CT II - Hilos de araña - Iliria

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CT II - Hilos de araña - Iliria

Mensaje por lucia »

HILOS DE ARAÑA

Rebeca echó otro vistazo por el retrovisor. Casi perdió el control del volante al reducir a tercera. El coche dio un empellón y adquirió la potencia precisa para iniciar el ascenso por la pendiente. Aunque eso significase perder velocidad.
—Joder— masculló.
Llevaba un rato sin dolerle la mejilla. El hematoma había pasado a un segundo plano, aunque alguna vez sin darse cuenta se llevase la mano a la cara. Ahora le preocupaban las luces. Aquellas que se reflejaban en el retrovisor. Manteniendo la misma distancia demasiado tiempo. Sintió el impulso de acelerar, pero logró contenerse. No conocía la solitaria carretera que comenzaba a perderse entre montañas. La noche podía volver engañosa cualquier silueta mal iluminada por el único faro que funcionaba de su viejo Seat Ibiza.
Sin embargo… esa manera de tomar las curvas… “No, no puede ser”, pensó, y el ritmo de su corazón fue decreciendo. Quizá un engaño de su mente. Una casualidad. Un conductor tan espontáneo como ella por aquellos lares.
En el asiento trasero, Noa seguía en silencio. Rebeca sintió cierto alivio al verla capaz de dormir incluso en momentos así, ajena a todo como sólo podía estarlo una niña de tres años.
De pronto, Rebeca dio un grito y un volantazo. Llegó a invadir el carril contrario, aunque logró enderezarse. Sacudió su mano derecha en un acto reflejo. Con asco. Una araña negra, peluda, del tamaño de una moneda de cincuenta céntimos había caído del techo.
—¿M… mami?— musitó Noa, adormilada.
—No pasa nada, cielo. Duerme.
Tuvo la sensación de que el bicho se había escabullido debajo del asiento. “Espero que no nos pique”. Sin darse cuenta, Rebeca había incrementado la velocidad. Al menos, se había alejado del otro coche, cuyas luces destellaban en la sinuosidad de un par de curvas, más atrás. El faro sano del Ibiza pareció alumbrar una tosca indicación: “Albergue a 50 mts”, creyó leer. Exhaló un suspiro y tomó el cerrado giro hacia un camino de tierra. Tras ella, vio el otro coche pasar de largo.
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Dos luces de un turbio anaranjado vacilaban ante el albergue, una vieja alquería de dos pisos. Aparte del rótulo de la carretera, ninguna otra indicación señalaba como negocio a la única casa de la zona. Quizá fuese la irregular distribución de las ventanas, quizá los desconchones de la pintura, o acaso el estado de las tejas lo que a Rebeca le hizo por un momento desear volver al coche. Sin embargo, tanto Noa como ella necesitaban descanso. Con las piernas todavía temblorosas, le costó avanzar por la gruesa grava de la explanada hasta llegar a la puerta. El peso de la niña dormida tampoco ayudaba. Tuvo que tocar varias veces el timbre hasta que les abrieron. Se preguntó si aquella sólo sería una casa particular.
—Disculpe las molestias. ¿Sabe si el albergue queda muy lejos?
Rebeca se sintió examinada de pies a cabeza por una mujer de unos sesenta años, con ligero sobrepeso y enfundada en un vestido de oscuro estampado. Por cómo miró a la joven no debió causarle una buena impresión la camiseta de tirantes sin sostén, el pantalón de pijama tapando lo justo de las nalgas y como calzado unas viejas botas de motero. Rebeca trató de tapar sin éxito el moratón de su cara en parte con sus largos rizos desgreñados y en parte con el cuerpecito de Noa.
Este es el albergue —recalcó la mujer, entornando los ojos.
—¿Tiene alguna habitación disponible? Es sólo por esta noche.
La voz de la chica fue apagándose casi en una disculpa. La mujer las dejó pasar con la misma desgana con que se situó detrás de una mesa alargada que hacía de mostrador.
—¿Y su equipaje?
A Rebeca volvía a embargarle la sensación de ir haciéndose más pequeña, y a la vez molesta para los demás con su propia presencia, ya de por sí menuda y frágil. ¿Cómo explicarle a la dueña la manera en la que habían tenido que salir con lo puesto?
—Ya veo. ¿Identificación tampoco lleva?
—Sólo el carnet de conducir…
—Suficiente.
La mujer permaneció imperturbable mientras veía a Rebeca esforzarse en extraer el documento de un diminuto bolsito que llevaba al hombro. Hizo unas anotaciones y le dejó un tosco llavero de madera con un número grabado: el 8. Después volvió a arrastrarse hasta una estancia casi en penumbra, donde le aguardaba un desgastado sillón ocupado por madejas de lana y agujas de tejer.
—Ya puede subir — anunció, sin despegar la vista de su labor —. El desayuno, por supuesto, a las ocho.
La chica musitó un escueto agradecimiento y se dirigió a las escaleras, cuidando de no despertar a su hija. No había reparado todavía en el interior del albergue, que contrastaba de forma grotesca con la sobria y ruinosa fachada. Casi todas las paredes, desde el suelo de parqué hasta los dinteles de las puertas, estaban revestidas de madera color caramelo. La parte superior lucía un blanco encalado hasta el techo de vigas de madera. Lo más llamativo para Rebeca no era la ausencia de toda decoración, sino la luz halógena de las numerosas lámparas que hacían destellar la sala principal, la escalera y el único pasillo, y que volvían el ambiente sofocante. Si Rebeca se había sentido pequeña ante la presencia de la propietaria, ahora hubiese jurado volverse gigante debido a la estrechez del interior, cuyos recovecos daban a la casona un aspecto casi laberíntico. Como Alicia tras beber la poción y comer el pastel, pensó. A medida que avanzaba, su rostro rozó en varias ocasiones algún invisible y sedoso hilo que parecía desplegarse de un extremo al otro de las paredes.
Al menos la habitación parecía fresca y limpia. Era de reducidas dimensiones, pero bien dispuesta con una pequeña cama y su mesita de noche, un armario y una silla. Rebeca acostó con cuidado a Noa, que comenzó a despabilarse.
—¿Cuándo volvemos a casa, mami?
Rebeca la miró con tristeza.
—No lo sé, cielo. Aún es pronto para eso.
—No me gusta esa señora. Me ha dicho cosas feas. Cosas de papá…
—Estabas durmiendo, seguro que lo has soñado —Rebeca sintió su respiración acelerarse —. Te traeré algo de la cocina, ¿quieres?
—¿Un vasito de leche?
—Claro que sí, mi amor. Pero no te muevas, ¿eh? Mamá viene enseguida.
Rebeca salió de la habitación y bajó las escaleras. Las suelas de sus botas hacían chirriar un suelo que parecía combarse levemente con cada pisada. El pequeño cuarto en penumbra estaba vacío, aunque la labor seguía sobre el sofá. Se preguntó qué estaría tejiendo la mujer con tanto afán, pero una sensación de desasosiego le invadió nada más acercarse al quicio de la puerta. Dio media vuelta en busca de la cocina por aquel estrecho dédalo de madera recalentada bajo los focos de luz. De pronto, Rebeca sufrió un sobresalto al encontrarse de frente con la dueña.
—¡Oh, jod…! Perdón. Sólo quería saber si podía dar un vaso de leche a la niña. ¿Es esta la cocina?
Por primera vez la mujer pareció sonreír. Estiró los labios sin despegarlos y entornó sus ojillos, empequeñeciéndolos aún más.
—Sí, aquí está. Pase y sírvase.
Rebeca le dio las gracias. La mujer se dispuso a salir, cuando la joven le preguntó:
—¿Cómo es que hay tantas luces encendidas si sólo estamos nosotras tres?
—Ah, es para ahuyentar a las arañas —respondió, alejándose hacia su cuarto de labor.
-----------------------------------------
La noche avanzaba. Era difícil precisar la hora siguiendo el curso de la luna en descenso por las copas otoñales. ¿Las cuatro? ¿Las cinco? Era como si hubiesen transcurrido días desde que dejaran su casa. Rebeca había permanecido un rato en vela, para caer en un ligero sueño y volver de nuevo a despertar. A su lado, la suave respiración de Noa no había variado, ni tampoco su postura en la cama. Rebeca lo intentó una vez más. Sus párpados se fueron haciendo pesados, pero su cabeza conservaba una asombrosa lucidez.
O eso creía.
Se vio incorporándose. Aquello en lo que se había transformado el cuarto la dejó atónita. Si el interior de toda la casa era un estallido de calor áureo, la habitación palidecía con la frialdad del mármol lunense. Miles, quizá millones de hilos de seda se entrelazaban formando espesos velos y cortinajes, columnas trenzadas que el suave resplandor del plenilunio ora azuleaba, ora volvía de tonos plateados o tornasolados. Rebeca se abrió paso a través de unas hebras de cristal a la vista, pegajosas al tacto. Conforme se adentraba, los hilos formaban un escenario que ella recordaba bien.
“La casa de Óscar”, pensó.
El lugar a donde él la condujo después de conocerse en la playa. La tarde viendo el partido de volley, esbeltas chicas en bikini, cuerpos viriles esculpidos a base de gimnasio. Rebeca lo había visto en la cancha, el mejor jugador, el más duro contra sus rivales, golpeando la bola con su mano maestra, aquella en cuyo dorso se había hecho tatuar una enorme araña para disimular una mancha de vitíligo. “Un empotrador de primera”, le había dicho con malicia Susi, que los había probado a todos antes que ninguna. No exageró. Rebeca se vio tendida en un lecho de plata, asediada sin piedad, manos, boca, las fuertes piernas de él abriéndole los muslos y con todo su furor invadiéndola, penetrándola, y ella intentando resistir el asedio para acabar elevando las caderas al ritmo que le imponía, y entre gemidos, jadeos, sollozos, un estallido de placer tras otro hasta quedar exhausta, inerte. Quiso que las noches venideras fuesen iguales, quiso acariciar su tatuaje para siempre, demasiado joven para saber que la ambrosía del amor no sólo acababa, sino que a veces podía volverse hiel, veneno.
Veneno de araña.
Contempló cómo Óscar se levantaba, su cuerpo bañado en plata, sus músculos marcados en infinitas tonalidades de azul, del cobalto al zafiro, del persa al delicado celeste. Y quiso perdonar, y olvidar, como llevaba olvidando desde que la hizo madre. Se volvió en su lecho de hebras pegajosas para seguir a Óscar con la mirada, pero sus ojos se clavaron en un rincón del techo.
Supo que gritaba, pero no podía escucharse. Se incorporó a pesar de que los hilos trataban de retenerla pegados a su cuerpo, se los arrancó con asco mientras corría al rincón. No podía creer lo que estaba viendo. Envuelto en hilachas hasta formar un capullo informe, estaba suspendido el cuerpo de su hija. Lo que quedaba de ella. Rebeca aún podía distinguir sus rasgos a pesar de las cuencas de los ojos vacías, los pómulos huesudos, salientes, la boca sin labios dejando al descubierto los pequeños dientes de leche. Aquel cuerpo momificado, sin fluido alguno parecía mirar a su madre sin verla, parecía haber luchado por librarse de su trampa, a la vista de los dedos esqueléticos, exasperados, que habían tratado en vano de desgarrar aquella cosa. Rebeca siguió gritando hasta ahogarse en convulsiones.
Despertó.
Se encontró sentada en la cama del albergue, las sábanas en desorden y el cuerpo bañado en sudor. Se volvió hacia su hija y durante algunos segundos no pudo verla sino bajo el aspecto de su pesadilla, hasta que advirtió que Noa estaba viva y que ésta miraba a su madre con temor. Rebeca se abrazó a ella sin dejar de repetirle que todo estaba bien, mami está bien, cielo, no te preocupes, sólo ha sido un mal sueño. Al besar su pequeña frente, la encontró ardiendo.
—¡Noa! ¿Estás bien? Noa, ¿Qué te pasa?
Cogió en brazos a la niña y se lanzó escaleras abajo. Abordó a la mujer del albergue, que se hallaba tras el mostrador.
—Mi hija… está enferma. Tiene mucha fiebre. Por favor, tiene que verla un médico.
—Vaya carretera arriba, por el puerto de montaña. Llegará antes que por la general. El pueblo más cercano está a unos ocho kilómetros.
Rebeca comenzó a sentir su nerviosismo desbordarse. Deseó zarandear a aquella mujer cuya actitud de total indiferencia, como si lo viese todo a través de un plasma, le resultaba irritante. En lugar de eso, se vio de nuevo pequeña, encogida, incapaz de otra reacción que no fuese salir de la casa. La niebla con que había amanecido dificultaba toda visión. En dos ocasiones casi tropezó con Noa a cuestas.
Dentro del coche, arrancó y salió a toda velocidad. Crujió la grava humedecida. Las ruedas acusaban los baches y socavones de un camino cuyo asfalto habían deteriorado las heladas de sucesivos inviernos. Rebeca reducía las marchas a medida que la pendiente ganaba verticalidad, y la presión del pie sobre el acelerador hacía subir las revoluciones sofocando a la bestia mecánica. En el exterior todo cuanto les rodeaba parecía haber sido devorado por la calígine de un espesor que apenas podían deshilachar de manera superficial la luz antiniebla. Nada revelaba presencia humana alguna salvo la de ellas mismas. Ante la visión de Noa, aletargada en el asiento de al lado, Rebeca creyó no ser capaz de dominarse, ni dominar el coche con cada curva. Apenas podía secarse las lágrimas debido a la imagen que su mente formaba, la de su hija disecada, o enfermando mientras ella… Sintió repugnancia ante lo vívido del sueño.
A medida que llegaban a la cima y el repecho se suavizaba, la niebla iba aclarándose, como para mostrar a Rebeca lo escarpado del terreno y la altura del despeñadero. Se preguntó cómo habían podido ascender a ciegas una carretera de apenas un carril sin barrera de protección alguna. A escasos metros unas luces parpadeantes le hicieron detenerse, algún tipo de maquinaria estaba reparando algo, aunque la niebla no le permitía ver con total nitidez. Se preguntaba qué clase de trabajo se podía llevar a cabo en semejantes condiciones, cuando un operario se acercó a ella. A juzgar por el embozo de su cubrecuello negro, debía hacer frío en el exterior. El hombre le dio a entender que un desprendimiento había obstaculizado la carretera y que era preciso dar la vuelta. El primer impulso de ella fue negarse. Alargó una mano hacia Noa, que ahora dormía. Su frente aún estaba caliente, pero la fiebre parecía haber bajado. Un hondo suspiro de Rebeca liberó parte de su tensión acumulada, y dejó que el hombre le indicara con gestos, haciendo avanzar el coche tantas veces como él flexionaba los dedos de la mano hacia sí. Se le hizo larga la maniobra hacia adelante. El operario cambió de mano, y a Rebeca le dio un vuelco el corazón.
El tatuaje de una araña. Sobre una mancha de vitíligo.
Perdió el control. Las ruedas delanteras y el morro se hundieron en el blando terreno del precipicio. Trató de dar marcha atrás, pero el peso del vehículo en el aire hizo que se precipitara ladera abajo. Entre sus gritos y aturdida por los golpes de la carrocería, Rebeca veía la tierra y el cielo dar infinitas vueltas con ellas dentro. En algún momento el cuerpecito de Noa se escurrió del cinturón de seguridad y fue a parar a la parte posterior. Una roca saliente del terreno frenó la caída.
-------------------------------------
—Vamos… acaba ya…
No supo si en realidad había pronunciado aquellas palabras o si habían quedado atrapadas en su mente. Sin embargo, la sombra del operario ante ella reaccionó poniendo un pie en el parachoques e inclinando el cuerpo hacia adelante. Como si aguardase. Rebeca deseó golpear el volante, salir y gritar a la silueta para que se alejase de ella y de su hija.
Su hija. ¿Cuánto tiempo llevaba sin escucharla? La furia dio paso a la impotencia, y ésta a la desesperación. Ni siquiera podía volverse para comprobar cómo se encontraba la pequeña. Sólo podía observar a la figura acechante a través del parabrisas resquebrajado, sin sentir nada de cuello para abajo. Volvió a suplicar a su perseguidor, pero ¿para qué? ¿Acaso con la muerte todo terminaría?
No. A la vista estaba. Nunca la dejaría en paz. Bajo el casco Rebeca vio correr la sangre de Óscar. Recordó su casa, el impulso de él para hacer callar a la niña con la misma bofetada que le había propinado a su madre. Pero él nunca llegó a tocar a Noa. El cenicero de pie se descargó sobre su sien una y otra vez. Rebeca había dejado caer al suelo el borde ensangrentado junto al cadáver. Jamás se creyó capaz de llegar tan lejos… Aún no se había completado el recuerdo en su mente, cuando la mano espectral de Óscar, la araña tatuada, arrancó el alma del cuerpo de Rebeca. Hacia la eternidad.
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Iliria
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Iliria »

Tiene golpes de terror bastante logrados (la angustia de conducir de noche huyendo de algo, la niña disecada...)
En cuanto al sueño de Rebeca, terror onírico? :roll:
A pesar de lo he encontrado un poco tradicional, me han gustado algunos detalles. Te dejo de momento como relato a tener en cuenta para algún puntillo... :hola:
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Sinkim
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Sinkim »

Me ha gustado el final, no me esperaba que lo que les estaba persiguiendo fuera un fantasma o, quizás, simplemente el sentimiento de culpa por haberle matado :lol:

Me queda la duda de si todo lo que ve es real o producto de una mente desquiciada por el pánico y el estrés de escapar. Aunque no acabo de entender porque huye, siendo una marido maltratador seguro que la policia lo hubiera considerado defensa propia :lol:

Transmite muy bien la tensión de la huida y la de no saber lo que te vas a encontrar :lol: La encargada del albergue me parece un personaje algo desaprovechado, creo que daba bastante juego, sobre todo por cómo lo has descrito y el mal rollo que provoca cada vez que aparece :cunao: :cunao:
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Isma
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Isma »

Me ha gustado bastante. Creo que el autor capta muy bien lo que debe hacer un relato de terror. Como lector me siento desasosegado, sin saber muy bien qué pasa, pero intuyendo que es algo que no me va a gustar nada. Sí, así entiendo que es el terror.

Lo primero, la huida en la noche con ese coche que parece perseguirles. El lector se pone en la piel de la protagonista y siente angustia al ir descubriendo que está en una carretera solitaria, de noche, con un niño pequeño en el asiento de atrás (¿sin silla reglamentaria? Multa) y con una araña que no se depila. Una nota: me hubiera gustado volver a ver el coche más adelante. Otra nota: ¿has visto El diablo sobre ruedas, de Spielberg?

Después, ese hotel vetusto que nos recuerda a otros también terroríficos. Muy chulo el interior solo en madera. Así es más claustrofóbico. Genial la recepcionista. Parece simpática. Y estupendo el sueño de las arañas, aunque me ha descolocado la manera de introducir en el sueño al empotrador. En el estado de tensión de una persona que ha tomado la decisión de huir no creo que la mente se ponga a divagar sobre lo bien que empotraba su maltratador. A partir de aquí, además, el relato se embarulla. ¿Le encuentra fiebre a la niña y sale a buscar un médico como alma que lleva el diablo? No, no, no. Después, ¿tira el coche de golpe por un barranco? Umm...

El final, dejando ver que lo que le persigue es, realmente, la culpa, me parece bueno, aunque no es demasiado limpio: he tenido que releerlo para tener claro la conclusión. Se parece a aquella historia de Hitchcock acerca de una mujer que sufre una violación y termina viendo a su violador en todos los hombres (ups, he fastidiado el final). Hitchcock era un maestro en esto, así que es buen camino.

En conjunto, me quedo con lo bien que describes el estado de tensión, pero me afea el conjunto esos detalles y también el que no haya un final más limpio.

¡Mucha suerte!

posdata. Releyendo mi comentario me veo duro con el relato. Pero me ha parecido bueno.
posdata 2. Que todo el relato esté impregnado por la sombra de las arañas es también un puntazo. Reflejo de la obsesión de la protagonista por el trauma del maltratador, simbolizado por la araña tatuada en su mano.
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Nínive
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Nínive »

Pues a mí me ha decepcionado un poco. Me explico. Creo que la narración es buena, y el ritmo también. Consigues crear ese punto de tensión de querer saber qué está pasando y qué va a pasar.
Pero en contrapartida, el argumento me flojea en varios puntos.
Primero, Desvías la atención del lector hacia el albergue y el lector (yo) quiero que pase algo relacionado con las arañas de ese albergue. Resulta que no, que el terror viene desde otro lado. Ese despiste no me ha gustado. Hubiera preferido que algo más sobrenatural ocurriera en el albergue. El sueño se me queda corto. Y luego está el tema de la fiebre. Entiendo que el albergue y el sueño tienen que ver con que la hija se ponga enferma (por eso de que la fiebre cede al salir de allí), pero se me queda cojo. Primero, por que solo el hecho de que tenga fiebre no asusta a una madre, y luego porque se pasa de puntillas por esa relación que comento.
El final me parece un tanto convencional. Pero eso ya va en gustos.
Un abrazo, autor. :60:
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Tessia
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Tessia »

En relato en su conjunto me ha gustado, sobre todo por la tensión que genera la huida.

Me ha faltado acción en el albergue porque ocupa un desarrollo extenso y allí no pasa nada, ni tampoco sé que papel tiene la dueña.

Respecto al final me ha sabido a poco y me queda un poco descolgado el papel del operario. Aunque si todo está en su mente puede tener cierto sentido.

Enhorabuena.
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konchyp
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por konchyp »

Hola aut@r :hola:

Bueno, vaya historia nos has traído. La tensión es constante y no cesa. El comienzo, con esa huida en coche me ha parecido genial. Te apetece saber de qué huye y qué ha pasado. Muy bien.

El texto esta limpio y se entiende todo perfectamente. Buenas recreaciones ya que puedo imaginarme las diferentes escenas narradas con lo básico que nos ofreces.

Creo que la historia en sí tiene potencial aunque está un poco abusada. Has dejado de lado el tema de las arañas por intentar, creo, hacerlo todo más verídico, más realista y las arañas se te han quedado tatuadas o en los sueños de la prota. A mi me hubiera gustado algo más.

Gracias por explicarnos al final de qué iba toda esta huida. El trauma de tu personaje creo que está tan elevado que realmente funciona en tu relato. El asesinato de Óscar la persigue, le enturbia la mente y le hace aflorar sus peores temores.

Hasta ahí todo muy bien, me encanta.

Veo desaprovechado varias cosas, esa araña que cae del techo al principio en el coche, lo que esconde la mujer del albergue o algo significativo relacionado con el lugar. Un sueño se puede tener en cualquier sitio y no tiene, normalmente, que estar relacionado con el lugar donde se tiene.
Eso de dejar las luces encendidas por las arañas, funciona? Yo nunca lo había oído y me dio a pensar que algo especial y chulo iba a nacer de ahi.

Al final me he quedado con la sensación de que el albergue es dispensable, puesto que solo me ha traído algo de frustración.
El final con esa caída al barranco me ha resultado tan forzada como el accidente, quizá viste que te quedaba poco y quisiste finalizar? Lo veo apresurado. Y el párrafo final no me llena, lo siento. Entre otras cosas porque has evitado todo lo sobrenatural y has jugado con un terror real durante todo el relato y al final me sale la mano de Óscar cogiendo su alma??? No me convence o no lo pillo, que también podría ser. En ese caso, mis disculpas.

Creo que se podía haber jugado un poco más con esas ocasiones arácnidas y trabajado un poco más el final para darle más coherencia y credibilidad. Es como yo lo hubiera hecho, personalmente.

En general, buen relato. Lo he disfrutado a pesar de mis críticas y algún puntillo caerá.

Buen trabajo! Espero que las telarañas capten la esencia de tu relato y se vea reflejado en las votaciones. :D
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Isma »

konchyp escribió:[...] y las arañas se te han quedado tatuadas o en los sueños de la prota. A mi me hubiera gustado algo más.
Ya estamos. Es leer la palabra empotrador y todo el mundo se vuelve loco :mrgreen:.
konchyp escribió:Eso de dejar las luces encendidas por las arañas, funciona?
De pequeño me llevaban a visitar a unos familiares que viven en una aldea en Galicia. A los pequeños nos ponían en unos cuartos que no se usaban desde los tiempos de los dinosaurios, y había unas arañas que debían ser coetáneas de aquellos. Lo único que me funcionaba era envolverme en el edredón, y aun así podía escuchar los dientes royendo la capa exterior...
konchyp escribió:[...] al final me sale la mano de Óscar cogiendo su alma???
Yo creo que es una metáfora. Lo que persigue a Rebeca es su culpa. La mano de Óscar le aprieta desde que lo mató.
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por konchyp »

Isma escribió:
konchyp escribió:[...] y las arañas se te han quedado tatuadas o en los sueños de la prota. A mi me hubiera gustado algo más.
Ya estamos. Es leer la palabra empotrador y todo el mundo se vuelve loco :mrgreen:.
konchyp escribió:Eso de dejar las luces encendidas por las arañas, funciona?
De pequeño me llevaban a visitar a unos familiares que viven en una aldea en Galicia. A los pequeños nos ponían en unos cuartos que no se usaban desde los tiempos de los dinosaurios, y había unas arañas que debían ser coetáneas de aquellos. Lo único que me funcionaba era envolverme en el edredón, y aun así podía escuchar los dientes royendo la capa exterior...
konchyp escribió:[...] al final me sale la mano de Óscar cogiendo su alma???
Yo creo que es una metáfora. Lo que persigue a Rebeca es su culpa. La mano de Óscar le aprieta desde que lo mató.

Que defensivo estás no Isma? :wink: :wink:

Lo del empotramiento no lo he entendido. Que he dicho? :eusa_wall:

Hombre, es que aquí en Escocia hay unas maxi arañas de estas que dices, joder por donde has entrado? Yo la puerta no te la he abierto... Total que les da igual que este la luz encendida o apagada... no se. Menos mal que mi gato a veces se las come :D

Entiendo lo de la metáfora pero aun asi no me convence por lo que he dicho que el relato en si se basa en un terror... llamémoslo real, nada paranormal ni cosas asi, no se si me explico, yo soy un poquito espesa a veces... :lol: :lol:

Pero vamos que me ha gustado bastante eh? no te preocupes :wink:
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Iliria »

Hay una especie de araña que huye de la luz (no recuerdo cual). Supongo que el autor/a se refiere a esa; ya nos lo aclarara...
De paso que nos aclare también lo de la mano de Óscar, que yo tampoco lo he pillado. Ahi debe haber algo más...
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Isma »

Spiderman no quiere que su identidad secreta salga a la luz, Iliria, pero yo creo que no es ese tipo de araña.

Lo del empotrador te lo tendrá que explicar otro, konchyp. No es que no quiera que te perviertas, pero si lo hago yo luego me llaman sátiro. Con respecto a lo de estar a la defensiva... invoco a Rubisco para que actúe de oficio... :mrgreen:
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Dulcineaa »

El relato me gustó mucho: tiene un ritmo excelente y una prosa cuidada, prolija. Respecto a la historia, a diferencia de mis queridos compañeritos, me gusta la inclusión de lo de la posada, es ahí donde se da la continuidad con lo de las arañas, por ejemplo el sueño de la protagonista está ligado a lo que le explica la dueña. Incluso a ese personaje, con su tejido cuidado, la vinculo con la araña y creo que lo que vive la joven es como una gran telaraña que la entrampa y la lleva a la muerte. A mí me causó terror auténtico. Felicitaciones y mucha suerte.
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Paraná »

Uno de los mejores que voy leyendo. La historia y el modo de narrarla son muy buenos. Con un poco más de elaboración, me habría parecido un relato muy apropiado para guión cinematográfico. El suspenso está tan bien manejado como se puede desear, ¡bien por eso! Y digo lo de "más elaboración", porque el episodio de la posada me ha parecido desaprovechado, podría haber dado más de sí. Entendiendo, claro está, que en realidad las arañas "reales" no son más que un leit motiv para el verdadero meollo de la historia que es, según lo veo yo, la telaraña del miedo que acosa a la protagonista y le hace soñar a su hija como víctima y luego alucinar con el fantasma del golpeador muerto. O sea: en lugar de dividir la atención entre el asunto arácnido y el asunto fantasmal, se podría haber buscado su convergencia en el estado paranoico en que está la mujer. Sale de un traumático tiempo de maltrato a un traumático crimen como única salida. Trabajar el estado de paranoia de la prota explicaría por qué huye en condiciones tan locas y peligrosas, en vez de declarar ante la policía el crimen que, como bien apuntan arriba, podría haber sido legalmente justificado como auto defensa.
Para ser breve: me ha parecido un muy buen relato, con mucho oficio en el ritmo y manejo de las tensiones. Sólo le recomendaría mayor trabajo en la coherencia global.
Seguro que van para vos algunos puntos míos, escribidor/a :wink:
¡Suerte!
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Gavalia
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por Gavalia »

El relato lo encuentro muy bien redactado. La historia algo precipitada por momentos llegando a hacérseme algo confusa, sobre todo al principio, aun así, ha logrado mantener mi atención hasta el final donde se aclara la razón de esa huída cargada de ansiedad que en un principio achaqué a un típico caso de maltrato, y bueno, muy equivocado no estuve finalmente. Miedo no me hizó pasar pero algo de agobio si que me dió. La aparición final del fantasma del asesinado intenta redondear la trama como venganza y castigo desde el más allá. Bueno ¿porqué no? Al fin y al cabo de terror estamos hablando.
Entiendo lo que me cuenta y apruebo casi en su totalidad la forma de hacerlo por su buen ritmo. En global, ni me ha gustado, ni me ha dejado de gustar.
Te doy un 7 de momento.
Un saludo y suerte.
En paz descanses, amigo.
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raumat
Me estoy empezando a viciar
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Re: CT II - Hilos de araña

Mensaje por raumat »

Una buena historia, angustiosa la huída de Rebeca.
Mantiene el interés de principio a fin. Creo que el autor ha sabido transmitir muy bien las sensaciones y la desesperación de la protagonista.
Técnicamente, bien escrito también.
Buen trabajo.
Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.
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