Creo que rebasada la mitad se alarga un poco innecesariamente. Contribuyen a ello recuerdos que no aportan gran cosa y
la falsa expectativa de la operación, |
Dice mucho a favor de la novela el que Salvatore, que al principio cae muy bien por ser tan primario, ser sincero al expresarse, y explotar muy bien la gramática parda, tiene también su lado oscuro. Tira de la navaja a las primeras de cambio, prejuzga negativamente casi todo lo que supone la vida urbana, y su relación con las mujeres en el pasado es más que cuestionable. En la cronología de Salvatore se entiende que primero está la mujer “de bandera”
que asesinan los alemanes |
Se aclara que la participación en la guerra fue un acto de venganza pura y dura, lo que concuerda con el hombre, y afortunadamente elude un poco el discutible aire heroico-patriótico que para algunos tienen los partisanos.
Perfecto el recurso a san Cristóbal asociándolo con el nieto y a cómo va a aprender de la vida “a hombros de gigantes”. Se evita la pedantería de mencionar la cita de Newton -no fue el primero que usó la dichosa expresión que en estos tiempos asoma cual Guadiana-, y con su saber popular, Salvatore intuye el significado de la simbología de ese santo tan peculiar. Uno de tantos detalles buenísimos que asoman en la novela. Y por supuesto el penúltimo párrafo, retomando la sonrisa etrusca del comienzo me ha parecido portentoso. Evita la lágrima fácil, que hubiera sido un final indigno para el libro.