El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, romance)

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Lebasy
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El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, romance)

Mensaje por Lebasy »

Hola Foreros,

Desde hace semanas estoy totalmente centrada en una novela de fantasía que estoy escribiendo. Me gustaría mucho escuchar vuestras críticas y consejos. Como pedí anteriormente pido sinceridad, acepto cualquier crítica, aunque sea negativa (pero siempre respetuosa), puede ayudarme y ser constructiva para mí. Así me doy cuenta de mis errores.

Espero que os guste,

Un saludo


11 de Marzo de 1905

Las calles estaban desiertas. Se podía respirar el aire helado que aun dejaban a su paso las últimas noches de invierno. Un carruaje oscuro circulaba al son de dos percherones negros que dejaban caer elegantemente sus cascos sobre el suelo empedrado de Madrid. Atravesaron la ciudad por la calle Alcalá dejando tras de si el parque del retiro hasta llegar a la puerta del sol, donde los robustos caballos caminaron por la calle arenal hasta adentrarse, cruzando las grandes verjas de forja, en la plaza de armas del Palacio Real, residencia del rey Alfonso XIII de Borbón.
Isabella, desde la ventanilla del carruaje, observaba la imponente fachada blanquecina que se alzaba ante ella. El cochero abrió la puerta del carruaje e Isabella cubrió su rostro con la capa que llevaba sobre los hombros. Seguida por dos guardias reales, entró en el zaguán, el vestíbulo de columnas rosada que la conduciría hacia la escalera imperial fabricada en mármol, donde cada escalón había sido tallado de un único bloque de piedra y por la cual accedería a las salas principales del palacio. Cruzó el salón de Alabarderos, también conocido como salón de los guardias, una sala de pilastras toscanas decorada con numerosos tapices y frescos de carácter mitológico. Pero Isabella no tenía tiempo para admirar las obras como le hubiera gustado, así que a paso ligero y seguida por los guardias que caminaban al mismo son que ella se introdujo en el Salón del trono. Una sala dedicada a los acontecimientos de mayor importancia, conservada intacta desde el reinado de Carlos III, donde las paredes habían sido tapizadas con telas de terciopelo rojo bordadas con orlas de plata. La sala estaba adornada con doce espejos pardos y doce consolas doradas. En el centro, se encontraba el trono real, flanqueado a ambos lados por leones de bronce, cada uno de los cuales posaba una garra sobre una bola de piedra caliza. Tomó la puerta a su izquierda y se introdujo en la saleta oficial, dónde María Cristina de Borbón la esperaba. Llevaba un vestido oscuro que hacía resaltar su pelo castaño recogido en un moño, el cual adornaba con una diadema plateada. Se apretaba con fuerza las manos. Durante horas había esperado su llegada.

- Isabella, Me alegra tanto verla de nuevo.- Dijo María Cristina agarrando su mano y llevándosela a los labios.- lamento que sean tantas las tragedias que nos acontecen. Ayer mismo recibí vuestro mensaje. Esta mañana he informado a mi hijo sobre todo, nos espera en el despacho oficial, por favor, acompañadme.

María Cristina había sido reina regente de España durante diecisiete años, hasta que en 1902 su hijo Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad y asumió el trono.
Tras ella Isabella cruzó la antecámara oficial. Después se adentraron en la cámara que les permitía el paso al antedespacho. Todo decorado en rosa y custodiado por dos guardas. A quienes María Cristina indicó que abandonaran la sala e inmediatamente después abrió las puertas del despacho.
El rey estaba de pie junto a la chimenea mirando fijamente el reloj que había sobre la repisa. Isabella se fijó en el gran espejo que cubría la pared y los retratos que colgaban en las paredes. Alfonso era un hombre alto, muy delgado y que llevaba un marcado y fino bigote. Aunque hacía tres años que había cumplido la mayoría de edad parecía un chiquillo.

- Majestad.- saludó haciendo una reverencia al rey, que inclinó la cabeza. Parecía desconcertado y no apartaba la mirada de Isabella que aun llevaba el rostro oculto. Ella se percató de su curiosidad y retiró la capa.- Alguien nos ha descubierto. - dijo angustiada.

- ¡Oh!.- Exclamó María Cristina dejándose caer sobre uno de los sillones de la sala. – Es peor de lo que imaginaba.

Isabella tragó saliva y oprimió fuertemente las manos.
- ¿Sabe quien está detrás de todo esto? – Preguntó el rey.

- Quien quiera que sea ya ha dado con cuatro de los nuestros. No cesará en su empeño por destruirnos. Su único objetivo es abrir la…

- ¡Dios mío! ¿y como puede conocer?...

- Realmente se trata de una situación alarmante. Aun no llego a comprender del todo… en fin. Debemos zanjar este asunto lo antes posible. Si alguien lo descubre puede ser nuestra destrucción. No podemos permitirlo.- Respondió Alfonso caminando de un lado para otro.

- Ya no importa lo que pueda pasarme a mí.- Dijo Isabella.- tenemos que proteger a mi hija. Majestad, necesito su potestad.

- Contad con ella.- Respondió el rey.

- María Cristina, mi madre se reunirá con vos en el sitio acordado. Recemos para que todo salga bien. En caso contrario sabrá lo que tiene que hacer.

- Tranquila Isabella.- Respondió María Cristina.- Haremos lo que esté en nuestras manos. Todo saldrá bien.

- Un séquito de guardias os acompañará en el viaje de vuelta.- Indicó Alfonso.

- Gracias majestad, pero llamaría demasiado la atención. Mi madre me espera en el carruaje, he de regresar a Barcelona cuanto antes.

Isabella besó a María Cristina en la mejilla, hizo una reverencia al rey y salió apresurada del despacho. Dos guardias la acompañaron hasta el carruaje. No tenía tiempo que perder. Dirigió una última mirada al palacio y con un golpe en la puerta indicó al cochero que reanudara la marcha.

- Todo va a salir bien hija.- Dijo la voz de su madre oculta tras la oscuridad de las cortinas.
- Eso espero. Prométeme que harás todo lo que convinimos.

Dijo Isabella entre lágrimas. Pero no hallaba respuesta.

- Madre.- Dijo.- Prométemelo.

- Hija sabes que todo saldrá bien.

- Madre, por favor.- insistió.

- Sí hija. Te lo prometo.
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Megan
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Re: Primer capítulo (Fantasía, histórico, romance, intriga)

Mensaje por Megan »

Parece interesante, habrá que seguirlo. Creo que debes revisar las puntuaciones, pones puntos en lugar de comas en frases que están hablando de lo mismo.

Otra cosa importante: ¿cómo se llama la novela?

Te sigo, saludos :D
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Lebasy
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Re: Primer capítulo (Fantasía, histórico, romance, intriga)

Mensaje por Lebasy »

Gracias Megan por las correcciones, las tendré en cuenta :D. Hace poco me dijeron lo contrario y creo que aún no he pillado un punto intermedio.

Respecto al título, aún no lo tengo :oops: , aunque sí el sobre título. Creo que de momento se puede llamar el ejército sin nombre.

Gracias también por tu interés. En cuanto pueda subiré el segundo capítulo, a ver que te parece.

Un saludo
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Megan
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Re: Primer capítulo (Fantasía, histórico, romance, intriga)

Mensaje por Megan »

Bien, le pondré "El ejército sin nombre" por ahora, cuando hayas definido el título me lo dices y lo cambiamos.

Saludos :P
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Lebasy
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por Lebasy »

Aquí dejo el segundo capítulo

II

Elisa estaba sentada sobre su cama que, vieja, con un cabezal de acero y acolchada con bolas de lana, había preservado su sueño durante trece años. Acababa de guardar sus escasas pertenencias en una pequeña maleta que parecía una caja de zapatos esperando que, Ana, la institutriz, regresara a buscarla. La habitación era grande y estaba repleta de camas. Elisa se preguntaba por qué nunca las había contado. Tal vez, veinte… o veintidós, pensó. Que más daba, ya nunca volvería a dormir allí. Escuchó unos pasos que se acercaban por el pasillo, se puso en pie y echó un último vistazo a la habitación. Cogió la maleta y se acercó al espejo que había junto a la puerta. Se miró fijamente, su pelo negro estaba recogido en una larga trenza, como le gustaba a la madre superiora, los botones del vestido abrochados hasta el cuello y el semblante serio.

- Elisa – llamó Ana desde la puerta.

- ¿Sí?

- Vamos. La madre superiora te espera.

Caminó tras Ana por los largos pasillos del colegio. Pasaron junto a la sala de estudios, donde muchas de sus compañeras simulaban estudiar bajo la atenta mirada de Julieta que, con un ojo abierto, había caído en un profundo sueño. Elisa buscó a Carolina, pero Ana Caminaba demasiado deprisa. No podía irse de allí sin despedirse de ella, era como su hermana, su única familia. Habían vivido juntas durante trece años, compartiendo penas y alegrías, cariño y la mejor de las amistades. Cruzaron los comedores, la biblioteca y la puerta que daba a los jardines, el lugar favorito de ambas, donde podían hablar de cualquier cosa a escondida de las institutrices. Pero allí tampoco estaba. Le temblaban las manos y un fuerte nudo le apretaba la garganta. Con cada paso que daba sentía que se alejaba cada vez más de su vida. Que iba a abandonarlo todo y que no podía hace nada para remediarlo. Cuando ya creía ilusoria la idea de ver a su amiga por última vez, Carolina, desecha, la esperaba junto a la puerta del despacho de la directora. Estaba acompañada por Sor Cecilia, quien había sido más que maestra, amiga y consejera y que en ese momento apoyaba su mano sobre su hombro. Elisa esperó a que Ana le permitiera acercase a ella y dejó la maleta en el suelo. Entonces no pudo reprimir las lágrimas.

- Sor Cecilia me acaba de decir…que… debes abandonar el colegio. – Sollozó Carolina.- ¿Por qué?... No lo entiendo…

- No lo sé. Yo tampoco lo entiendo.- Respondió Elisa abrazando a su amiga.- Creí que no podría despedirme…


- Sor Cecilia me dejó venir, tuvo que ayudarme a convencer... – Ana carraspeó indicando a la joven que se apresurara.- Eso no importa ahora… Ten. – Dijo ofreciéndole a Elisa un papel arrugado que guardaba entre las manos.- Es la dirección de la casa de mis padres. Escríbeme allí cuando las clases hayan acabado. Ya queda poco para terminar el año y… Bueno… también quería darte esto. –Carolina sacó de su bolsillo un lazo celeste y lo ató en la muñeca de Elisa.- Es una cinta para el pelo. La guardaba para dártela hoy… ya sabes… por tu cumpleaños. Quería prepararte algo, pero…

- Es precioso.

- Además te sentará bien. Lo compré a juego con tus ojos, los hará resaltar. – Respondió Carolina sonriendo. Felicidades amiga.

- Gracias Carolina. Te echaré mucho de menos.

- Y yo a ti Elisa… No me imagino estar aquí sin ti… - Se abrazaron de nuevo.- Por favor recuerda lo que hablamos…

- Siempre…

- Chicas, Madre Luciana espera.- Dijo Ana.

- Sí, no la hagáis esperar.- Apuntó Sor Cecilia secándose las lágrimas con un pañuelo que siempre guardaba en la manga de su chaqueta.

Elisa se limpió la cara y cogió la maleta. No quería creer que aquella iba a ser la última vez que vería a Carolina. Todo había sido normal hasta esa mañana. Cuando Sor Cecilia había ido a buscarla a las clases. Le hizo salir y la acompañó hasta el dormitorio, donde le explicó que la madre superiora quería que preparara sus cosas para abandonar el colegio. Pero ella no había hecho nada para que la expulsaran. Tampoco tenía a donde ir, hasta ese momento el colegio era su único hogar.

Tan solo el ajetrear de los folios rompía el silencio que invadía el despacho de la madre superiora, Sor Luciana. Directora del colegio Madre María de las Mercedes, una mujer delgada y seria escondida tras una cofia oscura que endurecía sus rasgos enflaquecidos. Sentada en su escritorio ojeaba unos papeles sorteando con la mirada unas gafas doradas que caían sobre la punta de su nariz afilada, indiferente a Elisa, que esperaba su permiso para tomar asiento. Después de unos minutos interminables, colocándose las gafas sobre el montículo de su nariz y sin dejar de observar a la joven, entrelazó los dedos de la mano sobre la mesa e hizo un gesto para que se sentara.

- Bien señorita Elisa. Sé que sor Cecilia le habrá informado de que debe abandonar el colegio. Comprendo que esta situación la haya pillado por sorpresa y que no entienda por que mi decisión tan apresurada. Usted lleva en este colegio trece años y si no me equivoco hoy es su dieciséis cumpleaños…

- Sí madre.- Respondió Elisa.

- Varias de las institutrices me han informado de su interés por permanecer en esta escuela una vez terminado el curso.- dijo entrelazando sus manos, hizo una pausa y continuó sin dejar de observar a la joven.- he de decir que todas apoyan muy fervientemente su decisión, no obstante y muy a mi pesar me veo en la obligación de rechazar su solicitud.

- Madre. No entiendo porque…

- Sus notas y aptitudes bien le permitirían sustituirme.- interrumpió la directora.- He de admitir que el suyo es un caso muy especial. Tengo órdenes estrictas que me obligan a hacerla abandonar el colegio una vez haya cumplido la mayoría de edad.

- ¿Cómo? Pero ¿por qué?- Preguntó Elisa con lágrimas en los ojos.

- Lo cierto es que en mi más de veinte años presidiendo esta institución nunca me he encontrado con un caso semejante. Supongo que no recordará el día de su ingreso. Usted llegó en brazos de una señora que ocultaba su rostro y a quien escoltaba la guardia real. Recuerdo que era pasada media noche. Yo dormía cuando llamaron a la puerta. Entonces Sor Cecilia era una novicia recién llegada y aquel día le tocaba guardia con las internas menores. Entró muy apresurada en mi dormitorio diciendo que necesitaban hablar conmigo, decía que era muy urgente. Me cubrí con la cofia y la bata y le ordené que las hiciera pasar a mi despacho. No sé quien era aquella mujer que la trajo hasta aquí, apenas pronunciaba palaba y sus órdenes fueron estrictas. ‘’ Escúcheme bien madre. Debe cuidar de esta niña hasta que cumpla la mayoría de edad, ese mismo día usted se asegurará de que abandona el colegio. Ocultará su ingreso y lo guardará en secreto. Llámela sólo Elisa. El día que salga de aquí le entregará este sobre que debe permanecer cerrado hasta entonces. La fecha será el 3 de febrero de 1918, recuérdelo bien pues es de suma importancia’’ dijo. En un principio me negué alegando que se rompían las normas del colegio, ya sabe usted que este es uno de los mejores colegios del país. Pero ella traía un documento firmado por el rey que autorizaba su admisión ignorando cualquier motivo que lo impidiera, incluso mi autoridad. No pude oponerme. Obligué a Sor Cecilia a que guardara secreto sobre todo lo acontecido aquella noche. Sólo ella y yo sabemos como llegó usted aquí.

Elisa permanecía callada, inquieta. La madre superiora continuó.

- Aquella mujer no me explicó nada más, ni siquiera me dejó sus apellidos, tuve que inventármelos para gestionar el papeleo de su ingreso colocando fechas y datos falsos, que dios me perdone. Todo aquello me pareció una locura. Ni siquiera sé que fue de sus padres, le conté que murieron de gripe por acallar sus dudas, pero sigue siendo un misterio para mí. De todas formas he de decir que aquella mujer hizo una donación muy sustanciosa para la congregación a cambio de su estancia aquí. Pagó mucho más de lo que hubieran costado sus trece años de escolarización.

- ¿No dejó ningún dato para que pudiera ponerme en contacto con ella? Tal vez conocía a mi familia o…

- Permítame un segundo.- Interrumpió Luciana incorporándose. Se acercó a los archivadores, seleccionó una de las muchas llaves que colgaban de su túnica y abrió el primer cajón. Extrajo un sobre grande que dejó sobre su escritorio sin apartar la mirada de él.- esto fue lo único que me entregó.

- ¿puedo? - preguntó Elisa estirando el brazo para alcanzarlo. La directora hizo un ademán para que lo cogiera.

Elisa levantó el sobre con mucho cuidado y lo examinó detenidamente, estaba en blanco. Lo tanteó y volvió a dejarlo sobre la mesa.

- ¡Pero niña! ¡Ábralo de una vez! – Animó Sor Luciana, a quien la intriga podía más que su seriedad.

Hasta aquel momento Elisa nunca había sabido nada sobre su vida pasada, sobre los motivos que la confinaron durante tanto tiempo en el internado. Después de Trece años, más de los que podía recordar, tal vez tenía ante ella una pequeña pista. Siempre creyó la idea de que sus padres habían muerto, pero ¿y sino estaba sola en el mundo?
Nerviosa, bajo la atenta mirada de la madre superiora cogió el sobre y lo abrió despacio. Pesaba más de lo que hubiera imaginado. Metió la mano y sacó un sobre aún más pequeño y un libro viejo, de tapa dura que dejó en su regazo. Ojeó el sobre con la esperanza de encontrar algún dato, pero no llevaba remitente, sólo tenía su nombre escrito en la solapa. Se fijó en que estaba cerrado con un sello de cera color magenta en el que había un símbolo gravado entre sus relieves. Era una estrella rodeada por un círculo, pero no podía ver bien los detalles. Sin romperlo abrió el sobre y extrajo una carta de letra muy pulcra, dentro también había una vieja llave oxidada, la sostuvo entre sus manos y, en silencio, leyó la carta.



Barcelona 20 de marzo de 1905
Querida Elisa:

Confío que esta carta llegue un día a tus manos, mas no puedo estar segura de ello. Deposito todas mis esperanzas en Sor Luciana y este escrito, pues ansío llegar a culminar con éxito la tarea que me han encomendado.

Comprendo que mis palabras puedan resultarte extrañas, no obstante déjame decirte que todo guarda un sentido que te será revelado en su debido momento.

Como habrás observado, junto con la carta, te adjunto un libro y una llave. El libro es un ejemplar muy valioso y especial, por favor cuídalo. La llave te abrirá las puertas de la que antaño fue tu casa. Está ubicada a las afueras de la ciudad, en la calle Santa Juana número 7. No te será difícil encontrarla. Por otro lado te aconsejo que vayas al banco central y te reúnas con Don Francisco, el podrá ayudarte a dar tus primero pasos fuera del colegio.

No dudo que serás capaz de desenvolverte, tanto, como de algún día conocerme. No permitas que tu impaciencia te impida conocer tú alrededor pues ahí hallarás la respuesta.

Muy afectuosamente.

M. C.



Dobló la carta y la introdujo en el sobre. No entendía nada. ¿Por qué tanto misterio? Olvidando a la directora, que la observaba en silencio, guardó la llave en su bolsillo.

- ¿y bien? – Preguntó Sor Luciana.

- No dice nada madre. Tan sólo me da la llave y la dirección de mi casa.- respondió, no se sentía con ánimos de dar más explicaciones.

- ¿Nada más? Creí que…Disculpe. Llevo tantos años guardándola que la curiosidad ha podido conmigo. Esperaba algo más. – Se excusó.- Bien, desde luego, este es un tema que no me concierne. En ese caso señorita Elisa yo ya cumplí mi cometido.

- Entiendo.

- Espero que nuestra enseñanza le ayude en un futuro a encontrar su camino fuera de estos muros. Ha sido un placer contar con usted en esta escuela.

- Gracias madre.- Respondió Elisa estrechando con fuerza la mano que la directora le ofrecía.

- Por favor, dígale al conserje que avise al chófer, él la llevará donde desee.

- Sí madre, hasta pronto.- Se despidió Elisa sabiendo que esa sería la última vez que la vería.
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lucia
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por lucia »

Todavía no he leído el segundo capítulo, pero mas que las comas y los puntos, que no interrumpe demasiado la lectura, me fijaría en el uso de las mayúsculas/minúsculas.
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Lebasy
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por Lebasy »

Lucía, antetodo, muchísimas gracias por leer y comentar :D.
Es cierto que se me han escapado algunas minúsculas después de punto y algunas mayúsculas innecesarias :oops: , gracias por comentarlo.
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alricolibro
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por alricolibro »

Yo creo que deberías revisar bien la ortografía: se echan en falta algunas tildes.
Por otra parte, también tendrías que repasar bien la puntuación en los diálogos: no debe haber espacio entre la línea de guión y el texto que introduce, y los signos de puntuación van detrás de la línea que introduce un nuevo parlamento del hablante después de una división.
No sé si me he explicado bien, así que te pongo un ejemplo:
-Hola -dijo Juan-. Me alegra verte.
-Hola -respondió Pablo-. ¿Qué tal estás?
-Bien.
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alricolibro
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por alricolibro »

Ah, y por supuesto el tema de las mayúsculas.
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Lebasy
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por Lebasy »

Hola alricolibro, Primero de todo muchísimas gracias por leer y comentar. Es cierto que se me han escapado algunas mayúsculas innecesarias y minúsculas después de punto. Y, bueno, aunque comentas lo de las faltas de ortografía, en concreto lo de la acentuación, puede que alguna se me haya colado, pero no creo que sean demasiadas, no es ahí donde peco demás. De todas formas siempre hay errores tontos que corregir :oops: . Por otro lado quería agradecerte mucho la explicación de los diálogos ya que no tenía ni idea de que se escribían de esa manera. Los hice un poco siguiendo mi intuición, pero tu explicación me ayuda bastante para los próximos, de nuevo muchísimas gracias :D .

He notado que ninguno de vosotros me comenta nada sobre la forma de expresión o la trama. ¿Qué os parecen? La verdad es que eso me interesa bastante ya que creo que son los fundamentos para poder escribir. ¿Os gusta el hilo que va siguiendo la historia? Si hay algo que temo es que la escritura se pesada e inaguantable o que la historia no tenga ningún tipo de fundamento. :roll:

Os dejo el tercer capítulo, ansiosa de recibir nuevos comentarios :P.


Capítulo III


El colegio, sus amigas, su vida, todo se quedaba tras la ventanilla del Rolls Royce plateado que la conducía hasta el lugar donde se encontraba su casa. Llevaba trece años sin saber nada de su familia, nada de su pasado. Por no saber no sabía ni el nombre de sus padres, ¡ni siquiera sus apellidos! Siempre creyó que habían muerto. Pero ¿y si no era así? ¿Y si la mujer que escribió la carta…? No quería crearse esperanzas inútiles. Tal vez esa mujer no formara parte de su familia. De momento tenía bastante con dirigirse a la que, tal y como decía la carta, era su casa. Donde había vivido con sus padres antes de ser ingresada en el colegio. Un lugar que de una manera u otra había formado parte de su vida, de una vida pasada inexistente, totalmente desconocida. ¿Cómo eran tus padres? Le había preguntado una vez Carolina. En ese momento se dio cuenta de que no les recordaba, de que las pocas imágenes que guardaba sobre ellos se habían borrado por completo. Eran unos desconocidos.
Veía los edificios pasar a través de la ventanilla y se preguntaba por qué nunca había salido de la escuela. Rígidos hombres cedían el brazo a sus señoras y caminaban orgullosos como si un trofeo mostraran. Ellas ostentosas, seguían sus pasos. Carruajes de caballos, cocheros que esperaban en las puertas de los edificios e incluso un puesto de flores en el que una mujer alardeaba de sus frescas y olorosas rosas, habían conseguido llamar su atención. Todo era hermoso en las calles principales de la ciudad. Sin embargo al acercarse a las afueras se podía distinguir con facilidad la carencia de las gentes que por allí deambulaban. Sus ropajes descoloridos, los niños envejecidos y que decir de los trabajadores que rondaban las fábricas. Nunca hubiera imaginado que la diferencia entre personas de distinto nivel fuera tan alarmante. Y pensar que ella había vivido entre algodones, siempre obviando ese hecho. Se sintió ingenua.
Recorrieron un largo camino hasta llegar a un pequeño pueblo donde las casas aun estaban hechas de piedra y las calles de tierra. Les llevó unos quince minutos cruzarlo. Después el coche se adentró hacia la montaña. Todo eran árboles y plantas a su alrededor, Elisa se preguntó si no se habían equivocado de dirección, pero el chófer parecía seguro. Así que aún un poco insegura esperó paciente llegar a su destino. Cuando parecía absurda la idea de dar con una casa por esos lares, pudo vislumbrar una torre escondida entre las copas de los árboles. Recorrieron el camino durante unos minutos hasta que, por fin, se detuvieron ante una gran verja negra que separaba la casa del exterior.

- Hemos llegado.- Dijo el conductor.

- ¿Está seguro de que es aquí?

- Sí, señorita, no me cabe la menor duda.- Respondió.

El hombre la ayudó a sacar la maleta y tras despedirse montó en el coche. Desde la oscura verja Elisa podía verlo marcharse a lo lejos mientras ella se quedaba allí, sola, frente aquella puerta de hierro sujetada a ambos lados por muros de piedra que se unían formando un gran arco.
Se quedó parada, intentando introducir la mirada entre los barrotes. Había un largo camino de piedra que llegaba directamente hasta la puerta principal rodeado a los lados por inmensos árboles de copas despeinadas. Era fácil adivinar que antaño había sido un maravilloso jardín pero el espesor de la maleza y la nublosa caída de la mañana daban al lugar un color gris, melancólico de vida, acorde con la mansión cerrada. La hiedra descontrolada se abría paso sobre la fachada sin pudor y el silencio no hacia si no aumentar el misterio que ondeaba en el lugar.
Introduciendo la mano entre los hierros abrió la verja desde dentro. Mirando de vez en cuando para atrás caminó hacia el portón de madera. Sus botines, sucios de barro, andaban tímidos y casi no se atrevía a pensar que ese era el lugar donde iba a pasar la noche. Angustiada, subió los cuatro escalones que cómo último obstáculo le permitirían introducirse en aquel mundo desconocido, acercarse, cada vez más, a aquellos recuerdos olvidados. Dejó la maleta en el suelo y extrajo de su bolsillo la llave que encontró en el interior de la carta. La introdujo en la cerradura, estaba dura, tal vez atascada, pero con un fuerte movimiento de muñeca consiguió mover el anclaje. Tuvo que empujar fuertemente la puerta para que se abriera.
Notó una ráfaga de polvo moverse bajo sus pies. Todo estaba oscuro así que anduvo hasta que de frente tanteó una segunda puerta. Por el tacto supo que era de cristales. Con un ligero movimiento esta se deslizó hacia el interior dejando ver tras ella un gran salón. Sólo unas tímidas guirnaldas de luz entraban por las ventanas que quedaban al fondo. Se acercó y corrió las cortinas. El polvo acumulado en los cristales creaba una película grisácea y por doquier diminutas arañas habían encontrado el lugar perfecto para establecer su guarida. Los muebles estaba cubiertos con sábanas blancas y a su lado una imponente escalera de mármol blanco se erguía hasta el segundo piso. Cuadros, jarrones e incluso alfombras ocupaban su antiguo lugar, pero no se atrevió a tocar nada pues no quería interrumpir aquella calma. Sin saber hacia donde mirar ni a donde ir, se dejó llevar por la emoción que sentía. Deambuló por toda la casa con la idea de conocer cada rincón. Paseó por la sala de estar y el comedor. No se vio con ánimo, sin embargo, de entrar en la cocina pues oyó claramente unos estridentes gruñidos, los cuales no tardó en identificar como chillidos de ratas. Echó una mirada desde la puerta. Todo estaba muy desordenado. En el otro lado de la casa había un despacho y unas sencillas habitaciones, que imaginó, pertenecieron a la servidumbre.
Subió las escaleras dibujando sus huellas sobre el polvo que las cubría. Entró en cada una de las habitaciones. Todo estaba amueblado. Junto al dormitorio que, creyó, había pertenecido a sus padres encontró un lugar de ensueño, sacado de un cuento de hadas. Era un dormitorio donde todo era blanco, los muebles, las sábanas y las paredes. Las cortinas, dos velos de seda nácar, parecían incapaces de retener una mota de luz. Junto a los pies de la cama había una alfombra de terciopelo bordada con hilo de plata, a juego con los lazos que ataban el dosel de la cama. Elisa lo miraba todo fascinada. Despacio se acercó hasta la cómoda que quedaba junto a la ventana, miró su reflejo en el espejo y se dejó caer en el taburete que tenía tras las rodillas. Cogió una pequeña caja de madera, el único objeto que allí había, y la acarició con las yemas de sus dedos. Es hermosa, pensó y sintió una fuerte sensación de melancolía. Ese era su dormitorio. No lo recordaba, pero lo sabía. Algo en su interior se lo decía. Tiñendo sus mejillas de polvo al limpiarse las lágrimas, la dejó sobre la cómoda y se echó en la cama. Puso las palmas de las manos bajo su tez y cerró los ojos.

A medianoche, un resplandor dorado emergía del espejo. Elisa se incorporó aturdida. Por un momento olvidó donde se encontraba. La luz era cegadora, pero poco a poco fue remitiendo. Cuando consiguió llegar a la cómoda, ya había desaparecido. Se sentó en el taburete intentando recobrar el sentido. Por unos segundos, al despertarse, creyó estar en el colegio y que todo aquello no había sido más que un sueño. Miró hacia la puerta, estaba entreabierta, y sólo se dibujaba la silueta del pasillo, la luna no llegaba a alumbrarlo. Todo estaba muy oscuro. Buscó el interruptor. No funcionaba. Abrió la puerta de par en par y echó un vistazo hacia el pasillo. Sintió que alguien la observaba, pero no veía más que sombras. Dio unos pasos fuera de la habitación cuando algo cruzó hacia las escaleras. Escuchó claramente el sonido de unos pasos rápidos bajar por ellas. Corrió para ver de qué se trataba, pero el sonido salió de la casa y se introdujo entre los árboles. Estaba asustada y no se veía capaz de continuar. Caminó de espaldas hasta notar la puerta contra su dorso. Se introdujo en la casa y la cerró apoyándose contra ella. ¿De verdad tenía que quedarse allí? Hubiera preferido mil veces dormir en las calles del pueblo. Estaba tan alejada de la gente que si alguien intentaba entrar, no sabría como evitarlo. El corazón se le iba a salir del pecho y un ligero temblor controlaba sus manos. No podía quedarse allí parada. A tientas buscó la cocina. En uno de los cajones encontró un cuchillo que agarró fuertemente. Siguió mirándolo todo. En los estantes había velas y una caja de cerillas. Suspiró aliviada, ya no tendría que caminar a ciegas. Lo siguiente que tenía que hacer era encontrar el cuadro de la luz. Seguramente la casa tenía tendido eléctrico ya que en todas las habitaciones había lámparas e interruptores.
Con la vela en una mano y el cuchillo en la otra busco la caja. Estaba en una habitación trasera a la que se accedía por la alacena. No tenía ventanas y desprendía un fuerte olor a humedad. Con las manos aún temblorosas activó la palanca. Caminó hacia la cocina y prendió la luz. Funcionaba. Subió hasta el dormitorio encendiendo todas las luces y se sentó en la cama con el cuchillo en la mano. Esperaría a que el sol saliera, entonces, iría hasta el pueblo. No pensaba quedarse allí ni un día más.
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lucia
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por lucia »

Y no tiene hambre después de no haber comido en todo el día y la puerta de la verja no tiene cerradura :icon_no_tenteras:
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por Lebasy »

Buena apreciación lo de la comida, no había reparado en ello, lo tendré en cuenta. Lo de la cerradura, no me imagino la verja con cerradura, si no con cerrojo y lo abre al introducir el brazo entre los barrotes.
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Lebasy
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por Lebasy »

Dejo el cuarto capítulo.

Durante la noche tuvo tiempo de reflexionar sobre todo lo sucedido, y aunque aún no encontraba ninguna explicación para el resplandor del espejo, estaba dispuesta a abandonar la casa, aunque no sin antes descubrir quien entró durante la noche. Releyó varias veces la carta que le entregó la madre superiora intentando averiguar el nombre de quien la escribió. Pero M. C. eran unas siglas que podían esconder infinidad de nombres.

Tenía los ojos hinchados y un fuerte dolor de cabeza. Agotada, había dejado el cuchillo sobre la cama y observaba desde la ventana. Podía ver el jardín, que se unía con la inmensidad del bosque, el cual no parecía tener límites. El sol alumbraba las copas de los árboles dejando pasar sus rayos, con timidez, entre las nubes y el aire movía de un lado para otro las ramas más endebles. Elisa cogió de nuevo el cuchillo y salió de la habitación sin hacer ruido. Bajó las escaleras y salió de la casa. Siguió el camino por donde corrió la sombra la noche anterior hasta llegar a los límites del bosque, donde los árboles eran cada vez más altos y la luz se quedaba atrapada entre sus hojas. El silencio era absoluto, hubiera agradecido escuchar el canto de los pájaros, pero solo oía el crujir de las ramas que rompía a sus pasos y el rugir de su estómago hambriento, calculó que llevaba unas veinticuatro horas sin comer. Siguió un estrecho sendero y dejó atrás el jardín. Caminó durante unos minutos hasta que vislumbró humo blanco abrirse paso por una chimenea. Escondiéndose tras los árboles, se acercó hasta una pequeña casa de piedra. Antes de llegar a ella la rodeo por la parte de atrás y se posó al lado de una ventana. El corazón le latía fuertemente y casi no se atrevía a asomarse por ella. Escuchaba voces en el interior, pero no lograba entender lo que decían. Despacio y agarrando el cuchillo se asomó por la esquina inferior del cristal. Pero dentro estaba muy oscuro y no veía nada así que se acercó aún más. Unos pequeños ojos azules se posaron frente a ella. La miraban fijamente por el otro lado de la ventana. Se echó hacia atrás resbalando con el barro que cubría el suelo. Calló y el cuchillo chocó contra la repisa de la ventana, lo perdió de vista. Intentó levantarse, pero un anciano la observaba desde la esquina de la casa. Buscó con la mirada el cuchillo, pero el anciano se adelantó y lo cogió mostrándoselo. Elisa sintió una voz a su espalda.

- ¿Quién eres?- Le preguntó una anciana vestida de oscuro que la amenazaba con una escoba.

- ¿quiénes son ustedes?- Preguntó Elisa.

- Creo que nosotros hacemos las preguntas.- Respondió la anciana acercándole la escoba.- ¿qué haces aquí?

El anciano la miraba en silencio con el ceño fruncido.

- Querida.- dijo- ¿Crees que pueda ser...?

La mujer se sorprendió y bajó la guardia.

- Ahora que lo dices - dijo analizándola.-Dime ¿quién eres?

- Soy Elisa… y… vivo en la mansión.

Ambos se acercaron hacia ella. Después de nos segundos se miraron fijamente.

- No podemos estar seguros.- Indicó la anciana.

- Mírala bien. Es igualita a Isabella.- Dijo el anciano gesticulando.- No creo que quiera engañarnos.

- ¿De verdad eres quien dices ser?- preguntó la mujer.

Elisa se puso en pie. Se sorprendió al comprobar que los ancianos no medían más de un metro y medio.

- Se lo aseguro.- Respondió.

- Mírala, si tiene sus mismo ojos.- Dijo el hombre quitándole la escoba de las manos.

La mujer se relajó y cogió a Elisa de las manos.

- Ven, entremos dentro. Hablaremos junto al fuego.

El interior era confortable y cálido, Elisa tenía la sensación de encontrarse en el interior de un árbol, donde todo había sido tallado de madera. Las estanterías estaban llenas de botes con especies y por todos lados caían grandes ramilletes de hierbas secas. Se sintió cómoda y se sentó en una de las sillas de la mesa. La anciana sacó una olla de agua que hervía sobre las llamas y le sirvió un te de hiervas. Los dos se sentaron frente a ella.

- Dinos, ¿dónde has estado todo este tiempo?- Preguntó la anciana para romper el hielo.

- Yo… he… He vivido en un internado de monjas. Hasta ayer ni siquiera sabía que…- La joven agachó la mirada.- Que tenía una casa. La verdad, es que no puedo contarles nada sobre mi vida. Hace unos años Sor Luciana, la directora del colegio, me dijo que mis padres habían muerto de gripe, pero ni siquiera sé si es cierto. Lo único que puedo asegurarles es que mi nombre es Elisa y que vine aquí con la idea de encontrar respuestas. Tal vez ustedes puedan ayudarme.

Los ancianos intercambiaron una mirada y se quedaron en silencio durante unos segundos.

- ¿Quiénes son ustedes?- Preguntó.

- Perdona, que desconsiderados.- Se avergonzó la anciana.-Yo soy Petunia y él es mi marido Jacinto.

Elisa se percató de que ambos tenían las mejillas rosadas y el mismo color de ojos. Jacinto se quitó la boina de la cabeza y la dejó sobre la mesa.

- Nos encargamos de cuidar la casa, aunque hace años que dejamos de hacerlo. Perdimos la esperanza de que alguien regresara.- Continuó Jacinta.- Los años empiezan a hacer mella en nosotros. Ya no somos los mismos de antes. Pero cuéntanos, ¿cómo has llegado hasta aquí?

- La directora me entregó un sobre. Dentro había una carta que me daba la dirección y la llave. Esta firmada por las iniciales M. C. ¿Saben quien es esa mujer?

- ¿Cómo sabes que es de una mujer?- Preguntó el anciano.

- Sor Luciana me dijo que fue una mujer quien me dejó en el colegio y que ella dio la orden de que lo abandonara el mismo día que cumpliera la mayoría de edad.

- ¿y eso fue ayer?- Pregunto Jacinto.

Elisa asintió.

- Tal vez ustedes puedan decirme de quien se trata.

- M. C.- Repitió Petunia.- Lo siento.- Jacinto negó con la cabeza.

- Supongo que llevarán aquí mucho tiempo. ¿conocieron a mis padres? ¿qué fue de ellos?

- Lo cierto es… que no.- Respondió la anciana.

- ¿cómo?- pregunto Elisa sorprendida.- ¿No les conocieron?

- Sí, claro que sí.- Afirmó Petunia.

- No entiendo nada.- Dijo Elisa.

- Nosotros tampoco.- apuntó el anciano mirando a su esposa.

- Verás... Lo cierto es que no recordamos nada.- Jacinto asintió con la cabeza.- Hace trece años perdimos la memoria.

- ¡No tiene sentido!- Exclamó Elisa.

- El único recuerdo que tenemos es una conversación que tuvimos con Isabella.- Dijo Jacinto.

- ¿quién es Isabella?

- Era tu madre.- Respondió Petunia cogiendo su mano. Elisa se quedó sin palabras, no sabía que decir, pero la anciana continuó.- Ella es el único recuerdo que tenemos. Nos pidió que cuidáramos de la casa hasta que tú llegaras. Después de aquello no volvimos a saber de ella. Durante los primero años preguntamos en el pueblo, pero lo único que supimos fue que había muerto de fiebres a principios de 1905.

- Entonces ¿Murió?

- No podemos confirmarlo. Aunque hay algo en nuestro interior que nos dice que ella ya no está entre nosotros. Parecía convencida de que iba a morir, su único temor era no poder protegerte.- Respondió Jacinto.

- Y de mi padre. ¿saben algo de él?

- Lo siento jovencita. A él ni siquiera lo recordamos.- Dijo Petunia.

Elisa agachó la cabeza. Por un momento creyó que estaban vivos, pero aunque esa ilusión sólo duró unas horas se había hecho más fuerte de lo que pensaba.
- Discúlpenme, pero no entiendo nada.

- Sabemos que es difícil de comprender. Pero créenos, no tenemos nada que perder. Durante trece años te hemos estado esperando. Hicimos una promesa a Isabella y debemos cumplirla.- Indicó Jacinto.

- Pero si no la recuerdan ¿Cómo saben que está muerta? ¿cómo es que si recuerdan esa conversación? ¿Por qué no pueden decirme nada?

- Durante estos años hemos aprendido a tener una paciencia ínfima y si tenemos algo seguro es que Isabella te quería más que a nada.- Dijo Petunia.- Sabemos que ella formaba parte de nuestra vida. Hay algo en nuestro interior que nos lo confirma. Su recuerdo es demasiado fuerte como para ser ignorado, igual que el sentimiento de aquel momento.

- Sí niña.- confirmó el anciano colocándose la boina.

- Entonces debo conformarme con saber que tienen el presentimiento de que Isabella murió. Que no saben nada de mi padre. Que no recuerdan nada del pasado y que cuidan la casa desde hace trece años esperando a que yo llegara. ¿No les parece absurdo?

- Te ayudaremos a encontrar tus respuestas.- Indicó Jacinto.- Confía en nosotros.

Elisa suspiró.

- Creo que no puedo hacer otra cosa.- dijo.

Antes de que anocheciera regresó a la mansión. Petunia insistió para que pasara la noche con ellos, pero muy a su pesar se negó. No quería ser una molestia para ellos.
Al entrar en el vestíbulo se percató de que el día anterior se había dejado la maleta. La cogió y subió al dormitorio. La dejó sobre la cama y la abrió. Entonces vio el libro, se había olvidado por completo de él. Ni siquiera había reparado en que no tenía título. Lo sacó y lo miró detenidamente. Era muy pesado y tenía una gruesa tapa oscura que se cerraba a los lados con una tira de metal. No estaba cerrado con llave pues no tenía ningún orificio así que buscó la manera de abrirlo. Después de varios intentos, lo dejó sobre la cómoda. Mañana será otro día, se dijo y se echó sobre la cama. Aún tenía que ordenar en su cabeza las palabras de los acianos. Nada parecía tener sentido.
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lucia
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por lucia »

Lo malo es que la falta de sentido viene a partes iguales del surrealismo de la escena narrada (el cuchillo, los abuelos, el diálogo de besugos) y de la confusión que quieres transmitir.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Lebasy
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Re: El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, roman

Mensaje por Lebasy »

Bueno... Pues creo que no me queda otra que agradecerte tu sinceridad. Le daré un repaso y a ver lo que hago... Los otros capítulos te parecen igual? saludos.
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