El robo del cochino, de Abelardo Estorino, es un reflejo de la Cuba de antes de la revolución, en la que se ven las miserias de una familia de clase media, en las que el hombre sólo se preocupa por acumular más y más dinero para llegar a ser quien no fue en la infancia a causa de su miseria. La mujer vive encerrada en el pasado desde la muerte de su hija pequeña, y el hijo tiene el inconformismo propio de su juventud, y eso le hace enfrentarse al padre. Todo comienza cuando uno de los trabajadores del padre es detenido con el pretexto de haber robado un cerdo, pero intuyen que es únicamente por haber ayudado a sanar a un revolucionario que encontró mal herido. Aquí comienza el enfrentamiento entre el hijo, que quiere ayudarlo, y el padre, que lo único que le interesa en proteger lo que dice que tanto tiempo le ha costado conseguir. La verdad es que está bastante bien.
El último instante, de Franklin Domínguez, es un monólogo de las desgracias de una mujer que se ve obligada a buscarse la vida y nos muestra su soledad y desgracias en un mundo que sigue girando a pesar nuestro y en el que a veces no tenemos cabida. Vidas fallidas, al fin y al cabo. Proyectos truncados.
Sigo leyendo.