El libro que hoy reseñamos es un experimento realizado entre el autor y Michael Fraenkel, el cual propuso a Henry escribirse cartas mutuamente, debatiendo sobre un tema concreto, con el fin de convertir dicha correspondencia en un libro.
En un principio se decidió escribir sobre la obra de Hamlet, aunque Henry Miller dio rienda suelta a sus pensamientos, ofreciendo escritos que hablaban sobre las fuentes de su inspiración, la narrativa como arte y los judíos, entre otros temas, aparte de tratar de la obra de Shakespeare.
Hamlet como excusa.
La mayoría de las cartas se escribieron en Paris por Henry Miller, dado que en los años de la depresión en Estados Unidos, este se traslado hasta allí para dedicarse en cuerpo y alma a la escritura, inspirando a autores como Bukowski o Norman Mailer, entre otros.
Las cartas se recogieron, aunque faltaron unas cien páginas, publicando una pequeña tirada de 500 ejemplares en 1939, en Puerto Rico. Dos años más tarde, se publicó un segundo volumen en México, con una tirada de 500 ejemplares, veinte de los cuales estaban encuadernados especialmente y firmados por ambos autores.
Parece ser que la relación entre ambos escritores no era de lo más cordial, ya que Henry no consiguió derechos de autoria, complicándose más todo cuando Fraenkel falleció y su esposa siguió con la lucha contra Henry.
Literatura en forma de cartas.
El hecho es que en esta edición, presentada por Malpaso Ediciones, sólo contaremos con las cartas escritas por Henry Miller, no pudiendo apreciar las contestaciones recibidas por parte de Fraenkel, aunque en algunos momentos se adivinan algunas de las frases cruzadas entre ambos.
En esta obra disfrutaremos de una rica literatura, con la magia que un gran escritor puede ofrecernos. Es un epistolario y un cúmulo de pensamientos, sentimientos y experiencias, dignas de ser leídas a sorbos. Disfrutando de fragmentos repletos de calidad, desde la primera hasta la última página.
Os pongo un pequeño fragmento extraído de una de sus 335 páginas:
<< Querido Fraenkel: Lo que me interesa profundamente de tu última epístola es el antepenúltimo párrafo: <<Sólo la biografía personal permanece>>. Ese es el pantano, aunque nunca lo reconocerás, en el que te encuentras permanentemente atrapado: el pantano de la verdad. Esa búsqueda de la verdad, aunque dé como resultado al final el descubrimiento de un instrumento tan noble como el yo, es un veneno de perversión>>.
pag. 127 del libro.