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jilguero escribió:... no me parece descabellado que, si las yemas están menos en contacto porque las uñas se lo impiden, tengan una "sensación" de mayor sensibilidad cuando sí tocan algo.
Pero es que no creo que por tener las uñas largas se utilicen menos las yemas de los dedos. Y Giada lo ha ratificado.
jilguero escribió:... intenso desasosiego provocado por el imperioso deseo de sentir cada vez más placer versus la gran serenidad posterior. (...) Pero, vamos, es una opinión más bien empírica y, por tanto, carente de representavidad.
Bueno, ya veo que hasta en tu intimidad buscas el por qué de las cosas. Yo, sin embargo, incluso en asuntos carnales me dejo llevar, sin indagar en los por qués. No obstante, en ambos casos, como en el caso de cualquier otra persona, es empirismo puro y duro.
No sé como de largas tendrá las uñas tu "prima" (¿lo es de verdad ?), pero te aseguro que he visto cómo las mujeres con las uñas largas y cuidadas cogían ciertas cosas y no lo hacen igual. Otra cosa es que eso no les aumente la sensibilidad.
Y no suelo analizar en tales casos (ahí me importan bastante poco los porqués), pero si se plantea una pregunta, como has hecho tú, mi lado analítico rápidamente rebusca y analiza .
PD: por cierto, aunque es verdad que en el caso de la lectura el analizar a veces va en detrimento del placer, no es menos cierto que analizar tiene también su recompensas pues te hace más consciente de lo que vives y, por ende, lo disfrutas doblemente.
jilguero escribió:... tu "prima" (¿lo es de verdad...)
No, es una broma, por aquello de que ella es asturiana y yo gallego.
jilguero escribió:... analizar tiene también su recompensas pues te hace más consciente de lo que vives y, por ende, lo disfrutas doblemente.
Por supuesto, jilguero. Mi negación del análisis y la reflexión no es más que una exageración para plasmar mi poca capacidad para hacerlo en comparación con otras personas.
Recuento 2024 Ayer: Cañas al viento. Grazia Deledda
Grito nocturno. Borja González Hoy: Los asesinos del emperador. Santiago Posteguillo
Hoy es un buen día para morir. Colo
Un relato muy japonés, alegórico, poético como lo son las novelas de Kawabata. Ya habéis dicho casi todo. La soledad, característica en la sociedad nipona, la dificultad en las relaciones personales, personificadas con la relación solo con el brazo de ella, lo que podría indicar dada las descripciones tan sensuales del brazo un caso acrotomofilia, el apetito por el brazo es tal que se lo cambia por el suyo y fluye la sangre entre los dos, después acaba separándolos. La atmósfera pesada por la niebla y el simbolismo del color lila y la misteriosa mujer del coche son otros elementos oníricos y de realismo mágico de este relato.
jilguero escribió:Me refería a Primer amor de Juan José Millás:
Había en mi barrio una chica manca a la que sus padres habían regalado un brazo de madera con el que solía jugar como si fuera una muñeca. Le daba de comer y luego lo ponía a dormir sobre una especie de cuna alargada y estrecha en la que la mano hacía las veces de cabeza. Se trataba sin duda de un juego algo macabro al que nos llegamos a acostumbrar, sin embargo, con una naturalidad sorprendente. Pasado el tiempo, todos contribuíamos al cuidado de aquel miembro y a veces gozábamos del privilegio de que la manca nos lo prestara un día o dos.
Cuando me tocaba a mí, lo metía en casa a escondidas y dormía abrazado a él: aquella chica me gustaba muchísimo y tuve mis primeras experiencias sexuales con su brazo, más cariñoso que los de carne y hueso que amé después.
(Por si el lector no lo ha advertido, estoy hablando de un barrio muy pobre, en el que ni siquiera había bicicletas. Teníamos, en cambio, varios cojos que nos prestaban sus muletas para hacer los recados.)
Con el tiempo me hice novio de aquella chica y un día, sin haber llegado a pedir su mano, logré que me regalara su brazo. Mi madre, quizá por celos, no se llevaba bien con él y tenía que esconderlo debajo de la cama. Pero por la noche lo rescataba y dormíamos juntos, yo acariciado por su mano torpemente articulada y él protegido por mi cuerpo. Más tarde le puse una manga de seda, muy excitante, que logré coserle con grapas al muñón. Excuso decir que mi interés por la manca decrecía a medida que me enamoraba de su brazo. Finalmente rompimos y ella me exigió que le devolviera las cartas y todos sus regalos, incluida la extremidad. No me pude negar, pues era la costumbre, y desde entonces, aunque he tenido aventuras con otras prótesis, con ninguna he sido tan feliz. El primer amor es el primer amor.
Me imagino al corrillo de chicos aguardando a que ella eligiese con quien se iba el brazo esa tarde a casa y se me cae la baba... Luego el relatillo tira hacia lo absurdo total, cosa que tampoco me desagrada, pero reconozco que ese primer párrafo enciende todas mis bombillas.
Si encuentro online el cuento de Kawabata le echo un ojo.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
jilguero escribió:Me refería a Primer amor de Juan José Millás:
Había en mi barrio una chica manca a la que sus padres habían regalado un brazo de madera con el que solía jugar como si fuera una muñeca. Le daba de comer y luego lo ponía a dormir sobre una especie de cuna alargada y estrecha en la que la mano hacía las veces de cabeza. Se trataba sin duda de un juego algo macabro al que nos llegamos a acostumbrar, sin embargo, con una naturalidad sorprendente. Pasado el tiempo, todos contribuíamos al cuidado de aquel miembro y a veces gozábamos del privilegio de que la manca nos lo prestara un día o dos.
Cuando me tocaba a mí, lo metía en casa a escondidas y dormía abrazado a él: aquella chica me gustaba muchísimo y tuve mis primeras experiencias sexuales con su brazo, más cariñoso que los de carne y hueso que amé después.
(Por si el lector no lo ha advertido, estoy hablando de un barrio muy pobre, en el que ni siquiera había bicicletas. Teníamos, en cambio, varios cojos que nos prestaban sus muletas para hacer los recados.)
Con el tiempo me hice novio de aquella chica y un día, sin haber llegado a pedir su mano, logré que me regalara su brazo. Mi madre, quizá por celos, no se llevaba bien con él y tenía que esconderlo debajo de la cama. Pero por la noche lo rescataba y dormíamos juntos, yo acariciado por su mano torpemente articulada y él protegido por mi cuerpo. Más tarde le puse una manga de seda, muy excitante, que logré coserle con grapas al muñón. Excuso decir que mi interés por la manca decrecía a medida que me enamoraba de su brazo. Finalmente rompimos y ella me exigió que le devolviera las cartas y todos sus regalos, incluida la extremidad. No me pude negar, pues era la costumbre, y desde entonces, aunque he tenido aventuras con otras prótesis, con ninguna he sido tan feliz. El primer amor es el primer amor.
Me imagino al corrillo de chicos aguardando a que ella eligiese con quien se iba el brazo esa tarde a casa y se me cae la baba... Luego el relatillo tira hacia lo absurdo total, cosa que tampoco me desagrada, pero reconozco que ese primer párrafo enciende todas mis bombillas.
Si encuentro online el cuento de Kawabata le echo un ojo.
Yo lo escuché en la radio y me dije: chapeau por un relato tan breve, tan original y que encierra tanto. De acuerdo en que lo bueno es la parte de la infancia, que es genial. Ya de adulto, lo resuelve aceptablemente, no más.
Uno de los que más poso me va a dejar tras este club de lectura, casi seguro. Y eso es así porque conformen van pasando las horas más voy idealizando el relato (bueno, más la idea que luego el desarrollo, aunque el conjunto es un notable alto para mí). Lo cierto es que me metí en este fregao de andar leyendo cada semana una historia para encontrar cositas como esta, que, de otra forma, jamás en la vida hubiera tenido entre mis manos.
Muchas gracias a quien lo eligiera, .
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
No estoy segura de que me haya gustado, al final quedé con la sensación de que le faltaba continuidad o una explicación de por qué era tan importante el cambio de brazo. Lo único que me gustó, es el tono, a ratos muy poético, que utiliza para describir el entorno y la soledad. Las referencias a lo que dice saber de las mujeres no me gustaron, me chocan, por alguna misteriosa razón.
Traté de releerlo, a ver si sacaba algo más, pero desistí. Creo que lo leí pensando que sería como el cuento de la nariz que leímos hace unos años, pero resultó ser más misterioso aún. Creo que por eso no lo disfruté. A los japos hay que leerlos con otra mirada...
.. la justa discriminación entre lo que es necesario, lo que no es necesario ni destructivo, y lo que es destructivo — Ursula K. Le Guin
Para mí este relato está lleno de simbolismos y alegorías. No creo haberlas entendido todas e incluso pienso que más que entenderlas las he interpretado a mi manera. Al principio es un poco desconcertante, sin embargo, cuando dejas que tu mente vaya por donde quiera surgen ideas y explicaciones, quizá descabelladas y por eso no las pondré por aquí.
Destacaría la grandísima soledad que rezuma todo el cuento y el desconsuelo que eso me produjo cuando lo leí. Y la belleza formal con la que está escrito también resalta por sí misma.
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?), pero te aseguro que he visto cómo las mujeres con las uñas largas y cuidadas cogían ciertas cosas y no lo hacen igual. Otra cosa es que eso no les aumente la sensibilidad. 
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El mito de Sísifo / Matilda
