El otoño de las rosas - Francisco Brines

[Aben Razín]

ÉXTASIS DE LAS LÁGRIMAS.

Ven, dame tus sollozos y estréchate en mis brazos,
y deja que te bese las mejillas
mojadas. Criatura que te acoges,
caída en ese rapto de la pena,
a un pecho tan oscuro. Y escucha cómo bate
dentro el amor, allí naciendo el mundo.

[Aben Razín]

MUSA JOVEN.

En los momentos altos de la noche,
el último cansancio de las sábanas
no desmentía nunca al muchacho del día,
ágil como ninguno en la carrera,
y muy apasionado de la conversación
y en las sorpresas de sus costumbres personales.
Distante del secreto que le hechiza y conforma.

Así la entrega ardiente de su pasividad
no era tan sólo goce del cuerpo que le amaba,
sino la seducción rendida de la mente.

[Aben Razín]

ENVÍO DEL RECIÉN LLEGADO.

Diste fuego a mis ojos y a mis manos,
y fueron cuatro días que no olvido
regresado a Madrid. Tu desnudez,
como un perfume abierto, me invadía,
y en las calles nocturnas tus cabellos
en sus rizos menudos aún me apresan.

Vuelve a escapar de casa y ven corriendo
para dormir conmigo, en otra noche
que nos queme la vida para siempre,
tan larga que me borre de esta ciudad.
Tu juventud se acabe entre mis brazos,
tus dos labios agoten mi experiencia.

[Aben Razín]

ANTES DE APAGAR LA LUZ.

Tras la ventana miras la ciudad en la noche.
Lejos, y en altos edificios,
raras luces te acercan lo extraño de la vida.
Alguien cerró la puerta. El cuerpo alcanzó paz.
Y en esas mismas sábanas
en donde has apagado un resplandor raído
te poblarás de sueño y de reposo.
Mas buscas, y no sabes, a Quién agradecerle
hoy, como ayer, la cena:
la sopa boba
de estos fieles pecados rutinarios.

[Aben Razín]

EN MI CINCUENTA Y DOS ANIVERSARIO.

Si el niño de ojos azules
tiene los cabellos rojos,
no lo desampares.

Si la muñeca está rota,
rómpela más.

Si el corazón, con el pico
y con las garras,
se desgarra (y se hace sangre),
déjalo estar.

Y espera sólo a que la noche llegue.

[Aben Razín]

PROGRAMA DE VIDA.

La noche ahora nos guarda, y el virtuoso acecha.
Respira entre las sábanas el mundo, y nada falta.
Cuando venga la muerte, la vida será esto.
Más pasajera es la virtud que una noche.
Si los muertos oyeran, dirían que es verdad.
Y yo lo aprendí de ellos, y ellos no lo sabían.

[Aben Razín]

CANCION DEL DESVELADO.

Todavía es de noche y canta el gallo.
Y así lo hace una noche y otra noche.
Y yo aguardo su canto cada noche.
Tenebrosa es la voz que lanza el gallo.
Agria es la luz, y el gallo rompe noche.
Tiento la oscuridad, y escucho al gallo.
Has perdido otra noche, dice el gallo.
Hasta que no haya gallo ni haya noche.

[Aben Razín]

CON UN RAMO DE ROSAS.

Te he traído estas rosas y no he podido verte
más allá de la piedra. Ha sido un viaje vano.
En ningún sitio estás. ¿Acaso te buscaba,
o era a mí a quien buscaba? Si estás en la cenizas
es igual que en la nada, o no tener origen,
y sólo en las cenizas yo puedo hallar mi vida,
pero no en esas tuyas, las de mi infiel memoria.
Y alguien soplará en ellas para que al fin me pierda,
y borraré conmigo también la vida tuya.

[Aben Razín]

EL PACTO QUE ME QUEDA.

¿Y cómo devolver a mi vida la luz
de la mañana, las lágrimas nocturnas,
el asombro del mar, los silencios del mirlo,
el tiempo de una tarde inacabable?

¿Y cómo devolver sus diferencias
al dolor y a la dicha,
y ser los dos amados por igual,
pues completan los dos el sabor encendido de la vida?

Cuando la edad es ya desventurada
y es un pétalo el día,
y apenas quedan rosas,
no es posible que el mundo pueda ser recobrado.

Acógete a unos ojos, sólo jóvenes,
y descubre con ellos el mundo que perdiste.
Y que te miren luego, para ser aún del mundo.

[Aben Razín]

LOS VERANOS.

¡Fueron largos y ardientes los veranos!
Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.

Nos sonaban las voces encendidas de luna,
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasaba eternos, y éramos sólo tiempo.
Se borraban los astros en el amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.

Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!

[Aben Razín]

FÍSICA DE LA MUERTE.

Prietas y extensas sombras nos acogen
allí en las Humedades, fría Nada,
después que nos fulmina el rayo blanco
del Dios que no sabemos.

[Aben Razín]

Un pájaro sin voz, sin luz, está cantando
su canto perdurable.
Pues no tuvo principio, no tendrá acabamiento.
Atiendo en mí su tránsito.
Me golpean sus alas desde su inexistencia
y es, por ello, que nada significo.
Y llega, sorda y fría, la ausente luz final,
la hueca luz final de su negro aletazo.

(Los últimos versos del último poema, El oscuro oye cantar la luz).

[Aben Razín]

Terminado.

No me ha defraudado, porque Francisco Brines es un poeta callado, pero preciso. Sin embargo, no me he encontrado con una poesía llena de esperanza, sino, bien al contrario, transida de metafísica pesimista, salvaguardando la necesidad del amor como única tabla de salvación ante la desaparición y la muerte.

Son éstas, las temáticas más repetidas a lo largo de este poemario. El fin que siempre está presente, la anulación de todo lo que ve y siente, y el desamparo ante esta realidad experiencial del hombre como tal, son elementos que aparecen como insistencia a lo largo de los poemas, de ahí que esta poesía metafísica acabe siendo poesía experiencial sin ser una que pueda ser calificada como tal o quizás sea todo lo contrario.

Decir que me ha seducido porque, en todo momento, ante este infausto y trágico rumbo de la vida, el amor es un elemento salvífico, algo que nos hace mirar la Vida desde el otro lado del espejo. Es decir, os recomiendo a este poeta,

Saludos,

[sergio,]

no me he encontrado con una poesía llena de esperanza, sino, bien al contrario, transida de metafísica pesimista, salvaguardando la necesidad del amor como única tabla de salvación ante la desaparición y la muerte.

Sí, ya desde el propio título (que por cierto, me encanta) se constata esa sensación del ocaso inevitable.

Me alegra mucho que te haya gustado (a pesar de la temática, claro).

[Aben Razín]

sergio,

Desde luego que me ha impactado la manera de afrontar la realidad metafísica del hombre -¡no se pone velo y la mira directa!-, de tal manera que esas rosas que pululan por los poemas de Francisco Brines son una llamada a cierta esperanza con la certeza que están viviendo en el otoño, es decir, cerca del ocaso invernal.

Gracias por haber leído los comentarios y los poemas que he transcrito,