Fábulas originales - Ramón de Campoamor

¿Qué es poesía? Dices mientras clavas
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¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
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Fábulas originales - Ramón de Campoamor

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142 páginas
En el año 1842 Campoamor publica un tomito de fábulas, tardía contribución a un género que tuvo algunos rebrotes en la primera parte del siglo XIX. Mas, Campoamor soslaya el fin moral de la fábula clásica para convertirlo en algo distinto muy cercano a su concepción de la poesía como vehículo de ideas que estaba ya a punto de cuajar en su espíritu. Prueba de ello es que algunas de sus fábulas pasó a ser dolora al publicar estas composiciones, que el remate de alguna de ellas es una verdadera humorada y que otras tienen idéntica intención que alguno de sus pequeños poemas. Podemos, pues, afirmar que en las fábulas están prefigurados los tres géneros que han de ser cultivados por el poeta y han de darle personalidad y renombre.
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Re: Fábulas originales - Ramón de Campoamor

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FÁBULA I

«No hay gloria sin pena»

LOS JÓVENES Y LA OFRENDA

En un verjel ameno
mil jóvenes sin freno
discurren distraídos,
aquí y allí perdidos.
Cual á otro, de un arranque,
zambulle en un estanque;
y cual á su vecino
le acuesta en un espino.
Para ellos, esculturas
son hórridas figuras;
y asi, cual en retablo,
copiando los del diablo,
las pintan sutilmente
un no sé qué en la frente.
Ya sin panza de un taco
rae dejan al Dios Baco;
y ya á Venus la bella,
tan sin pudor como ella,
por mas que se agazapa
haciendo que se tapa,
la hacen que como un charro,
fumando esté un cigarro.
Uno al fin sobre Apolo,
travieso como él solo,
mostrando una corona,
esto á todos pregona:
— «Aunque envidias provoque,
del que el estremo toque
de ese ciprés que ondea,
premio esta ofrenda sea.»
— « ¡Arriba!» — gritan todos,
corriendo de mil modos;
y en trances infelices,
los ojos, y narices,
ya ven de dia estrellas,
ya acaso barren huellas,
ya el alto viene abajo
asido del zancajo,
ó ya el mas bajo al otro
le monta como á un potro:
hasta que uno elevado,
que mas que otros, lo osado
con lo dichoso junta,
tocó al ciprés la punta,
al fuego que le inflama;
y ¡chasc!... rota la rama,
cayó rápidamente,
haciéndose en la frente,
amen de algún rasguño,
un chichón como un puño.
Cercáronle con prisa
unos fingiendo risa,
y otros mostrando pena
por la ventura ajena;
y vendando sus sienes,
tras de mil parabienes,
por cima de la venda
ciñéronle la ofrenda.

Dos coronas contemplo
que ha de ceñir el sabio
para alcanzar victoria,
si de la gloria al templo,
despreciando su agravio,
aspira en su delirio:
antes la del martirio,
después la de la gloria.
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