La otra ciudad

[jose manuel saiz]

LA OTRA CIUDAD


A mi izquierda hay un hombre
que contempla lo mismo que yo (pero no sé
si siente igual que yo). Ambos compartimos
lo angosto de un pasillo, un paisaje, y el traqueteo
del hierro contra el hierro.

El último kilómetro
que lleva a la estación de una gran ciudad
se recorre de una forma lenta
y sosegada, como si el tren mostrara a los viajeros
la cara cenicienta de esa urbe
que a nadie más importa.
(Ese último kilómetro
rezuma decadencia y poesía.
Es la poesía gris de lo desdeñado. La poesía
de las lonjas, las fábricas y pabellones; es la poesía
de la ropa tendida en las ventanas; la de la herrumbre
y las motocicletas mil veces desguazadas; la del cobre,
la llanta y el neumático;
es la poesía sórdida del plástico
prendido al matorral; la de la chatarra amontonada
en huertas y casetas;
la poesía del vidrio, las tejas rotas y el cartón;
la del óxido sobre las catenarias, las pintadas
y grafitis; la oda de los carteles caducados de los toros,
los circos y verbenas.
Es la obra inacabada de mil remiendos de hormigón
en muros de ladrillo y la del viejo vagón de carga
durmiendo en vía muerta).

El viaje
alcanza su final.
Desde la ventanilla
veo la celosía de acero de la cubierta y la esfera
colgada del reloj.
Un altavoz anuncia nuestra llegada. La estación
nos da la bienvenida con su nombre
escrito en la pared.

Se incrementa el bullicio en el pasillo.
El hombre de mi izquierda se irá. Saldrán de sus compartimentos
viajeros con maletas que se perderán tras el vértigo
urbano de las calles. Yo también abandonaré
el tren y la estación, y sus puertas automáticas
se cerrarán detrás de mí (…y, cuando la ciudad me engulla
y me muestre su cara más hermosa y pintoresca;
cuando sus monumentos y avenidas
me hablen de su presente y de su historia y yo intente
vivir la vida como uno más, prometo recordar entonces
aquella realidad que palpita de espaldas a un tren
que brinda, en un kilómetro, su denostada
y sórdida poesía).
Sin duda es la otra cara, la cenicienta cara,
de toda gran ciudad.


--oOo--

[lucia]

Es verdad eso que dices de lo grises que son muchas zonas por las que entra el tren en las ciudades. Al menos yo lo he pensado muchas veces.

[Aben Razín]

Es cierto, jose manuel saiz aquello de la ciudad que tiene dos caras: una, cuando llegamos; otra, diferente, la que vamos viendo, pero, de alguna manera, siempre recordamos aquella primera vez que vimos esa ciudad, como esa mujer,

Gracias por esa dualidad en esta poesía,