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TIEMPO DE APRENDER
Me despierto con la sensación de no estar en el lugar correcto y saco las piernas fuera del calor de las mantas que cubren nuestros cuerpos, el que se ovilla a mi lado y el mío, con un gruñido de pérdida.
Enciendo el portátil mientras soplo mis manos y las envuelvo en un vaho cálido. Echo un vistazo a la silueta que se dibuja en una esquina de la cama, hago crujir mis nudillos y comienzo a escribir.
Mañana me acercaré a ti con una excusa tópica que aún tengo que imaginar. Me mirarás a los ojos y te perderás en ellos porque te negaré el camino de vuelta. Quizá sea cuando salgas del trabajo, frente al portal en el que, cada mañana, desapareces de mi vida durante siete horas. O quizá te aborde cuando el sueño aún no te haya abandonado y te cierre los párpados en la madrugada. Sí, mejor. Con el café solo humeando entre tus manos y el paso lento de quien aún no se ha despertado del todo.
Tú te fijarás en mí y ya no te soltaré la mano. Te llevaré a conocer mi mundo, muéstrame el tuyo y lo transformaré para ti. Nunca querrás dejarme, ni yo te dejaré hacerlo...
Me giro y allí continua el último ligue que pude arrastrar a mi cama. Y ahí seguirá gran parte de la mañana. Los rizos claros se desparraman por el colchón. Me gusta más el cabello oscuro, liso y negro, como de noche cerrada, pero ella fue la única disponible en aquel bar de carretera.
El bourbon lanzaba los últimos destellos de caramelo en mi vaso cuando la vi sentada en el taburete, al otro lado de la barra. Giró la cabeza hacia mí y sonrió. Sus labios se abrieron dejando ver unos dientes brillantes, desordenados, como las piezas del dominó al comienzo de una partida. Su boca se abrió para mí y fue lo único que me importó.
Una invitación, dos asientos que se acercaron y su mano sobre la mía. La noche me pareció menos fría por un momento y me aventuré a ir más allá. Al principio titubeé porque pensaba, y pienso, que no estaba preparado para meter a otra mujer en mi cama, pero luego me dije que oportunidades como aquella no iban a aparecer todos los días, así que la cogí por la cintura y la besé en el cuello. No tenía el sabor que yo ansiaba en mi lengua, pero me era suficiente para calmar el ardor de su ausencia por esa noche.
Con cada caricia que doy estaré intentando saber cómo es el tacto del tu piel contra mi palma. Cuando te tenga entre mis brazos, porque estoy seguro de que algún día será así, olvidaré la aspereza de la calle que impregna mis sábanas. Enlazaré mis brazos a tu caderas y te amarraré a las mías una noche entera. No temas, te mereces más que las otras que me probaron antes y te inundaré de luz, en vez de sumirte en las tinieblas, porque quiero ver qué hay en tus ojos cuando te tome, por fin.
Las teclas se hunden bajo mis dedos mientras el frío se sigue colando por la rendija de mi ventana y hace que me duelan las articulaciones. El calor que sentí la noche anterior se ha evaporado junto con los restos del whisky y los mordiscos de la rubia apenas me duelen, entumecidos ya por la madrugada.
Salimos del bar abrazados y su aliento se coló, junto con su lengua, en mi oreja. Dudé, por un momento, cuando llegamos a mi coche. ¿Debía llevarla a mi apartamento y dejar que conociera lo que estaba destinado para otra? ¿O quizá podría saciar mis apetitos en un lugar menos íntimo? Era atractiva a su manera. Las líneas de una vida dura le marcaban el ceño, aunque se reía continuamente. Los huesos angulaban las curvas que debería haber tenido y olía a tabaco negro de un forma intensa cuando respiraba en mi cuello. Pero sus manos eran suaves y bajaban dejando un camino cálido en mi vientre. Era todo lo que yo necesitaba.
Perdóname, amor. Perdona por llamarte amor cuando aún no sabes que lo eres, perdón por haber tenido que liberar este ardor que me corroe por dentro en otro cuerpo. Mañana lo volveré a intentar. Sí, mañana será el día en el que nos conoceremos por fin. O quizá un poco más tarde. Ahora que estoy más calmado, puedo esperar a tenerlo todo listo para ti. Ir poco a poco. Quizá te ofrezca yo ese café que necesitas por las mañanas y te sonreiré mientras tus labios se calientan con el líquido. No sospecharás nada porque, aunque no me reconozcas, yo siempre he estado a tu lado, desde aquella vez que recogiste el manuscrito que se me había caído en la calle. Tus manos rozaron las mías y sentí que siempre te había estado esperando.
No, no sospecharás. Tu mente se irá apagando y yo estaré a tu lado para sostenerte, amor. Entonces, ya no podrás escapar.
Vuelvo a mirar el bulto de mi cama y pienso que tengo que deshacerme de ella cuanto antes. No creo que nadie la eche de menos, al fin y al cabo no era más que una pobre alma descarriada necesitada de cariño. Por eso pienso que vivía sola, que estaba sola.
No me preguntó adónde la llevaba cuando montamos en el coche, estaba demasiado ocupada intentando meter su mano por detrás de la bragueta. Pensé que mi amor no haría eso, ella esperaría a que yo la tocara, a que la encendiera antes de ofrecerse, pero la rubia no era más que una pobre sustituta y la dejé hacer. Abrí la puerta de mi apartamento y la empujé suavemente hacia la cama.
Cuando recibas esta carta, espero que ya me hayas conocido y que podamos leerla juntos encima de mi colchón. Ansío oír tu voz mientras declamas mis letras. Yo te acariciaré ese cabello oscuro, que me vuelve loco, y con la otra mano sobre tu pecho izquierdo, notaré cómo se te acelera cada vez más al intentar zafarte de las ligaduras. Pero no podrás. Ella habrá sido la primera y gracias a su carne, a su fuerza, a su lucha y a su sangre sobre mis sábanas, junto con las que vendrán después, aprenderé a sujetarte sin peligro, a ponerme a salvo de tus dientes perfectos mientras estoy encima de tu cuerpo, a mantenerte con vida tras la primera noche.
. Es broma, es broma.
me remito al spoiler.
Digo yo... porque estoy en la mente de un asesino...
. Aunque a mitad ya me esperaba algo parecido y es que, a partir de esa mitad, la forma de narrar se endurece. Me encanta como intercalas sus pensamientos y lo que escribe. Buena historia.
