CPXII - Adiós, papá

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPXII - Adiós, papá

Mensaje por lucia »

ADIOS, PAPÁ

La noticia no le produjo ninguna conmoción especial, más allá del brusco retroceso a un pasado que desde hacía años permanecía aletargado dentro del enmohecido arsenal que configuraban cierta parte de sus recuerdos. No sintió pena, mucho menos dolor, aunque tampoco ningún tipo de alivio, ni menos aún de vindicativo júbilo, sólo un cierto asomo de melancolía que llegó meciéndose, como las plumas en el viento de un ave abatida, al ritmo de esos recuerdos remotos que despertaban en medio de la noche.
Partió al mismo día siguiente, ya de mediodía. Las largas horas que duró el trayecto no sólo contrajeron el espacio, sino también el tiempo, un viaje donde a través de la ventanilla del vehículo vio Teresa desfilar valles y quebradas al compás que también lo iban haciendo los años, de tal manera que cuando al fin se apeó en aquel poblado de fachadas enlucidas y tejados rojos, ya no era la mujer adulta que ocho horas antes se subiera al autobús, sino la adolescente que abandonó ese mismo pueblo casi tres décadas atrás.
En la parada la recibió Jorge, el hermano mayor que en su momento decidiera quedarse allí para perpetuar la saga de ganaderos iniciada por su bisabuelo hacía ya más de un siglo. Teresa no pudo dejar de apreciar el crespón negro que cubría su brazo derecho desde el hombro hasta el codo. Ella, en cambio, había decidido no ponerse ninguna prenda de ese color. Los dos hermanos se fundieron en un prolongado abrazo, del que se separaron para juntos arrastrar luego sus sombras hasta el zigzagueante camino que les conduciría a la alquería familiar. Hacía frío. Ambos caminaban en silencio, frenadas sus lenguas por el azoramiento y sus pasos por un viento enérgico que agitaba nerviosamente las ramas de los pinos. En la agonía de la tarde, la oscuridad comenzaba a tragarse árboles, sombras y edificios.
Cuando llegaron a la finca, la noche era ya cerrada y espesa, todo un pozo de misterios apenas iluminado por el pedacito de luna que allá arriba, por encima de las montañas, se deslizaba en el cristal del cielo. Esta leve luz de plata bastó en cualquier caso para que la visión que a Teresa transmitieron sus ojos encajara de lleno con la imagen que del lugar guardaba en sus recuerdos. Allí estaba en efecto la casa familiar, con sus recios y elevados muros de piedra cubiertos de madreselva, sus balcones rectangulares y almenados remates, desafiante, austera, dominando el paisaje como un viejo guerrero impávido. Nada en ella había cambiado en todo el tiempo transcurrido desde que la pisara por última vez. Al atravesar la arqueada puerta de roble, Teresa sintió un escalofrío que de modo automático la llevó a encogerse, zarandeado su ánimo por el empuje de unos atávicos miedos que de golpe y porrazo se enfatizaron tras poner los pies dentro de la casa. Casi al instante consiguió sin embargo recobrar la compostura, sin que ni siquiera Jorge se percatara de este repentino apocamiento, y con andar erguido siguió a su hermano hasta el salón principal.
El ataúd se hallaba justo en el centro de la estancia, encaramado sobre un catafalco alrededor del cual hacían danzar sus llamas media docena de cirios. A la cabecera se había erigido un pequeño altar abarrotado de coronas de flores y presidido por el retrato enmarcado de un hombre de rostro enjuto, mirada severa y cabello crespo; cada vértice del retrato tenía adosado un lazo negro. Las flores desprendían vaharadas tan penetrantes que el intenso aroma llegaba a resultar opresivo, hasta el extremo que Teresa sintió un sofoco agudo que de nuevo hizo que sus piernas flaquearan, a punto casi de perder el sentido. Curiosamente, la avalancha de cuerpos que se precipitó sobre ella con ánimo de mostrar sus condolencias consiguió, mediante abrazos y apretones de diverso ímpetu, mantenerla sobre el suelo y disimular tal astenia. En la confusión de voces y rostros, apenas lograba identificar a nadie, como si en lugar de seres individuales aquella gente conformara un único individuo sin rasgos definidos; todos de hecho se le antojaron cortados por un mismo patrón, clónicos entes oscuros que se movían entre las sombras como aves nictálopes. Terminada la protocolaria dación de pésame, los congregados, que vendrían a ser una veintena, volvieron a dispersarse a lo largo de la estancia, algunas mujeres se arrodillaron frente al ataúd para rezar con decorosa compostura; los hombres, por su parte, tendían a formar pequeños grupos en los que conversaban en voz baja, voces en sordina de las que de vez en cuando se escapaba alguna disonancia aguda; la mayoría eran personas de avanzada edad, amigos y vecinos del difunto.
Teresa no estuvo demasiado tiempo en el velatorio. Alegando que se encontraba cansada del viaje y un tanto indispuesta, se retiró al dormitorio, donde, tumbada sobre la cama, dejó que sus pensamientos fluyeran libremente dentro de su cabeza, girando una y otra vez como remolinos sobre el eje fijo que conformaban sobre todo su infancia y adolescencia, marcadas ambas por los designios de aquel tirano que, privado ya del soplo de la vida, dormía el sueño eterno justo unos metros más abajo, en el afelpado lecho de la caja de nogal que contenía su mortal envoltura. La ira y el rencor seguían siendo las emociones preponderantes al pensar en él, sin que ni siquiera la muerte hubiese mitigado en nada su pujanza. Se dijo a sí misma que, a pesar de todo, habría podido perdonarle, lo habría hecho sin duda, de corazón, habría perdonado su mal carácter, sus constantes reprimendas y admoniciones, su intransigencia, su irascibilidad, su desapego, todo se lo habría perdonado, hasta es posible que hubiera llegado a amarle…. Pero aquello otro…, no, aquello nunca pudo ni podría olvidarlo en todo cuanto le restara de vida, menos aún perdonarlo, y desde luego anuló de golpe toda posibilidad de amor hacia aquel hombre al que sólo ya las leyes biológicas podían reivindicar que continuara llamándole padre, ese ser ruin y depravado que durante tantas y tantas noches profanó su cama, justo la misma donde ahora ella yacía, para buscar su carne de niña. La angustia que le produjo rememorar aquellos episodios pretéritos se tradujo en una sensación de asfixia que obligó a Teresa a incorporarse de la cama para abrir la ventana de la habitación. Sacó la cabeza fuera y, jadeante, se aplicó en profundas respiraciones, con suma dificultad al principio, como una asmática, hasta que el penetrante aroma a lavanda filtrado a través del aire consiguió despejar sus conductos respiratorios de los miasmas traídos por el recuerdo.
Al día siguiente, Teresa encabezó junto con su hermano el cortejo fúnebre que condujo al féretro hasta el cementerio. La mañana había amanecido cubierta por una espesa niebla cuyos densos jirones semejaban fantasmas abrazándose a los troncos de los árboles. Envuelto de este modo en brumas, el paisaje parecía de todo punto irreal. Una vez llegados al lugar donde habrían de reposar para siempre los restos del difunto, el sacerdote ofició un breve responso mortuorio, tras el cual todos los presentes se aunaron en la tarea de, a modo de postrera despedida, derramar flores sobre la fosa por cuya siniestra hendedura iba descendiendo el ataúd; todos excepto ella: Teresa se limitaba a contemplar la escena con absoluta parsimonia, en su rostro vacío de expresión fulgía una mirada zarca de todo punto impenetrable, una mirada profunda y misteriosa como el océano, en tanto su mano derecha seguía reteniendo con fuerza esa flor que, presumiblemente, también ella debería haber dejado caer dentro de la sepultura… Pero no, no le daría ese último homenaje, no lo merecía. Sus ojos, dos témpanos de hielo azul, parecían querer traspasar la caja sobre la que, puñado a puñado, iba cayendo la tierra, inexorable, sin tregua, cada palada alejando más y más del mundo al hombre que años atrás hallara en su cuerpo de niña el medio con el que satisfacer una aberrante lujuria, el hombre que destrozó su vida, su propio padre. Teresa cerró los ojos durante un instante y aspiró profundamente: un fuerte soplo de viento la envolvió con los aromas típicos de aquel lugar perdido entre la nada, una mezcla de espliego, sordidez y ancestrales egoísmos.
Minutos después, vueltos ya el polvo al polvo y la ceniza a la ceniza, desfilaba también de vuelta la procesión de deudos y allegados que asistiera al sepelio. Sólo Teresa permaneció junto a la tumba, firme, clavados sus ojos sobre la cruz de piedra hincada en la tierra removida, el cabello rebelde arremolinándose sobre su cabeza ante las embestidas del viento. Ni una lágrima brotó, sin embargo, de sus ojos; una sola lágrima habría sido de hecho heraldo de un perdón que de sobra sabía ella que jamás podría otorgar… Antes de irse arrojó al fin su flor al viento, un lirio blanco que representaba su pureza perdida, una flor devorada casi al instante por la niebla.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Ratpenat
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Ratpenat »

No me ha gustado mucho, lo siento. Está bien escrito, pero la temática y el tono de la misma se me han hecho un poco pesados. Seguro que es cosa mía.
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Frigg
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Frigg »

Hola autor/a. No empatizo demasiado con tu manera de contar ésta historia, pero es algo personal. Al principio del relato hay frases muy rebuscadas que me hacen difícil el situarme en lo que ocurre, y algunas cositas de puntuación que yo repasaría. Luego vienen una serie de descripciones que me sobran, dada la noticia que acaba de recibir la protagonista. Yo hubiera ahondado más en lo que significa para ella, el primer impacto. Más tarde intentas explicar su dolor, su rabia, pero el tema es tan duro y cruel que pequeñas pinceladas, sin ser tan explícito, hubieran impactado incluso más...
Creo sin duda que tienes buenas formas, pero la forma de contar la historia es lo que ha hecho que no llegue a conectar con tu criatura. Aún así, mucha suerte!
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Berlín
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Berlín »

Adiós papá.

¿Qué me ha ocurrido con este texto? Pues veras, me ha ocurrido que de tanto que has cuidado la forma, el fondo no me ha emocionado. No sé cómo explicarlo. En lugar de emocionarme, de sacudirme, de hacerme sentir rabia y desprecio por ese padre y lastima por esa niña mancillada, lo único que has conseguido es que me fije en lo recargado del texto y en lo que te has preocupado de buscar palabras rebuscadas. Quiero ser sincera y esto es lo que me ha transmitido a mí.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Topito
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Topito »

Tema duro, sí. Pero no está bien ejecutado. Echas al lector con la prosa. Las palabras más cultas no fluyen; al contra, se estancan. Es preferible la sencillez. Si no te sale solo, mejor no forzarlo. Eso lo nota un lector ducho en la lectura. El mismo texto te pide sencillez. El impacto hubiera sido mayor para el lector. Las palabras deben azotarte, sentir la rabia de la protagonista. No necesitas adornar la prosa si no es tu estilo habitual.

Suerte en el concurso.
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Sagaz
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Sagaz »

Bueno, primer relato que veo. Vamos por orden:

Escritura y estilo: Coincidiendo con Topito, recargar el estilo no le hace ningún favor al relato. No solo el abuso de términos rebuscados, sino que la profusión de frases largas y líricas, la falta de pausas y de ritmo conduce inevitablemente a dar al relato una voz mecánica y monótona. Las palabras solo tienen una finalidad: comunicar. Todas las barreras que pongas entre ellas y el lector son barreras a esa comunicación. Palabras raras, desde luego, cuando haga falta. Aquí veo un sobre-esfuerzo por buscar lo culto en detrimento del mensaje. Demasiado decimonónico para mi gusto, lo siento.

Mensaje, verosimilitud e ideas exploradas: Lamento decirte que, por lo expuesto arriba, me ha costado conectar con lo que pretendías transmitir. Hecho el esfuerzo, creo que desde las primeras líneas se dejaba entrever de qué iba la cosa, así que no ha habido ninguna sorpresa por mi parte (quizá no lo pretendías, por otro lado). No creo que hayas intentado una aproximación distinta a la que podríamos encontrar en un spot publicitario contra los abusos infantiles. Me ha faltado ver carácter, tono y color en los personajes. La metáfora final me parece muy acertada en este caso; creo que este relato es la flor que lanzas al viento, pero que rápidamente queda oculta por la niebla, que es todo lo demás.

Conclusión: Para mí el mensaje siempre está por encima de todo. En este caso, ni la forma ni el mensaje me convencen. Lo siento, autor/a. Sobra decir que esta es solo mi opinión y que muchas gracias por compartir :)
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rubisco
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por rubisco »

Querido autor, querida autora:

Nos traes un relato de una gran profundidad sentimental, con una temática dura y de difícil tratamiento.

No logro adivinar cuál era tu propósito con el relato. Si era mostrarnos un relato estético, con muchas imágenes, creo que lo has conseguido. Si era contar una historia, me temo que te has quedado a medias.

La narración del funeral de un padre incestuoso y violador y la indiferencia de su hija mancillada se me antoja algo corta. Insisto que si querías mostrar en cada momento las sensaciones que fluían por el interior de Teresa creo que lo conseguiste, pero en la parte de historia se me queda algo coja.

La narración es densa y a ratos se atraganta. Eso da sensación de espesura, de agobio, y contribuye a enrarecer aún más el ambiente triste del relato, pero creo que algunas frases piden una menor longitud y menos adjetivos.

Eso sí, la imagen final tiene mucha potencia.

Muchas gracias por compartirlo :hola:
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prófugo
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por prófugo »

Estimado(a) autor(a):

Te voy a ser muy sincero...el relato está "hermoso" pero no me emociona ni dice nada dentro de mí. Y me fastidia que eso suceda porque creo que el tema que expones daba para remover sentimientos..algo que me gusta.

Supongo que te gusta enriquecer tus textos con palabras poco comunes y darle así mayor calidad...pero a veces lo sencillo gusta más y se hace más ameno.

En conclusión, creo que con un lenguaje más cercano hubieses llegado mejor a mis gustos y atención. Pero tú eres su creador y lo hiciste como te gusta y deseabas que fuese.

Gracias por compartirlo con nosotros y un fuerte abrazo :60:


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Dama Luna
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Dama Luna »

"un cierto asomo de melancolía que llegó meciéndose, como las plumas en el viento de un ave abatida"
Qué bonita frase para empezar. Un inicio potente, muy poético, muy prometedor, pero nos encontramos con un relato donde la forma se merienda por completo al mensaje de fondo. El estilo es muy hermoso y se podría haber jugado con un texto que contrastara la belleza formal con la crudeza de la historia que encierra, pero por desgracia el sentimiento que destila es frío, no posibilita la empatía con el lector, no te provoca emoción. Y por eso, creo, en conjunto me resulta un relato fallido.

Pero ánimo porque tu prosa es muy bella y manejas con soltura el lenguaje poético. Suerte.
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Nínive
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Nínive »

Adiós papá


Idea: Un relato que nos habla de un crimen, de un incesto. De sentimientos. Y ya. No hay más.

Desarrollo: Desarrollo bastante plano, con muchas repeticiones y que se hace algo largo. No hay sorpresas, es lineal en tiempo (ni retrocesos al pasado, ni desarrollo de personajes). De la protagonista solo se nos explica ese momento, nada más de su vida tras la salida del pueblo, del hermano y del padre, poco más. Te diría que mimases más a tus personajes para darles profundidad, también a los villanos. Hazles capas, como las cebollas.

Ejecución: La primera frase se hace laaarga de leer. ¿Un crespón desde el hombro hasta el codo? Multitud de adjetivos y repetición de conceptos: responso, mortuorio, postrera, despedida… (todo esto en la misma frase…) Aberrante lujuria, ancestrales egoísmos. Redacción un poquito pretenciosa con abundante adjetivos. Demasiada forma que se queda en la superficie porque debería sentir el odio de la protagonista, pero se diluye entre las palabras y se me escapa.

Un abrazo, autor. Todo lo que opino es para mejorar, tenlo en cuenta. :60:
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Edgardo Benitez
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Edgardo Benitez »

Pienso que para escribir este texto no necesitas tantas palabras. Me ha parecido aburrido y sin sorpresa.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Gavalia
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Gavalia »

Excelente trabajo que no deja duda al respecto de tú capacidad narradora. Sin embargo, creo que la historia se presta a mucho más, pues se me queda el regusto de haber acabado antes de empezar. No creo que sea la mejor elección para un relato corto, pues aparte de lo bueno de tú prosa, la historia no hizo más que empezar y creo que da para mucho más. No me dice nada. Nadie sufre, nadie padece, nadie me dice nada de su pasado, salvo lo mínimo aceptable para que la historia sea coherente a pesar de su corta extensión en cuanto a argumentación. Lo dicho, bueno es un rato, pero como ejercicio de redacción. Así se escribe, si señor, pero hasta ahí.
Última edición por Gavalia el 27 Abr 2017 12:44, editado 1 vez en total.
En paz descanses, amigo.
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jilguero
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por jilguero »

Un texto costumbrista con prosa precisa en los términos (vocabulario rico) y frases acabalgadas (a veces, te diría que en exceso) que le dan al conjunto un sabor añejo. Adjetivo que uso tanto en su sentido positivo, pues la ambientación está muy lograda (es fácil imaginarse la situación), como en el negativo de ya visto. Aunque no es una historia especialmente original (me ha traido a la cabeza escenas de las novelas de Mauriac, como Nido de víboras o Thérèse Desqueyroux), me ha resultado muy agradable de leer. Porque, aunque pueda sonar a coña, autor, ha sido muy agradable asistir a este funeral a la antigua usanza. Por otro lado, me gusta aprender nuevo vocabulario (creo que eso enriquece mi pensamiento) y te tengo que agradecer que me hayas enseñado algunos términos.

Como peguita menor, te diría que dado el tono ganeral de tu narración, hubiese sido mejor que ella no nos dijera de manera tan explícita cuál era su gran trauma, el hecho que la había separado irremediablemente de su padre. Mejor que nos lo hubiera dicho de manera más velada. Bueno, al margen de porque creo que le hubiera ido mejor, también porque una vez alguien muere, no me gusta la gente que sigue echando leña al fuego incluso si se la merece. Una cuestión de estética. No tanto por el muerto como por el vivo: hay sentimientos que nos manchan y es mejor evitarlos. :wink:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Robe Ferrer
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Robe Ferrer »

Una historia plana, podría ser emotiva, pero se queda en cosas superficiales. Le falta profundizar mucho en la vida de la protagonista. Usa un lenguaje demasiado rebuscado.
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Paraná
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Re: CPXII - Adiós, papá

Mensaje por Paraná »

Un tema algo trillado como el abuso infantil debería tener una manera más eficaz para que logre interesar al lector, porque si no, se queda en crónica. Encontré la prosa recargada, excesiva; creo que se podría conseguir mucho mejor efecto con la mitad o menos de las palabras utilizadas. Creo que es una cuestión de práctica, hasta que uno se acostumbra a distinguir, intuitivamente, qué expresiones enriquecen un texto, y cuáles lo "enfrían" en la mente del lector. Siento que estoy siendo dura, pero adivino buenas posibilidades en esta pluma y quizá (sólo quizá) esa dureza ayude.
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