Y no nos metemos con el editor 
es que se hace notar 
Que por cierto, la hija no moriría de la maldición pero la amante sí, supongo que sería curiosidad. Y otra cosa que me olvidé de comentar es la señora mayor, me recordó a la señorita Marple de Agatha Christie, sienso una cotilla y sólo observando conoce los secretos de la naturaleza humana. ¿Se puede ser más cobarde e influenciable? pero más valiente, y cotilla, no se me ocurriría entrar en la casa. Cuando él y la anfitriona tiene este diálogo: . Me fue antipático después, sobre todo cuando fuerza el último encuentro, el cuarto, y aún sabiendo que la estaba incomodando se metió para adentro a chafardear esa condesa que tenía la pobre metida en casa y la esclavizaba A ver ¿iba a ayudarla? ¿iba a ofrecerle una salida? pues no, sólo iba a echar una miradita sobre la desgracia ajena y volverse a su vida viajera. Y había visto que era infeliz y que no había viajado, pero no tuvo suficiente, tuvo que meterse en la casa e incomodarla Cerca de los periodistas del corazón lo tengo catalogado grrrrrrrrrrr, creo que además de a nosotros se dedicaría a contarlo por ahí cada vez que le apeteciese, vamos, un cotilla grrrrrrrrrrr y me da mucha pena que sólo me quedan dos para comentar, bueno, ahora a ti uno nada más Por fin lo he leído, pero a mí no me ha engañado ni por un momento, en cuanto dijo que claro que daría cambio a dinero sabía perfectamente de "quién" se había prendado el amigo. Aaaaaaaaains no me creo lo descreída que me he vuelto.RAOUL escribió:
"Rose-Agathe"... Me ha traído a la memoria a O. Henry, del que hablamos en alguna ocasión. Es un cuento un tanto sancionalista, llevado a un final pensado para epatar. El principio me ha encantado. Parecía "La ventana indiscreta". Luego ha sido "El marido de la peluquera". Y para acabar... "Tamaño natural"
pero a Henry James le falta su sal para la sorpresa simpática, le da mucha vuelta y remarca la cosa, te la adelanta sin querer y te desgasta el encanto del chiste con tanto énfasis en la corrupción y desvío que eso significa y más en una persona tan honrada y recta. No te hace creer nada.
Así que tú disfrutaste mucho más el relato que yo. Una broma atrevida. Pero el amor y esa morbosidad del enfermo se vierte en ella como un veneno. Un veneno, o el germen de una enfermedad, con el que regresa a América, donde crece hasta unos efectos que, ciertamente, resultan inverosímiles. Y el amor le lleva hasta la locura porque ese regresar a Europa con ese propósito inverosímil sólo lo puede hacer volviéndose local. Aunque realmente si pretendiera encontrarse con Longstaff esa búsqueda no hubiera sido tan difícil. Ahí el autor se toma una licencia. Lo que pasa en Roma ya es digno de una ópera, se lleva a un plano que se sitúa por encima de la tierra. 
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