Georges Duby tiene un artículo magnífico dedicado a Eloísa, incluido en su obra
Mujeres o
Damas del siglo XII (según la edición), que se basa en esta correspondencia.
Duby se pregunta:
¿Cómo llega a discernir el historiador quién fue realmente esta mujer?
En la respuesta que se da a sí mismo, plantea el problema de la autenticidad de las cartas. Es algo que me parece muy interesante. Dejo el fragmento donde lo trata:
En primer lugar [el historiador] debe desconfiar. Ese texto es sospechoso. Desde principios del siglo XIX ha habido dudas en cuanto a su autenticidad. Los eruditos han discutido y siguen discutiendo todavía a favor o en contra. Algunos ven en la Correspondencia la obra de un falsario. Muchos piensan que las misivas atribuidas a Eloísa, si no fueron escritas por el propio Abelardo, al menos, como las de la Religiosa portuguesa, por un hombre. No entro en la controversia. Solo me quedo con el argumento más fuerte de los paladines de una falsificación más o menos profunda: la cohesión del conjunto. Este grupo de epístolas difiere de todos los que se escribieron en la época en un hecho: dispone las cartas como están dispuestas en La nueva Eloísa de Rousseau o en Las relaciones peligrosas, es decir, una respondiendo a otra. Además parece que algunas epístolas, de Eloisa o de Abelardo, no se han tenido en cuenta; y es porque, mediante una elección razonada, se ha pretendido construir un discurso condensado, persuasivo. Por último, como el de un tratado, el texto de los manuscritos, posteriores en su totalidad en siglo y medio por lo menos a los hechos, está dividido en capitulos precedidos de rúbrica. Contiene incluso, en la parte puesta bajo la pluma de Abelardo, remisiones a pasajes anteriores. Se trata, evidentemente, de una minuciosa construcción literaria. Se lee como una novela. Una novela, observémoslo, cuyo protagonista es un hombre. Cierto que el personaje femenino tiene aquí mayor peso que en las novelas de caballería. Sin embargo, la atención va dirigida principalmen a Abelardo, como en las novelas a Tristán o Lanzarote. Hay una evidencia: la materia de la obra contiene demasiadas alusiones preciosamente exactas al mundo de las escuelas parisinas bajo los reinados de Luis VI y Luis VII para que pueda pensarse que todas sus piezas han sido ideadas mas tarde; data con toda seguridad de mediados del siglo XII. No obstante no es menos evidente que esa materia ha sido objeto de un montaje cuyo autor nadie conocerá jamas.
Y un poco más adelante, remata:
Este texto es principalmente un tratado de moral, edificante como lo son, en esa época, las vidas de santos y las novelas de caballería. Contando una aventura, enseña a comportarse de modo conveniente. La intención pedagógica queda afirmada desde el principio, en la primera frase de la carta I: "Para excitar o moderar las pasiones humanas, los ejemplos (exempla) tienen a menudo más efecto que las palabras''.
De hecho, en algún lugar del texto define
Cartas de Abelardo y Eloísa como una
“novela epistolar”.