CP X - Martín Salvador - Acliamanta
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CP X - Martín Salvador - Acliamanta
MARTIN SALVADOR
No, no recuerdo muy bien. Todavía tengo muchas lagunas.
Llegaron por la noche, en fila, uno detrás de otro. Hablaban muy fuerte y reían con gana. Se me hizo raro que Salvador no los oyera llegar. Me levanté y a tientas trataba de encender la luz, mientras la luna llena mostraba las siluetas de los visitantes arrimando los taburetes y revisando la despensa.
El que parecía ser el jefe, un hombre muy alto, de piel algo oscura y voz bastante grave saludó disculpándose por la molestia. Ignoré la disculpa y pregunté qué los traía por la escuela; respondió que eran del ejército nacional, que estaban en recorrido de rutina y se habían alejado un poco del campamento, pidió permiso para pasar el resto de la noche ahí y continuar su camino al amanecer.
No estaba cómoda con tener que albergar once desconocidos en la escuela, que también era mi casa, aunque fuera por pocas horas, pero tampoco tenía tantas agallas como para una negativa tajante y así, sin que mediara un sí o un no, al poco ya algunos estaban sentados en el suelo, recostados contra la pared, mientras otros bebían de sus cantimploras, acomodados en la hamaca y tres taburetes.
No pregunté más. Fui a la cocina y calenté la sopa de arroz con fríjol y plátano verde que había preparado para el almuerzo del día siguiente, les serví y me retiré deseándoles que descansaran.
Volví al cuarto, apagué la luz y puse el seguro a la puerta, pero dejé abierta la ventana que me dejó avistarlos cuando llegaron. Temí que lo tomaran mal si la cerraba y se me ocurrió que, además, de esa manera haría menos evidente el miedo que me infundía su presencia.
Hasta ahí lo tengo muy claro. Lo demás no lo recuerdo tan bien, ya sabe… eso fue hace nueve años.
No lo podría jurar pero creo que no dormí y que pasé cuatro o cinco horas en la cama, con los ojos cerrados, sin moverme, oyendo lo que conversaban, sin entender mucho de lo que decían. O decía, porque en mi cabeza solo resuena la voz del hombre alto. Los demás respondían con monosílabos y frases muy cortas y confusas. Y reían. Hasta llegué a pensar que lo que bebían de sus cantimploras no era agua sino licor.
Tampoco me atrevía a mirar por la ventana. No había olvidado las historias que en mis tiempos de estudiante circulaban en La Pedagógica, sobre los maestros desaparecidos y las cabezas flotando en el Maipirí y aunque ya llevaba quince años enseñando en La Florida y ese pueblo está más cerca de la luna que del Maipirí, era la primera vez que recibía una visita tan peculiar, no distinguía las insignias de un vigilante de las de un general de la república y sabía que los grupos alzados en armas también vestían prendas “de uso privativo del glorioso ejército nacional”.
Como a eso de las cuatro y media de la madrugada, quince o veinte minutos después de que se marcharon, me asomé por la ventana y alcancé a divisarlos subiendo por la trocha que lleva al cementerio y empata con la carretera principal.
Me sentía mareada, tal vez por falta de sueño. Me levanté y vi que lloviznaba. Recogí las tazas y comencé los preparativos para recibir a los nueve muchachos y seis niñas, que asistían en forma regular a las clases y justificaban mi salario y mi presencia en esa escuela.
Eran las ocho de la mañana y todavía no llegaba ninguno de los estudiantes. Intrigada caminé los sesenta metros de potrero que separan la escuela de la calle. Cuando llegué a la cuneta tropecé con la cabeza de Salvador. Tenía los ojos muy abiertos, mirando hacia arriba y la boca entreabierta dejaba ver la lengua, un poco más oscura de lo normal. Más adelante el cuerpo y, entre los dos, un charco de sangre represada a medio coagular. La nata de encima me recordó el bote de pintura color chocolate que los alumnos dejaron abandonado, después de los retoques a la túnica de San José, unas semanas atrás. El collar lo tenía enredado en una de las patas traseras.
La calle estaba vacía. Las piernas me temblaban. Hacía mucho frío y tenía ganas de vomitar. Comencé a bajar, camino de la plaza del pueblo. Ahí, en el parque, debajo del samán vi, tirados, muchos cuerpos y ninguna cabeza y en el atrio de la iglesia, sentados, el padre Abelardo, el doctor Benavides y Don Jerónimo, el Alcalde, parecían estar descansando, dormidos, recostados uno contra el otro, sentados sobre un charco rojizo, como de agua teñida, que corría despacio, escalón por escalón, goteando de a poco, para terminar perdiéndose entre las rendijas de los adoquines.
¿Qué hice después? No sé. Cuanto tiempo caminé, tampoco. Ya le dije, han pasado nueve años, no recuerdo muy bien. Me contaron que llegué el lunes 18 pasadas las dos de la tarde a casa de mi madre en Ocamonte, que lucía muy mal y no hablaba, que me habían reportado desaparecida junto con el teniente Guzmán y otras quince personas más el martes 12 de Marzo, cuando las autoridades de Valdemar hicieron el levantamiento de los cadáveres que dejó la masacre de la noche anterior en La Florida.
Qué más le puedo decir… mamá falleció al año siguiente y yo ya no enseño. Cuando murió compré una casa y me mudé a Valdemar, le mandé adaptar un pequeño local y organicé una papelería. Ahí vivo con Martín Salvador que el 14 de Diciembre celebró su noveno cumpleaños. Nació en Ocamonte, dos meses antes de la muerte de la abuela, y es un niño muy alegre e inteligente. Ahí vivo y la crianza y el negocio ocupan todo mi tiempo.
No, no recuerdo muy bien. Todavía tengo muchas lagunas.
Llegaron por la noche, en fila, uno detrás de otro. Hablaban muy fuerte y reían con gana. Se me hizo raro que Salvador no los oyera llegar. Me levanté y a tientas trataba de encender la luz, mientras la luna llena mostraba las siluetas de los visitantes arrimando los taburetes y revisando la despensa.
El que parecía ser el jefe, un hombre muy alto, de piel algo oscura y voz bastante grave saludó disculpándose por la molestia. Ignoré la disculpa y pregunté qué los traía por la escuela; respondió que eran del ejército nacional, que estaban en recorrido de rutina y se habían alejado un poco del campamento, pidió permiso para pasar el resto de la noche ahí y continuar su camino al amanecer.
No estaba cómoda con tener que albergar once desconocidos en la escuela, que también era mi casa, aunque fuera por pocas horas, pero tampoco tenía tantas agallas como para una negativa tajante y así, sin que mediara un sí o un no, al poco ya algunos estaban sentados en el suelo, recostados contra la pared, mientras otros bebían de sus cantimploras, acomodados en la hamaca y tres taburetes.
No pregunté más. Fui a la cocina y calenté la sopa de arroz con fríjol y plátano verde que había preparado para el almuerzo del día siguiente, les serví y me retiré deseándoles que descansaran.
Volví al cuarto, apagué la luz y puse el seguro a la puerta, pero dejé abierta la ventana que me dejó avistarlos cuando llegaron. Temí que lo tomaran mal si la cerraba y se me ocurrió que, además, de esa manera haría menos evidente el miedo que me infundía su presencia.
Hasta ahí lo tengo muy claro. Lo demás no lo recuerdo tan bien, ya sabe… eso fue hace nueve años.
No lo podría jurar pero creo que no dormí y que pasé cuatro o cinco horas en la cama, con los ojos cerrados, sin moverme, oyendo lo que conversaban, sin entender mucho de lo que decían. O decía, porque en mi cabeza solo resuena la voz del hombre alto. Los demás respondían con monosílabos y frases muy cortas y confusas. Y reían. Hasta llegué a pensar que lo que bebían de sus cantimploras no era agua sino licor.
Tampoco me atrevía a mirar por la ventana. No había olvidado las historias que en mis tiempos de estudiante circulaban en La Pedagógica, sobre los maestros desaparecidos y las cabezas flotando en el Maipirí y aunque ya llevaba quince años enseñando en La Florida y ese pueblo está más cerca de la luna que del Maipirí, era la primera vez que recibía una visita tan peculiar, no distinguía las insignias de un vigilante de las de un general de la república y sabía que los grupos alzados en armas también vestían prendas “de uso privativo del glorioso ejército nacional”.
Como a eso de las cuatro y media de la madrugada, quince o veinte minutos después de que se marcharon, me asomé por la ventana y alcancé a divisarlos subiendo por la trocha que lleva al cementerio y empata con la carretera principal.
Me sentía mareada, tal vez por falta de sueño. Me levanté y vi que lloviznaba. Recogí las tazas y comencé los preparativos para recibir a los nueve muchachos y seis niñas, que asistían en forma regular a las clases y justificaban mi salario y mi presencia en esa escuela.
Eran las ocho de la mañana y todavía no llegaba ninguno de los estudiantes. Intrigada caminé los sesenta metros de potrero que separan la escuela de la calle. Cuando llegué a la cuneta tropecé con la cabeza de Salvador. Tenía los ojos muy abiertos, mirando hacia arriba y la boca entreabierta dejaba ver la lengua, un poco más oscura de lo normal. Más adelante el cuerpo y, entre los dos, un charco de sangre represada a medio coagular. La nata de encima me recordó el bote de pintura color chocolate que los alumnos dejaron abandonado, después de los retoques a la túnica de San José, unas semanas atrás. El collar lo tenía enredado en una de las patas traseras.
La calle estaba vacía. Las piernas me temblaban. Hacía mucho frío y tenía ganas de vomitar. Comencé a bajar, camino de la plaza del pueblo. Ahí, en el parque, debajo del samán vi, tirados, muchos cuerpos y ninguna cabeza y en el atrio de la iglesia, sentados, el padre Abelardo, el doctor Benavides y Don Jerónimo, el Alcalde, parecían estar descansando, dormidos, recostados uno contra el otro, sentados sobre un charco rojizo, como de agua teñida, que corría despacio, escalón por escalón, goteando de a poco, para terminar perdiéndose entre las rendijas de los adoquines.
¿Qué hice después? No sé. Cuanto tiempo caminé, tampoco. Ya le dije, han pasado nueve años, no recuerdo muy bien. Me contaron que llegué el lunes 18 pasadas las dos de la tarde a casa de mi madre en Ocamonte, que lucía muy mal y no hablaba, que me habían reportado desaparecida junto con el teniente Guzmán y otras quince personas más el martes 12 de Marzo, cuando las autoridades de Valdemar hicieron el levantamiento de los cadáveres que dejó la masacre de la noche anterior en La Florida.
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Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Una historia dura pero muy bien contada, con un ritmo que atrapa y un final inesperado Pensaba que le iban a hacer algo a la maestra pero no me imaginaba, ni por asomo, que fuera a ser la única superviviente de una masacre Supongo que no llegan a matarla porque los guerrilleros se han cansado de ver sangre por una noche
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)
- Fernando Vidal
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- Registrado: 30 Jul 2011 03:36
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Re: CP X - MARTIN SALVADOR
No me esperaba la masacre pero creo que eché de menos una narración más "intensa" en esa parte, justo cuando la protagonista se encuentra con la cabeza de Salvador hasta el momento en que huye de La Florida. El final me agradó, una suerte de nuevo comienzo después de que la maestra experimentara una suerte de infierno.
Me gustaría saber los motivos del título del relato. Es evidente que el hijo tiene cierto peso en el texto pero no esperaba que su nombre sirviera de título.
Me gustaría saber los motivos del título del relato. Es evidente que el hijo tiene cierto peso en el texto pero no esperaba que su nombre sirviera de título.
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Re: CP X - MARTIN SALVADOR
¿Ya?
Este relato esconde cosas oscuras que creo ver. Es tremendo, desagradable incluso, pero tengo que decir que me he imaginado a la profesora en la escuela. He recreado la historia en mi cabeza.
Iba muy bien, un tema diferente y sentía mucha curiosidad. Cuando empiezas a relatar la matanza has empezado a correr y me he perdido un poco. Quería más de lo mismo, pero las prisas han hecho que me quedara con ganas de más.
El final me da mucho miedo. Es ese hijo fruto de la barbarie de los soldados? Seguramente por eso no lo recuerda.
Bien pero con bastantes reparos.
Este relato esconde cosas oscuras que creo ver. Es tremendo, desagradable incluso, pero tengo que decir que me he imaginado a la profesora en la escuela. He recreado la historia en mi cabeza.
Iba muy bien, un tema diferente y sentía mucha curiosidad. Cuando empiezas a relatar la matanza has empezado a correr y me he perdido un poco. Quería más de lo mismo, pero las prisas han hecho que me quedara con ganas de más.
El final me da mucho miedo. Es ese hijo fruto de la barbarie de los soldados? Seguramente por eso no lo recuerda.
Bien pero con bastantes reparos.
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Re: CP X - MARTIN SALVADOR
El perro se llama Salvador y al hijo le pone Martín Salvador. En honor al perro? Y porque fue concebido ese día?Fernando Vidal escribió:Me gustaría saber los motivos del título del relato. Es evidente que el hijo tiene cierto peso en el texto pero no esperaba que su nombre sirviera de título.
Me pone los pelos de punta este relato
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- barrikada
- No tengo vida social
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- Registrado: 27 Oct 2011 19:37
- Ubicación: Graná/Alacant/Roma
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Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Es posible que no lo haya captado totalmente, pero me parece ver algunos detalles inconexos en el relato que no logro reunir. Así que para no hacer un comentario erróneo, lo volveré a leer con calma.
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- kassiopea
- Vivo aquí
- Mensajes: 12469
- Registrado: 07 Dic 2008 19:18
- Ubicación: Aovillada en la Luna...
Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Yo creo que no es que la protagonista tenga lagunas en su memoria y no recuerde, más bien no quiere recordar ciertos detalles. Porque Martín Salvador es su hijo, fruto de esa noche de pesadilla, sí, pero es su hijo y ella le quiere. No recuerda, por tanto, lo que no quiere tener presente. La prueba de esto es que incluso recuerda con detalle la hora en la que los soldados se marcharon (las 4 y media de la madrugada), pero no quiere recordar que los soldados la violaron; probablemente lo hizo el hombre más alto de piel oscura, porque ella recuerda, en especial, su voz resonando dentro de su cabeza. Seguramente él sea el padre de Martín
Es escalofriante cómo ella se levanta, como todos los días, para recibir a los estudiantes. No acuden, claro. Luego, caminando como un zombi, abstraída de sí misma, va descubriendo todos los cuerpos mutilados tras la matanza El objeto del autor no era describir una matanza, era reflejar esa matanza a través del testimonio de la superviviente; mostrarnos cómo ese infierno afectó para siempre a la mujer. Eso es lo más escalofriante.
Es una historia dura y arriesgada, el autor ha sido valiente. Mis felicitaciones.
Es escalofriante cómo ella se levanta, como todos los días, para recibir a los estudiantes. No acuden, claro. Luego, caminando como un zombi, abstraída de sí misma, va descubriendo todos los cuerpos mutilados tras la matanza El objeto del autor no era describir una matanza, era reflejar esa matanza a través del testimonio de la superviviente; mostrarnos cómo ese infierno afectó para siempre a la mujer. Eso es lo más escalofriante.
Es una historia dura y arriesgada, el autor ha sido valiente. Mis felicitaciones.
- kassiopea
- Vivo aquí
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- Registrado: 07 Dic 2008 19:18
- Ubicación: Aovillada en la Luna...
Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Sí, supongo que el nombre es en honor del perro. Y el título es el nombre del hijo porque el niño supone para ella un nuevo comienzo, un motivo para seguir viviendo tras pasar por un infierno. Podríamos decir que Martín Salvador la salvó.Ororo escribió:El perro se llama Salvador y al hijo le pone Martín Salvador. En honor al perro? Y porque fue concebido ese día?Fernando Vidal escribió:Me gustaría saber los motivos del título del relato. Es evidente que el hijo tiene cierto peso en el texto pero no esperaba que su nombre sirviera de título.
Al menos es la conclusión que he sacado yo... elucubraciones mías |
Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Demasiado telegráfico y demasiadas elipsis para mi gusto aunque coincido con la versión de Kassio y Ororo. Pero contando lo que cuenta no ha llegado a impactarme.
También podría ser que contará o estuviera basado en un hecho real.
También podría ser que contará o estuviera basado en un hecho real.
Leyendo: Ensayos, George Orwell.
"Se dispersa y se reúne, viene y va", Heráclito.
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- ACLIAMANTA
- No puedo vivir sin este foro
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- Registrado: 29 Oct 2014 13:01
Re: CP X - MARTIN SALVADOR
No diré nada...
no soy un salvaje! |
Última edición por ACLIAMANTA el 23 Abr 2015 03:44, editado 1 vez en total.
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Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Un relato con una historia muy dura detrás, que sin embargo no me ha dicho mucho. En algunos momentos me he perdido un poco y acaba un poco de golpe. No está mal, pero no me ha entusiasmado.
1, 2... 1, 2... probando...
Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Eso he pensado yo.Ororo escribió:¿Ya?
El problema que tengo con el relato no es la temática de la violación, ni de la guerra, ni de las masacres ni nada de eso. Mi problema es el final. Es que se pasa el tiempo explicando lo asustada que está y cómo no pasa absolutamente nada, y luego en cuatro líneas dice que sí, que sí, que han matado y violado.
Aparte, he tenido que leer los comentarios para entender de qué iba esto. Será que estoy espeso, será que no, no lo sé. Pero la normalidad con que lo cuenta todo, con tantos detalles de que no ha pasado nada y, de repente, surge la descripción de la barbarie y luego un hijo. Muy de sopetón, ¿no?
Mmmm... no sé qué pensar
Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Se me quedó algo escueto la verdad. Qué pasó en el pueblo? Fueron los que se alojaron en la escuela? Por qué a ella no la mataron? La violaron y de ahí el niño? Yo es que soy de las que necesito que me expliquen las cosas pero claro igual tú eres de l@s que no las explican . Me gustó a pesar de todo, de ahí lo de escueto.
Gracias por compartirlo.
Gracias por compartirlo.
Ronda de noche. Mundodisco 29. Terry pratchett
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El asombroso Mauricio y sus roedores sabios. Mundo disco 28. Terry Pratchett
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Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Es una buena historia, aunque yo no la hubiera contado así. Pasar de puntillas sobre los hechos y resolverlo todo al final podría valer en una historia más desarrollada, pero en tan pocas líneas creo que no funciona del mismo modo. Quince tios violándote, bueno a lo mejor no todos, deben dejarte si no muerta si muy cerca de estarlo, y tu prota dice estar algo mareada. La carga emocional se difumina poco a poco. En fin, vaya charla, disculpa el discursito. Gracias por tu aportación.
En paz descanses, amigo.
Re: CP X - MARTIN SALVADOR
Esta bien escrito, la crónica que hace alguien que es testigo de una matanza y sin saberlo dio cobijo a los responsables. La pregunta del "y por que yo no", que creo que seria lo mas interesante, esta demasiado escondida, quizá no lo suficientemente bien plasmada, creo, pero en general me ha gustado.
Es el terreno resbaladizo de los sueños lo que convierte el dormir en un deporte de riesgo.