Silver Kane... Entonces resulta que sí había leído a González Ledesma antes de llegar a esta novela
. Por los años 70 y 80 pululaban lo que entonces se llamaban novelas de quiosco (me parece estar viendo ahora mismo algunas portadas
), que eran ediciones baratas de relatos cortos ambientados,entre otros lugares, en el Lejano Oeste. Yo sí recuerdo alguna novela del Oeste de Silver Kane, seudónimo de González Ledesma. Incluso -vana ilusión- me ha parecido apreciar ciertos rasgos comunes en el estilo .
Bueeeno, pues ya la he terminado. Y procuraré resumir mis impresiones.
Hay una peculiaridad en la estructura de "No hay que morir dos veces" que la asemeja a los viejos y gloriosos folletines pero aquí quizás se hace mucho más "a lo bestia". Prácticamente los 49 capítulos que la componen acaban con una sorpresa y suspendiendo la acción en todo lo alto, en su momento culminante. Pero cuando uno vuelve la página no encuentra la resolución de ese clímax sino la de otro que a su vez fue interrumpido varios capítulos atrás. Es un scriptus interruptus perpetuum
A ver si me explico. Imaginemos un circo. En ese circo no son presentadas tres pistas diferentes que en la novela corresponden a las tres historias que la impulsan: la del asesino a sueldo, la de la niña inocente y pura arrojada al mundo atroz e impuro de los más atroces e impuros adultos y la de la blanca,hermosa y pálida novia que tirotea a su novio en la felicísima hora de su matrimonio. Pues bien, el autor empieza fijando todos los focos en una de las historias, la conduce, la desarrolla, la extiende y la despliega hasta alcanzar un momento decisivo para entonces... se apagan las luces y se encienden las de la otra pista. Dejamos así un número con el alma en vilo y nos vamos a otro distinto en el que vuelve a haber conducción, desarrollo, extensión y despliegue hasta llegar a un punto culminante cuyo conocimiento se nos retrasa porque la segunda pista igualmente se oscurece de pronto y la claridad pasa a la tercera donde se ofrece otra actuación diferente. Y cuando se oscurezca esa tercera pista se retomará la primera en el punto que la dejamos. En fin, así sucesivamente (con matizaciones, claro). El final de cada capítulo es un clímax y su comienzo casi siempre es el anticlímax de un clímax diferente. La novela son subidas y bajadas, bajadas y subidas, ascensos bruscos y descensos bruscos... Quizás González Ledesma abuse demasiado de esa técnica y por ello creo que es muy recomendable leer esta novela en dos o tres sentadas como máximo para no perder el ritmo ni el hilo ni la sensaciones. Algo que no he podido hacer yo y que me ha obligado a releer bastante.
Dicho lo de la estructura, más llamativo todavía es el tono de la novela que viene dado por el estilo y -me atrecería a decir- la personalidad del autor. Irónico, sarcástico, póetico a ratos, brillante en sus metáforas, acerado o contundente en sus comentarios, tierno, piadoso, profundo en unos pasajes, ligero en otros, evocador, vagamente deprimido en su izquierdismo político y sin embargo esperanzado... Francamente, un escritor dotado de sabiduría y talento que escribe una novela negra que es una novela negra pero que como las buenas novelas negras va más allá de los supuestos límites de su género. Una novela además escrita en una época actual con la crisis económica de fondo y en primer plano la crisis más auténtica y grave que sufre nuestra sociedad: la crisis de valores humanos. Justamente lo contrario de lo que sucede en la realidad (opinión personal).
Y luego está Méndez, el policía, claro. Un policía imposible y quizás inexistente. Un perro callejero que, como los perros callejeros, no obedece a nadie y en todo caso hace lo contrario de lo que le ordena su presunto amo (divertidísimas esas conversaciones del comisario y su inspector que comienza siempre con una frase de ritual: "Joder, Méndez"). Un policía de los antiguos, que se ha mamado todas las esquinas de Barcelona, al que con el nombramiento ya le dieron la primera sanción, que ya era viejo en tiempos de Alfonso XIII, al que se le han muerto todas las putas que solía invitar a cenar, que va por ahí con un revólver que es un pequeño cañón y con un teléfono móvil que no sabe manejar... Y un ser en cierta parte desengañado pero al tiempo esperanzado, sensible y atento a los restos de humanidad con los que se encuentra en el naufragio cotidiano. Un ser que es capaz de mirar a una mujer que sufre con la misma limpieza de mirada y de corazón con la que el primer hombre miró a la primera mujer.
Y cuántas mujeres sufren en esta novela. Y cuántos cabronazos hijos de mala madre hacen el cabronazo en esta novela. Y cuánto amor callado y cuánta ferocidad suelta hay en esta excelente novela, que si tiene algunas incongruencias son incongruencias absolutamente perdonables (por lo menos yo se las perdono
).
En fin, que me alegro de haberme reencontrado con el Sr. González Ledesma en Barcelona después de tantos años sin leerlo (desde auqello que tuvismo en Texas
). Novela muy pero que muy recomendable ésta.