No hay que perder de vista que el tema del libro es, como lo dice el subtítulo,
el problema del otro. Todorov se sirve de la conquista de América porque fue, como él dice,
el encuentro más asombroso de nuestra historia. Lo que analiza en el libro, más allá de lo que realmente hizo cada uno, es la concepción y la percepción que americanos y españoles tenían de sí mismos y del otro. Pero ninguno de los dos bandos son un grupo homogéneo y así, hay tantos matices como personas involucradas. Todorov no se detiene a juzgar la historia ni pretende que el lector lo haga.
En este capítulo,
Igualdad o desigualdad Todorov comenta dos posiciones lógicas frente al otro: o se lo considera igual, o se lo considera diferente. Esta última opción se abre a su vez en dos posibilidades: o se lo considera superior, o se lo considera inferior. A partir de este abanico, menciona diferentes personalidades históricas. Una posición, también lógica, es la de considerar al otro sencillamente
diferente, ni igual ni desigual. Implicaría considerarlo hombres iguales que nosotros, pero otros, distintos. Pero como nadie asumió esta posición, prácticamente se la deja de lado (la tendencia de los españoles fue considerarlos inferiores, y la de los nativos fue no saber como considerarlos).
En primer lugar hay que tener presente la contradicción de toda guerra de evangelización: si bien el cristianismo es una religión igualitaria, en su nombre se reduce a los seres humanos a la esclavitud.
Esto va mucho más allá de la Conquista de América.
Dentro de lo que llama
defensores de la desigualdad, menciona a Palacios Rubios, que fue el redactor del requerimiento que se leía a los indios (¿traductores? nada indica que sí) y según su reacción se los reprimía o no. También ubica en este lado a Francisco de Vitoria, quien admite las "guerras justas" sólo si se hace
en nombre de la protección de los inocentes contra la tiranía de los jefes indígenas o de sus leyes. Las buenas intenciones de Vitoria pretenden básicamente acabar con el canibalismo y los sacrificios humanos, y sólo para evitar estas cosas se puede recurrir a la violencia física, de otra forma, ésta es siempre reprochable. Desde una óptica moral, la posición de Vitoria es loable, pero desde el punto de vista que interesa a Todorov, se alinea dentro de los defensores de la desigualdad, porque serían los españoles quienes definen qué constituye tiranía y que no: son ellos los jueces puesto que ellos determinan que el canibalismo y el sacrificio humano
están mal. Vuelvo a repetir que Todorov no juzga los hechos y las posiciones, sino que las analiza desde un punto de vista cultural y lo que lee acá: mi cultura es la correcta, la otra está equivocada y hay que ayudarla a ser mejor (=parecida a la mía).
También Juan Ginés de Sepúlveda y Fernández de Oviedo caen en este lado. Consideraban a los indios no ya como animales sino que los ubican en algún lugar cerca de los materiales de construcción, madera, piedra, hierro.
Bartolomé de Las Casas es el defensor exclusivo de la
concepción igualitarista, es el único que Todorov comenta, pero de más está decir que no fue el único que hubo. De hecho, los documentos oficiales que tienen su origen en la casa real se alinean en esta posición. Para Las Casas la oposición no es ya inferior/superior sino creyente/no-creyente. Y si bien admite que hay diferencias entre españoles e indios que podrían desfavorecer a estos últimos, las reduce inmediatamente por medio de un esquema evolucionista único: ellos (
allá) están ahora como nosotros (
aquí) estábamos
antaño. En el origen, todas las naciones fueron toscas y bárbaras; pero con el tiempo, alcanzarán la civilización (se sobreentiende: la propia).
El capítulo siguiente,
Esclavismo, colonialismo y comunicación está bastante centrado en Las Casas. Siguiendo con la idea del párrafo anterior, Las Casas percibe a los indios como cristianos en potencia y ya dice ver los gérmenes del cristianismo en ellos: los describe con valores cristianos. El punto desde donde parte Todorov esta vez es:
precisamente porque era cristiano, percibía mal a los indios. ¿Puede uno querer realmente a alguien si ignora su identidad, si ve, en lugar de esa identidad, una proyección de sí o de su ideal? Las Casas está en contra de la violencia de las guerras de la conquista, pero no rechaza la evangelización en cuyo nombre se hacían esas guerras. En este punto, se formula otra pregunta:
¿no hay ya una violencia en la convicción de que uno mismo posee la verdad y de que hay que imponerla a los otros?.
Hay que mencionar que al pedir una actitud más humana respecto a los indios, se hace lo único posible y verdaderamente útil. Intentar impedir la Conquista hubiera sido una ridiculez que nadie habría escuchado. Si hubo alguien que contribuyó a mejorar la situación de los indios, fue Las Casas.
Hay diferentes formas de pensar la Conquista. Todorov las distingue con nombres quizá no del todo exactos:
-
Ideología esclavista: considera a los nativos algo menos que hombres, o a lo sumo, como sujetos-productores-de-objetos. En este grupo estarían Sepúlveda, Fernández de Oviedo, y el mismo Colón.
-
Ideología colonialista: el antiguo conquistador-soldado es reemplazado por una tríada: estudiosos (que se informan sobre el estado del país), religiosos (que permiten la asimilación espiritual) y comerciantes (que aseguran las ganancias). Este otro grupo reúne a las dispares figuras de Cortés y Las Casas.
-Frente a estas dos, Todorov habla de una tercera posición a la que llama simplemente
comunicación. No siempre el contacto con el otro tiene un resultado negativo. Pero esto implica un ofrecimiento. Si por todos los caminos posibles se ofrece lo mismo se anula la posibilidad de elección y se cae en la imposición, aunque no acarree violencia. Es la diferencia en tre proponer e imponer. La
comunicación es una especie de situación ideal en el contexto histórico de la Conquista, y no hay miembros en este grupo. Pero más allá de este contexto, la comunicación no violenta existe, y se la puede defender como un valor.
Perdón por lo excesivamente largo del post.