París con nieve y sin zapatos
Ángela Becerra sitúa en la ciudad gala su novela 'Lo que falta al tiempo', una historia de amor loco y bohemio.
Lo que le enseñaron sus vecinos después de los postres no se le olvidaría nunca. Era una chica que la escritora Ángela Becerra recuerda como bella, con más de mil años de edad. Se trataba de una momia, que había pasado de generación en generación dentro de la familia anfitriona hasta que la donaron a una iglesia de la Seu de Manresa.
Esta historia es real. Se trata de santa Clara mártir, que murió lapidada en el siglo XI. Y lo que cuenta la autora colombiana en 'Lo que le falta al tiempo' es ficción con muchos sentimientos, y con una protagonista, Mazarine, que ha heredado el cuerpo de la religiosa medieval, llamada la Santa en la novela de Ángela Becerra. «Desde el momento en que la vi, supe que tenía que contar esta historia», apunta la colombiana.
El libro, editado por Planeta con una tirada inicial de 70.000 ejemplares, se presentó el pasado jueves por la noche en el hotel d'Alsace de París. La elección no fue casual. En la habitación 16 murió Oscar Wilde, y en otras estancias residieron Ernest Hemingway y Jorge Luis Borges. Además, el establecimiento se halla en el Barrio Latino, y allí se desarrolla una parte importante de 'Lo que le falta al tiempo'.
Muy cerca vivió Sartre y en él explotó Mayo del 68. Uno los protagonistas de la novela llegó en esa época de Andalucía con muy pocas monedas en el bolsillo y la intención de abrirse camino como pintor. En el momento en que discurre la obra es un artista de éxito, que firma con el nombre de Cádiz y está emparejado con Sara, una fotógrafa que pisa París en el 68 con el encargo de retratar el furor de los jóvenes para el 'New York Times'.
Mazarine, un chica huérfana de 23 años que tiene a la Santa en su casa, se presenta sin cita previa en el estudio del pintor y le expresa sus ganas de aprender. El artista le pone trabas, pero enseguida se intuye que se liarán, cosa que efectivamente sucede pocas páginas más tarde, mientras pasean su amor loco por la ribera izquierda del Sena. «Siempre he sentido una gran fascinación por revivir el París de los pintores y los escritores, de la libertad y la precariedad. Vine a caminar la ciudad y las calles del Barrio Latino, ahora un poco decadente, pero al que le hecho renacer en la obra», confesó la autora.
La pareja abierta
La protagonista trasmite energía y ganas de vivir por donde pasa, quizá recibidas de la Santa. Va descalza por la ciudad, incluso cuando está cubierta de nieve, y a Sara le recuerda a la 'hippie' que siempre quiso ser. Ella y Cádiz, como Sartre y Simone de Beauvoir, mantienen una relación abierta. Cada uno puede acostarse con cualquiera pero sin caer en el adulterio espiritual. Pero no es fácil si está Mazarine de por medio.
La novela tiene un hilo esotérico que conduce a los cátaros, y a una secta derivada de ellos, la Arts Amantis, que busca a la Santa y vigila a la protagonista a través de inquietantes y «oscuros» personajes como Ojos Nieblos, apunta la autora, que ha vendido más de 300.000 ejemplares de sus dos novelas anteriores, 'De los amores negados' y 'El penúltimo sueño'.
Mientras, la actividad fotográfica de la mujer de Cádiz, Sara Miller, sirve para retratar la otra de París, la de los personajes marginales, los 'clochards' (sin techo), los drogadictos, que dan tumbos al lado de la Sorbona y de las librerías cercanas al bulevar de Saint-Michel.
Mazarine intima con Pascal, un personaje muy importante en 'Lo que le falta al tiempo', y le da el equilibrio que Cádiz rompe con su desmesurada presencia. «Quería escribir sobre la dualidad humana, sobre la razón y la emoción, la luz y la sombra. Cuando uno se decanta por un lado, siempre se acaba sufriendo», remata Ángela Becerra.
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