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Suele citarse como ejemplo de "microrrelato escondido" esta pequeña historia que C. S. Lewis (1898-1963) cuenta dentro de su ensayo Los cuatro amores, publicado en 1960. Lo comentaremos dentro del primer bloque de microrrelatos al que dedicamos el mes de junio. Comentarios, a partir del viernes día 5, aquí, en este hilo
cruel, la verdad: es una forma de decir (con fino humor británico y bastante mala leche, desde luego) que respiraron aliviados, al verse por fin libres de tanta presión.
Yo creo que todos conocemos a alguna persona de este tipo, y generalmente suelen ser mujeres: viven excesivamente volcadas en los demás, ignoran sus propias necesidades y se anulan a sí mismas en una vorágine de actividad siempre centrada en servir a los otros... y encima, si alguno de sus familiares le sugiere que no debería esforzarse tanto o que preferiría que no le dedicara tantas atenciones, se hace la víctima y los tacha de desagradecidos. Este tipo de conductas creo que son las que Lewis quiere satirizar.
¡Me ha encantado la ironía de este relato! ¡Qué bien retrata la situación! ¡Qué bien entiende uno ese renacer de todos! ¡Descanse en paz la señora Atareada!
¡Qué éxito los micros de esta semana!
Lo único que se me ocurre añadir es ¡Qué suerte no haber tenido que aguantar en casa una señora Atareada como la del relato! Mi madre fue desde luego una mujer atareada, pero con minúscula. Detrás del cariño de ciertas personas hay mucho egoísmo, mucho pensar en sí mimas, aunque en teoría sea para el bien de otros, y el autor ha sabido reflejarlo en este relatito. Bien, por él.
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