El personaje de Antígona es maravilloso, una mujer que lucha por lo que considera justo, todo un símbolo del amor fraternal y de aceptación de la muerte. Normalmente me cuesta mucho empatizar con los héroes de la literatura clásica, pero en este caso no he tenido problema. Todo lo contrario me ha pasado con Creonte, que en Edipo rey me había caído la mar de bien pero aquí se le ha subido el poder a la cabeza y se ha convertido en un tirano déspota y misógino. El final me ha encantado,
y es que a mí me gusta las tragedias en las que al final no queda vivo ni el apuntador, al estilo Hamlet. He echado de menos que muriera también, o que al menos volviese a aparecer, Ismene, que me parece un personaje muy interesante: no tiene la valentía de Antígona para incumplir con la ley de Creonte pero luego quiere compartir la culpa con su hermana. Me encanta ese final con Creonte arrepentido de su comportamiento y totalmente acabado. Aunque no muera, creo que él es quien tiene realmente un final trágico, pues Antígona consigue (aunque no llega a enterarse) que su hermano sea bien enterrado y, desde el principio de la obra, ya había aceptado y asumido que su incumplimiento de la ley la llevaría a la muerte. |