Blog
Entrevistas
Revista
Fotos6.- A pesar de ser una ciudad desconocida y de hacer mucho calor decido salir a correr. Dejo el hotel y me dirijo hacia las afueras donde estoy rodeado de caminos frutales y sembrados. El calor aplasta y sólo oigo mis pasos. Trato de memorizar los cruces para encontrar más tarde el camino de regreso. Veo a lo lejos una casa aislada y niños jugando alrededor. Me encamino hacia ella. Seguro que podré seguir por allí, pienso. Cuando mis pupilas van afinando las siluetas de la gente un perro diabólico surge de mi izquierda. Corro como deben correr las presas del depredador: con la vida en juego de por medio. Está atado a una cadena y justo cuando se le acaba el recorrido logra introducirme un colmillo en la corva de la pierna. Es la herida de lo que sería un disparo: redonda, profunda, dolorosa. El perro, un rottweiler, sigue lanzando ladridos como si le debiera dinero. La herida apenas sangra pero yo me quedo blanco.
Una mujer joven sale de la casa con los brazos en la cabeza. Me dice si no he visto el cartel. Le respondo, claro, que no. Me lleva al porche y me da un vaso de agua fresca. Me limpia la herida y me pregunta si me lleva al ambulatorio. No lo creo necesario. Me pregunta si voy a denunciarles. No está en mi ánimo. Sale su marido con un mono de una empresa de mantenimiento y se intenta solidarizar conmigo enseñándome una cicatriz de su mano, fruto de una carantoña de su perro. Apenas le hago caso. El camino no tiene continuación: acaba en la casa así que sólo les pido un favor: que me acompañen a pasar por donde está el perro. Ya no me fío ni de la longitud de la cadena. El cartel al que hacía referencia es del tamaño de una tarjeta, oxidado entre las plantas.
Voy al hotel corriendo con un leve cojeo. De camino me paso por el ambulatorio donde me atienden de mala gana. El médico, por fin, me limpia bien el orificio y me dice que soy un hombre con suerte: “si le llega a sacar el tendón le hubieran tenido que operar pues éste tiende a replegarse y hubiera quedado cojo de por vida”.
Me dirijo al hotel pensando que soy muy afortunado: un tipo con suerte. Por la noche dolor de muelas. Pienso que mañana, al contarlo, dirán que soy un pupas, con razón.
Entradas de un diario inexistente
Eso debe estar cifrado o yo estar en modo autista. No me he enterado de nada 
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
En todo caso sustituir un tipo de moral por otra ¿no? ¿O es que en las casas no hay moral?
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Gracias por el aviso. Pondré en la puerta unas ristras de ajos y demás...HERMANN escribió:Hay que ver al menos un telediario al día. En el de esta noche, la CE ha dicho que la nueva asignatura..., bla, bla, etc, es estar en el mal. Que se pretende meter la moral en las casas.
Curioso que lo diga eso una institución que se ha metido durante generaciones en los cerebros.
k bueno herman!
jajaja
hay k ver
los inmorales enseñando moral
ay k j...e!!!
saluditos
y cuidado con los perros!!
y veo la mala leche que te sacó la seguridad social
hace un par de años
se me desprendió la clavícula
estaba en emergencia
con un dolor equivalente
a
una clavícula fuera de su sitio (!)
nadie era atendido en casi una hora
resultó que los muy "humanos" doctores
se habían ido todos juntos
a tomarse un descanso
jajaja
hay k ver
los inmorales enseñando moral
ay k j...e!!!
saluditos
y cuidado con los perros!!
y veo la mala leche que te sacó la seguridad social
hace un par de años
se me desprendió la clavícula
estaba en emergencia
con un dolor equivalente
a
una clavícula fuera de su sitio (!)
nadie era atendido en casi una hora
resultó que los muy "humanos" doctores
se habían ido todos juntos
a tomarse un descanso
El estado pretende formar ciudadanos y la iglesia debe pretender formar sólo católicos.
Según me explicaron en el cole –¡qué coñazo de matemáticas modernas!- el conjunto –véase un círculo enorme- de ciudadanos es mucho mayor y engloba al conjunto de católicos.
De todas formas sobre esto habló hace mucho Serrat con aquello de los locos bajitos que se incorporan. Desde que nacemos nos meten la moral con cuchara y el babero puesto para no empercudirnos.
Nosin, no sé si tanto pero hay que pararles con algo porque sabemos hacia donde van cuando detentan el poder.
Eeeee, lo siento por tu experiencia. Menos mal que es muy de vez en cuando, no?
Creo que la postura más inteligente es esa rama de educadores católicos que dicen que podrán compatibilizar ambas formas de ver el problema. Es decir, sí, sí, y luego hacer lo que le salga a uno de ahí mismo.
Un saludo.
Según me explicaron en el cole –¡qué coñazo de matemáticas modernas!- el conjunto –véase un círculo enorme- de ciudadanos es mucho mayor y engloba al conjunto de católicos.
De todas formas sobre esto habló hace mucho Serrat con aquello de los locos bajitos que se incorporan. Desde que nacemos nos meten la moral con cuchara y el babero puesto para no empercudirnos.
Nosin, no sé si tanto pero hay que pararles con algo porque sabemos hacia donde van cuando detentan el poder.
Eeeee, lo siento por tu experiencia. Menos mal que es muy de vez en cuando, no?
Creo que la postura más inteligente es esa rama de educadores católicos que dicen que podrán compatibilizar ambas formas de ver el problema. Es decir, sí, sí, y luego hacer lo que le salga a uno de ahí mismo.
Un saludo.
¡¡Aichhss!! Es que me da mucho coraje que se crean dueños de la verdad verdadera del mundo mundial. Por ponerte un ejemplillo... No me importaría que los gays católicos no se casaran si no les deja su conciencia. Lo que no entiendo es qué hurgan en la conciencia de los demás.HERMANN escribió:Nosin, no sé si tanto pero hay que pararles con algo porque sabemos hacia donde van cuando detentan el poder.
P.D. Tenía más ejemplos.
Saludos, Hermann
8.- a) Atardecer en la piscina. Tumbado en la hierba; leyendo. Los rayos del sol inciden de forma horizontal y veo burbujas vivas ascender hacia el cielo. Son hormigas aladas que producen una efervescencia en la atmósfera. Es algo prodigioso, como una caída de copos hacia arriba. Me levanto para ver en la base de un árbol a cientos de hormigas nupciales que se afanan por encaramarse a las briznas y despegar hacia su encuentro amatorio. Un ejército de soldados se afana en achucharlas para que cumplan su misión.
He recordado el libro que escribió Maeterlinck sobre las hormigas: Las que no consiguen echar a volar, son arrastradas por policías, despojadas de sus alas y encerradas en oscuras mazmorras hasta morir. Todos los machos mueren y sólo dos o tres de cada mil hembras consiguen llegar a ser reinas. Un estatus, éste de las reinas, trágico. Quizá ellas sí se den cuentan cuánto de cerca están el amor y la muerte.
Releyendo “La vida de las hormigas” leo: “Se ha comprobado, con sentimiento, que las especies más inteligentes y más civilizadas son las que tienen menos honradez”.
Así, no sé qué pensar de la nuestra; de nuestra civilización.
b) Me cuenta que ha llegado de Berlín la semana pasada. Ha comprobado que hay más limpieza, más educación, más silencio. Asombrosamente dice que los gorriones, en los parques, se acercan tanto que puedes tocarlos mientras comes, que se posan en tus dedos para tomar la comida. Y pensamos en alto: ¿Qué les ha hecho nuestra raza para que aquí no se atrevan nunca a aproximarse?
He recordado el libro que escribió Maeterlinck sobre las hormigas: Las que no consiguen echar a volar, son arrastradas por policías, despojadas de sus alas y encerradas en oscuras mazmorras hasta morir. Todos los machos mueren y sólo dos o tres de cada mil hembras consiguen llegar a ser reinas. Un estatus, éste de las reinas, trágico. Quizá ellas sí se den cuentan cuánto de cerca están el amor y la muerte.
Releyendo “La vida de las hormigas” leo: “Se ha comprobado, con sentimiento, que las especies más inteligentes y más civilizadas son las que tienen menos honradez”.
Así, no sé qué pensar de la nuestra; de nuestra civilización.
b) Me cuenta que ha llegado de Berlín la semana pasada. Ha comprobado que hay más limpieza, más educación, más silencio. Asombrosamente dice que los gorriones, en los parques, se acercan tanto que puedes tocarlos mientras comes, que se posan en tus dedos para tomar la comida. Y pensamos en alto: ¿Qué les ha hecho nuestra raza para que aquí no se atrevan nunca a aproximarse?
9.- a) Visita a Casa Lis de Salamanca. Un museo bellísimo donde se equilibra tanto el continente, con sus espectaculares vidrieras y sus salones de cristal, como el contenido: con piezas de Art Déco y Art Nouveau. Lámparas, muebles, muñecas, figuras, joyas, pinturas. El arte de la belleza por la belleza misma.
Cuando salimos y nos enfrentamos al paisaje deslumbrante de la ribera del Tormes, nos queda un regusto extraño. Como cuando se visitan los lugares comunes de nuestra infancia. Hay algo de terror sosegado en la contemplación de esas muñecas de porcelana. Unas muñecas que ya no pertenecen a este mundo y que no se imaginan para la función que fueron creadas. Las niñas que jugaron con esas muñecas se hicieron viejas y murieron.
Sí queda, en cambio, una impresión inolvidable de la pintura de Salomé de Federico Beltrán Massés. Una Salomé moderna, estilizada, de ojos felinos. Compro su postal y la guardo entre mis tesoros. Más parece haber salido de un cuento embriagador de las mil y una noches contado por una princesa oriental en una playa Ibicenca.
b) Sueño con mi tía y con mi bisabuela que murió hace veinte años. Mi tía y yo intentamos que camine por un pasillo interminable. Para ello y ante su negativa le tiramos del pelo. Un pelo rojizo y estropajoso. Ella se agarra al marco de una puerta en la que se vislumbra una cocina antigua. Es mi bisabuela con la cara de una niña arrugada e impasible. Por la mañana la recuerdo: doblemente fantasma.
Cuando salimos y nos enfrentamos al paisaje deslumbrante de la ribera del Tormes, nos queda un regusto extraño. Como cuando se visitan los lugares comunes de nuestra infancia. Hay algo de terror sosegado en la contemplación de esas muñecas de porcelana. Unas muñecas que ya no pertenecen a este mundo y que no se imaginan para la función que fueron creadas. Las niñas que jugaron con esas muñecas se hicieron viejas y murieron.
Sí queda, en cambio, una impresión inolvidable de la pintura de Salomé de Federico Beltrán Massés. Una Salomé moderna, estilizada, de ojos felinos. Compro su postal y la guardo entre mis tesoros. Más parece haber salido de un cuento embriagador de las mil y una noches contado por una princesa oriental en una playa Ibicenca.
b) Sueño con mi tía y con mi bisabuela que murió hace veinte años. Mi tía y yo intentamos que camine por un pasillo interminable. Para ello y ante su negativa le tiramos del pelo. Un pelo rojizo y estropajoso. Ella se agarra al marco de una puerta en la que se vislumbra una cocina antigua. Es mi bisabuela con la cara de una niña arrugada e impasible. Por la mañana la recuerdo: doblemente fantasma.
10.- a) Veo una foto de Putin con Bush pescando y he recordado la vez que fui con mi hermano a pescar a una playa medio salvaje de Almería. Nos habían dejado una caña de esas modernas con carrete y él, más habilidoso, fue el que tomó la iniciativa y el que se dispuso a preparar el negocio para lanzar el cebo lo más lejos posible de la orilla. En realidad el sedal disponía de cuatro o cinco anzuelos separados entre sí. En el extremo había un plomo para darle la mayor inercia posible.
Cuando lo hubo dispuesto todo, se acercó al borde espumoso de la orilla y comenzó a entrenar los movimientos de arrojo: Caña hacia su derecha y giro con el sedal a modo de honda. Luego la hacía voltear por encima de su cabeza para comenzar de nuevo el movimiento. Yo observaba entretenido todas sus maniobras.
Cuando lanzó el sedal con todas sus fuerzas, algo se tropezó en su camino: yo.
El plomo hizo carambola de forma violenta entre mis piernas provocando el lógico encogimiento. Un anzuelo se clavó justo por debajo de la tetilla, otro en el cuello y un tercero en el pómulo. Enseguida dejó su caña en el suelo y corrió a atenderme pero creo que, prudentemente, se detuvo a dos metros de distancia por si yo soltaba la patada.
Al final fue como una operación antipiercing extrayendo de la carne los dichosos anzuelos.
Luego fuimos a comernos los loritos que mi padre había pescado desde una barquita. Sin lanzar nada. Sólo dejando hundirse el plomo con los cebos.
El resto del verano lo dedicamos a hacer surfing sin tabla y a buscar tabaco debajo de las piedras.
Nosotros hicimos las paces; como espero que ellos también la hagan.
b) Comienzo de la lectura de “Tempestades de Acero” el libro que escribió Ernst Jünger sobre su experiencia en la I Guerra Mundial. Narración absorbente. Me ha costado meses conseguirlo en una librería. Lo he forrado con papel cuché y lo abro con extremo cuidado. Todo ello para leer un paisaje lleno de barro, miseria, muerte, hambre. También para apreciar la naturaleza de un hombre excepcional por saber contar la herrumbre de manera tan rutilante.
Cuando lo hubo dispuesto todo, se acercó al borde espumoso de la orilla y comenzó a entrenar los movimientos de arrojo: Caña hacia su derecha y giro con el sedal a modo de honda. Luego la hacía voltear por encima de su cabeza para comenzar de nuevo el movimiento. Yo observaba entretenido todas sus maniobras.
Cuando lanzó el sedal con todas sus fuerzas, algo se tropezó en su camino: yo.
El plomo hizo carambola de forma violenta entre mis piernas provocando el lógico encogimiento. Un anzuelo se clavó justo por debajo de la tetilla, otro en el cuello y un tercero en el pómulo. Enseguida dejó su caña en el suelo y corrió a atenderme pero creo que, prudentemente, se detuvo a dos metros de distancia por si yo soltaba la patada.
Al final fue como una operación antipiercing extrayendo de la carne los dichosos anzuelos.
Luego fuimos a comernos los loritos que mi padre había pescado desde una barquita. Sin lanzar nada. Sólo dejando hundirse el plomo con los cebos.
El resto del verano lo dedicamos a hacer surfing sin tabla y a buscar tabaco debajo de las piedras.
Nosotros hicimos las paces; como espero que ellos también la hagan.
b) Comienzo de la lectura de “Tempestades de Acero” el libro que escribió Ernst Jünger sobre su experiencia en la I Guerra Mundial. Narración absorbente. Me ha costado meses conseguirlo en una librería. Lo he forrado con papel cuché y lo abro con extremo cuidado. Todo ello para leer un paisaje lleno de barro, miseria, muerte, hambre. También para apreciar la naturaleza de un hombre excepcional por saber contar la herrumbre de manera tan rutilante.
11.- Me mandan un video en el que aparece un león y su presa: un hombre.
Están dentro de una jaula de lo que debe ser la trastienda de un circo ucraniano o ruso. El león está sentado y tiene dentro de su boca parte de su brazo y de su pecho. En comparación con la del hombre, su cabeza es enorme. Un tercero intenta, desde fuera, que el león no se lo lleve para dentro; para ello lo agarra de las melenas. De vez en cuando lo sacude con una vara, pero el león se muestra impasible y sin soltar mueve despreocupado su cola.
La presa, el hombre, tiene su costado derecho chorreando sangre. Un perrito pasea nervioso dentro del recinto a distancia prudencial. Cuando el de fuera golpea la cabeza del león en un intento desesperado por ver a su compañero liberado, el león decide llevárselo hacia otro lugar más tranquilo dentro de la jaula. Para ello hace palanca con sus patas traseras y lo arrastra hacia el fondo. La mordida se desplaza una cuarta hacia su cuello. Ahora la sangre brota abundante. El hombre ha quedado en posición bocabajo.
Impresiona la resignación ante su destino, como esas bestias que son devoradas mientras aún siguen respirando. Cree que es mejor ahorrar fuerzas y trata de respirar. Todo transcurre lento. Su respiración es ahora agitada, angustiosa.
Aparece un policía y apunta con su revolver. El disparo da de lleno en la cabeza del león que parece haberse convertido de repente en una figura disecada. Entran a socorrer a la víctima que yace inconsciente. El suelo está lleno de rastros de sangre, como en los mataderos.
Paso con mal cuerpo toda la mañana.
Están dentro de una jaula de lo que debe ser la trastienda de un circo ucraniano o ruso. El león está sentado y tiene dentro de su boca parte de su brazo y de su pecho. En comparación con la del hombre, su cabeza es enorme. Un tercero intenta, desde fuera, que el león no se lo lleve para dentro; para ello lo agarra de las melenas. De vez en cuando lo sacude con una vara, pero el león se muestra impasible y sin soltar mueve despreocupado su cola.
La presa, el hombre, tiene su costado derecho chorreando sangre. Un perrito pasea nervioso dentro del recinto a distancia prudencial. Cuando el de fuera golpea la cabeza del león en un intento desesperado por ver a su compañero liberado, el león decide llevárselo hacia otro lugar más tranquilo dentro de la jaula. Para ello hace palanca con sus patas traseras y lo arrastra hacia el fondo. La mordida se desplaza una cuarta hacia su cuello. Ahora la sangre brota abundante. El hombre ha quedado en posición bocabajo.
Impresiona la resignación ante su destino, como esas bestias que son devoradas mientras aún siguen respirando. Cree que es mejor ahorrar fuerzas y trata de respirar. Todo transcurre lento. Su respiración es ahora agitada, angustiosa.
Aparece un policía y apunta con su revolver. El disparo da de lleno en la cabeza del león que parece haberse convertido de repente en una figura disecada. Entran a socorrer a la víctima que yace inconsciente. El suelo está lleno de rastros de sangre, como en los mataderos.
Paso con mal cuerpo toda la mañana.
No me extraña 
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
12.- El arte ahora se encuentra en los cielos, por los caminos, por los mares, en el espacio, en el estudio de cualquier casa. El arte hoy es el diseño.
¿Qué pensaría Leonardo, después de sus intentos de hacer volar al hombre, si pudiera ver esos aviones de transporte bélico grandes como plazas, elevarse en los cielos con toneladas de material en su interior?
¿Qué pensaría Mozart de conducir un coche en cuyo interior se escuchara su música con mayor calidad que en vivo?
¿Qué pensarían los arquitectos de la Grecia clásica contemplando los rascacielos cuyas cúpulas se pierden entre las nubes?
Ahí está el arte de la actualidad.
En los museos contemporáneos apenas hay algo más que frustraciones.
¿Qué pensaría Leonardo, después de sus intentos de hacer volar al hombre, si pudiera ver esos aviones de transporte bélico grandes como plazas, elevarse en los cielos con toneladas de material en su interior?
¿Qué pensaría Mozart de conducir un coche en cuyo interior se escuchara su música con mayor calidad que en vivo?
¿Qué pensarían los arquitectos de la Grecia clásica contemplando los rascacielos cuyas cúpulas se pierden entre las nubes?
Ahí está el arte de la actualidad.
En los museos contemporáneos apenas hay algo más que frustraciones.