus delirios infernales,
a vagar en silencio ,perpetuo e inalterable.
Un silencio inaudito, superior al del vacío.
Porque él era el vacío, en todas sus fases.

Andando tranquilo
Viajando paciente
Se convierte en cuervo,
como sus ojos inexpresivos.
Se convierte en césped,
como su melena ardiente.
Se convierte en un alto rascacielos,
como su figura, inerte.
Se convierte en el bolsillo,
Como sus labios, inexistentes.
Se convierte en el tesoro
como el de su horrible diente de oro.

Pero sigue siendo él,
y nunca podrá cambiar su destino.
Parece que ya lo has asumido,
vagabundo de azoteas.

Parece un superviviente de un mundo postapocalíptico casi mas que un vagabundo.