Llamadme Daniel (Novela de aventuras)

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JMMZ
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Llamadme Daniel (Novela de aventuras)

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Llamadme Daniel (Novela de aventuras, ebook gratis)

Versión borrador con algunas faltas de ortografía.



CAPÍTULO 1


Innumerable de soles pasaron ante mí; y sin apenas percatarme llegó marzo del 11329. Entonces fue cuando celebramos mi diecisieteavo cumpleaños en la taberna del “El Pescado Feliz”. A fuerza de duro trabajo me había prácticamente transformado en un hombre con cuantiosas ganas vivir y sobrado maduro para mi edad. No existía en ello nada extraordinario; resultaba algo habitual en la mayoría de los moradores del el reino de América; puesto que la época que afrontábamos resultaba dura en grado sumo* y te impulsaba a madurar, a pesar de que tuviéramos por delante una esperanza de vida de más de 250 años. Y así, a la fiesta acudieron más de cincuenta personas; entre ellos, mis apreciados amigos: Ethan, Pedro y su novia Deisy. [*Grado sumo= en gran mediada]
He aquí unos pocos regalos que recibí aquella noche: Una espada por parte de Ethan, de Pedro una brújula, de Deisy un sombrero, y Ana me regaló un reloj de pulsera automático el cual significó para mí el mejor regalo que había recibido en años. No podía yo sentirme más contento; y, sin embargo, no creo necesario describir todo lo acontecido aquel feliz día; tan sólo bastará recordar una mesa en la cual se disfrutó de un gran festín entre amigos, que se prolongó hasta bien entrada la madrugada.
Relativo a mí os revelaré que era esbelto y de estatura alta, alcanzando los 2 metros; más ágil que recio, con un par piernas largas, igual que las del irascible D’artagnan.
Mi piel bronceada, similar a la de todos en nuestra época; tono firme, no límpido*, sino puro, intenso y protector a fin de poder soportar unos rayos solares que calentaban el globo con más de 45 grados centígrados en verano; epidermis que cubría todo mi cuerpo, incluidos aquellos rasgos de mi fisonomía. De cara ovalada con una nariz romana, labios con cierta proporción aurea, junto a dos ojos semejantes a piedras de ámbar. Mis cabellos lucían ligeramente undulados y marrones como el café; añadir que era costumbre que los hombres lo luciéramos corto. [Límpido=claro]
Hablemos ahora de mi personalidad: Debo reconocer, aunque esté mal que yo lo diga, que de joven era ingenioso, puesto que dominaban en mí, la razón y la emoción bien coordinadas. Siendo soñador, tenía un gran interés por descubrir cosas ocultas. Había algo que me llamaba, algo que me intrigaba, algo que debía explorar y eso mismo era lo que sentía.
Sigamos con el trascurso de los acontecimientos. No había transcurrido muchos meses en el momento que la calidez se apoderó del ambiente; el verano del 11329 se manifestó caluroso, alcanzando unos enervantes* 40 grados; [Enervantes=debilitadores]
De modo que las piscinas comunitarias del ayuntamiento se encontraban abarrotadas todos los fines de semanas cuando los habitantes descansaban de sus extenuantes trabajos. Los bellos y esbeltos cuerpos femeninos, mostraban sus bonitas pieles tonos bronce y aquellos cabellos con tonalidades entre dorados y marrones; con sus exuberantes curvas, más sus grandes ojazos piedra de ámbar y esmeraldas, nos subían las temperaturas más aun; entonces ya nadie era capaz de pensar en otra cosa y surgían los enamoramientos.
Para nosotros las piscinas resultaban tan necesarias como beber un buen vaso de agua fría.
En tanto que en invierno bajaba hasta los 6 grados en la planicie, en Atúntrucha; no resultaba raro que en verano subiera hasta unos agobiantes 45 grados. En cuanto a la primavera y el otoño eran relativamente cortos, tan sólo un mes y medio duraban cada estación con grados agradables entre 10 y 27 grados. Así, tampoco era extraño que, en los postreros* días de marzo fuera todavía invierno y a finales de mayo, a pesar de no haber llegado aún el solsticio de verano, el bochorno se manifestaba ya enervante.[Postrero=último]

De tal manera: primavera del 1 de abril al 15 de mayo, verano del 16 de mayo al 30 de octubre, otoño del 1 de noviembre al 15 de diciembre e invierno del 16 de diciembre al 31 de marzo.
Doy por sentado que os pueda parecer inverosímil, pero estas temperaturas eran debido a algo que explicaré más adelante; no era extrañeza lo que sentíamos, sino más bien estábamos habituados a estas estaciones, al igual que los dinosaurios se adaptaron a las suyas; pues es sabido que uno se acostumbra a todo en la medida de lo posible, ya que quienes no lo lograron se extinguieron para no contarlo.
En cierto modo, no se trataba de calor lo que sentía, sino una alegría en el tiempo que finalizaba mi turno y me iba a la piscina comunitaria. Si bien tampoco no podía permanecer indiferente ante el calor, en el trascurso de las horas de trabajo; sin embargo disponía de una buena garrafa de agua bien fresquita siempre a mano. Por remotas que sean las épocas desde donde me leen, estoy seguro de que lo comprenderán.
Realmente el mes de noviembre fue gratamente recibido para todos nosotros; por fin podíamos disfrutar de ese maravilloso clima; la fresquita brisa reconfortante y al ser corto lo disfrutábamos más con una fiesta en otoño que duraba dos semanas, realizando banquetes comunitarios en las calles donde las bebidas y la música orquestal nos acompañaban en aquellas fiestas. Pero, desgraciadamente, demasiado breve al igual que años pasados. En poco tiempo llegó el día 16 de diciembre y el frío empezaba a apoderarse de la totalidad de los rincones y las chimeneas volvían a encenderse con la idea de climatizar las tabernas y salones.
Una tarde de las últimas heladas de invierno, allá por el 7 de marzo, cinco días antes de mi cumpleaños, que alcanzaba la mayoría de edad con 18 años, nos encontrábamos reunidos en la taberna de Ana. Recuerdo que llovía tórridamente en los alrededores del “El Pescado Feliz”. Arrimados a una mesa de madera de pino, en un rincón del fondo de la sala junto a la chimenea llameante nos entreteníamos charlando, comiendo y bebiendo. Concretamente, siendo la hora de la merienda, degustando el pastel de la casa, mientras conversábamos sobre increíbles acontecimientos ocurridos en aldeas cercanas estos últimos días de frío:
 –– ¡Oh, qué sabroso está! ¡Por la Diosa Selena!; Daniel, ¡qué buen pastel tenéis en la carta!, ¡oh, felicitaciones a Ana! ––Pedro cortó un trozo y usando un tenedor se lo introdujo en la boca con impetuosa gula––.
Pedro era un buen amigo desde nuestra infancia que contaba por aquel entonces con 18 primaveras alegremente llevadas. Lo conocía desde que tenía uso de razón. Resultaba un compañero de tertulias fiel y bonachón. Recio y robusto, de estatura media alcanzando el 1,70 metros. Piel bronceada y de cabello más castaño claro y corto. La graciosa fisonomía, auténtica cabeza de oso; redonda y grande. Dos pómulos prominentes le dotaban de un semblante inusitado que le diferenciaba de otros muchos que se le parecieran. Con un par de grandes ojos verdes semejantes a las esmeraldas y con contornos achinados que brillaban centelleantes*. Respiraba alegremente con una nariz gruesa junto a un par de cejas pronunciadas y espesas. [Centelleante=brillante]

Solía vestir con ropas holgadas y cómodas, con camisas y pantalones de algodón, zapatos de piel flexible.
Poseía un carácter afable; ciertamente, este chaval que de increíble temperamento, rara vez se exasperaba o se sentía de mal humor; humilde y vivo, por eso lo apreciaba. Solo se le culparía por un par defectos, puesto que es acertadamente sabido que nadie es perfecto. Y se trataba de que, a veces fuera algo perezoso y patoso, ya que cometía errores. Estas desventajas resultaban en ocasiones problemáticas, siendo muy despistado y despreocupado, perdía cosas, no demasiado puntual y se quedaba dormido con frecuencia.
Enamorado irracionalmente de su novia, Deisy, por lo tanto estaba siempre abnegado* a sus necesidades y súplicas; en ocasiones caprichosas, otras muy difíciles de cumplir; como aquella vez que le pidió que dejara de mirar a otras chicas. [Abnegado= Sacrificado]
Añadiré que su padre trabajaba en el ayuntamiento y su madre en la acuicultura de atúntruchas.
Visitaba “El Pescado Feliz” con reiteración*, en donde pasábamos unas tardes y noches de tertulias agradables, ya que la taberna de la posada era un lugar acogedor y hogareño. [Reiteración=reincidencia]
Empezó a modo aprendiz en la piscifactoría a los 15 años. Prosiguió con orgullo trabajando, salvo los días que se quedaba dormido y llegaba tarde al trabajo; pero se lo perdonaban, aunque le penalizaban descontándole dinero de su salario. Algunos le echaban en cara que fuera poco puntual; y a él, por una oreja le entraba y a través de la otra le salía.
De modo que, por lo gracioso que era, se ganó el derecho de convertirse en uno de mis mejores amigos.
 ––Estoy de acuerdo ––Manifesté, seguido de un ademán que transmitía mi aprobación––, Ana cocina de maravilla, es también uno de mis favoritos, sé aprecia un sabor a fresas suculento, y la nata, que es de una excelente calidad, lo remata con un añadido delicioso, incluso para las bocas más exigentes.
 ––Prefiero el de chocolate con cerezas y moras rojas ––objetó Ethan––, este de fresas con nata es una asquerosidad empalagosa.
Ethan era un herrero de 27 años, gran amigo de ambos, no se sabe cómo. En cuanto a su fisiología*, con una estatura muy alta, medía 2,15 metros, esbelto y corpulento, con un par de brazos nervudos*. [fisiología=anatomía] [Nervudos=fuertes]
Piel de un bronce intenso, con un cabello castaño oscuro y corto. Los rasgos de su fisonomía* se enorgullecían de contar con unos grandes, objetivos y perspicaces* ojos dulces como la miel y brillantes como el ámbar; una nariz romana bien definida remataba su identidad física. [Fisonomía=rostro] [Perspicaces=astutos]
De carácter, circunspecto y objetivo, valiéndose de una inteligencia calculadora, intentaba manifestarse, cuando se lo permitían; siendo primogénito y mayor, a pesar de ser tan joven todavía, no dejaba escapar ocasión para intentar subyugar* al resto del grupo a sus designios y caprichos. [Subyugar=someter]



Tal como he relatado, se dedicaba a forjar herraduras para los caballos, entre otras cosas, en el negocio de su padre. Su progenitor, un hombre maduro y avezado* en la herrería, con 86 años, manufacturaba con habilidad desde hace más de 65 años: espadas, cuchillos, arcos y navajas; los cuales vendía a los Guardias Reales y a los comerciantes del reino de América. Me contó una vez Ethan, que él le había acompañado en ocasiones a otras aldeas cercanas para comerciar herramientas de labranza y utensilios de cocina.
Manifestaba con un vehemente* interés aquella enfermiza obsesión por las cervezas de Ana. [Vehemente=apasionado]
Perdía, horas y más horas en la taberna con bastante constancia y en el momento que se lo permitía su trabajo y su bolsillo. Nos reíamos de sus disparates; pero, a veces, en las ocasiones que bebía demasiado, se ponía tan molesto que era menester negarle más cervezas y, aunque suene algo peyorativo*, con una impetuosa patada en el trasero, mandarlo a dar por saco a otra parte. [Avezado=experimentado][Peyorativo=negativo]
 –– ¿Os han pasado la nueva de lo que ha ocurrido en el poblado de La Manzana? ––Preguntó Diego, un vecino de mediana edad que trabajaba en la cría de atúntruchas desde hace mucho tiempo, el cual se sentaba con nosotros en ocasiones.
 –– ¡No! ––Manifesté yo, con el incansable interés propio de un joven––; ¿Qué ha sucedido?
A mí me interesaban en aquellos días de mi juventud todas aquellas historias populares sobre sucesos y anécdotas, que, inexplicablemente, acontecían en las tierras del reino; normalmente se trataban de problemas como el de la aparición de criaturas extrañas, con unas características inusuales.
 ––Ha surgido de la espesura otro lobo gigante ––respondió diego, expresando un miedo en sus ojos que trasmitían un sentimiento de indefensión––; según me dijeron… aproximadamente, de un tamaño bastante grande… midiendo dos metros de hocico a cola. Lo que pasó fue lo siguiente: ha matado a un buey de labranza y tras descuartizarlo, se ha escabullido entre la maleza.
 –– ¿De qué color tenía el pelaje? ––Preguntó Ethan––; por ahora se conocen siete especies de lobos. El más grande que se conoce tiene el pelaje de color negro. Según explicaron, llegan a medir hasta tres metros de longitud cuando llegan a la madurez; sin embargo, los lobos son criaturas taimadas* y no suelen atacar a hombres; supongo que será porque no les resultamos deliciosos; qué sé yo. Por lo que he oído, están dotados de una singularidad sagaz; no se compadecen de nuestros animales; solamente atacan en el momento que están realmente desesperados y hambrientos, lo que es en rarísimas ocasiones, puesto que son buenos cazadores. Regularmente se alimentan de musmones en las montañas lejanas; sin embargo, no hay presas que se les resistan. *[Taimadas=astutas]
 ––Tengo entendido que de un color negro y con los ojos rojos, debería ser un ejemplar joven aún ––Especificó Diego––. ¡Es increíble! ¡Uno ya no está seguro ni en las tierras del reino!, el rey debería desplazar más guardias a zonas rurales. Ellos, la capital, se benefician de la llegada de miles de productos elaborados en las aldeas; nos lo deben, tienen la obligación de protegernos.
 ––Has tocado un tema delicado ––opiné resignado––; no esperes nada del monarca Leónidas; no llegará ninguna ayuda, te lo aseguro.
 ––Podríamos defendernos nosotros mismos ––opinó Ethan––. ¡Yo ya estoy preparado!
 –– ¿Cómo te defiendes contra en un ataque imprevisto de una bestia de 3 metros de largo? Me gustaría que me lo aclararas ––Preguntó irónicamente Pedro.
 –– ¡Qué blandengue eres Pedro! ¡Pues, con un hacha!; lo esquivas y, ¡zaz!, ¡le cortas el cuello! ––Respondió Ethan emocionado.
 ––Me gustaría aclararos ––dije–– que lo más peligroso de esta especie sobrenatural de lobo negro (denominado por Arturo: el aventurero caza monstruos, como Lobo Pesadilla) no son sus dimensiones, sino su destreza, su rapidez. Afortunadamente prefieren a nuestros animales; no obstante, ciertamente, es una desgracia, puesto que uno puede verse en circunstancias dificultosas al quedarse sin caballo en lugares alejados de toda población.
 ––Veo que estas muy bien informado ––expresó Pedro mirándome directamente.
 ––Bueno… ¡Ja,ja,ja! ––le dije––, he leído un libro de Arturo El Aventurero.
 ––Este rey que tenemos no es muy agudo ––opinó Ethan––, yo, en su lugar ya habría dado la orden para la construcción de una muralla que protegiera las tierras del reino. Después de unos 1000 años de monarquía todavía no ha habido ninguno suficientemente digno del trono. En mi humilde opinión, la casa real de Los Leones está maldita. Tampoco nos permiten protestar por sus malas políticas y la administración del reino; ni por el mal uso de los impuestos abusivos.
 –– ¡Más bajo por favor!, habla más bajito ––exclamó Pedro, escudriñando su alrededor, preocupado por la presencia de espías reales––. ¿Tú quieres que nos corten la cabeza? ¿Verdad?, ¡no manifiestes tu parecer acerca de La Familia Real, de manera despectiva, o algún día te verás envuelto en un problema muy gordo!; ¡Ethan eres valiente como un gato, asomado por una ventana por la que, al otro lado, hay perros rabiosos, y el felino se precipita incoherentemente hacia peligro. Te pasará factura tu gallardía; serás presa de un fatal porvenir si no corriges tu conducta audaz.
 –– ¿Quieres saber lo que pienso de todo esto? ––Expresó Ethan mirando a Pedro––; me da igual que pueda haber un condenado chivato en la taberna o que se enteren mediante sus poderes divinos, en los cuales no creo; es por ello, que siempre expresaré mis pensamientos, de lo que considero injusto e ilógico.
 ––Pero te imploramos, por favor, que lo expreses susurrado en los momentos que te encuentres con nosotros ––Le comuniqué con una sonrisa––; aprecio mucho mi cabeza, no me gustaría perderla.
 ––Bien, dialoguemos susurrando de La Familia Real. ––Expresó Ethan con indignación––. ¿Quiénes son ellos? ¿Con qué fundamento han privado a la sociedad de todo avance tecnológico?; Ya sabéis, queridos compañeros: «queda terminantemente abolido, por orden del rey, bajo pena de muerte; dedicarse la ciencia; tampoco a la magia, ¿y qué es aquello de la magia?, ni lo sé, pero bueno; ni a la ingeniería, ni imagino que es. Queda vedado fabricar armas de artillería; eso sí lo entiendo, pues podría llegar una flecha gigante ardiendo al mismísimo culo del monarca. Nadie puede aplicarse a la astrología, ¿y a quien le interesa las estrellas, para que sirven a parte de adornar las noches? En último lugar; una pequeña reflexión mía, ¿Por qué razón se niegan a construir una muralla protectora en los márgenes del reino de América?
 ––Escucha; y te explicaré el motivo ––recuerdo que manifesté––. Resulta que el rey teme cualquier poder intelectual que le pueda rivalizar. ¿Qué sabemos de la historia del mundo? Sin contar los mil años de reinado de La Casa Real de Los Leones, no disponemos de conocimiento acerca de civilizaciones antiguas... ––Paré para meditar dos segundos y proseguí––. Teniendo en cuenta que intuimos que la humanidad ha estado enumerando desde hace 11330 años, ¿Cómo es que estemos en esta tesitura de desconocimiento relativo la historia? ¿Qué ha pasado con los restantes 10330 años? ¿Existe información en la biblioteca real sobre las crónicas del mundo de esos años? ––Paré de hablar seis segundos para meditar. Mis amigos me observaban con entusiasmo, esperando que continuara; y proseguí tras un momento de inspiración––. Yo soy de los que creen que el mundo es redondo y no plano.
 –– ¿Qué locura es esa tont… ––expresó Ethan, seguido de una cadena de ademanes que hablaban de desaprobación en una lengua que aunque muda no era por ello menos expresiva––.
 Proseguí, sin permitirle terminar su pregunta:
 –– ¡Qué El Mundo Conocido, tan sólo es una minúscula región del espacio natural que podemos explorar. Se sabe por las leyendas que la tierra tenía mares, ¡eran como lagos desmesuradamente gigantescos, pero sin límites! millones de quilómetros de terrenos de agua salada donde nadaban los atúntruchas en libertad; y puede que todavía se localicen por allí en las lejanías, mucho más allá de lo que conocemos; lo intuimos por la tradición popular pasada de padres a hijos; ya casi como una leyenda; mas, creo que es real; ¿No os parece raro? Ya hemos hablado de este tema muchas veces, en mi opinión; algo existe, algo ocurre, algo ocultan; y por alguna razón nos impiden ver la realidad.
 ––Eso nunca lo sabremos ––opinó Pedro––; pues, solamente somos unos simples aldeanos, ¿qué podemos hacer nosotros?
 ––Yo tengo inquietudes ––manifesté con emoción y, ¡golpeando la mesa con la mano derecha, juré con el puño izquierdo cerrado con ímpetu!––. Algún día exploraré, incluido las tierras salvajes, en busca de respuestas y llegar a los márgenes del mundo, a fin de poder resolver qué es lo que sucede, ¿por qué desaparecen los exploradores!
 ––Suena interesante ––expresó Ethan elocuentemente, mirándome con una sonrisa sincera, que expresaba lo agradable que sonaba mi repentina idea de abandonar Atúntrucha––; yo te acompañaré y Pedro también; ¿verdad Pedro?
 ––¡A mí no me metáis en vuestras locuras! ––Gritó Pedro––; ya sabéis: yo y mi novia y…
 ––¿Deseas casarte tan joven? Deisy puede esperar ––espetó Ethan interrumpiéndolo de una manera muy brusca––, seguirá joven y bella por 150 años más.
 ––Me gustaría saber por qué nací con esta marca. ––Exclamé inconscientemente, interrumpiendo a Ethan––. ¿Qué significa?
 ––Debe ser una marca de nacimiento ––opinó Ethan––.
 ––Me siento algo agobiado, necesito descansar un poco en mi habitación ––les comuniqué y me despedí con un gesto cordial––.
Me fui a mi habitación en el ático y estuve tres horas descansando un poco del día de trabajo agotador. Trascurridos esos momentos me entró una inexplicable necesidad de dar un paseo. Entonces me vestí y bajé las escaleras hasta el comedor. Pude comprobar que aún continuaban mis amigos bebiendo cervezas; Ethan parecía estar ya bastante borracho. Atravesé el comedor y mientras corría, saltando tan espontáneamente como una gacela, abandoné la posada por la puerta principal. Corrí por el camino exterior de la calle circular paralela al “El Pescado Feliz”; constituido por un mosaico de piedras grises bien adosadas con cemento. Al cabo de un momento, me detuve en un punto en concreto de la vía de piedras; había dejado de llover y torcí ligeramente mi cuello para contemplar el cielo parcialmente despejado del anochecer; divisé algunas estrellas y esa sospechosa esfera redonda llamada Luna, donde se garantizaba que moraban los dioses; o eso contaban en los templos lunares; semejante a, abundantes estupideces, con el fin evidente de someter a los inocentes.
El imponente satélite irradiaba intensamente, en contraste con la oscuridad casi absoluta que le envolvía; una blancura iluminada por unos rayos solares que la convertía en una diosa de las tinieblas sombrías, sonriendo a sus regiones sublunares; a modo si fuera un copo de nieve gigante en medio del inmenso vacío del espacio. La contemplaba, con mis grandes ambarinos ojos; ¡un astro radiante, misterioso, y fascinante!
En ese momento, mientras la observaba noté algo insólito, algo raro y perturbador. Vislumbré en ella, una sombra que crecía lentamente.
« ¡No puede ser posible! ¬¬––pensé––.»
Era un ser vivo, no cabía duda; planeando en el firmamento, como si no le afectara su peso; debía ser de unas dimensiones increíbles pues la circunferencia que mostraba a tanta distancia resultaba ser parecida a la de un ser bípedo.
« ¡Sin embargo, los hombres no volamos! ––Medité––.»
O eso asemejaba; no obstante, se encontraba tan distante que tan sólo se columbraba una pequeña silueta difusa, la cual percibía gracias a la desemejanza que el extraño ente producía, una disparidad luminosa dentro de un segmento de la Luna, junto al cráter mayor, con una forma parecida a la de un humano, pero no podía asegurar que lo fuera. Pasados unos minutos desapareció con un movimiento veloz, como el de un murciélago; y aquel repentino descubrimiento me dejo embelesado* y perdido en un mar de confusión y de nebulosa incredulidad. Entonces fue cuando me pregunté a mi mismo si me debía replantear mis creencias; yo, que no había manifestado ni un ápice de la más mínima fe.*[Embelesado=cautivado]
« ¿Será verdad lo que asegura nuestra religión, sobre los dioses; aquellos libros sagrados que hablan de las divinidades que habitan en la Luna?» Medité confuso.
Momentos después, en el instante en que regresé a la posada, saludé a mis amigos; pero no les conté nada de lo ocurrido; ya que no era mi intención que me tomaran por un lunático; nunca mejor dicho. Tras una ligera conversación sin importancia, me despedí con una sonrisa forzada y un ademán de hasta mañana. Subí a mi habitación por las escaleras de madera. Cuando llegué, me vestí con un holgado y cómodo pijama. Trascurridos unos minutos, me acosté en mi confortable cama; la cual estaba pegada junto a una ventana circular oblonga, cerrada con un par de postigos de madera.

Intenté dormir; mas, no lograba tranquilizarme; ya que se apoderó de mí un indecible malestar físico y un terror que devoraba mi alma con gula.
« ¿Qué fue ese ser? ––Pensé–– y, ¿cómo puede volar? ¿Podría ser un dios de la Luna? , es decir, ¿uno de nuestros dioses?»
Tras unas horas de desvelo me dormí y soñé con que algo me observaba desde la luna; un contorno difuso con considerables proporciones que crecía y me alcanzaba; me inmovilizaba y me llevaba muy lejos.
« ¿Qué locura? ––Pensé al despertarme–– ¿Qué incoherencia? ¿Un ser viviente en el cielo? ¡No puede ser!»
Finalmente, muy entrada la noche, derrengado* por el cansancio acumulado en mis huesos me sumí en un tranquilizador sueño; una somnolencia que sosegó todo mi cuerpo anestesiándolo pausadamente y entonces mis párpados se cerraron involuntariamente y logré pon fin desconectar. [Derrengado=agotado]



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CAPÍTULO 2


Día 8 de Marzo: Me desperté tras una noche deprimente, debido a la inquietud que me procesaba el que alguien pudiera levitar a gran altura. Os parecerá extraño sin embargo deben de tener en cuenta mi situación por aquellos días, mi falta de conocimiento relativo a todo lo extraordinario. Aquella deidad, un dios ubicuo*, inmortal, que inevitablemente, me quisiera castigar por criticar a nuestro Rey, ¿su hijo?; no obstante, dejemos atrás esta monomanía* mía, quizás una pizca desproporcionada y paranoica. [Ubicuo=omnipresente] [Monomanía=obsesión]
No me hubiera levantado aquella mañana si no fuera porque me tocaba trabajar en la taberna, pues era deber mío adecentarla, a fin de que los clientes se sintieran confortables en los momentos que llegasen o bajasen de sus habitaciones. Me vestí, en un instante, con el traje de oficio y bajé rápidamente hasta el almacén donde depositábamos nuestros utensilios de limpieza. En un segundo agarre sin ganas la monótona escoba y me fui a barrer el suelo del comedor. Más tarde, volví por un trapo amante de la suciedad para limpiar las mesas. Al cabo de unos minutos, empecé a fregar la habitación, de arriba a abajo, monótonamente, medio dormido aún. Me desviví unas dos horas repasando los diferentes rincones de la estancia, cuando, en un intervalo cercano a las nueve, Ana entró en la sala, mostraba en su fisonomía una expresión turbada junto con a un ademán que trasmitía preocupación:
 ––Daniel… toma… es para ti ––confesó Ana con una expresión en su semblante que revelaba sueño. Con un movimiento ágil levantó la mano derecha en la cual atenazaba un sobre blanco; me la tendió, mirándome con un rostro que transmitía todos los matices de la confusión y la curiosidad, y luego me dijo––; un barrendero lo ha encontró hace dos días en el suelo, cerca de la posada y al ver que iba dirigida a ti se ha acercado atraérnosla.
Me quedé altamente extrañado y pensativo: « ¿Una carta? ¿De quién será? Si yo no conozco a nadie fuera de Atúntrucha; entonces, ¿quién me la manda?; la leeré en mi habitación.»
 ––Ana ––Le confesé y con una incertidumbre que inundaba mi alma, llenando mi mente de un mar de inquietudes insondables*––, me encuentro en un mar de dudas, ya que me es desconocida la identidad de su remitente… me gustaría… saldré de dudas en mi dormitorio, si no te importa… ¿Puedo tomar un pequeño descanso? Te lo recompensaré esta semana haciendo horas extras. [Insondable=profundo]
 ––Descansa el resto del día, si lo necesitas ––respondió Ana; tan comprensiva, siempre abnegada*––; has trabajado duro esta semana, ya hará tu trabajo Susana; venga… vete tranquilo. [Abnegada=sacrificada]
Una vez le di las gracias con un gesto que, aunque mudo, no por ello era menos expresivo, subí las escaleras con toda la celeridad* que me fue posible hacia mi habitación. [Celeridad=velocidad]
Entré en ella y después de sellar mi santuario, me senté en mi trono de madera color caoba junto a mi escritorio; tras un corto intervalo de meditación, en el instante que me sentí cómodo, contemplé el sobre y tras darle la vuelta, encontré sobre la otra cara, unas letras, una frase en el reverso: «Para Daniel; que vive en el hostal “El Pescado Feliz”. Entregar anteriormente al 12 de marzo. Es urgente y de vital importancia que la reciba su destinatario.»
« ¡Qué raro! ¿Quién demonios puede ser? ––Me pregunté mientras me acariciaba la barbilla con mi mano derecha––.»
Lo abrí con manos trémulas*, como fui humanamente capaz. A poco, saqué una nota amarilla del interior del envoltorio y en ella descubrí unos caracteres que parecían haber sido trazados con delicadeza, usando tinta negra, intensa y brillante. [Trémulas=temblorosas]
Os figurareis cuál fue mi reacción, ¡cuán* impaciente estaba yo por descubrir que decía! Ya que aún conservo la misiva* en algún mueble, bien guardada en mi biblioteca os puedo relatar, letra por letra, consonante por consonante, vocal por vocal, lo que decía, con todo detalle, sin dejar nada primordial: [Misiva=carta] [Cuán=cómo de]
«Saludos cordiales Daniel. ¿Quién soy, te preguntaras? Puedes considerarme un amigo de tus padres que desea ayudarte. Me gustaría explicarte muchas cosas, pero de esta manera no. Te espero en la posada: “El Perro Gordo”; la cual se encuentra en la aldea: “Frutos Secos”. Te cito el día 12 de marzo, a las 20:00 horas concretamente. Cuentas con unos pocos días para presentarte y confió en que llegues a tiempo; de lo contrario, le dejaré al posadero un regalo; un obsequio mío, algo sobradamente especial. Es extremadamente importante que entiendas que es de valiosa magnitud que acudas a la cita, pues tengo algo que necesito comentarte personalmente. Hasta pronto Daniel, ¡buen viaje!»
No daba crédito a lo que transmitieron mis pupilas en dirección a mi inteligencia central, colapsándola de extrañezas incomprensibles. Mi mente fue arrastrada a un abismo de sombras, a través de enigmas y cuestiones miles, tormentos e inquietudes. Con gran sorpresa por mi parte entendí que un desconocido, el cual se autoproclamaba amigo de mis padres, me citaba en una posada, en Frutos Secos, a una distancia de más de 105 kilómetros de mi aldea, hacia el suroeste.
Nunca salí fuera de Atúntrucha y este misterioso extraño me solicitaba desplazarme a un lugar más cercano a “Las Tierras Salvajes”; por lo tanto, sendas más inseguras; aunque no mucho, tampoco hay que exagerar; por consiguiente, al fin y al cabo, se encontraba relativamente próximo, a uno o dos días de viaje a trote y todos sabíamos que era habitual el comercio entre las dos aldeas; “Frutos Secos”, como su apelativo indicaba, se dedicaba a la elaboración de frutas desecadas de albaricoques y ciruelas principalmente. Asimismo, era acertadamente conocida su situación en el mapa, de hecho mi amigo Ethan, recordé, había ido a comerciar en algunas ocasiones y regresado ileso.
«Tampoco es que esté situado en los márgenes del reino ––pensé mientras estudiaba un mapa de la zona––; se encuentra considerablemente cerca de aquí.»

Tras un breve momento, después de reflexionar, esta proposición fue para mí, que soñaba con grandes aventuras, una invitación admisiblemente acogida para mi corazón y desmesuradamente mal recibida por mi conciencia, que analizaba los peligros a los cuales me enfrentaba por realizar tales hazañas propias de intrépidos aventureros; los cuales, guiados por el calor de su primer impulso, sin meditar sobre las amenazas a las que se exponían, irracionalmente e impetuosamente se lanzaban a ello. En efecto, una excursión era lo que yo anhelaba, propia para un joven con ganas de aventuras.
Además, evocaba mis ideas y fantasías; recordaba le a mis camaradas referente a como deseaba explorar “Las Tierras del Reino de América”; y quizás, algún día, bajo un arrebato de locura que me poseyera, intentar penetrar en “Las Tierras Salvajes” para desvelar los secretos de los límites, y así matar dos pájaros de un tiro. Por otro lado, la intriga por lo oculto e indómito, me provocaba ávidas sensaciones y un deseo terrible de partir enseguida.
« ¿Qué me desea regalar el amigo de mis padres? ––Me pregunté a mi mismo en mi interior, sentado en mi escritorio–– ¿Y por qué motivo? Eso lo sabré; acudiré a la cita del 12 de marzo ––pensé, en una impetuosa locura, poco racional e incoherente––.»
Analizaba el porvenir; no me sentía preparado para emprender el desplazamiento yo solo, por este motivo y otros infinitos no menos considerables, decidí proponer a mis amigos que me acompañaran en esta aventura; pues, es adecuadamente sabido que las expediciones en dirección hacia “Las Tierras Salvajes”, son, cuanto menos, inseguras; «cuanto más te alejas, más inseguridad hay», o eso decían. ¡Necesitaba compañeros exploradores y se lo iba a plantear a Pedro y Ethan!; quienes, recordad, se habían ofrecido ellos mismos acompañarme.
Intuitivos sois y por ello adivinareis que la propuesta realizada el mismo día por la noche, fue bien acogida por estos alocados amigos:
 –– ¡Me parece una estupenda idea! ––Opinó Ethan entusiasmado––. Iremos, pero, como comprenderás, Daniel, necesitaremos hacer preparativos, reunir los materiales y víveres necesarios; puesto que no se debe salir de las aldeas falto de mapas y brújulas. Es importante poder contar con unos caballos, aunque podríamos llegar a pie; sin embargo, no compareceríamos anteriormente al día 12; es de vital importancia que nos preparemos para posibles imprevistos, ya que nunca se sabe lo que nos puede acontecer en tierras de nadie.
 ––Ya sabía lo que ibas a decir, Ethan, y te agradezco tu ayuda ––expresé con un ademán que desbordaba alegría––, ¡Eres un valiente y fiel amigo!; no obstante, primeramente, permíteme advertirte: puede ser arriesgado pues se presentaran amenazas en el exterior; ya sabes: pequeños lobos grises hambrientos, bandidos. Bueno; tú lo sabes mejor que yo. ¿Has tomado tu decisión definitiva, asumiendo las consecuencias?
 ––No te preocupes por mí, tonto ––respondió Ethan con un gesto transmitiendo valentía––, como ya te dije una vez, no es la primera ocasión que salgo de “Atuntrucha”, he ido un par de veces por trabajo con mi padre a “Frutos Secos”; por este motivo soy el más indicado para guiaros en esta excursión y no tendrás que pagarme; yo me encargaré de que lleguemos vivos.
 ––Pedro, ¿Qué piensas? ––Le pregunté girando mi cabeza, y pude comprender que se encontraba perdido en sus propias dudas y temores––.
 ––Veras… a mi novia no le hará ninguna gracia, pero estoy seguro de que no le importará demasiado que me ausente unos pocos días para ir y volver a “Frutos Secos”, Ethan ¿a cuántos días a caballo se encuentra esta aldea?
 ––Está a unos 105 kilómetros ––aclaró Ethan––; pero, antes de alcanzarlo, hay que atravesar la arboleda de Abedules, llamado “El Bosque Protector”; dicen, por cierto, que es un pequeño bosquecito sobradamente tranquilo, tal cual su nombre indica; yo cuando pasé por allí no tuve ningún percance. No debe resultar ningún problema a caballo, con un trote pausado. Calculo que nos llevará una o dos jornadas, dependiendo de las horas de viaje diarias y lo extenuados que se muestren los caballos.
 ––Teniendo en cuenta ––expuse–– que un caballo trota de media entre 12 y 14 kilómetros por hora; siete horas de trayecto suponen de 84 a 98 km, lo necesario para llegar en un día al inicio del bosque. Necesitamos, por lo tanto, dos días, ya que, no es conveniente que nos adentremos de noche en él. A la mañana siguiente ¡zas! Entramos y comprobaremos que tal protector es, y en unas pocas horas más llegaremos a esta aldea situada en su centro.
 ––Calculemos, entonces, dos días ––respondió Ethan––; siete horas viajando y cuatro de descanso.
 –– ¡Ah!, estaremos de vuelta antes de cinco anocheceres, más o menos ––observó Pedro––, de tal manera, me apunto; sin embargo, os hago responsables de mi vida.
 ––Con esa actitud es mejor que no nos acompañes ––expresó Ethan, con una blanca sonrisa––; serás más un estorbo que una ayuda.
 –– ¡No seré un estorbo! ––gritó Pedro, crispado*––. ¡Iré aunque me cueste un disgusto! [crispado=enfadado]
 –– ¿Asumes las posibles consecuencias que puedan ocurrirte por abandonar la seguridad de nuestra aldea? ––Le Pregunte––.
 ––De acuerdo; ¡Lo asumo! ––Respondió Pedro; pero no muy convencido––, ¡Y os aseguro que no seré una carga!
 Noté una cosa: Ethan se esforzaba para no reírse, había conseguido lo que quería, con un curioso método, provocando a su amigo; algo habitual en él, tenía un don para esto.
 ––Empezaremos los preparativos para el viaje. ––Sugirió Ethan––. Yo me encargaré de las armas. Tú, Daniel, ocúpate de los corceles; si te parece razonable. También de los equipos; que no falte comida y que abunde el dinero.
 ––Muy bien; eso está hecho ––prometí––, no creo que a Ana le importe prestarnos tres caballos; en cuanto al resto: a los víveres y herramientas, tanto como una brújula, un termómetro, un mapa de las tierras del reino, de todo eso me encargaré yo personalmente. Vosotros, además, podéis cargar en vuestras mochilas aquello que creáis que pueda sernos útil.
 ––Entiendo ––contestó Pedro––, yo aportaré unos bizcochos, ¡je,je,je!
 –– ¡Ja,ja,ja! ––Me hizo gracia su ocurrencia, siempre tan goloso––; no vienen mal unos pequeños hidratos de carbono, pese a que vayan a ser los animales los que hagan el esfuerzo; pero once horas, sentados sobre las albardas* y a galope*, debe ser agotador también, me imagino. [Albarda=silla del caballo donde se sienta el jinete] [Galope=velocidad máxima alcanzada por un caballo]

 ––Necesitamos además ––sugirió Ethan––, cuchillos: para cortar plantas, frutas silvestres, desgarrar la carne y de más; una caña de pescar con gusanos y no vendría mal que lleváramos tres buenos arcos con flechas con puntas reforzadas, para cazar y defendernos de posibles bandidos y alimañas hostiles. ¡Ah!, se me olvidaba, súper importante en gran medida; llevar mecheros para prender fuego, por lo menos diez, de los sacos de dormir y la tienda de campaña te encargas tú –dijo señalándome con un dedo– ¿Te parece bien, Daniel?
 ––Cuenta con ello ––respondí––, pongámonos en esta labor. Partiremos a las regiones meridionales de la aldea, cuando tengamos todas las provisiones; deseo que podamos entrar precedentemente al día 12 de marzo a “Frutos Secos”.
Expondré ahora un pequeño resumen de los consecutivos días:
Día 9 de marzo, 11329: lo dedicamos a localizar y comprar, alquilar, pedir prestado, todo lo acordado y necesario. Así no es extraño que Atúntrucha entera colaborara para reunir los suministros; de modo que, si existía una confraternidad y abnegación apreciada por nosotros; ya que muchas cosas fueron regaladas por los comerciantes que deseaban ayudar; asimismo, otras, por algunos vecinos, amigos. Era la forma que tenían de manifestar su apreciación por su querida aldea, ya que no todos los días se veían unos aventureros, dispuestos a recorrer más de 100 kilómetros privados de protección por La Guardia Real. Como recordareis, normalmente, los comerciantes iban protegidos por los soldados de La Casa de Los Leones, los cuales además de hacer su trabajo, a su vez se aseguraban de que se cobraran los impuestos abusivos. Nadie, en su sano juicio, digo nadie, iba sin protección por las vías; tan sólo los intrépidos aventureros y los locos. Por lo general, el pueblo resultaba tranquilo en el interior, tras las empalizadas era peligroso, por ello la noticia fue acogida con gran novedad y entusiasmo.
Día 10 de marzo: Me desperté cerca de las 5:30 horas aproximadamente de la madrugada. Habíamos quedado a las 6:00 para emprender el viaje. Tomé la mochila que estaba elaborada de algodón color gris. En ella metí todos los instrumentos de exploración necesarios para guiarse por el reino: mis mapas, mi brújula personal. También introduje unas cuantas manzanas y un par de bocadillos. Una bolsa de tela marrón bien llena de monedas, dinero que había ido ahorrando desde los quince años. Agarré la espada que me regaló Ethan, un arco de flechas, una daga, la cual como es costumbre, me la coloqué en la cintura y salí de mi dormitorio con algo de ansiedad, pero con brío bajé las escaleras rumbo a la taberna, y tras esto atravesé el comedor hasta alcanzar la puerta de la entrada delantera y tras abrirla; allí afuera hacia bastante frio a esas horas intempestivas. De pie, pisando la calle paralela como dos estatuas, me estaban esperando, en la penumbra de la noche, mis amigos.
 ––Seguidme ––les pedí, invitándoles a entrar con un gesto realizado con la mano derecha––. En el establo nos están esperando nuestras monturas y todas las provisiones ya acomodadas en las bolsas de los caballos.
 ––Tu delante ––comunicó Ethan, con un ademán que expresaba impaciencia––. Cuanto antes partamos mucho mejor.
 –– ¿No sería mejor que esperáramos a que salga el sol? ––Preguntó Pedro––.
 ––No hay tiempo que perder ––dijimos Ethan y yo al unísono––.
 ––No te preocupes por la oscuridad ––dijo Ethan––; tarde o temprano el crepúsculo volverá para traer la noche del siguiente día; tendremos pues que acostumbrarnos a ello.
 ––Bien, vamos, no lo demoremos más ––expresé––. No te preocupes Pedro, está apunto de amanecer.
Los guie hasta una puerta trasera de la taberna. Esta era una habitación construida de madera con parcelas para reguarnecer hasta treinta animales y el suelo se encontraba relleno de paja, de tal modo es costumbre en todas las caballerizas del reino de América. Allí, nos estaban esperando nuestros preciosos compañeros, tres enérgicos y esplendidos caballos.
Uno fuliginoso* para mí, otro pardo para Pedro, y el último plomizo para Ethan. Ellos iban a soportar el trabajo más arduo, se merecían que les pusiéramos nombres: al negro, le puse de nombre “Saltamontes”, Ethan llamó “Nemo” al gris y Pedro lo bautizó al marrón, como “Turrón”. [Fuliginoso=negro]
A poco, subimos a los corceles; poca práctica poseía yo guiándolos y Pedro tenía el mismo problema; sin embargo, Ethan parecía acostumbrado. Fuimos desplazándonos a una velocidad inferior al trote*, para ir habituándonos a la técnica para guiar uno, con las riendas. [Trote= velocidad media del caballo, superior a caminar, e inferior al galope]
Por fin, tras pasar por el puente y abrir el portón de la empalizada que protegía Atúntrucha de los peligros del exterior salimos y al cruzar el marco de las puertas los guardias nos contemplaron algo extrañados; llegaron a murmurar algo entre risas que no fui capaz de comprender. Dejamos atrás la aldea; entonces, me paré un instante y tras darme la vuelta, me puse a contemplar mi aldea:
 ––Hasta la vista ––expresé––; espero poder volver pronto.
 –– ¿Ahora te pones nostálgico? ––Se burló Ethan, con una sonrisa irónica en sus labios––; pero si ni siquiera hemos abandonado los alrededores.
 ––Bien ––se pronunció Pedro––; ahora, ¿hacia dónde, Ethan?
 ––Seguiremos el camino comercial en dirección sur a lo largo de unos 60 kilómetros, y luego giraremos rumbo al este, no tiene perdida, hasta que nos acerquemos al rio Arkansas el cual deberemos traspasar por el puente y al cruzar llegaremos a una gran arboleda donde finaliza la calzada; entonces atravesaremos “El Bosque Protector”, caminando y guiando a los animales por las riendas, durante un pequeño tramo más. Es inevitable para conseguir llegar a “Frutos Secos”; ya que, como antes dije, este pueblo se caracteriza por estar en el centro de esta frondosidad* y no existe una senda bien definida para conseguirlo, quizás encontremos un sendero ligeramente borroso, a intervalos. [Frondosidad=abundantes hojas y ramas]
 ––De acuerdo ––dije, mientras miraba mi reloj automático––; nos espera una buena cabalgata. Son las 6:35. Nos pararemos a comer sobre las 13:30, más o menos. Y así dejaremos descansar a los caballos dos horas. Luego seguiremos la marcha a un trote pausado, hasta las 21:30 horas. Más tarde buscaremos un lugar para establecer el campamento nocturno. Mañana, 11 de Marzo, debemos penetrar la espesura sin demora, o de lo contrario, no llegaremos a tiempo a mi cita.
Seguimos el camino del sur; pude contemplar un letrero que ponía: “Frutos secos a 104 kilómetros”. A poco, empezamos a cabalgar a trote moderado, lo recomendado para no cansar a los corceles. Ellos nos guiaban por la vía, no hacía falta hacer un gran esfuerzo intelectual o físico para esto; se mostraban muy intuitivos. Realmente estaba asombrado con la rapidez; la verdad daba una chispa de terror, llegando a los 14 kilómetros por hora a galope; a veces me asustaba un poco la idea de que me pudiera caer accidentalmente del animal, mas yo me agarraba con fuerza.
Lamenté que no dispusiéramos de más tiempo para viajar con más tranquilidad y tener la oportunidad de disfrutar contemplando los bellos paisajes del entorno. Al cabo, nos cruzamos con varias caravanas comerciales protegidas por un séquito de guardias reales. [Al cabo*=en un instante]
Mis sentidos captaron mientras cabalgaba lentamente un precioso paisaje de invierno: praderas de hierbas cubiertas por espesa nieve, adornada con arbustos blancos y árboles de diferentes especies se erguían por aquí y por allá. Crecían mayoritariamente abedules cubiertos parcialmente de nieve, de finos troncos grises y sus hojas alcanzaban los seis metros de altura, unas pequeñas, sin embargo bonitas; las cuales, esparcidas también sobre el terreno, en sus alrededores, creando un bonito manto de hojas con variados tonos de marrón, verde y amarillo.
Cerca de la vía, rocas con un sinfín de formas y tamaños entre grandes y diminutas de tonos grises, decoraban el campo silvestre con una belleza sublime. El verde, marrón y cetrino de los vegetales, el marrón y gris de los árboles y el blanco de la nieve predominaban en un paisaje envuelto por un manto celeste con un cielo despejado aunque frio como el corazón de una viuda.
El primer amanecer de mi vida fuera de mi villa. Un sol amarillo, fulguraba* tenuemente, sus primeros halos de luz se asomaban por el lejano horizonte, el cual, empezaba a iluminar ligeramente el ambiente. En un momento del trayecto, mis miradas se posaron en un par de liebres que corrían entre setos, saltando de arbusto en arbusto y escondiéndose de mis contemplaciones. [Fulguraba=brillaba]
En resumen, después de siete horas de viaje siguiendo el trayecto, nos detuvimos para comer y permitir descansar a los caballos un par de horas. Más tarde encontramos un buen lugar apartado en el prado; alejados del camino unos pocos metros al este.
Era parecido a una cueva, aunque carente de entrada, ni galerías que se adentraran en una montaña; pues tan sólo era una roca inclinada algunos grados; majestuosa, demasiado grande, la cual terminaba en pico, apuntando hacia el cielo, hacia el este, dejando el camino en dirección contraria. La gigantesca roca sobresalía y creaba una pequeña cueva o guarida con sombras, un lugar perfecto para resguardarse de la lluvia; pero no una verdadera cueva, pues no se erguían montañas en los alrededores.
Ethan fue a por madera, la cortó de un árbol cercano e hicimos un pequeño fuego. Nos sentamos y sacamos los pertrechos*: abundante pan, atúntrucha en conserva en abundancia, agua, una manzana para cada uno. Los caballos comieron también y holgaron*, que bien merecido se lo tenían. Mientras comíamos discutíamos a cerca de diferentes asuntos; seguíamos una conversación interesante relativa a bandidos procedentes del noroeste; al parecer se escondían en esta zona meridional. [Pertrechos=provisiones] [Holgaron=descansaron]
 ––Debemos ser cautos por las noches ––advirtió Ethan––; más hacia el sur es posible que haya escondidos en cuevas cercanas, bandidos, asesinos, ladrones, desterrados que se esconden de la ley; si nos ven, damos por perdidos los caballos y quizás algunas provisiones; si son muchos, es mejor no enfrentarnos a ellos; o eso me contó mi padre, el cual viajaba mucho por esa zona.
 ––Ethan, podrías habernos contado eso antes ¿No hay modo de evitarlos?
 ––pregunté––. Si nos roban los caballos no llegaremos a tiempo y creo que nos costará más cara la pérdida, de lo que ganemos con ese regalo.
 ––No hay atajos en este mundo de locos ––opinó Pedro––, nos arriesgamos o volvernos a casa.
 ––No regresaremos, te lo aseguro Pedro ––afirmé con un aspavientos* que era la confirmación de una promesa––, quedaríamos sobradamente mal ante los vecinos, amigos y la familia. Ahora, si os parece correcto, echemos una siesta por turnos; mientras uno vigila los otros dos pueden descansar un ratito; nos sentará bien. [Aspaviento=gesto]
 ––A descansar con la barriga llena ––expresó Pedro acompañado de una blanca sonrisa––; una pequeña siesta es justo lo que necesito ahora.
No hay hombre a quien no le guste una buena comilona en el campo; y así, con la barriga feliz y caliente; tras yacer unos pequeños intervalos de tiempo, en un momento cercano a las 16:00 horas, subimos a las monturas y proseguimos. Resumiendo: de 16:00 a 21:00 los caballos fueron desplazándose a trote lento por las planicies del terreno, danzando sin parar a través del camino, sin perder el tiempo.
Había momentos en los cuales comenzaba a apreciar la extenuación de mi caballo; esto me preocupó, pues quizás tendríamos que detenernos antes de lo planeado y dejar el resto del viaje para la siguiente jornada. Era aquél lugar silvestre aún más bello y extraordinario que en mis sueños; cuanto más lo observaba, más me conmovía sus dulces matices de colores; no parecía ser tan peligroso como aseguraban las habladurías populares.
Sea como quiera, se hallaba allí una apacible quietud que me anestesiaba, cuerpo y alma. Si alguna vez moría, me gustaría que me enterraran en un lugar como aquel. Más adelante, nos sentimos forzados a detenernos un par de horas para dejar descansar a los caballos, llegamos a la conclusión de que debíamos parar antes de tiempo, ya que, normalmente, los caballos tienen sus limitaciones.
Los paisajes eran llanuras verdes donde crecían algunos abedules distribuidos en sistema arbitrario. Mis miradas se posaron sobre una meseta plana con algunas pequeñas colinas en las lejanías del horizonte, hacia el suroeste. En el momento en el que el sol, empezó a esconderse entre las montañas del horizonte del oeste; entonces, comenzamos a buscar un refugio o un lugar adecuado para establecernos.
Momentos después, improvisamos un campamento cerca de un riachuelo que zigzagueaba como una anaconda, llamado en mi mapa “Fountain Greek”, abrigados de miradas indiscretas por un grupo de rocas. Congeniamos que existiendo la amenaza de los bandidos bastante cerca, sería altamente arriesgado encender una fogata, puesto que sería como atraerlos.
 ––Ahora, escucharme atentamente ––rogó Ethan––, yo haré la guardia primero, en segundo lugar Daniel, y finalmente Pedro.
 ––Bien, qué más da quien vigile primero ––opiné––, si notáis cualquier anomalía: un movimiento, un ruido, una luz o sombra en la profundidad de la noche, despertarnos inmediatamente.
 ––Hará bastante frio si no podemos prender una fogata ––opinó Pedro––.
 ––No, tampoco hace tanto frio ––respondió Ethan––. No seas exagerado.
 ––Sí, en realidad, estos son los últimas semanas de invierno ––concreté––. Aunque tiene razón él, hace bastante frio, el termómetro indica una temperatura de…, espera que lo saque de la mochila…; de 4 grados.
 ––Si se acercan unos bandidos ¿qué haremos? ––Preguntó Pedro––; no somos guerreros, ni soldados avezados*, no nos han instruido para luchar, no estamos en muy adecuada forma física. [Avezado=veterano]

 ––Lo dirás por ti ––objetó Ethan––. Te has entregado por completo a la degustación de tartas de doña Ana; yo, sin embargo, me encuentro en perfecta forma física y he estado entrenando para luchar en mis ratos libres; como sabéis porto un hacha y una daga; si nos atacan no dudaré en combatir por nuestras vidas y por nuestras cosas.
 ––No estaría mal que empezáramos a entrenarnos ––sugerí––. Deberías ejercitarnos con algunos trucos. Pedro, la buena forma física ayuda; sin embargo, no es lo más importante; importa más los reflejos, para esquivar golpes y eso se mejora practicando.
 –– ¡Ja,ja,ja! ––se mofó Ethan–– Eso creen los flacuchos como tú; aunque sois demasiado jóvenes aún para que se os critique por ello; ya tendréis tiempo de adiestraros.
 ––Bueno ––dijo Pedro––, tanta charla me ha dado sueño, me voy a dormir.
 ––Yo también ––respondí––; Ethan, despiértame dentro de 3 horas, para relevarte y puedas descansar.
 ––Muy bien, descansar tranquilos, ––expresó Ethan––, velaré en la penumbra como los ojos de una lechuza, acechando en la tenebrosa oscuridad de la noche; atento, al igual que un animal, ladino* e incansable. [Ladino=astuto]
Última edición por JMMZ el 29 Sep 2017 12:11, editado 3 veces en total.
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JMMZ
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Re: Llamadme Daniel (Novela de aventuras, ebook gratis)

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CAPÍTULO 2


Día 8 de Marzo: Me desperté tras una noche deprimente, debido a la inquietud que me procesaba el que alguien pudiera levitar a gran altura. Os parecerá extraño sin embargo deben de tener en cuenta mi situación por aquellos días, mi falta de conocimiento relativo a todo lo extraordinario. Aquella deidad, un dios ubicuo*, inmortal, que inevitablemente, me quisiera castigar por criticar a nuestro rey, ¿su hijo?; no obstante, dejemos atrás esta monomanía* mía, quizás una pizca desproporcionada y paranoica.
No me hubiera levantado aquella mañana si no fuera porque me tocaba trabajar en la taberna, pues era deber mío adecentarla, a fin de que los clientes se sintieran confortables en los momentos que llegasen o bajasen de sus habitaciones. Me vestí, en un instante, con el traje de oficio y bajé rápidamente hasta el almacén donde depositábamos nuestros utensilios de limpieza. En un segundo agarre sin ganas la monótona escoba y me fui a barrer el suelo del comedor. Más tarde, volví por un trapo amante de la suciedad para limpiar las mesas. Al cabo de unos minutos, empecé a fregar la habitación, de arriba a abajo, monótonamente, medio dormido aún. Me desviví unas dos horas repasando los diferentes rincones de la estancia, cuando, en un intervalo cercano a las nueve, Ana entró en la sala, mostraba en su fisonomía una expresión turbada junto con a un ademán que trasmitía preocupación:
 ––Daniel… toma… es para ti ––confesó Ana con una expresión en su semblante que revelaba sueño. Con un movimiento ágil levantó la mano derecha en la cual atenazaba un sobre blanco; me la tendió, mirándome con un rostro que transmitía todos los matices de la confusión y la curiosidad, y luego me dijo––; un barrendero se lo encontró hace dos días en el suelo, cerca de la posada y al ver que iba dirigida a ti se ha acercado atraérnosla.
Me quedé altamente extrañado y pensativo: « ¿Una carta? ¿De quién será? Si yo no conozco a nadie fuera de Atúntrucha; entonces, ¿Quién me la manda?; la leeré en mi habitación.»
 ––Ana ––Le confesé y con una incertidumbre que inundaba mi alma, llenando mi mente de un mar de inquietudes insondables*––, me encuentro en un mar de dudas, ya que me es desconocida la identidad de su remitente… me gustaría… saldré de dudas en mi dormitorio, si no te importa… ¿Puedo tomar un pequeño descanso? Te lo recompensaré esta semana haciendo horas extras.
 ––Descansa el resto del día, si lo necesitas ––Respondió Ana; tan comprensiva, siempre abnegada*––; has trabajado duro esta semana, ya hará tu trabajo Susana; venga… vete tranquilo.
Una vez le di las gracias con un gesto que, aunque mudo, no por ello era menos expresivo, subí las escaleras con toda la celeridad* que me fue posible hacia mi habitación. [Celeridad=velocidad]
Entré en ella y después de sellar mi santuario, me senté en mi trono de madera color caoba junto a mi escritorio; tras un corto intervalo de meditación, en el instante que me sentí cómodo, contemplé el sobre y tras darle la vuelta, encontré sobre la otra cara, unas letras, una frase en el reverso: «Para Daniel; que vive en el hostal “El Pescado Feliz”. Entregar anteriormente al 12 de marzo. Es urgente y de vital importancia que la reciba su destinatario.»
«¡Qué raro! ¿Quién demonios puede ser? ––Me pregunté mientras me acariciaba la barbilla con mi mano derecha––.»
Lo abrí con manos trémulas*, como fui humanamente capaz. A poco, saqué una nota amarilla del interior del envoltorio y en ella descubrí unos caracteres que parecían haber sido trazados con delicadeza, usando tinta negra, intensa y brillante.
Os figurareis cuál fue mi reacción, ¡cuán* impaciente estaba yo por descubrir que decía! Ya que aún conservo la misiva* en algún mueble, bien guardada en mi biblioteca os puedo relatar, letra por letra, consonante por consonante, vocal por vocal, lo que decía, con todo detalle, sin dejar nada primordial: [Misiva=carta] [Cuán=cómo de]
«Saludos cordiales Daniel. ¿Quién soy, te preguntaras? Puedes considerarme un amigo de tus padres que desea ayudarte. Me gustaría explicarte muchas cosas, pero de esta manera no. Te espero en la posada: “El Perro Gordo”; la cual se encuentra en la aldea: “Frutos Secos”. Te cito el día 12 de marzo, a las 20:00 horas concretamente. Cuentas con unos pocos días para presentarte y confió en que llegues a tiempo; de lo contrario, le dejaré al posadero un regalo; un obsequio mío, algo sobradamente especial. Es extremadamente importante que entiendas que es de valiosa magnitud que acudas a la cita, pues tengo algo que necesito comentarte personalmente. Hasta pronto Daniel, ¡buen viaje!»
No daba crédito a lo que transmitieron mis pupilas en dirección a mi inteligencia central, colapsándola de extrañezas incomprensibles. Mi mente fue arrastrada a un abismo de sombras, a través de enigmas y cuestiones miles, tormentos e inquietudes. Con gran sorpresa por mi parte entendí que un desconocido, el cual se autoproclamaba amigo de mis padres, me citaba en una Posada, en Frutos Secos, a una distancia de más de 105 kilómetros de mi aldea, hacia el suroeste.
Nunca salí fuera de Atúntrucha y este misterioso extraño me solicitaba desplazarme a un lugar más cercano a “Las Tierras Salvajes”; por lo tanto, sendas más inseguras; aunque no mucho, tampoco hay que exagerar; por consiguiente, al fin y al cabo, se encontraba relativamente próximo, a uno o dos días de viaje a trote y todos sabíamos que era habitual el comercio entre las dos aldeas; “Frutos Secos”, como su apelativo indicaba, se dedicaba a la elaboración de frutas desecadas de albaricoques y ciruelas principalmente. Asimismo, era acertadamente conocida su situación en el mapa, de hecho mi amigo Ethan, recordé, había ido a comerciar en algunas ocasiones y regresado ileso.
«Tampoco es que esté situado en los márgenes del reino ––pensé mientras estudiaba un mapa de la zona––; se encuentra considerablemente cerca de aquí.»

Tras un breve momento, después de reflexionar, esta proposición fue para mí, que soñaba con grandes aventuras, una invitación admisiblemente acogida para mi corazón y desmesuradamente mal recibida por mi conciencia, que analizaba los peligros a los cuales me enfrentaba por realizar tales hazañas propias de intrépidos aventureros; los cuales, guiados por el calor de su primer impulso, sin meditar sobre las amenazas a las que se exponían irracionalmente e impetuosamente se lanzaban a ello. En efecto, una excursión era lo que yo anhelaba, propia para un joven con ganas de aventuras.
Además, evocaba mis ideas y fantasías; recordaba le a mis camaradas referente a como deseaba explorar “Las Tierras del Reino de América”; y quizás, algún día, bajo un arrebato de locura que me poseyera, intentar penetrar en “Las Tierras Salvajes” para desvelar los secretos de los límites, y así matar dos pájaros de un tiro. Por otro lado, la intriga por lo oculto e indómito, me provocaba ávidas sensaciones y un deseo terrible de partir ipso facto*.
«¿Qué me desea regalar el amigo de mis padres? ––Me pregunté a mi mismo en mi interior, sentado en mi escritorio–– ¿Y por qué motivo? Eso lo sabré; acudiré a la cita del 12 de marzo ––pensé, en una impetuosa locura, poco racional e incoherente––.»
Analizaba el porvenir; no me sentía preparado para emprender el desplazamiento yo solo, por este motivo y otros infinitos no menos considerables, decidí proponer a mis amigos que me acompañaran en esta aventura; pues, es adecuadamente sabido que las expediciones en dirección hacia “Las Tierras Salvajes”, son, cuanto menos, inseguras; «cuanto más te alejas, más inseguridad hay», o eso decían. ¡Necesitaba compañeros exploradores y se lo iba a plantear a Pedro y Ethan!; quienes, recordad, se habían ofrecido ellos mismos acompañarme.
Intuitivos sois y por ello adivinareis que la propuesta realizada el mismo día por la noche, fue bien acogida por estos alocados amigos:
 ––¡Me parece una estupenda idea! ––Opinó Ethan entusiasmado––. Iremos, pero, como comprenderás, Daniel, necesitaremos hacer preparativos, reunir los materiales y víveres necesarios; puesto que no se debe salir de las aldeas falto de mapas y brújulas. Es importante poder contar con unos caballos, aunque podríamos llegar a pie; sin embargo, no compareceríamos anteriormente al día 12; es de vital importancia que nos preparemos para posibles imprevistos, ya que nunca se sabe lo que nos puede acontecer en tierras de nadie.
 ––Ya sabía lo que ibas a decir, Ethan, y te agradezco tu ayuda ––expresé con un ademán que desbordaba alegría––, ¡Eres un valiente y fiel amigo!; no obstante, primeramente, permíteme advertirte: puede ser arriesgado pues se presentaran amenazas en el exterior; ya sabes: pequeños lobos grises hambrientos, bandidos. Bueno; tú lo sabes mejor que yo. ¿Has tomado tu decisión definitiva, asumiendo las consecuencias?
 ––No te preocupes por mí, tonto ––respondió Ethan con un gesto transmitiendo valentía––, como ya te dije una vez, no es la primera ocasión que salgo de “Atuntrucha”, he ido un par de veces por trabajo con mi padre a “Frutos Secos”; por este motivo soy el más indicado para guiaros en esta excursión y no tendrás que pagarme; yo me encargaré de que lleguemos vivos.
 ––Pedro, ¿Qué piensas? ––Le pregunté girando mi cabeza, y pude comprender que se encontraba perdido en sus propias dudas y temores––.
 ––Veras, a mi novia no le hará ninguna gracia, pero estoy seguro de que no le importará demasiado que me ausente unos pocos días para ir y volver a “Frutos Secos”, Ethan ¿A cuántos días a caballo se encuentra esta aldea?
 ––Está a unos 105 kilómetros ––aclaró Ethan––; pero, antes de alcanzarlo, hay que atravesar la arboleda de Abedules, llamado “El Bosque Protector”; dicen, por cierto, que es un pequeño bosquecito sobradamente tranquilo, tal cual su nombre indica; yo cuando pasé por allí no tuve ningún percance. No debe resultar ningún problema a caballo, con un trote pausado. Calculo que nos llevará una o dos jornadas, dependiendo de las horas de viaje diarias y lo extenuados que se muestren los caballos.
 ––Teniendo en cuenta ––expuse–– que un caballo trota de media entre 12 y 14 kilómetros por hora; siete horas de trayecto suponen de 84 a 98 km, lo necesario para llegar en un día al inicio del bosque. Necesitamos, por lo tanto, dos días, ya que, no es conveniente que nos adentremos de noche en él. A la mañana siguiente ¡zas! Entramos y comprobaremos que tal protector es, y en unas pocas horas más llegaremos a esta aldea situada en su centro.
 ––Calculemos, entonces, dos días ––respondió Ethan––; siete horas viajando y cuatro de descanso.
 –– ¡Ah!, estaremos de vuelta antes de cinco anocheceres, más o menos ––observó Pedro––, de tal manera, me apunto; sin embargo, os hago responsables de mi vida.
 ––Con esa actitud es mejor que nos acompañes ––expresó Ethan, con una blanca sonrisa––; serás más un estorbo que una ayuda.
 –– ¡No seré un estorbo! ––gritó Pedro, crispado*––. ¡Iré aunque me cueste un disgusto!
 –– ¿Asumes las posibles consecuencias que puedan ocurrirte por abandonar la seguridad de nuestra aldea? ––le Pregunte––.
 ––De acuerdo; ¡Lo asumo! ––respondió Pedro; pero no muy convencido––, ¡Y os aseguro que no seré una carga!
 Noté una cosa: Ethan se esforzaba para no reírse, había conseguido lo que quería, con un curioso método, provocando a su amigo; algo habitual en él, tenía un don para esto.
 ––Empezaremos los preparativos para el viaje. ––Sugirió Ethan––. Yo me encargaré de las armas. Tú, Daniel, ocúpate de los corceles; si te parece razonable. También de los equipos; que no falte comida y que abunde el dinero.
 ––Muy bien; eso está hecho ––prometí––, no creo que a Ana le importe prestarnos tres caballos; en cuanto al resto: a los víveres y herramientas, tanto como una brújula, un termómetro, un mapa de las tierras del reino, de todo eso me encargaré yo personalmente. Vosotros, además, podéis cargar en vuestras mochilas aquello que creáis que pueda sernos útil.
 ––Entiendo ––contestó Pedro––, yo aportaré unos bizcochos, jejeje.
 –– ¡Jajajaja! ––Me hizo gracia su ocurrencia, siempre tan goloso––; no vienen mal unos pequeños hidratos de carbono, pese a que vayan a ser los animales los que hagan el esfuerzo; pero once horas, sentados sobre las albardas* y a galope*, debe ser agotador también, me imagino. [Albarda=silla del caballo donde se sienta el jinete] [Galope=velocidad máxima alcanzada por un caballo]






 ––Necesitamos además ––sugirió Ethan––, cuchillos: para cortar plantas, frutas silvestres, desgarrar la carne y de más; una caña de pescar con gusanos y no vendría mal que lleváramos tres buenos arcos con flechas con puntas reforzadas, para cazar y defendernos de posibles bandidos y alimañas hostiles. ¡Ah!, se me olvidaba, súper importante en gran medida; llevar mecheros para prender fuego, por lo menos diez, de los sacos de dormir y la tienda de campaña te encargas tú –dijo señalándome con un dedo– ¿Te parece bien, Daniel?
 ––Cuenta con ello ––respondí––, pongámonos en esta labor. Partiremos a las regiones meridionales de la aldea, cuando tengamos todas las provisiones; deseo que podamos entrar precedentemente al día 12 de Marzo a “Frutos Secos”.
Expondré ahora un pequeño resumen de los consecutivos días:
Día 9 de marzo, 11329: lo dedicamos a localizar y comprar, alquilar, pedir prestado, todo lo acordado y necesario. Así no es extraño que Atúntrucha entera colaborara para reunir los suministros; de modo que, si existía una confraternidad y abnegación apreciada por nosotros; ya que muchas cosas fueron regaladas por los comerciantes que deseaban ayudar; asimismo, otras, por algunos vecinos, amigos. Era la forma que tenían de manifestar su apreciación por su querida aldea, ya que no todos los días se veían unos aventureros, dispuestos a recorrer más de 100 kilómetros privados de protección por la guardia real. Como recordareis, normalmente, los comerciantes iban protegidos por los soldados de la casa de Los Leones, los cuales además de hacer su trabajo, a su vez se aseguraban de que se cobraran los impuestos abusivos. Nadie, en su sano juicio, digo nadie, iba sin protección por las vías; tan sólo los intrépidos aventureros y los locos. Por lo general, el pueblo resultaba tranquilo en el interior, tras las empalizadas era peligroso, por ello la noticia fue acogida con gran novedad y entusiasmo.
Día 10 de marzo: Me desperté cerca de las 5:30 horas aproximadamente de la madrugada. Habíamos quedado a las 6:00 para emprender el intrépido viaje. Tomé la mochila que estacaba elaborada de algodón color gris. En ella metí todos los instrumentos de exploración necesarios para guiarse por el reino: mis mapas, mi brújula personal. También introduje unas cuantas manzanas y un par de bocadillos. Una bolsa de tela marrón bien llena de monedas, dinero que había ido ahorrando desde los quince años. Agarré la espada que me regaló Ethan, un arco de flechas, una daga, la cual como es costumbre, me la coloqué en la cintura y salí de mi dormitorio con algo de ansiedad, pero con brío bajé las escaleras rumbo a la taberna, y tras esto atravesé el comedor hasta alcanzar la puerta de la entrada delantera y tras abrirla; allí afuera hacia bastante frio a esas horas intempestivas. De pie, pisando la calle paralela como dos estatuas, me estaban esperando, en la penumbra de la noche, mis amigos. Los invité a pasar.
 ––Seguidme ––les pedí, invitándoles a entrar con un gesto realizado con la mano derecha––. En el establo nos están esperando nuestras monturas y todas las provisiones ya acomodadas en las bolsas de los caballos.
 ––Tu delante ––comunicó Ethan, con un ademán que expresaba impaciencia––. Cuanto antes partamos mucho mejor.
 –– ¿No sería mejor que esperáramos a que salga el sol? ––Preguntó Pedro––.
 ––No hay tiempo que perder ––dijimos Ethan y yo al unísono––.
 ––No te preocupes por la oscuridad ––dijo Ethan––; tarde o temprano el crepúsculo volverá para traer la noche del siguiente día; tendremos pues que acostumbrarnos a ello.
 ––Bien, vamos, no lo demoremos más ––expresé––. No te preocupes Pedro, está apunto de amanecer.
Los guie hasta una puerta trasera de la taberna; esta era una habitación construida de madera con parcelas para reguarnecer hasta treinta animales y el suelo se encontraba relleno de paja, de tal modo es costumbre en todas las caballerizas del reino de América. Allí, nos estaban esperando nuestros preciosos compañeros, tres enérgicos y esplendidos caballos.
Uno fuliginoso* para mí, otro pardo para Pedro, y el último plomizo para Ethan. Ellos iban a soportar el trabajo más arduo, se merecían que les pusiéramos nombres: al negro, le puse de nombre “Saltamontes”, Ethan llamó “Nemo” al gris y Pedro lo bautizó al marrón, como “Turrón”.
A poco, subimos a los corceles; poca práctica poseía yo guiándolos y Pedro tenía el mismo problema; sin embargo, Ethan parecía acostumbrado. Fuimos desplazándonos a una velocidad inferior al trote*, para ir habituándonos a la técnica para guiar uno, con las riendas. [Trote= velocidad media del caballo, superior a caminar, e inferior al galope]
Por fin, tras pasar por el puente y abrir el portón de la empalizada que protegía Atúntrucha de los peligros del exterior salimos y al cruzar el marco de las puertas los guardias nos contemplaron algo extrañados; llegaron a murmurar algo entre risas que no fui capaz de comprender. Dejamos atrás la aldea; entonces, me paré un instante y tras darme la vuelta, me puse a contemplar mi aldea:
 ––Hasta la vista ––expresé––; espero poder volver pronto.
 –– ¿Ahora te pones nostálgico? ––Se burló Ethan, con una sonrisa irónica en sus labios––; pero si ni siquiera hemos abandonado los alrededores.
 ––Bien ––se pronunció Pedro––; ahora, ¿hacia dónde, Ethan?
 ––Seguiremos el camino comercial en dirección sur a lo largo de unos 60 kilómetros, y luego giraremos rumbo al este, no tiene perdida, hasta que nos acerquemos al rio Arkansas el cual deberemos traspasar por el puente y al cruzar llegaremos a una gran arboleda donde finaliza la calzada; entonces atravesaremos “El Bosque Protector”, caminando y guiando a los animales por las riendas, durante un pequeño tramo más. Es inevitable para conseguir llegar a “Frutos Secos”; ya que, como antes dije, este pueblo se caracteriza por estar en el centro de esta frondosidad* y no existe una senda bien definida para conseguirlo, quizás encontremos un sendero ligeramente borroso, a intervalos. [Frondosidad=abundantes hojas y ramas]
 ––De acuerdo ––dije, mientras miraba mi reloj automático––; nos espera una buena cabalgata. Son las 6:35. Nos pararemos a comer sobre las 13:30, más o menos. Y así dejaremos descansar a los caballos dos horas. Luego seguiremos la marcha a un trote pausado, hasta las 21:30. Más tarde buscaremos un lugar para establecer el campamento nocturno. Mañana, 11 de Marzo, debemos penetrar la espesura sin demora, o de lo contrario, no llegaremos a tiempo a mi cita.
Seguimos el camino del sur; pude contemplar un letrero que ponía: “Frutos secos a 104 kilómetros”. A poco, empezamos a cabalgar a trote moderado, lo recomendado para no cansar a los corceles. Ellos nos guiaban por la vía, no hacía falta hacer un gran esfuerzo intelectual o físico para esto; se mostraban muy intuitivos. Realmente estaba asombrado con la rapidez; la verdad daba una chispa de terror, llegando a los 14 kilómetros por hora a galope; a veces me asustaba un poco la idea de que me pudiera caer accidentalmente del animal, mas yo me agarraba con fuerza.
Lamenté que no dispusiéramos de más tiempo para viajar con más tranquilidad y tener la oportunidad de disfrutar contemplando los bellos paisajes del entorno. Al cabo, nos cruzamos con varias caravanas comerciales protegidas por un séquito de guardias reales. [Al cabo*=en un instante]
Mis sentidos captaron mientras cabalgaba lentamente un precioso paisaje de invierno: praderas de hierbas cubiertas por espesa nieve, adornada con arbustos blancos y árboles de diferentes especies se erguían por aquí y por allá. Crecían mayoritariamente abedules cubiertos parcialmente de nieve, de finos troncos grises y sus hojas alcanzaban los seis metros de altura, unas pequeñas, sin embargo bonitas; las cuales, esparcidas también sobre el terreno, en sus alrededores, creando un bonito manto de hojas con variados tonos de marrón, verde y amarillo.
Cerca de la vía, rocas con un sinfín de formas y tamaños entre grandes y diminutas de tonos grises, decoraban el campo silvestre con una belleza sublime. El verde, marrón y cetrino de los vegetales, el marrón y gris de los árboles y el blanco de la nieve predominaban en un paisaje envuelto por un manto celeste con un cielo despejado aunque frio como el corazón de una viuda.
El primer amanecer de mi vida fuera de mi villa. Un sol amarillo, fulguraba* tenuemente, sus primeros halos de luz se asomaban por el lejano horizonte, el cual, empezaba a iluminar ligeramente el ambiente. En un momento del trayecto, mis miradas se posaron en un par de liebres que corrían entre setos, saltando de arbusto en arbusto y escondiéndose de mis contemplaciones. [Fulguraba=brillaba]
En resumen, después de siete horas de viaje siguiendo el trayecto, nos detuvimos para comer y permitir descansar a los caballos un par de horas. Más tarde encontramos un buen lugar apartado en el prado; alejados del camino unos pocos metros al este.
Era parecido a una cueva, aunque carente de entrada, ni galerías que se adentraran en una montaña; pues tan sólo era una roca inclinada algunos grados; majestuosa, demasiado grande, la cual terminaba en pico, apuntando hacia el cielo, hacia el este, dejando el camino en dirección contraria. La gigantesca roca sobresalía y creaba una pequeña cueva o guarida con sombras, un lugar perfecto para resguardarse de la lluvia; pero no una verdadera cueva, pues no se erguían montañas en los alrededores.
Ethan fue a por madera, la cortó de un árbol cercano e hicimos un pequeño fuego. Nos sentamos y sacamos los pertrechos*: abundante pan, atúntrucha en conserva en abundancia, agua, una manzana para cada uno. Los caballos comieron también y holgaron*, que bien merecido se lo tenían. Mientras comíamos discutíamos a cerca de diferentes asuntos; seguíamos una conversación interesante relativa a bandidos procedentes del noroeste; al parecer se escondían en esta zona meridional. [Pertrechos=provisiones] [Holgaron=descansaron]
 ––Debemos ser cautos por las noches ––advirtió Ethan––; más hacia el sur es posible que haya escondidos en cuevas cercanas, bandidos, asesinos, ladrones, desterrados que se esconden de la ley; si nos ven, damos por perdidos los caballos y quizás algunas provisiones; si son muchos, es mejor no enfrentarnos a ellos; o eso me contó mi padre, el cual viajaba mucho por esa zona.
 ––Ethan, podrías habernos contado eso antes ¿No hay modo de evitarlos?
 ––pregunté––. Si nos roban los caballos no llegaremos a tiempo y creo que nos costará más cara la pérdida, de lo que ganemos con ese regalo.
 ––No hay atajos en este mundo de locos ––opinó Pedro––, nos arriesgamos o volvernos a casa.
 ––No regresaremos, te lo aseguro Pedro ––afirmé con un aspavientos* que era la confirmación de una promesa––, quedaríamos sobradamente mal ante los vecinos, amigos y la familia. Ahora, si os parece correcto, echemos una siesta por turnos; mientras uno vigila los otros dos pueden descansar un ratito; nos sentará bien. [Aspaviento=gesto]
 ––A descansar con la barriga llena ––expresó Pedro acompañado de una blanca sonrisa––; una pequeña siesta es justo lo que necesito ahora.
No hay hombre a quien no le guste una buena comilona en el campo; y así, con la barriga feliz y caliente; tras yacer unos pequeños intervalos de tiempo, en un momento cercano a las 16:00 horas, subimos a las monturas y proseguimos. Resumiendo: de 16:00 a 21:00 los caballos fueron desplazándose a trote lento por las planicies del terreno, danzando sin parar a través del camino, sin perder el tiempo.
Había momentos en los cuales comenzaba a apreciar la extenuación de mi caballo; esto me preocupó, pues quizás tendríamos que detenernos antes de lo planeado y dejar el resto del viaje para la siguiente jornada. Era aquél lugar silvestre aún más bello y extraordinario que en mis sueños; cuanto más lo observaba, más me conmovía sus dulces matices de colores; no parecía ser tan peligroso como aseguraban las habladurías populares.
Sea como quiera, se hallaba allí una apacible quietud que me anestesiaba, cuerpo y alma. Si alguna vez moría, me gustaría que me enterraran en un lugar como aquel. Más adelante, nos sentimos forzados a detenernos un par de horas para dejar descansar a los caballos, llegamos a la conclusión de que debíamos parar antes de tiempo, ya que, normalmente, los caballos tienen sus limitaciones.
Los paisajes eran llanuras verdes donde crecían algunos abedules distribuidos en sistema arbitrario. Mis miradas se posaron sobre una meseta plana con algunas pequeñas colinas en las lejanías del horizonte, hacia el suroeste. En el momento en el que el sol, empezó a esconderse entre las montañas del horizonte del oeste; entonces, comenzamos a buscar un refugio o un lugar adecuado para establecernos.
Momentos después, improvisamos un campamento cerca de un riachuelo que zigzagueaba como una anaconda, llamado en mi mapa “Fountain Greek”, abrigados de miradas indiscretas por un grupo de rocas. Congeniamos que existiendo la amenaza de los bandidos bastante cerca, sería altamente arriesgado encender una fogata, puesto que sería como atraerlos.
 ––Ahora, escucharme atentamente ––rogó Ethan––, yo haré la guardia primero, en segundo lugar Daniel, y finalmente Pedro.
 ––Bien, qué más da quien vigile primero ––opiné––, si notáis cualquier anomalía: un movimiento, un ruido, una luz o sombra en la profundidad de la noche, despertarnos inmediatamente.
 ––Hará bastante frio si no podemos prender una fogata ––opinó Pedro––.
 ––No, tampoco hace tanto frio ––respondió Ethan––. No seas exagerado.
 ––Sí, en realidad, estos son los últimas semanas de invierno ––concreté––. Aunque tiene razón él, hace bastante frio, el termómetro indica una temperatura de…, espera que lo saque de la mochila…; de 4 grados.
 ––Si se acercan unos bandidos ¿Qué haremos? ––Preguntó Pedro––; no somos guerreros, ni soldados avezados*, no nos han instruido para luchar, no estamos en muy adecuada forma física.

 ––Lo dirás por ti ––objetó Ethan––. Te has entregado por completo a la degustación de tartas de doña Ana; yo, sin embargo, me encuentro en perfecta forma física y he estado entrenando para luchar en mis ratos libres; como sabéis porto un hacha y una daga; si nos atacan no dudaré en combatir por nuestras vidas y por nuestras cosas.
 ––No estaría mal que empezáramos a entrenarnos ––sugerí––. Deberías ejercitarnos con algunos trucos. Pedro, la buena forma física ayuda; sin embargo, no es lo más importante; importa más los reflejos, para esquivar golpes y eso se mejora practicando.
 ––¡JAJAJA! ––se mofó Ethan–– eso creen los flacuchos como tú; aunque sois demasiado jóvenes aún para que se os critique por ello; ya tendréis tiempo de adiestraros.
 ––Bueno ––dijo Pedro––, tanta charla me ha dado sueño, me voy a dormir.
 ––Yo también ––respondí––; Ethan, despiértame dentro de 3 horas, para relevarte y puedas descansar.
 ––Muy bien, descansar tranquilos, ––expresó Ethan––, velaré en la penumbra como los ojos de una lechuza, acechando en la tenebrosa oscuridad de la noche; atento, al igual que un animal, ladino* e incansable.
Última edición por JMMZ el 29 Sep 2017 12:11, editado 2 veces en total.
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JMMZ
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Re: Llamadme Daniel (Novela de aventuras, ebook gratis)

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CAPÍTULO 3


Día 11 de Marzo: cerca de las primeras horas del amanecer, unos tenues rayos de luz comenzaron a proyectar desde las cumbres. Una blanca luminiscencia ambarina que bañaba los campos silvestres con un resplandor, el cual se difuminaba por todo el cielo extendiéndose el día gradualmente. Las brisas del aire entonaban sus silbidos característicos e impulsaban a las hojas a volar y bailar en danzas matutinas en son del capricho del viento.
Giré mis miradas hacia la cúpula celestial: «aunque frio, va a ser un buen día ––pensé––.»
Nos esperaba una buena caminata, o más bien a nuestros caballos; en cambio, a nosotros nos tocaba aguantar numerosos minutos sentados, lo cual terminaba siendo muy molesto y hubiera sido mejor, a veces, poder caminar; no obstante teníamos mucha prisa, no había tiempo para caprichos.
Ethan se encontraba muy entusiasmado por la quietud apacible en la cual había transcurrido la noche; en cambio yo me sentía inquieto, abrumado, pues tanta serenidad y silencio me aburría y me sumía en una pequeña modorra. Efectivamente, el anochecer había transcurrido sin imprevistos; y, sin embargo, Pedro opinaba, no carente de razón, que sería conveniente que no bajáramos la guardia, no fuera a suceder algún imprevisto, que nos pasara algo en el momento que menos lo esperáramos. Y aunque llevábamos armas, había que reconocer que éramos insuficientemente diestros en el arte de combatir para usarlas en nuestro beneficio; un arma puede ser el peor enemigo de un novato en el arte de la guerra.
Nuestras impertérritas* bestias galopaban veloces rumbo al sur, cuando, sobre las 9:20 horas, ocurrió algo inesperado: [Impertérritas=incansables]
 ––¡Atención! ¡Mirar! ¡allí! ––Gritó Ethan, señalando con la mano derecha mientras miraba por un catalejo––, son unos quince ¡Rápido! ¡Debemos escondernos! ¡Si nos ven estamos perdidos!
 ––¡Rápido! ––exclamé, nervioso––.
Con todo, nos encontrábamos en mitad del camino; aunque quedaba una miga de consuelo, pues aún no se habían percatado de nuestra presencia. Para nuestro pesar nos hallábamos situados en medio de una llanura, no había en aquel lugar ningún escondite donde poder ocultarse. Entre tanto, nos veíamos envueltos en serias dificultades, hasta el punto de que los jinetes se percataron de nuestra existencia y empezaron a galopar hacía nosotros con ímpetu, a modo si se les fuera la vida en ello, a toda celeridad*. En efecto, por la ligereza a la que iban adiviné que no eran comerciantes; sino, más bien, profesionales y sabían lo que hacían; efectivamente, eran bandidos. Lo cierto es que nos encontrábamos atrapados en una trampa privada de salida. «¿Que será de nosotros?» Estos angustiosos pensamientos y otros infinitos no menos aterradores me atormentaban mientras esperábamos nuestro desenlace final. Sintiendo una angustia propia de un chico que había tenido una subsistencia tranquila y feliz. ¿Qué necesidad tenía yo de complicarme la vida de esta manera? No obstante, ya era demasiado tarde. [Celeridad=rapidez]
De tal manera si se nos fuera a caer la cúpula encima empezamos a galopar en dirección norte a toda la presteza que nos fue posible exigir a los caballos; sin embargo, a poco, tras 20 minutos de frenética huida, irremediablemente nos alcanzaron y momentos después nos vimos rodeados por una banda de deshumanizados sujetos; los cuales, por lo sucios y lo harapientos que iban pude confirmar que eran bandidos, fugitivos, anarquistas, ladrones, y a veces asesinos; entonces imprequé por nuestra mala fortuna.
Con todo, Ethan blandió el hacha, Pedro cogió su arco y sacó una flecha de su aljaba y yo hice algo semejante con manos temblorosas. ¡Pero eran unos quince o dieciséis y nosotros tan sólo tres! Un jinete se aproximó hacia nosotros y gritó:
 ––Envainen sus armas, o de lo contrario morirán; se encuentran en desventaja, no intenten nada heroico. ––paró un momento, miró a su jefe esperando una aprobación y luego volvió a girar en dirección a nosotros y prosiguió––. Mi jefe desea proponeros un trato; pero antes guarden sus armas.
 ––Envainarlas ––sugerí a mis amigos––.
 ––¡No confíes en ellos! ––gritó Ethan––, nos robaran todo, ¿quieres volver a Atuntrucha desnudo y quedar en ridículo ante nuestros parientes?
 ––Bien; no disparen ––respondió Pedro, mientras guardaba su arco––.
 ––¡No guardes tu arco; zopenco! ––Le gritó en cólera el iracundo Ethan––.
Debo confesar avergonzado que movido por el terror que circulaba por mis venas, enfundé mi arco con manos trémulas; pude darme cuenta del terrible error que cometí al imaginar con gallardía, hasta exiguos poco días, lo heroico que sería en un sinfín de situaciones peligrosas, en el tiempo que saliera de la madriguera por primera vez y me enfrentara a la cruda realidad, la verdadera y conminatoria* sombra de la naturaleza inexorable* y salvaje; la ley del más fuerte, donde la bondad no juega, y el egoísmo predomina. Me percaté en ese mismo instante de una verdad absoluta; no es igual imaginar tener grandes aventuras que vivirlas en primera persona; la realidad siempre es muchísimo más aterradora; sentir que tu sangre corre peligro, espantosa prudencia hija de un miedo exento de límites. [Inexorable=implacable] [Conminatoria=amenazadora]
Por último, pude contemplar alterado, a un Ethan, encolerizado; envainaba resignado su arma con brusquedad, hasta el punto que pude apreciar en la expresión de su fisonomía la inexorable ira de un demonio, tal cual si tuviera un siniestro lado oculto que ni el mismo siquiera conociera; por esto y por las hinchadas venas de sus dos nervudas* manos aferrando el hacha con el ímpetu de un titán, llegue a creer firmemente en la idea de que quebraría en mil fragmentos la simple empuñadura compuesta de madera. Tras soltar el arma en su funda se volvió rígido semejante a una piedra, adoptando una pose con los puños cerrados y las piernas abiertas, esperando una señal para recuperar el movimiento en una última lucha desesperada por la supervivencia en este mundo adverso y frio. [Nervuda=forzuda]
Complacidos los bandidos por nuestra cobarde reacción, un jinete, el cual se hallaba escondido en el centro de la comitiva salió a nuestro encuentro. Lo cierto es que era una mujer. Estábamos de suerte; es bien sabido que las hembras por naturaleza son más misericordiosas, más sensibles, más indulgentes*, o al menos eso pensaba yo. Así es que se dirigió cabalgando hacia nosotros. Era una señora de mediana edad. Tenía la faz sucia, los dientes desagradablemente amarillos y una cicatriz en un ojo. A poco, paró su caballo; al cabo, nos contempló detenidamente escrutando nuestros ojos. Tras un pequeño instante me miró y se me aproximó sin apartar sus ojos de los míos, como intentando hipnotizarme con su fría y abyecta mirada: [Indulgentes=compasivas]
 ––Bueno bueno bueno ––expresó mientras analizaba mi fisonomía–– ¿que tenemos aquí?, tres guapos chavalitos del mundo civilizado ¿Os habéis perdido bonitos? ¿Qué os ha hecho dejar la seguridad de vuestra aldeíta?, para terminar aquí, perdidos; atrapados al igual que ratones en una trampa. Aquí no hay ley; aquí impera la ley del más fuerte. De todas maneras, os felicito por vuestra buena suerte; os habéis topado con una mujer a la que le gustan los jovencitos, ¡ui jiji! Os voy a conceder la oportunidad de elegir; tenéis dos opciones: os unís a mi banda y os convertís en mis bufones; o me vendéis vuestros caballos a un precio muy económico. ¿Qué me decidís?
 ––Os lo ruego, señora, necesitamos nuestros caballos ––le rogué tanto con palabras como con una expresión en mi rostro y un gesto suplicante––, os daré comida y la totalidad del dinero que tenemos; pero, por misericordia, los caballos no podemos entregárselos.
 ––¿Me has llamado señora? ¡No vuelvas a llamarme señora!, en todo caso señorita. ¿No has comprendido, chico, que soy una bandida, la cual se dedica a vender caballos robados?, en vuestro caso ya que me parecéis súper adorables os daré nueve monedas de cobre por cada caballito, para que os compréis un poni. ¡Es una miseria! ¡Lo sé! Pero es lo que hay; otros bandidos, os matan antes de que podáis abrir esa cándida boquita que tenéis. ¡Bajaros de los putos caballos ahora mismo!
Para desesperación nuestra, tras estas últimas palabras, una docena de bandidos, desenvainaron; espadas, cuchillos y algunos apuntaron con destino a nuestras extremidades. Carentes de alternativas, nos bajamos de los caballos. Nuestros preciosos amigos; Saltamontes, Nemo y Turrón fueron arrancados de nuestras manos y guiados cada uno por un ladrón alejándolos de nosotros. Acto seguido, la jefa, se me acerco y me tendió en la palma de mi mano izquierda unas pocas monedas de cobre, las cuales ni siquiera contó; esta cantidad no cubría ni el diez por ciento de lo que valía uno de ellos; sin embargo, lo peor fue la pérdida sentimental, no el valor económico. ¿Cómo iba a explicarle a Ana que había perdido sus caballos?
 ––Cuidaros bonitos ––Dijo ella, saludando con la mano derecha, se despidió con una amarillenta sonrisa entre sus deteriorados labios––. ¡Tener cuidado!, habitan por allá y por acullá depredadores peores que yo, adiós.
Alejándose, galopando por la llanura, se volvieron por donde habían salido y frenéticamente hacia el sur, a la velocidad del rayo, se alejaron hasta que parecían simples motas de polvo en el horizonte meridional de la llana pradera.
En efecto, habíamos aprendido una lección; es altamente arriesgado viajar por las calzadas que unían las aldeas carentes de la protección de una comitiva de Guardias Reales. Tengo que confesaros que por mucho tiempo no volvimos a hollar un camino de uso comercial. Y me daba la sensación, aunque fuera una simple suposición mía, que a la Casa Real le interesaba la presencia de bandidos en las vías que unían las diferentes poblaciones, porque eran Los Guardias Reales más necesarios y ellos los encargados en cobrar los impuestos; de esta manera se prevenía los comercios clandestinos libres de exacciones.
 ––¡Maldición! ––Gritó Pedro con impotencia y tristeza––; ¡ladrones!
 ––Bueno ––opiné, intentando ser positivo en la medida de lo posible––, todavía contamos con nuestras provisiones y armas y podrían habernos dejados desnudos, desprovistos de nada que engullir. Ethan, alejémonos del camino inmediatamente.
 ––¿Volvemos a casa? ––Preguntó Ethan––. Viajando a pie, no llegaremos antes del día 13 o 14. Me temo que no llegaremos a tiempo a tu cita.
 ––Da igual, acudiremos igualmente; puede que nos espere unos días o puede que no; pero el regalo, ¡me muero de ganas por saber de qué se trata!
 ––Estoy de acuerdo ––opinó Pedro––. No nos detendrán un puñado de deshumanizados bandidos.
 ––Pues sigamos ––concluyó Ethan––. Seguidme, os sacaré del camino y os conduciré por senderos más tranquilos.
Por lo tanto, giramos hacia el suroeste y nos adentramos caminando, a paso ligero, aunque sin prisas, en el interior del campo silvestre, el cual era una planicie blanca formada con algunas lomas pequeñas y hondonadas no demasiado hondas.
A poco que encontrábamos algún que otro terraplén y unas pocas lomas decoradas con el tiempo por el trabajo de la naturaleza con múltiples, calizas grises, matas y arbustos cubiertos de nieve; árboles, pinos, abedules entristecidos por el invierno.
Más adelante, este paisaje en el cual nos introducíamos se transformaba en unos prados, así como una planicie con un pequeño grupo de ondulaciones montañosas pero no demasiado elevadas, en la lejanía se contemplaban una pequeña sierra compuesta por unas cordilleras nevadas altísimas las cuales era habituales en estos parajes. Las praderas estaban Rodeadas, a veces, por algunos abedules, que formaban familias, por así decirlo, en grupos de árboles de un par a una centena, los cuales se habían extendido con el paso de las primaveras.
Más tarde, avistamos en el horizonte, encima de una loma cercana, un Musmón, conocidos asimismo como Carneros De Las Rocosas. Son una especie de la familia de los bóvidos muy común en El Mundo Conocido, alimento más común de los lobos más grandes. Estas se asemejan a unas ovejas de las nieves con pelaje color marrón y blanco rodeando el hocico, con una nariz negra y también pelaje blanco en los muslos traseros. Son más grandes y corpulentos que las ovejas. Cuentan con dos cuernos en forma de arco los cuales se enredan hacia atrás describiendo un ángulo circular para luego volver a apuntar sus puntas en dirección al frente. Cuernos que utiliza a modo arma defensiva contra depredadores y miembros de su misma especie en una salvaje competición intemperada* por las hembras y los territorios. [Intemperada=desenfrenada]
La exuberante e idealizada belleza del paisaje, compuesta por montañas con picos nevados en la lejanía y prados en la cercanía, bajo un firmamento celeste moteado de nubes, me provocaba sensaciones a manera las que siente un pintor de paisajes al tener la suerte de poder contemplar la magnificencia de la naturaleza y me hacía meditar en lo mucho que me había perdido durante ciclos de cautiverio en la posada de mi querida Ana. Se dibujaba un maravilloso cuadro de una serranía, cerros, pinos y praderas que se elevaban a veces en dirección a las sierras, en los cuales dominaban los colores llamativos; verdes para los pinos y *cetrina para los abedules y la hierba de las planicies verdes cubiertas de nieve a veces igualmente en contraste con el marrón de la tierra. La naturaleza usaba los colores marrón, pardo, gris y blanco para las rocas y tierras que formaban las cumbres de las montañas picudas, carentes de vegetación, pero cubiertas ligeramente de nieve brillante. [Cetrina=amarillo verdoso]
A lo largo del trayecto, a veces necesitábamos rodear una colina; otras, en cambio, cruzar un pequeño rio caminando por la ribera del caudal para llegar a un vado. Y rara vez encontrábamos un lago, no obstante, encontramos uno próximo a una loma solitaria. Un rio nacía en el interior de esta, que salía de una de sus cuevas subterráneas y terminaba en el lago ovalado de unos pocos metros cúbicos. Decidimos que era un lugar hermoso para descansar, almorzar y bañarnos; « ¿porque no? ––Pensé––.»
Por lo tanto, a eso de las 13:00 nos detuvimos a comer y a las 13:30, más o menos, nos bañamos en ese enigmático lago y luego, Sentados, preparamos un pequeño campamento con una mesa improvisada con un mantel; en tanto comíamos conversábamos sobre política; recuerdo claramente en mi memoria la tertulia de ese mediodía:
 ––Permitidme que os hable de las últimas habladurías populares que circulan en relación a La Familia Real ––dijo Pedro––; trasmitidas de boca en boca y transportadas por los comerciantes entre las aldeas. LLegó a mis oídos hace unas semanas. Resulta que el hijo del Rey, el altanero Príncipe León X, primogénito y heredero de la corona, a sus 19 años, ya es un auténtico psicópata; pues resulta que al chaval le gusta matar y disfruta con el sufrimiento que provoca a sus súbditos; más por lo visto, su padre todo se lo consiente, incluso lo anima y le ríe la gracia. Cuentan que mata cuando tiene oportunidad o lo hace sin ningún motivo coherente. Hace escaso tiempo, conforme a los rumores, mató a un criado; porque, según él, estaba coqueteando con su prometida, la duquesa Leoporda. Sin embargo, otras fuentes aseguran que el mozo simplemente le estaba sirviendo una merienda y nunca fue su intención hacerlo; fue ella, que queriendo dar celos a su querido, montó la escena para que la viera en represalia por una discusión anterior. La verdad es esta: por lo visto ella quería casarse cuanto antes y el Príncipe quería esperar unos cuantos años más. Entonces, cuando se le presentó la oportunidad coqueteo con su mayordomo personal aprovechando que entraba en la estancia el príncipe; maldita suerte la de ese pobre hombre que fue juzgado por el Rey como traidor a la corona y fue trágicamente e injustamente ejecutado.
 ––Alguien debe revelarse contra las vilezas, liderar una rebelión ––opiné––.
 ––Nosotros por ejemplo ––Opiné sin reflexionar lo que decía––. ¿Podríamos nosotros liderar una rebelión de semejante magnitud?
 –– ¡No! ––Exclamó Ethan, con un gesto de desaprobación girando la cabeza de derecha a izquierda––; no quiero problemas, ese asunto es mejor dejárselo a un político o alguien popular. Al cual el pueblo lo apoye incondicionalmente. El Rey cuenta con miles de soldados dispuestos a combatir en su nombre; sería una lucha encarnizada que duraría años, las victimas se contarían por miles y nuestra conciencia no nos lo perdonaría por la muerte de tantos inocentes.
 ––Es verdad, no te falta razón ––opinó pedro––; no obstante, si el conjunto del mundo pensara igual que tú, nadie haría nunca nada y las infamias continuarían para siempre de los días, transmitidas de generación en generación.
 ––Ahora que lo pienso, tienes razón Ethan ––opiné; un ademán meditativo se apoderó de mi––, a nadie le gustaría más que a mí; sin embargo, no es tan sencillo, La Casa Real tiene de su parte a un ejército de avezados soldados; sería una batalla perdida; a mi parecer, mejor olvidarnos del tema. Por cierto, no viene a cuento; pero, no os he contado un asunto.
 –– ¿De qué se trata? ––Preguntó Ethan––.
 ––Hace unos días ––Expliqué––, en concreto, un día, por la noche, antes de recibir la carta, vi sobre la luna a un extraño ser volando; mas no me preguntéis que pudo ser, porque no tengo ni idea; es algo que se escapa a mi compresión. Además, os puedo asegurar que no fue una alucinación mía, pues no había bebido tanto. ¿Existen criaturas en El Mundo Conocido capaces de sobrevolar el firmamento, a parte de las aves? ¿Y con forma humana? ¿Serán ciertos los mitos referentes a los dioses que viven en la Luna?
 ––No puede ser ––opinó Ethan––. No se conoce tales humanos con la capacidad para volar. No obstante, si lo has visto y aseguras que es real, probablemente… quizás sean dioses.
 ––Bueno, voy a echar una pequeña siesta ––dijo Pedro––. No te preocupes por esa cosa que viste, seguro que era un águila o algo similar.

A las 16:24, según mi reloj automático, retomamos la marcha, caminando a penas cuatro o cinco horas más. En resumen: llegamos al anochecer, tras cruzar por un vado el rio Arkansas en dirección sur hasta llegar a las afueras meridionales del Bosque Protector. En el pastizal empezaba una interminable arboleda de abedules con tonalidades que iban desde el amarillos verdoso al verde oscuro; en medio de la integridad de esa vegetación debía localizarse la aldea Frutos Secos. Así es que cansados, tras una discusión congeniamos en la resolución de no introducirnos en sus entrañas en la penumbra de la oscuridad; sería más seguro bajo la protección de los rayos del astro refulgentemente llameante.
 ––Y mañana, a ser posible, llegar a la aldea antes de que anochezca ––Dijo Ethan.
Comenzamos a sacar la tienda de campaña de la bolsa para crear un campamento en los márgenes del bosque a fin de poder pasar la noche. Sacamos las mantas y los sacos de dormir; mientras Ethan y pedro iban a por leña, yo montaba la tienda de campaña.
Tras cenar, nos turnamos a la manera habitual para hacer la guardia. Lo cierto es que esa noche me atemoricé y no conseguí dormir a penas y la recuerdo como si hubiera acontecido hace unas horas; en la más tenebrosa oscuridad percibimos, muy aterrorizados, los intimidantes aullidos de unos lobos feroces; sonidos que venían del interior del bosque protector; o al menos, lo fue en el momento que le pusieron el nombre; ahora en cambio, desde luego, no lo parecía, sino más bien un bosque agresor.
Los Aullidos sonaban como si los indigentes lobos no hubieran comido durante días; como si nos hubieran olido y se estuvieran animando entre ellos para la caza de los tres humanos, que, incomprensiblemente para ellos, habían abandonado su tranquila aldea e iban a servirles de suculenta cena. En el instante que los aterradores sonidos cesaron, mi cuerpo aprovechó para desactivarse, reposar y reponerse; pero necesitaba descansar encarecidamente, y a pesar de que mi preocupación me rogaba que me quedara vigilando; me sumí contra mi voluntad en un sueño incontrolado; y peligroso, por la invulnerabilidad en la cual me dejaba ante mis acechantes depredadores, igual que una presa fácil y tentadora.
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JMMZ
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Re: Llamadme Daniel (Novela de aventuras, ebook gratis)

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CAPÍTULO 4


Día 12 de Marzo: En el momento que mi mente recobró la conciencia, abrí los ojos y giré instintivamente el cuello para ojear mi reloj automático: marcaba las 6:23 horas. Era el día de mi cumpleaños, el que alcanzaba la mayoría de edad, mas fuera como fuere, ya era todo un adulto; pero no un hombre, sino más bien un ingenuo adolecente de 18 años; no obstante, fueron unos apasionantes años que me había regalado la vida y todas las personas que aportaron algo a ella. No solo los amigos participaron, sino también Ana y sus familiares los cuales me acogieron como si fuera un verdadero miembro de su familia; y el que fuera así, fue gracias a la gran confraternidad que se respiraba en Atún, hasta el punto que, nadie se habría muerto de hambre, en el caso de que sufriera de necesidad, ya que el abnegado ayuntamiento se encargaba de buscar una solución a los problemas de cualquiera que pasara necesidad; sin embargo, afortunadamente para las arcas del alcalde, pocas veces alguien necesitó ayuda. Había terminado una temporada bastante feliz; y en este instante comenzaba una nueva etapa.
 ––¡Felicidades! ––Me felicitaron ambos amigos––.
 ––Gracias ––Exclamé, mostrando mi mejor sonrisa––, pero no hay tiempo para celebraciones, no perdamos tiempo, debemos apresurarnos para llegar a la aldea antes del anochecer; sin embargo, cuando lleguemos a la posada os invitaré a cenar por todo lo alto en la taberna de la Posada.
Al adentrarnos en las entrañas de este bosque compuesto de Abedules y Álamos principalmente. Dejando nuestras huellas tras nosotros localizamos un sendero por el lado septentrional, el cual peregrinamos durante un par de horas hacia el corazón de este. Caminábamos someramente en dirección sur, con brújula en mano; pisando barro, mantos de hojarasca, pastos silvestres, esquivando charcos de agua y nieve en abundancia la cual parecía estar ya derritiéndose por el cercano cambio de estación.
Mientras tanto, paladeaba* él sabor de la miel, una rama crujió bajo mis pies, un pájaro graznó en mis oídos, un gorrión voló ante mis miradas, un fragante olor a resina de árbol inundó mis nervios olfativos. [Paladeaba=saboreaba]
Miré un instante hacia las copas de los árboles para divisar unas ráfagas de vientos helados que acariciaron las hojas, meciéndolas, haciéndolas bailar y finalmente caer; que formaba sobre el suelo una decoración natural de hojas de una gradación de colores entre verdes y marrones.
Minutos después saltó una libre y se introdujo en una madriguera cercana en el tronco de un enorme árbol. Los pajaritos planeaban buscando pareja y comunicándose en la distancia con gorgoritos.
Un par de horas después, una rama cayó encima de la cabeza de Pedro sin llegar a resultar nada grave; sin embargo, el susto le impulsó a dar un grito bien lancinante*, del cual Ethan sacó partido y estalló en una cadena de risas descontroladas; yo en cambio sentí pena por el pobre chaval ya que le salió un chinchón en la cabeza. [Lancinante=intenso]
Al cabo de unos pocos minutos, llegamos al corazón de este vivo ecosistema. El Bosque Protector se encontraba compuesto en su interior por algunos árboles de la especie Álamos Negros, conocidos también como Chopos Negros, de hojas Caducas, que significa que pierden follaje*.
Además, Cuentan con unos troncos robustos cuando han alcanzado su plenitud y ramas de corteza color gris y a veces color visón. Sus pequeñas hojas verdes, con dimensiones de 2 a 6 cm de longitud, lateralmente comprimido y con frecuencia velloso. Crecen altos y alargados, a veces en forma ovalada y llegan a medir hasta 35 metros. Añadir que la madera se utiliza para carpintería, para construcciones que no deban resistir grandes pesos. [Follaje=hoja]
La superficie se encontraba cubierta de hojas desecadas del pasado otoño y la nieve se fundía con la tierra negra. Volaban una gran cantidad de ráfagas de viento helado: cuervos y aguanieves volaban por aquí y por allá.
Mis miradas se posaron sobre una la lavandera blanca o aguanieves, pajarito pequeño blanco y negro, en verano emigran a las altas montañas heladas del mundo conocido.
En el punto del trayecto en el cual empezó a desaparecer el sendero, usamos nuestras brújulas para guiarnos hacia el centro del bosque; por consiguiente, seguimos peregrinado hacia el sur, aplastando barro, nieve, ramas y hojas secas.
Mientras caminaba por el bosque no podía dejar de pensar; dejando a un lado la cuestión de que sería el regalo, no podía, sin embargo, preguntarme porque motivo deseaba el misterioso amigo de mis padres ayudarme; pues, yo no había hecho nada para merecerlo; es más, ni siquiera lo conocía. Pedro opinaba que era todo muy raro. En tanto que, Ethan afirmaba que aquel sujeto buscaba sacar algún provecho de mi persona.
«No obstante, pronto lo sabremos ––pensé––. »
Cerca de las 13:24 nos detuvimos para comer algo. Mientras degustábamos un bocadillo con pan de trigo y atuntrucha en conserva y una manzana de postre, oímos una vez más unos aullidos de lobos desamparados.
 ––Otra vez esos malditos lobos ––maldijo Ethan––. Tener preparadas las armas, por si acaso. Suenan bastante lejos, pero nunca se sabe lo que puede pasar.
 ––Parece como si olieran la comida a distancia ––dijo Pedro––. Pobres lobos hambrientos, no me gustaría estar en su lugar.
 ––A mí no me gustaría estar en mi lugar en el momento en que nos ataquen ––opiné, guiñándole un ojo ––. Pedro, saca tu arco y prepáralo.
 ––Estar atentos en todo momento ––añadió Ethan––; ahora empieza lo complicado.
 ––Supongo que estos lobos no vienen precisamente a guiarnos por el bosque ––Ironizó Pedro––.
 ––Las flechas aquí no nos servirán ––Aclaró Ethan––; usaremos las espadas.
Retomamos la marcha cerca de las 14:00 horas, desplazándonos hacia el sur a una velocidad muy ligera, casi corriendo, puesto que era de vital importancia llegar a Frutos Secos entes de que la tenebrosidad vespertina callera encima de nosotros. Por otro lado, estaban esos malditos cuadrúpedos; de pronto, comenzaron a oírse los aullidos, nuevamente, y esta vez se oían más cerca.
«¿Cuantos serán? ––Pensé––, ¿cuantos seremos capaces de repeler? Todos tenemos nuestras limitaciones”.»


Tres guerreros no pueden combatir a una manada de cincuenta lobos que ataquen al unísono. ¿Había sido un error entrar en el bosque? Y esta expedición ¿había sido para, finalmente, morir devorados por unas feroces vestías? ¡Ya me maginaba los más terribles desenlaces!
Recuerdo que pensé: «Maldita imaginación, maldito miedo, maldita conciencia y malditos lobos, ¡cuidado! »
 ––Estar atentos a cualquier movimiento o ruido ––Ordenó Ethan–– un simple despiste os puede costar la vida.
En efecto, se acercaban varios ejemplares, eran un grupo de cuatro pequeños de pelaje de color gris. No atacaron, solo se quedaron mirándonos. Efectivamente, normalmente las pequeñas fieras grises no comían y no atacaban humanos, deben estar muy desesperados para decidir atacarlos ya que estos los intimidan bastante y no les compensa el riesgo. Estos se acercaron y solicitaban comida a aullidos, pero eran inofensivos. Decidimos arrojarles dos barras de pan y una conserva de aún, pero las insaciables bestias no tenían suficiente; querían más.
 ––Hay que ahuyentarlos o atraerán a más de ellos ––ordenó Ethan––.
 ––¡Fuera de aquí malditos! ––Grité con todas mis fuerzas––.
Pues así como se comieron el pan, no había reacción por parte de las bestias, pedían más comida los condenados desagradecidos. Empezamos a correr y ellos nos seguían desde una distancia segura. Danzando por el bosque, saltando, corriendo, nos seguían los puñeteros. No podía pintar mi desesperación, era tal cual si la muerte nos siguiera, como si fuéramos liebres que escapan de carnívoros. ¿Qué había pasado con las liebres de este bosque? ¿Porque no servían de presa a estos desesperados lobos? Así es que estuvimos corriendo durante tres horas. Estaba anocheciendo. Seguimos corriendo desesperadamente. Realmente nuestros perseguidores nos estaban ayudando a llegar antes de lo previsto a Frutos Secos. Me di cuenta de que el número de ellos había crecido considerablemente. Una hora más tarde por fin divisé en la lejanía los tejados de las casas de la aldea de Frutos Secos.
 ––Hemos llegado, estábamos a salvo ––dije––.
La Aldea había sido construida sobre un calvero libre de maleza de grandes dimensiones. En su centro se encontraba esta, rodeada por una alta muralla de piedra, de un tamaño de cuatro metros de altura, contaba con dos puertas de madera que permanecían cerradas habitualmente. En efecto, se intuía que había problemas; ya no era el bosque tranquilo que fue antaño; lo cierto es que su nombre ya no tenía ningún sentido.
Así, pues, la muralla se extendía, rodeándola, con una forma ovalada, bastante más extensa de norte a sur. Pueblo pequeño que se dedicaba al cultivo de ciruelas y albaricoques para la elaboración de ciruelas desecadas y orejones. Los cuales cultivaban en lo recóndito, tras la muralla; pero no era rica la cantidad de frutos secos que exportaban, ya que era una aldea pequeña, con poca producción y bastante aislada.
«¿Porque no se había construido un camino en el bosque para los viajeros? ¿Cómo viajaban los comerciantes?» Fueron preguntas que me hice, y no fui capaz de resolver. Las gentes de ese lugar deberían ser muy cerradas o no contaban con recursos para hacerlo. Y por supuesto, no se le podía pedir mucho a nuestra Casa Real, la cual, nunca, digo nunca, hacía nada; tan sólo robar al pueblo atreves de impuestos abusivos.
Era un pueblo humilde; esto se podía apreciar en el viejo y deteriorado portón de madera de la muralla al que nos acercábamos; el cual, su madera, se encontraba podrida por el paso de los años en contacto con la naturaleza y estaba llena de musgos. Al llegar, llamé con unos buenos aldabonazos; al tanto que Ethan hizo lo mismo, a modo impaciente; me dio la impresión de que quebraría en mil pedazos el picaporte, como siguiera llamando con esa descontrolada e impetuosa intensidad.
 ––Somos unos aldeanos de Atuntrucha ––dije––.
Minutos después oímos una voz grave proveniente del otro lado:
 ––¿A qué han venido?––interrogó el hombre––, os aviso que no queremos problemas en Frutos Secos.
 ––Nos dirigimos a la posada El Perro Gordo ––le expliqué––, hemos quedado con un amigo en la taberna; somos tres chicos; comerciantes… le juro que no somos problemáticos, venimos con los bolsillos bien llenos de monedas para gastar en la posada. No tema, abra la entrada buen señor, ¿me creé usted?
 ––JUAS… ––se mofó la voz––. Como no voy a creerle con esa sinceridad con la que habla, que parece un monje. Ahora mismo os abro; pero tengo que comprobar que tenéis dinero, no queremos vagabundos en la aldea.
Instantes después sonó un crujido de bisagras y cerraduras que se desplazaban. El portón derecho se movió deslizándose lentamente, crujiendo, chirriando. Sujetando la se encontraba un señor mayor y alto pero encorvado de unos 1,95 metros de altura; debería de tener entre unos 200 y 220 años. Al cabo de un rato nos dedicó una amarillenta sonrisa mientras hacía un gesto con la mano saludando.
 ––Pasen amigos ––dijo––. No se queden ahí parados con cara de bobos, o volveré a cerrar la puerta en vuestras narices; pasen, bienvenidos a Frutos Secos. La posada la encontrarán hacia el sur del pueblo, al fondo, en la plaza municipal; la regenta Santiago.
 ––Gracias. ––Dijo Ethan, le hizo un ademán que expresaba gratitud––. Muy amable.
De modo que tras introducirnos en lo profundo de la aldea contemplé un grupo de unas cinco docenas de casas de dos plantas distribuidas por una calle en forma de T, vista desde la bóveda celeste. La calle principal se componía de piedras rectangulares, con tonos grises y blancos, creando un mosaico de piedras.
A poco me percaté que unos poco aldeanos nos saludaban; intuían que éramos forasteros, algunos decían cosas como: «bienvenidos» o preguntaban: « ¿Qué os trae Frutos Secos?» También te invitaban: «entren, les invito a cenar.»
Tras recorrer un corto trayecto hacia el norte, entramos en la plaza municipal a las 21:32, la cual había sido diseñada con unos edificios de paredes blancas de dos plantas; con los tejados de ladrillos rojos, dieciséis grandes ventanas con balcones distribuidos ocho arriba y ocho abajo en cada casa. Entre todas las casas, distinguí la posada gracias al llamativo letrero de madera El Perro Gordo. La puerta principal, grande y de madera, con unas dimensiones de dos metros y medio de alto por un metro de ancho, pintada de color verde, con bisagras y cerradura de color rojo.


Dejamos la penumbra del crespúsculo para introducirnos en una estancia grande; a poco divisamos desde la entrada una serie de mesas donde se encontraban muchos hombres y mujeres de diversas edades sentados en grupos charlando, cenando, bebiendo entre murmullos y risas. Conseguí fácilmente localizar el mostrador de recepción en el fondo, junto una escalera que conducía hacia la segunda planta. Me precedió Ethan y yo le seguí; este nos recibió con una sonrisa ante una eventualidad poco habitual para conseguir obtener ganancias extras.
 ––Saludos forasteros, bienvenidos a la posada El Perro Gordo, dejen me adivinar, ¿necesitan una habitación para pasar la noche?
 ––En efecto ––afirmé––. ¿Sabe usted si ha venido alguien a traer un regalo para mí? Soy Daniel de la aldea de Atúntrucha y estos son mis amigos Ethan y Pedro.
 ––Sí, vino un mensajero y me entregó un paquete para usted.
 El recepcionista buscó en un armario, a poco sacó un cofre y un sobre sellado.
 ––Antes debo verificar su identidad, enséñeme su marca de nacimiento.
Aquello me dejó impresionado; por lo visto, el amigo de mis padres me conocía bastante bien y había tomado precauciones para asegurarse de que no fuera otro el que obtuviera mi regalo. Levanté la mano izquierda y el posadero, tras estudiar detenidamente mi marca, me entregó, no muy convencido, el sobre blanco cerrado y el cofre pequeño de madera.
 ––Gracias, estamos cansados ––le comuniqué––, necesitamos alquilar una habitación con tres camas.
 ––Síganme… síganme… les llevaré a su dormitorio… esperen que coja la llave… aquí está… vamos.
Nos condujo por unas escaleras de madera que conducían a la segunda planta, en un pasillo había diez puertas de madera. Tras abrir la tercera el dueño hizo un gesto en solicitud de cobrar la tarifa anticipadamente:
 ––Son dos monedas de cobre por día ––solicitó levantando una mano––, si me pagan ahora será todo un detalle.
 ––Tome; muchas gracias ––dije, tendiéndole lo solicitado sobre la palma de su mano––.
 ––Gracias… muchas gracias… si necesitan que les suba algo de comida o bebida háganmelo saber. Entonces me marcho, que descansen.
Nuestros músculos se contraían, nuestras piernas se movían en dirección hacia lo intrínseco, nuestras miradas analizaban de derecha a izquierda lo desconocido; una estancia iluminada por una lámpara de cera con una sutil luz amarilla entre sombras, colocada encima de una mesa que estaba junto a una pared, la cual reposaba sobre un suelo creado con láminas de madera. Tres camas, tres sillas y un armario acompañaban a esta para completar la totalidad de su inmobiliario. En la pared norte, una ventana rectangular con los postigos abiertos esperaba a que fueran a mirar a través de sus marcos las vistas maravillosas de la plaza; aunque de noche solo se apreciaba oscuridad y algunas luces tenues, difuminadas en el interior de unas pocas ventanas de las casas de la plaza.
 –– ¿Cuándo vas a abrir el enigmático cofre? ––Preguntó Ethan con un gran interés––.
En efecto; yo tenía tremendo interés en descubrir de qué se trataba, el cual me intrigaba desmesuradamente debido a que nunca había recibido un regalo de un amigo de mis padres; por consiguiente, sentía una enorme inquietud, al igual que mis amigos, por desenmarañar este misterioso enigma.
 –– ¡Sí!, pero antes, sentemos junto al escritorio––.
 –– ¡Ábrelo ya hombre! ––exigió Pedro––.
 ––Leeré primero la misiva, si os parece.
 ––Como quieras; es tu regalo ––opinó Ethan––.

De tal manera que, nos sentamos en las sillas junto a la mesa y coloqué la carta y el cofre de madera sobre esta. Enseguida, antes de abrirlo, escruté los rostros de mis amigos esperando su aprobación, acto seguido me mostraron una afirmación con un ademán muy impaciente. Más pasara lo que pasase me dispuse a rajar el sobre de papel para sacar la hoja, de modo que al sacarla pude distinguir unas delicadas letras escritas mediante pluma con una tinta color Púrpura. Trazadas empleando una sutileza increíble; pondré aquí la parte más importante del mensaje:
«Mi querido aliado Daniel, en primer lugar, permíteme felicitarte por el día de tu cumpleaños, es obvio que si lees este escrito seguramente sea a causa de que llegaste tarde a nuestra cita en El Perro Gordo.
El 12 de Marzo es el día en el que te conviertes en un adulto, comprenderás, amigo mío, que como persona mayor debes empezar a asumir tus deberes y convertirte en aquello para lo que naciste; pues resulta que necesitamos tú ayuda para un proyecto que nos beneficiará a muchos. Para ayudarte a cumplirlo, te regalo un magnífico reloj de pulsera, aunque no es un reloj exactamente.
Acerca de ello te diré que no te asustes cuando te lo adhieras a tu muñeca izquierda; es para que no lo pierdas y para prevenir que te lo roben. Se trata de mucho más importante de lo que te puedes imaginar. Es muy útil, lo vas a necesitar, es un compendio de herramientas y una gran base de datos de información, dotado de una tecnología muy avanzada. Lo necesitaras para llevar a cabo tus labores.
No sé si habrás oído alguna vez la palabra Reloj Electrónico. Está diseñado con una capacidad infinitamente avanzada; La cual cuenta con una pequeña fuente de alimentación que necesita para su correcto funcionamiento. Añadiré que el reloj debe cargarse primero antes de usarlo por primera vez; la fuente de energía se carga con el calor de tu cuerpo y con la luz solar.
Una última cosa; si…, te confirmo lo que ya intuías; eres un elementalista…, nuestro aliado en La Tierra.
Los elementalistas son seres creados para que puedan interactuar con una materia de una manera vanguardista, poniendo a su disposición el control de todos los elementos; sois los guerreros elegidos para combatir en nombre de los que lo crearon. Un día, alguien, usando todo el conocimiento de la ciencia del momento disponible, modificó el genoma y mezclándolo un dispositivo con tecnología vanguardista lo hizo posible.
Es todo lo que te puedo comunicar acerca del tema por ahora. Debes aprender a dominar tu poder, te ayudaré a desarrollarlo y tú a cambio nos ayudaras a nosotros… ¿Te parece bien?

Si te agrada el trato que te ofrecemos ven a verme…, te espero en la aldea “Nieve”, situada al noroeste de la capital, en una región montañosa, construida en las cumbres nevadas de esta sierra. Se encuentra a 2500 metros de altura. Cruza la puerta este de Denver y luego, gira a la izquierda, sigue recto hacia el noroeste, más adelante en el horizonte lejano veras una sierra de montañas. Nos vemos en la Posada “El abrigo” el día 27 de Marzo. No te retrases; no suelo esperar a las personas poco puntuales. Si no te veo, le dejaré nuevamente otro sobre al posadero. Ten cuidado por el camino con los bandidos y con La Guardia Real. ¿No lo sabías? Me ha soplado un pajarito que resulta que el rey te está buscando, como ya eres mayor de edad. Ha emitido una orden de captura.
Lo siento; Quiere tu cabeza sobre una bandeja ya que eres una amenaza para él y su familia. No vuelvas a “Atuntrucha”. Te he dejado una gran ayuda económica en la caja que te vendrá bien para empezar desde cero. No te identifiques en ningún lugar con tu verdadero nombre, usa otro, ¿ok?; hasta la vista Daniel.»
La historia en relación al reloj me pareció impresionante; aún más, difícil de creer. En ese momento pensé que todo era una broma de mal gusto; pero al leer que no debía volver a mi aldea, toda mi preocupación se centró en ese fatídico problema, dejando de lado la idea de abrir el cofre.
«¿Qué debo hacer? ––Cavilé con una preocupación que helaba mi sangre––; ¿En dónde viviré a partir de ahora? »
Eran asuntos que me atormentaban, los cuales me hacían olvidar la idea de probar aquel enigmático reloj.
 ––Debe de ser una maldita broma de mal gusto ––Exclamé, enervado* por el sueño, de un modo nunca antes sentido, mientras intercambiaba miradas con a mis amigos––. ¿Cómo que no puedo volver a Atún? ¿A dónde voy a ir? ¡maldita sea! ¿Qué voy a hacer a partir de ahora? ¡Esto de la magia es, simplemente, una maldita superstición! ¡Una maldita socarronería* que me ha regalado el destino! No existe tal poder, nunca he tenido ninguno. ¡Nunca me he considerado diferente, ni especial! ¿Cómo voy a ayudar a los demás, si ni siquiera soy capaz de ayudarme a mí mismo? ¡Es ridículo! ¡Absurdo! ¡Irracional! ¡Incoherente! ¡Descabellado! ¡Insensato! ¡Ilógico! ¡Inadmisible! A dios a la tranquilidad, a dios a la buena vida, a dios a dormir sin ansiedad, adiós a mi taberna. ¡Mi taberna, la pobre Ana! ¡Es menester volver a la posada inmediatamente! ¡Hay que avisarla! [Enervado=debilitado] [Socarronería=burla]
 ––Es duro lo que acabamos de oír, ¿cómo se asimila tanta información? ––Expresó Ethan dubitativo––; demasiada para digerirla.
 –– ¡Debemos volver en seguida! ––Gritó Pedro––, ¡vámonos!
 ––Es poco razonable volver antes de que descansemos ––opinó Ethan––. Durmamos un poco, mañana compraremos unos caballos al posadero y llegaremos en 15 horas trotando sin parar.
 –– ¿Podremos dormir sabiendo que está en peligro Ana? ––pregunté––. Será mejor partir ahora mismo, o de lo contrario, no nos lo perdonaremos nunca.
 –– ¡Vámonos! ––Exigió Pedro––.
 ––A ver si lo he entendido bien ––preguntó Ethan––. ¿Estáis dispuestos a franquear* el bosque protector invadido por lobos hambrientos en la más lóbrega oscuridad? [Franquear=atravesar]
 ––No hay otra alternativa ¡vamos! ––Grité alterado–– nos tomaremos unos cafés antes de salir. Volvemos a meter todo en las mochilas y nos marchamos.
 ––Vamos, y si todo esto es una broma ––prometió Pedro, con un gesto amenazante con el puño derecho bien cerrado––. Buscaremos al tío ese misterioso para darle un buen escarmiento, no se juega con la gente de esta manera, no se juega con sus sentimientos.

Ahora, antes de todo, explicaré lo que realmente les sucedió a mis padres, tal cual pude enterarme gracias a esta misma carta.
Durante el curso del año 11312 , en la madrugada del 12 de marzo, sorprendió a la Casa Real, mi nacimiento; porque portaba en la palma de la mano izquierda una marca inusual; la indeleble* y denigrante señal que parecía la figura de una esfera demasiado perfecta para ser natural. [Indeleble=imborrable]
Esta profecía había llegado a oídos de Leónidas X, Rey Supremo por gracia divina, descendiente de los dioses de la Luna; tal cual se autoproclamaron los de La Casa Real de Los Leones durante diez siglos, auto elevándose al nivel de semidioses; mas nadie esto se atrevió a comprobar o desmentir, ya que no poseían la gallardía necesaria para fantasear con ello, no fuera a ser que con sus poderes divinos, leyendo telepáticamente en sus propias mentes los descubrieran y los castigaran.
Así fue que con una perversidad inteligente, muy supersticioso y precavido, como él conocía la verdadera leyenda transmitida de Reyes a Príncipes por tradición, acerca de los hombres que usaban el fuego, el agua, el hielo y la tierra; la predicción que pronosticaba que un monarca sería asesinado por uno de ellos.
El sicótico Gobernante ordenó inmediatamente la ejecución de mi madre y mi padre; pero no pudo deshacerse de mí, por un motivo controvertido; puesto que existía un decreto que prohibía lastimar a los menores de 18 años, y este se trataba del único derecho real que se ganaron antaño los habitantes del reino de América: el de nacer y a crecer. Pasado el tiempo, en el instante que estos cumplían la mayoría de edad, sus vidas pasaban a ser juzgadas por el rey semidiós; siendo él, el juez eminente de todos los entes*; ya que el muy tirano, se jactaba y enorgullecía de gobernar con plenos poderes y hacia un abyecto* abuso de ellos siempre que lo deseaba. [Ente=ser] [Abyecto=despreciable]
Tal como había explicado, debido a que aquel hijo de dioses con plena supremacía y poderío no podía hacer daño a un indefenso bebé, tomó la decisión de enviarme con Ana.
Pero no me enteré de lo que le aconteció a mis padres hasta que lo leí en esta carta. Me narró, triste, el verdadero relato referente a mi ominoso* nacimiento. La marca: la maldita profecía y por ella la trágica ejecución de mis padres por orden de su majestad todo poderoso gobernante Leónidas X. [Ominoso=repulsivo]
La condición que le impuso a mi madrasta fue que el maldito niño, no entrara en la capital, estaba desterrado para siempre y años después, en el tiempo en que cumpliera la mayoría de edad, sería perseguido a fin de condenarme injustamente.

¿Por qué el rey tenía temor de mí? es decir: ¿Me consideraba una amenaza para conservar su supremacía? ¿Quién era yo para arrebatársela? ¿Por qué había ordenado la condena de mis padres? ¿Qué clase de cínico tiene la osadía de decidir sobre la vida de algún ser inteligente o de un animal apacible? Son personas con las que a lo largo de mi existencia me tocó lidiar; malvadas, sedientas de poder, con unos claros sentimientos altivos*, sicópatas, egocéntricos, inicuos*, perturbados, y algunas más que me olvido; mas parecían que disfrutaran con las agonías y los pavores imbuidos a indefensos; por consiguiente, monstruos a los que nunca llegué a comprender. *[Inicuos=malvados] [altivo=arrogante]
Me invadió un sentimiento de melancolía y conmiseración*; parecía mío el daño sufrido por las dos cabezas cortadas, al conocer el trágico destino de mis padres. De repente, se apoderó de mí un deseo desmesurado de llorar; y poco después comencé contra mi voluntad a lloriquear, con la cara resguarda entre mis brazos. *[Conmiseración=compasión]
No conseguía apreciar en mi interior como una persona podía sentenciar la vida de otra, y no padecer la más mínima pena.
Sentía atravesar mi alma un inexorable* estremecimiento que se introdujo en la médula de mis huesos, con una forma espumosa formada de aflicción y desazón que procedía de mi cerebro; la indeleble* marca del trauma del pasado. *Inexorable=inevitable] [Indeleble=imborrable]
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lucia
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Re: Llamadme Daniel (Novela de aventuras, ebook gratis)

Mensaje por lucia »

Después de un libro malo, malísimo que he leído hace poco, te puedo decir que hay esperanzas para ti. Eso sí, quita las definiciones que intercalas. Demuestran mas que has tirado de diccionario al escribir y que consideras que quien te lee tiene un vocabulario reducido que otra cosa. Sobre todo porque algunas son bastante comunes y conocidas.

Y tienes que tener cuidado con las faltas de ortografía (hay una v que hace daño a la vista) y con utilizar palabras de sonoridad parecida pero significado completamente distinto, que también se te han colado por ahí.

En cuanto a la trama, es muy confusa, a la par que sigue siendo ingenua, como el encuentro con los lobos.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Megan
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Re: Llamadme Daniel (Novela de aventuras, ebook gratis)

Mensaje por Megan »

lucia escribió:Quita las definiciones que intercalas. Demuestran mas que has tirado de diccionario al escribir y que consideras que quien te lee tiene un vocabulario reducido que otra cosa. Sobre todo porque algunas son bastante comunes y conocidas.
Estoy totalmente de acuerdo, esas definiciones están de más, es como si trataras de ignorantes a tus lectores. Eso no está nada bien. Sacalas por favor.
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