De costuras y retales felinos (Novela)

[Nínive]

No soy quién para colarme por aquí, pero creo que este hilo es lo que es y es importante para los protagonistas. Tolomew, si quieres seguir un debate sobre las historias, creo que esté no es el lugar indicado, bajo mi humilde opinión que nunca se escucha...

[Han O. Nhimuss]

Ahora vendrá el del saco a darme una receta del mendrugo normando.
Un abrazo.

Señor bueno días le escribí unos versos los llevo en mi firma para usted que le gusta el pan.

[Mister_Sogad]

Hosti* perdonadme, voy con prisas, luego os leo más atentamente y me enfango en esto y en lo otro.

Pero Tolo opino como Níni, quiero decir, sé que la gata te lo permitirá, pero tratar estas cosillas me gustaría que se hicieran en un tema a parte, que ojo, yo también te permito que pongas lo que te de la gana, pero me gustaría mantener ese fondo de cariño por aquí y me da que nos vamos a poner a debatir un rato y...

Si alguno puede abrir tema para esto y llama al dragón o Kassio para mover mensajes se lo agradecería. En serio, ando con prisas, quiero pegar unos comentarios que tengo de algunos de los relatos y no creo que luego pueda ponerme a tratar este tema por falta de tiempo.

[Mister_Sogad]

Vale, a ver si en este rato puedo comentar bien.

Tolo puedes tomar confianza sin problemas, se lo dije una vez al pajarillo, a mí me sirven mucho vuestras opiniones y críticas y todo lo que sea ayudar, y espero que se note eso, que no me molestan en absoluto.

A lo que comentas, sí, efectivamente, este tema, y lo que hay vertido, nace de un momento muy concreto y luego ha ido creciendo, no aspiro a que haya una historia detrás, sino animar a la gata y, si sucede por el camino, a cualquiera que me lea y esté de bajón.

Y es un experimento, que eso a mí me gusta. He tratado de fusionar mi tendencia a detallar con toquecitos oníricos para tratar temas de sentimientos. Me gusta el resultado porque no me esperaba que encajara tan bien. A ver es mi opinión, pero es que cuando escribo estas cosas me sumerjo y me dejo llevar, y eso no me lo esperaba.

A ver, me gusta experimentar y lo que me señalas de intentar un relato algo "distinto" me llama, creo que me falta algo para que cuaje realmente, porque sigo algo anclado en el realismo, pero ya he jugado con cosillas oníricas y me he sentido a gusto, así que sí, estaría interesante intentar algo. Lo tendré revoloteando en la mente a ver si me llega alguna idea.

[Mister_Sogad]

El fuego chisporrotea mientras su destello anaranjado crea sombras danzantes. Al verme me ha invitado a sentarme a su lado, frente a la llama. Una de sus manos ha golpeado suavemente el suelo, muy cerca de ella, mientras sus ojos me daban la bienvenida con una chispa de viva alegría.

Ya sentado su cuerpo se inclina hacia mí y no puedo evitar rodearla con el brazo, apoya todo su cuerpo con fuerza.

—Algo te pasa.

—¿Y cuándo no?

—No digas eso.

Silencio. Su mano busca la mía y nuestros dedos se entrelazan.

—Solo veo niebla alrededor —Dice insegura.

—La niebla siempre es pasajera, nace de las humedades del alma, de la angustia del corazón. Pero es fácil atravesarla, en realidad solo está ahí para confundir y martirizar los sentidos. Avanza sin que te asalten las dudas.

—No sé a dónde ir.

—No importa el camino, solo mirar adelante.

—Eso no es nada fácil.

De nuevo silencio. En el hogar el fuego toma fuerza, la madera cruje y se pierde. La aparto de mí con delicadeza y me levanto, me mira extrañada, tiene sal en el filo de sus pestañas.

—Ven, déjame que hoy sea tu faro —Le digo ofreciéndole mi mano.

—¿A dónde me llevas?

—A mirar a través de la niebla.

Se aferra a mis dedos y se levanta, la llevo al centro de la sala y la estudio de cerca. Mantengo su mano aprisionada con la derecha mientras mi izquierda le aparta despacio un mechón rebelde que trata de agarrarse a la comisura de sus labios. Su mirada me interroga, pero ha perdido ese brillo de tristeza.

—Ya veo uno de tus jirones de niebla —Mientras hablo acompaño su mano a su pecho posándola en su corazón, sobre ella mi mano también descansa—. Aquí.

Agacha la cabeza, rehuye mi mirada. Nuestras manos son testigos de como su corazón se acelera. Mi izquierda aferra suavemente su barbilla y levanto su rostro hacia el mío. Por un instante sus ojos siguen sin querer mirarme, pero no me importa. Ahora mis manos se deslizan despacio por sus costados y descansan en su cadera, me acerco y mi mejilla se pega a la suya, avanzando hasta que mis labios rozan su oreja.

—Déjate llevar.

Ella suspira, una aspiración entrecortada, pero sus brazos se elevan y entrecruza sus manos detrás de mi cabeza. Nuestros cuerpos excluyen con egoísmo cualquier pequeño espacio que quisiera descansar entre ambos. Susurro suavemente muy cerca de su oreja.

—¿Crees que necesitamos ver para bailar entre la niebla?

No dice nada, pero mi cara está casi fusionada con la suya, no me es difícil sentir su sonrisa.

—Pensé que temías bailar -Entona dulcemente.

—Y lo temo, por mi torpeza. Pero estamos entre la niebla, ¿recuerdas? —Susurro muy bajito—. Cierra los ojos.

Entonces iniciamos un lento vaivén, como si nuestros cuerpos se mecieran por el viento que disipa la niebla. Aferro con más fuerza sus caderas mientras en mi cuello sus dedos juegan con el pelo de mi cabeza.

[Berlín]

Ayer no fui a verte como todos los días. Te revolviste en tu jaula durante un rato. Cuando llegó la noche y la gente se fue a sus casas, cuando ya nadie te echó fotos ni te dieron comida a través de los barrotes me echaste de menos. Estás demasiado acostumbrado a mi mano dulce que te acaricia la cabeza y te da de comer sin miedo. Y es por eso que cuando la luna se acostó a tu lado tuviste miedo de no verme y rompiste tus cerrojos. No te fue difícil. No eres de este mundo. Yo tampoco. Por eso me buscas.
Y sólo hay un sitio donde encontrarme.
Te vi venir a lo lejos con tu caminar pesado y sonreí. No es frecuente ver una bestia hermosa acercándose por la orilla.
Te pensé durante todo el día—sé que dices esto, aunque no lo digas, porque los animales sólo hablan en las fábulas. Pero yo estoy loca y los locos escuchamos otras voces.
¿Sabes por qué siempre vengo aquí? –Te cuento-. Porque es el único lugar donde encajo. Nadie me habla y no tengo que hablar. Cierro los ojos y el mundo desaparece y no me duele nada. Y si los abro lo único que veo es este mar oscuro como la noche de un muerto que me acoge sin preguntas. Me conoce. Me ha quitado muchas cosas.
Sabe que me debe y en cada latido suyo me arroja un poco de agua a los pies. Agua salada que bien podría ser su sangre.
Sonrío y te miro. No entiendes las palabras de esta loca. Sólo has venido porque echabas de menos que te rasque la cabeza. Eres una bestia hermosa por fuera y por dentro.
Te entiendo. Los dos vivimos en una jaula.

[Mister_Sogad]

[Berlín]

Se sale del estilo, tigrecillo. Unas veces tu vienes a verme a mi tejado y otras yo te llevo comida a tu jaula y te rasco tu cabeza de tigre bueno. Sólo es eso.

[Mister_Sogad]

Se sale del estilo, tigrecillo. Unas veces tu vienes a verme a mi tejado y otras yo te llevo comida a tu jaula y te rasco tu cabeza de tigre bueno. Sólo es eso.

Tranquila, las caricias son las caricias, felino o humano el corazón es el mismo.

[lucia]

Y de paso, nos hacéis disfrutar a los demás.

[Mister_Sogad]

Y de paso, nos hacéis disfrutar a los demás.

[Mister_Sogad]

Las olas se encrespaban con fuerza. El mar, rojo como la sangre, lamía impetuoso la playa mientras en el cielo amoratado destellaban filigranas blancas y grandes explosiones se desataban.

Sobre la arena gris ceniza se erizaba una gata negra con las garras desnudas. Combatía contra monstruos deformados por la rabia, incontables seres que acechaban entre las afiladas aristas de las sombras del alma. Parecía cansada, su pequeño cuerpo temblaba, pero su ferocidad no menguaba. Cuando alguno de aquellos entes la atacaba sus estiletes lo hacían jirones y se difuminaban. Pero cuando uno caía dos más se levantaban.

Tras una de las enormes explosiones que en el cielo golpeaban, la gata observó curiosa algo que a lo lejos se acercaba. Los demonios detuvieron sus ataques y se giraron espectantes para contemplar al intruso. Un enorme tigre caminaba decidido hacia el combate, su piel resplandecía con el color esperanza. Lanzaba pequeños gruñidos de lado a lado mientras atravesaba con paso firme las monstruosas filas de seres de pena y rabia. Sus enormes zarpas mostraban sus garras desnudas mientras a cada paso una huella luminosa destellaba.

Cuando el felino llegó a la altura de la gata empezó a lamerle la cara. Esta le devolvió el gesto mientras su pequeño cuerpo se relajaba. Luego se volvieron y se encararon a los demonios, plantado sobre sus patas el tigre ensordeció la tormenta con un rugido, la gata restregó cariñosa su cabeza contra el cuello rallado y así se dio inicio de nuevo a la batalla.

***

Le acaricié el rostro despacio mientras ella despertaba. Tenía en sus ojos el brillo de una sonrisa y una expresión satisfecha.

—Perdona, me he quedado dormida.

—No pasa nada, me he entretenido estudiando cada rincón de tu cara.

Sonríe dulcemente y me acaricia la cabeza. Estamos sentados en la playa, el atardecer se acerca despacio mientras el mar permanece en calma..

—He tenido un sueño que empezó siendo una pesadilla.

—¿Me lo cuentas?

—Me encontraba sola luchando contra todo lo malo que la vida me lanza.

Mi mano le acaricia entonces el hombro, despacio, me inclino y le beso la mejilla. Ella gira la cara y se aprieta contra mi pecho.

—Entonces aparece un tigre que me presta su ayuda. Es grande, verde, hermoso... y tiene mirada de ángel, como tú —Dice mientras sus brazos me estrujan con cariñosa fuerza.

[Berlín]

Cuando el felino llegó a la altura de la gata empezó a lamerle la cara. Esta le devolvió el gesto mientras su pequeño cuerpo se relajaba

Cuando he leído esto ha pasado algo muy gracioso. Que se me ha caido una lágrima y al mismo tiempo me has arrancado una sonrisa muy grande.

—Entonces aparece un tigre que me presta su ayuda. Es grande, verde, hermoso... y tiene mirada de ángel, como tú —Dice mientras sus brazos me estrujan con cariñosa fuerza.

Y que bonito el comienzo:

Las olas se encrespaban con fuerza. El mar, rojo como la sangre, lamía impetuoso la playa mientras en el cielo amoratado destellaban filigranas blancas y grandes explosiones se desataban.

No cierres la ventana esta noche...

[Mister_Sogad]

Cuando el felino llegó a la altura de la gata empezó a lamerle la cara. Esta le devolvió el gesto mientras su pequeño cuerpo se relajaba

Cuando he leído esto ha pasado algo muy gracioso. Que se me ha caido una lágrima y al mismo tiempo me has arrancado una sonrisa muy grande.

—Entonces aparece un tigre que me presta su ayuda. Es grande, verde, hermoso... y tiene mirada de ángel, como tú —Dice mientras sus brazos me estrujan con cariñosa fuerza.

Y que bonito el comienzo:

Las olas se encrespaban con fuerza. El mar, rojo como la sangre, lamía impetuoso la playa mientras en el cielo amoratado destellaban filigranas blancas y grandes explosiones se desataban.

No cierres la ventana esta noche...

¡Vaya! me encanta la lágrima sonriente. Porque dice mucho de tí, y de esto que quiero seguir escribiéndote.

Esta vez he apostado por tratar de sumergirme en un sueño y luego seguir con el estilo más "habitual" de los avioncitos. Me alegro que te haya gustado.

Y ya lo sabes, invítame a cualquiera de tus pesadillas, te ayudaré a lo que sea encantado.

[Mister_Sogad]

Vuelve a llover, la busco dentro. Por el pasillo un tarareo suave y alegre me conduce a la cocina. Cuando traspaso el umbral me quedo un rato mirándola. Está de espaldas, batallando con algo con energía. La melodía sube y baja y el tono de su voz acaricia cada rincón hasta que se vuelve suave y esponjoso.

Sonrío, frente a mí la cocina parece un campo de batalla, hay restos de harina, azúcar y masa mezclada por todas partes, utensilios, cazos, ollas y tazas parecen haber recibido su parte. Huele muy bien.

Ella se gira entonces y al descubrirme da un pequeño respingón y me ofrece una sonrisa divertida.

—Esperaba haber acabado antes, siento el desorden.

—No veo desorden, veo alegría, veo...

Suelta un bol grande de metal sobre la encimera y deja la barilla al lado, con sus pegotes. Luego se alisa con gesto rápido un mandil donde aparecen dibujados pasteles y cerezas. En su rostro la harina ha creado un par de caminos, sobre la frente y una de las mejillas. En la barbilla un pequeño trocito de masa parece querer reptar hacia los labios para saborearlos. Lleva un sueter morado arremangado y unos vaqueros gastados que también han recibido su parte en la guerra. Mi sonrisa se ensancha y en sus ojos aparece el destello de la vergüenza.

—Estoy hecha un desastre, no podré abrazarte hoy.

—Ah no, no, no, de eso nada.

—Pero mírame, vas a mancharte...

—Te comería a besos.

Eso la desarma y sus cejas enmarcan unos ojos que se dulcifican deprisa. Avanzo con los brazos abiertos y nuestros cuerpos chocan. Me aprieta con fuerza. Se me escapa una risita, pegado a mi cara su pelo aparece adornado con el blanco de la harina. Aspiro su aroma y le suelto en su oreja:

—Hueles a chocolate.

Se ríe y nos separamos. Se coloca un mechón de pelo rebelde detrás de una oreja mientras se acerca a coger un cazo humeante. Me lo acerca.

—Es que mi tarta estará recubierta de chocolate, te encantará.

—No sé si el olor procede de ese chocolate.

Ahora ladea la cabeza y pone su mano libre sobre la cadera. Sus dientes destellan mostrando su esplendor.

—A ver, ¿cómo es eso? —Dice con gesto divertido y espectante—. Ten cuidado con lo que dices, que hoy estoy contenta, no podrás librarte de otro abrazo.

—Eso sería un gran premio.

Suelta la cacerola sobre el fuego y ahora su otra mano también se afirma en la cadera. Brazos en jarras, mirada desafiante y alegre.

—He pensado —Comienzo mientras me acerco a ella—, que tu corazón es de chocolate.

Resopla y su sonrisa se ensancha.

—¿Crees que mi corazón es una tarta de chocolate?

—¿Por qué no? Me apetece darle un mordisquito.

—Tú ya tienes un pedazo desde hace tiempo. De hecho tengo tantos pedazos ya repartidos...

Lo dice con cierto orgullo y mirada húmeda. Me derrite por dentro.

—Entonces tendrás que hacerla más grande, añadirle más pisos.

Llego a su altura y mis manos le acarician los antebrazos despacio. Sus ojos chispean y con gesto rápido alarga una mano, la mete en el bol y me mancha la nariz con un pegote de masa. Su risa cantarina ilumina toda la sala, pronto la mía se une desbocada.

—¿Esto a qué viene?

Encoge los hombros y se sigue riendo. Es inevitable, el abrazo se hace fuerte y nos encadena un buen rato. Cuando nos separamos me limpia la nariz con mimo y me da un beso suave en la mejilla.

Entonces un nuevo olor inunda mi nariz. Se da cuenta de mi gesto y alarma, se gira ráuda hacia el fuego.

—¡El chocolate!

Un par de palabrotas estallan entre sus labios mientras lleva el cazo y su fumarola negra bajo el grifo.

—Ha sido mi culpa, te he distraído.

Me mira sin ira, sonríe con dulzura mientras deja que el agua corra. Me acercó y le presento mis manos vacias.

—Te ayudaré a hacerlo de nuevo.

—Te lo agradezco, pero...

Cierra el grifo y su gesto pícaro me agarra las entrañas.

—Quiero una compensación.

Resoplo nervioso mientras sonrío inseguro.

—Lo que sea.

—Antes me has dicho que me comerías a besos, ¿verdad?

Suelto una carcajada y ella hace lo propio. Luego la miro intensamente y me acerco a tan solo un paso.

—¿Por dónde empiezo?