Esa enfermedad nuestra.

[HERMANN]

Haciendo limpieza el otro día en el mar de carpetas y papeles de todo tipo, se cayó al suelo este texto que tenía guardado de Carlos Marzal. Recortado de un periódico no sé si hace meses o años.
Nada más recogerlo del suelo, lo recordé con simpatía. Y os recordé a vosotros también.
En este texto, se describe perfectamente la enfermedad que padecemos muchos de nosotros.
Por ejemplo, ayer fui a hacer algunas compras de Navidad y me vine con las manos vacías. ¿Vacías? No. Me gasté una buena pasta en libros. Renunciando a comprarme ropa o zapatos... para qué. Tengo suficiente y ahora no puedo salir mucho. Pero... ¿No tengo también suficientes libros para leer? O más que suficientes libros... ¿excesivos libros?
He aquí la respuesta.

“Vagabundias: «El mal de Moyano»
Carlos Marzal
Todos los lectores de un suplemento literario padecen, con mayor o menor virulencia, la enfermedad del comprador de libros. El mal de Moyano, por decirlo con propiedad científica, según la moderna terminología vilamatasiana. Aunque también podríamos habernos referido a ese síndrome con su denominación clásica, el mal de Quijano, ya saben, aquel célebre caso clínico de bibliofilia perniciosa, ocurrido a comienzos del XVII, y del que dan cuenta todas las Historias de la Medicina.
El morbo libresco no es un achaque cualquiera, y tiene siempre caracteres de chifladura. Habrá quien piense que existe la persona del sensato comprador de libros, pero ese juicio proviene de una visión apresurada del asunto. No hay cordura que valga en los librosos, porque lo cuerdo sería comprar volúmenes de uno en uno, después de haber leído el precedente, y no se conoce hasta la fecha en las bibliografías quien cumpla con ese irracional consejo de la razón. Las víctimas de este candoroso padecimiento viven el arte por el arte de comprar los libros, es decir, actúan en interés de su desinterés, se mueven por instinto gratuito.
Nadie sabe muy bien qué estamos celebrando los desahuciados que almacenamos libros, pero algo estamos celebrando, porque la celebración es derroche, temeridad y disparate. Los muchos pretextos que se pueden aducir para explicar nuestra benigna afición malsana constituyen variaciones de un mismo motivo: acumular libros nos produce una forma de la alegría, esa fuerza mayor sin rumbo ni porqué, pero que mueve la ciega maquinaria de nuestro corazón. Sin necesidad de inclinarse hacia el coleccionismo, todos los lectores acaban por poseer ademanes de coleccionista, alguien que se caracteriza por encontrar necesaria la posesión de lo superfluo. Cercamos de libros nuestra vida, claro está, para leer, pero también para creer que hemos leído, porque a veces nos basta, para considerarlos nuestros clásicos íntimos, con que los ejemplares, intonsos e inexplorados, expandan el aroma de sus emanaciones sabias desde la quietud de los anaqueles. Para leer, sí, pero además para pensar que leeremos, porque la desgracia de no desear ese libro futuro sería como carecer del horizonte. Quedarnos sin tinta que llevar a la boca, a fin de cuentas –a fin de cuentos–, equivale a quedarnos sin sangre, en el infierno de nuestra hipocondría. Y es que el mal de Moyano termina por parecerse a una modalidad, alegre y descabellada, del vampirismo doméstico.”

Los libros fueron “Tiempos de Guerras Perdidas” de Caballero Bonald y “El Pez en el Agua” de Vargas Llosa.

[lucia]

Para leer, sí, pero además para pensar que leeremos, porque la desgracia de no desear ese libro futuro sería como carecer del horizonte.

Me siento identificada. Pero acabaremos con la pila de pendientes

[JANGEL]

Cuanta verdad hay en este texto, Hermann. Y están las dos vertientes de la enfermedad:

- La adictiva, que la sufren aquellos que leen y necesitan leer más, acumulando libros que piensan leer en algún momento, que no quieren perderse.

- El síndrome del coleccionista de libros que trata como meros objetos, que afecta a quienes se hacen con multitud de libros que nunca leerán.

[madison]

Me siento feliz padeciendo el mal de Moyano, me siento feliz cuando toco un libro.
No entiendo, cómo ha personas que no les gusta leer.
Una persona muy cercana a mi, ha decidido leer, porque dice, le da rabia que yo conozca tantos libros. Así que intenta poner empeño y manso a la obra, le pregunto que tipo de lectura prefiere para orientarlo un poco, me dice que no sabe que cualqueir tipo. Lo entrego uno, lee unas lineas y dice que ese no, que no se entera. Le doy otro y pasa igual, al final opto por decirle que se compre una pelicual. Decidamente creo que esto del leer se nace así, es una necesidad y un sentimiento que no puedes forzar

[Fiorella]

- La adictiva, que la sufren aquellos que leen y necesitan leer más, acumulando libros que piensan leer en algún momento, que no quieren perderse.

Es precisamente lo que siento yo!!!! aunque tengo mi lista, y sé que no se me van a escapar, me siento mal de no poder comprármelos todos!!!!
Me entra una ligera angustia en la tienda!!

[sedna]

Muy bueno el artículo Hermann, buenísimo.
Pero una pregunta:¿El libro de Vilamatas no era "El mal de Montano"?

La verdad es que me parece más acertado este otro nombre que mencionas...y eso que no soy de Madrid...pero conozco su "Cuesta".

Ni que decir tengo que me he visto reflejada en esas líneas como "una enferma más"

Gracias por acordarte de nosotros y compartir este artículo.

[HERMANN]

Efectivamente, la novela de Vila-Matas es El Mal de Montano, pero Carlos Marzal ha querido unir este título y el encanto de la Cuesta de Moyano para escribir un artículo que refleja muy bien esta enfermedad nuestra.

Por cierto Sedna; ¿no encontraste el cuadro de F. De Madrazo? Una pista: era una condesa e iba vestida de azul.

Saludos.

[bblanco]

Ays, cuánta verdad tiene el artículo!!

Saludos,
Begoña

[sedna]

Por cierto Sedna; ¿no encontraste el cuadro de F. De Madrazo? Una pista: era una condesa e iba vestida de azul.

Saludos.

Que va Hermann. Nada de nada. Imposible. No encontré nada parecido...Pero estoy segura de que es un gran cuadro, comprobando el gusto que pareces tener...