Pavoroso!
Este cuento está formado por pinceladas de colores siniestros.
Si ya normalmente Cortázar deja cabos sueltos, en éste más que nunca: no podemos más que intuir lo que pasó en la granja de Erik.
Como tantas veces, empieza pareciendo una cosa y termina siendo otra. Las vecinas que murmuran parecen las nombradas en el título, pero… El narrador plural (que al final se sabe doblemente femenino) busca soledad, olvido, tranquilidad, pero…
Lo que he entendido es que las protagonistas (las migalas, con su sentido innato de la caza, sin arrepentimiento, con indiferencia, sin voluntad, guiadas por su propia naturaleza) esperan, esperan, esperan acechando. La señal, esa tos, que además es masculina en contraposición a la feminidad de las vecinas y ellas mismas hace que se pongan alerta y actúen en cuanto les es posible. Según cuentan, ya lo hicieron en el pasado y volverán a hacerlo en el futuro.
Cito: “Eso forma parte de un ajedrez infinitamente más complejo en el que el modesto movimiento de un peón oculta jugadas mayores.”
Una vez más, la naturaleza de cada uno(a veces oculta o tapada por convencionalismos y “normalidad”) sale a la luz y prevalece sobre la voluntad. Eso es lo que simboliza para mí.
La señal que las hace actuar no sé si es la falta de respeto de una voz o tos más alta y menos respetuosa con ellas o la masculinidad de su dueño.
En cualquier caso, la frase final…… arggghh!!
“Es la primera vez en mucho tiempo que nos apoyamos la una en la otra para andar.”
Aquí te imaginas dos tarántulas caminando así y ………. Ufff!!
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