El bujío de Santa Catalina 1 (Bordeando la realidad)

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jilguero
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »



La última tarde de la Lirio

Era una tarde templada de abril. En aquel momento, el mar se escuchaba a lo lejos y, justo enfrente de la casa, los mellizos de Catulo daban sus primeros pasos sin ayuda. La joven se aproximó a la balconada e hizo un amago de cerrar los postigos. Una leve brisa serpenteó por la calle; como respuesta, el lugano de la vecina lanzó un alegre trino y el naranjo agitó suavemente sus ramas. Ella aspiró aquel tenue olor a primavera y su rostro se tornó menos sombrío. La belleza del atardecer le hizo olvidarse por un instante de su tristeza, si bien solo le duró el tiempo de que el pájaro completara su gorjeo y el viento alejase el dulce olor a azahar. Luego se quedó de nuevo sola y, ensimismada en sus pensamientos, ni siquiera oyó los inseguros pasitos de los mellizos al bajar por primera vez el bordillo de la acera. Echó una última mirada al que había sido hasta entonces su barrio y, con un nudo en la garganta, cerró el balcón…

*****

A ella le gustaba madrugar y, mientras los demás aún dormían, sentir a solas cómo la vida recuperaba el pulso con el gorgoteo del café en la cafetera y el tintineo de la cucharilla en la tasa. Pero esa mañana fueron los ronquidos de la Bizcocha los que la despertaron. Últimamente, la relación de ambas no estaba pasando por su mejor momento, y sin embargo oírla roncar le provocó un inopinado sentimiento de ternura y gratitud. De su madre verdadera no tenía ningún recuerdo. Le habían contado que llegó a Cádiz buscando trabajo en una época en la que el comercio de la ciudad era muy boyante y a diario atracaban en su puerto barcos con mercancías. Los cafetines de marineros habían proliferado, y hacían falta mujeres sin remilgos y capaces de aplacar los ardores que la abstinencia a bordo causaba a la marinería. Huyendo de la miseria del campo llegaban a la ciudad muchas jóvenes dispuestas trabajar a cambio de un techo y un jornal paupérrimo. Pero eran tantas que, para algunas de ellas, los bares de los alrededores del puerto eran sus únicos salvavidas para no regresar fracasadas al pueblo.

El Seaman’s Club era a la sazón el café de marineros más afamado del Pópulo. Su dueño, el Mulato, le había puesto aquel pretencioso nombre pensando en que así atraería también a los marineros de los barcos de bandera extranjera. La mayoría de las chicas que trabajaban en él eran mujeres ya curtidas y que se desenvolvían con mucha solvencia. La Bizcocha llegó de Medina Sidonia ya madura y sin experiencia, pero con tan buena planta que el Mulato la cogió a prueba. Nunca se arrepintió de haberlo hecho. La de Medina Sidonia era única organizando a las demás y se convirtió en una especie de madame que, en muy poco tiempo, le dio tal auge al café que hubo quien creyó que la dueña del negocio era ahora la Bizcocha.

Coincidiendo con esa época de mayor apogeo, entró a trabajar en el Seaman’s Club Remedios. Una chavala de barrio y novata, que al principio trabajó con desgana haciéndose la buscona en uno de los rincones de la Plazoleta de San Martín; pero que luego le cogió gusto al oficio y empezó a tener una buena caterva de clientes. Tantos que decidió independizarse y abrir su propio negocio en el Callejón del Duende, a escasos metros del café. Al Mulato aquella decisión le crispó, tal vez porque tuvo miedo de que Remedios dejara de frecuentarlo. La Bizcocha, mucho más profesional, solo se inquietó en un primer momento, hasta que comprobó que el callejón no le hacía la competencia al Seaman’s Club. Los clientes de Remedios eran casi todos burgueses que acudían a ella para hacer realidad las fantasías eróticas que no tenían cabida en sus respetables lechos conyugales; los de su café, en cambio, eran aves de paso: hombres rudos que no sabían decir cosas bonitas, pero que mostraban su fidelidad visitando el Seaman’s Club cada vez que sus barcos hacían escala en el puerto gaditano.

Remedios era de pelo negro y ojos claros: una combinación rara en Andalucía y que, por ende, la convertía en más deseable; y de caderas bien torneadas y las posaderas del tamaño justo: ni excesivas ni escasas. Tenía, además, la piel blanca y suave: ¡Ni que fuera hija de un señorito!, había pensado la Bizcocha la primera vez que la vio desnuda. Lo que le daba a sus clientes solo ellos lo sabían, pero el caso es que por el callejón acabaron pasando todos los hombres de las mejores familias de Cádiz. Trabajaba solo de lunes a viernes, días en los que la ausencia de los clientes en sus respectivas casas era más fácilmente excusable. Y a pesar de haberse establecido por su cuenta, siguió siendo amiga de la Bizcocha y no dejó de frecuentar al Mulato.

Si fue fruto de un descuido o bien una simple fatalidad nunca se supo, pero sí que el vientre de Remedios empezó a pujarse y acabó pariendo una niña. El parto tuvo lugar en el Callejón del Duende y la Bizcocha hizo de comadrona. Una niña que prometía ser guapa como su madre, si bien con una belleza más castiza. No solo tenía el pelo y los ojos negros, sino también la tez muy oscura —color de lirio moreno diría la copla que, años después, compusieron en su honor los maestros Ochaíta, León y Quiroga—. Tras el parto, Remedios redujo el número de clientes, quedándose solo con los necesarios para que no le faltase de nada a aquella niña que en sus brazos, por contraste, se volvía aún más morena. Y como cualquier otra madre, cuidó a su hija con desvelo.

Nada hacía presagiar, pues, que aquella madrugada, cuando la Bizcocha se disponía a bajar los cierres metálicos del Seaman’s Club, apareciese Remedios con la niña envuelta en una toquilla y un atadijo de ropa al hombro. Le entregó la criatura a la Bizcocha y le pidió que se la cuidase mientras ella estuviera fuera. Todo ocurrió tan de sopetón que a la mujer no le dio tiempo a reaccionar y, cuando quiso preguntarle adónde iba, Remedios se había alejado ya demasiado y no la oyó. En los siguientes días, pasaron por el Seaman’s Club un puñado de hombres, bien trajeado y ojerosos, preguntando por el paradero de la muchacha del callejón. Pero, sin duda, a quien más le afectó la marcha de Remedios fue al Mulato, quien pasó un tiempo callejeando por el barrio como si fuese un tigre enjaulado.

Por su parte, viendo que el tiempo pasaba y que Remedios no volvía, la Bizcocha decidió irse a vivir con la niña lejos café. No deseaba que se criara en aquel ambiente y se trasladó a un partidito de la calle de la Palma. Allí creció la hija de Remedios con el resto de la chiquillería del barrio de la Viña. La Bizcocha se marchaba cada noche al café y regresaba a casa con la amanecida. Mientras la niña fue pequeña, no hubo extrañeza ni preguntas embarazosas. Pero llegó el día en que fue consciente de que, mientras los demás padres dormían en casa, la Bizcocha pasaba la noche fuera. Desde la inocencia, le preguntó que adónde iba cuando oscurecía y la otra le respondió que iba a trabajar a un café para que a ella no le faltase de nada. Durante unos segundos, la niña se quedó meditabunda y luego, con un extraordinaria candidez, le dijo que de mayor también ella trabaría en aquel café. Como escarpias se le pusieron los pelos a la Bizcocha cuando escuchó aquello, pero en lugar de llevarle la contraria desvió la conversación hacía cómo le había ido esa mañana en la escuela, logrando así que la niña se olvidara de aquel otro tema.

Pasados unos años, la hija de Remedios se convirtió en una adolescente guapa como su madre pero mucho más zalamera que ella. Era una criatura muy noble, pero también muy terca. Estando un día almorzando, soltó de sopetón que ya tenía edad de trabajar en el café. Descompuesta, la Bizcocha le replicó que aquel trabajo no era propio de una muchacha decente, y que ella ya había hablado con el dueño de la tienda de ultramarinos del barrio para que la admitiese como chicuca. A la adolescente el nombre de aquel oficio le sonó a broma y, con gesto de ofendida, le replicó a la Bizcocha que ella pensaba trabajar en el Seaman’s Club. Después de varios días de discusiones y de malas caras, se impuso su tozudez y la Bizcocha cedió a condición de que trabajara en el café solo hasta la medianoche, y de que siempre atendiera a los clientes desde detrás de la barra.

En cuanto se incorporó al Seaman’s Club, adoptó de inmediato las chocarrerías y el lenguaje rudo de los marineros. En el local, todo el mundo tenía un apodo y la Bizcocha decidió que el de la hija de Remedios sería la Lirio. Un lirio de cuerpo jacarandoso, tez morena y lengua dicharachera que daba la bienvenida a los clientes con una familiaridad que se prestaba a malentendidos. Pero allí estaba ella, la Bizcocha, siempre al quite para que nadie le pusiera una mano encima a su niña. Tampoco ella se dejaba embaucar por las promesas que, a espaldas de su mentora, le hacían los marineros a cambio de conseguir sus favores. Y aunque las apariencias pudieran dar a entender lo contrario, aquella criatura tan entrante y deslenguada ni siquiera cuando se ennovió con el gallego perdió la virginidad.

El gallego había llegado a Cádiz en busca de trabajo y, gracias a unos marineros que conoció en Seaman’s Club, se había enrolado en un pesquero que faenaba en las costas anadaluzas desde Cádiz hasta Almería. Cada vez que su barco tocaba el puerto gaditano acudía a visitarla con alguna fruslería exótica en la mano y la esperanza en el ama de que esa vez fuera la definitiva. Sin embargo, el momento tan ansiado nunca llegaba y el muchacho, noble y respetuoso, transigía con los inexplicables remilgos de la Lirio y se marchaba esperanzado con tener mejor suerte en la siguiente visita.

El Mulato, en cambio, perro viejo en esos lances, no solo supo soslayar la vigilancia de la Bizcocha, sino que logró vencer también la terca renuencia de la Lirio. Ni siquiera ella misma se explicaba cómo del enojo y el asco que le produjeron los primeros tocamientos había pasado a recibirlos con gusto, incluso a esperarlos con desasosiego. Fue entonces cuando él comenzó a esperarla cuando se marchaba del café a medianoche y, en lugar de irse directamente a casa, la Lirio dejaba que el otro la magrease a su antojo hasta que ella perdía el control y consentía en hacer con él lo que con los demás se negaba.

Y así hubieran podido seguir las cosas in sécula seculórum, de no ser porque alguien le había ido con el cuento a la Bizcocha. La mujer andaba ahora con la mosca detrás de la oreja y había noches en las que ella misma acompañaba a la Lirio hasta la puerta del partidito. Y el Mulato, que estaba demasiado encaprichado con aquella flor de tez casi tan morena como la suya, le había dado un ultimátum para que se fuera a vivir con él. La Lirio se hallaba, pues, en un brete: no podía abandonar de esa forma a quien la había cuidado como una hija, ni le podía hacer semejante feo al único hombre que la quería lo suficiente como para no haberla manoseado sin su consentimiento; pero al mismo tiempo se rebelaba ante el hecho de tener que renunciar a esos espasmos de placer que le procuraba el Mulato. Esa disyuntiva la hacía estar tan indecisa y apesadumbrada que había dejado de mostrarse dicharachera y bromista con los clientes del Seaman’s Club. Y la marinería, tan dada a imaginar mientras se halla enclaustrada en los barcos, ya andaba murmurando, con voz ronca de aguardiente, que la Lirio tenía una pena tan grande que hasta las sienes se le habían puesto moraditas de martirio.


Después de desayunar, la Lirio se marchó a comprar al mercado. Le gustaba pasearse entre los puestos recién abiertos para ser la primera y poder así elegir la mejor mercancía. Esa mañana andaba tan abstraída que se entretuvo más de lo habitual y, cuando regresó a casa, la Bizcocha ya se había levando y andaba espulgando las lentejas en la mesa de la cocina. Nada más verle la cara, la Lirio supo que algo había ocurrido y que, además, no era nada bueno. Sin dejar de mirar las lentejas, la Bizcocha empezó a hablarle de los arreglos que hacía falta hacer con urgencia en el café. Pero la Lirio la conocía demasiado y supo enseguida que no era aquello lo que le tenía que decir. Deseosa de salir de dudas, tomó la iniciativa preguntándole a bocajarro qué demonios había ocurrido. Y con la mirada todavía baja, la Bizcocha le contó que la pasada noche había cerrado un buen trato con el Cubano. Dentro de una semana partía para su tierra y deseaba que ella lo acompañase. Le había prometido que la cuidaría como a una hija. Viviría en una casa grande con jardín, de la que ella sería la reina.

Cogida por sorpresa, su primera reacción fue casi de halago. Mas en cuanto cayó en la cuenta de quién era su nuevo benefactor, se ofuscó. Un cliente muy zalamero, que le había susurrado al oído requiebros bonitos, como ese de que ella era como un bebedizo de menta y ajonjolí; pero era un hombre más bien viejo y de aspecto desagradable, y que la solía mirar con tal lascivia que a ella se le revolvía el estómago. ¡Como a una hija me va a cuidar a mía el Cubano!, exclamó la Lirio con tono mofa y risa nerviosa. Tragó saliva y, una vez se hubo serenado, le dijo a la Bizcocha que el Cubano siempre la miraba como a una hembra, y que pensar en que le pudiera poner una mano encima le provocaba náuseas. La Bizcocha, la mirada aún baja, le replicó que en su situación —en clara alusión a sus encuentros con el Mulato— no volvería a tener otra oportunidad como aquella. Dentro de una semana, pues, pondría rumbo a su nueva vida y, si una vez en la isla no estaba contenta, el Cubano le había prometido traerla de vuelta a Cádiz. Era, además, un hombre muy generoso y le había adelantado cincuenta monedas de oro para que pudiese reformar el Seaman’s Club.

Al escuchar esas últimas palabras, la Lirio se sintió traicionada justo por la persona en quien ella siempre había confiado. Su sueño era seguir viviendo en Cádiz, en una casa grande con un patio en el que jugarían sus hijos, que iban a ser muchos y paridos de dos en dos, como los mellizos de Catulo a los que ella adoraba. Y ahora la persona en quien más confiaba no solo la había traicionado, sino que la alejaba de la ciudad. La Bizcocha continuaba con la mirada fija en las lentejas, como si temiera enfrentarse a aquellas ojeras que cada vez eran más grandes y más moradas. Después de escuchar a la niña, tampoco ella estaba tranquila. Pero el trato estaba ya cerrado y ella era una mujer de palabra. Lo hacía, además, por su bien, para alejarla de ese malnacido que no respetaba a nadie, ni siquiera a la sangre de su sangre. Como si le hubiera leído el pensamiento, la Lirio comenzó a sollozar y, por primera vez, la Bizcocha se sintió culpable. Y también al borde de las lágrimas, se puso al fin en pie y, con voz temblorosa, dio la excusa de que se tenía que marchar para el café porque habían atracado varios barcos en el puerto y esa noche se esperaba en el café una avalancha de marineros.

Una vez estuvo sola, la Lirio estuvo poniendo orden en sus cosas y luego se dirigió a la alcoba dispuesta a echarse un rato en la cama. Que quien hasta entonces se había considerado como una madre la hubiese traicionado era lo que más le dolía. Pero en cuanto cerró los ojos y se vio así misma a bordo del barco alejándose de Cádiz, supo que también eso le dolía. Y el sentimiento de repugnancia, al imaginarse al Cubano rodeando sus hombros con su brazo, le resultó insufrible. Miró entonces hacia ese inmenso mar azul donde ya no cabriolarían las olas y comprendió que él la cobijaría sin pedirle nada a cambio. Sabía nadar desde muy pequeña, desde que la Bizcocha la llevó por primera vez a la Caleta y la aupó por el vientre hasta que ella aprendió a mover los brazos y los pies para mantenerse a flote. Nunca le había tenido miedo al agua, y mucho menos ahora. Ella solo tendría que nadar y nadar hasta quedar exhausta; del resto, ya se ocuparía el mar…

Para llevar a cabo su plan con éxito debía aguardar a que se hiciera de noche; debía, además, adentrarse en el agua estando descansada y llena de energía. Pasaría, pues, la tarde durmiendo para reponer fuerzas, mas también para que no se le hiciese eterna la espera. En ese momento, la luz entraba a raudales en la habitación impidiéndole conciliar el sueño. Y fue entonces cuando La Lirio se acercó a la balconada para entornar los postigos y, al escuchar el trino del pájaro y oler a azahar, la belleza de la tarde le hizo dudar. Pero la duda se desvaneció enseguida, en cuanto recordó el rostro abotagado y la mirada rijosa de su supuesto benefactor, y de nuevo desvió la mirada hacia ese mar azul que le atraía desde niña y que ahora iba a ser su libertador.

****

El cuerpo de la joven, con los pezones insinuándose bajo la blusa mojada, los cabellos enmarañados y el rostro parcialmente cubierto de algas, fue encontrado boca arriba junto a una de las barquillas varadas en la playa de La Caleta. Aunque todavía no hubiese amanecido, los pescadores ya andaban preparando los aparejos para salir a la mar. A la Lirio la conocían todos en el barrio y la noticia le llegó a la Bizcocha justo cuando se disponía a meterse en la cama. Se puso una bata de boatiné floreada encima del camisón y corrió descalza hacia la playa. Mientras se abría paso entre el corro de curiosos le pidió al bendito de San Judas Tadeo que todo fuese un error. Pero una vez más el santo le hizo una jugarreta y la que yacía en la arena, inmóvil, descolorida, era su niña, su lirio moreno. La Bizcocha no perdió, con todo, la esperanza y se acuclilló para palparle la frente con los labios. La tenía helada y ni siquiera por entre los labios se le escapaba algo de calor. Con mano trémula, le apartó las algas y el pelo de la cara y vio, entonces, que tenía los ojos muy abiertos y que por sus negras pupilas se iba escurriendo poco a poco la noche. Con la llegada del día llegaron también las lágrimas y el sentimiento de culpa. Ella solo pretendía darle una vida mejor. Había vendido a su lirio moreno para alejarla de aquel malnacido, para liberarla del más vergonzante de los pecados: el de que se ayunten los cuerpos de quienes son de la misma sangre. Y sin embargo, lo único que había conseguido era ponerle fin a su vida.

La marea había continuado bajando paulatinamente y ese mar azul, en el que la Lirio se había pretendido refugiar, cada vez estaba más alejado de su cuerpo. En la vecina calle de la Palma, la suave brisa del amanecer hizo que una vez más el lugano recibiera al nuevo día con un festivo gorjeo; y el naranjo, con un leve murmullo de hojas y un intenso olor a azahar. Pero esta vez el balcón se hallaba vacío y nadie se unió al festejo matutino del pájaro y del árbol. O al menos no hasta que, en su cuna común, los mellizos de Catulo abrieron los ojos y saludaron al nuevo día desperezándose y con un jubiloso pataleo con la piernas al aire. En ese mismo momento, con una simultaneidad extraña para ser azarosa, la Bizcocha le cerró los ojos a la Lirio y le cubrió las piernas con la bata de boatiné floreada. Y todos los que se hallaban congregados en la playa de la Caleta pudieron ver que aquel lirio moreno ya no solo tenía las ojeras y las sienes moraditas de martirio, sino también los labios.

Última edición por jilguero el 05 Ene 2021 15:43, editado 27 veces en total.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Aben Razín escribió: 24 May 2019 11:48 En cuanto a vuestros comentarios sobre la entrevista dichosa, no creo que haya distintos niveles o prepotencias. En algún momento, veo ciertas complicidades que ayudan al seguimiento de la conversación: algo que ayuda a que fluya y es algo que el oyente agradece,
Gretogarbo escribió: 24 May 2019 11:19 El ejemplo número 2 es la respuesta obvia de una pensadora, de una persona que busca el por qué de las cosas.
Yo no puedo evitar verlo de otra manera, pero esto es cuestión de la percepción/sensibilidad/personalidad de cada cual. Esta mujer me encanta por lo brillante, didáctica y divertida que es, de eso no tengo duda. Pero también os digo que se queda en el límite (mi límite que es muy bajo, que también conviene aclararlo) de la pedantería. Es decir, tiene retranca y es ocurrente, pero os diría que hasta eso lo tiene medido. Dicho lo cual, esta opinión mía, no le intenta quitar ningún mérito intelectual que es por lo que ella realmente destaca y es digna de ser escuchada y leída. Por ejemplo, me encanta que sea capaz de verle el lado bueno a todo y a todos, como cuando comenta que todas las religiones encierran cosas valiosas que hay que conservar o transformar, o bien cuando dice que admira a la filósofa que llegó hasta la muerte (no me he quedado con el nombre, lo tengo que buscar), aunque no compartía su punto de vista. Una prueba evidente de su lucidez y de su racionalidad, de que no ve las cosas en blanco o negro, sino con todos sus matices, porque las analiza desde la razón y no desde las vísceras. Y eso se agradece una barbaridad, al menos yo.

PD: si alguien se acuerda del nombre de la filósofa que se dejó morir que me lo diga, por favor, que me he quedado con curiosidad de saber algo más de ella.

Y una curiosidad, Greto: cuando el cuadro del día no te gusta, ¿te lees el comentario? Yo hay cuadros que me motivan tan poco que me da una pereza tremenda entrar a leer el comentario.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 24 May 2019 14:13Yo no puedo evitar verlo de otra manera,...
Por supuesto, cada persona ve las cosas de forma diferente o con matices dentro de un mismo parecer. Y eso es enriquecedor porque fomenta el debate, siempre y cuando cada uno escuche al otro, algo que en este bujío, pero no en otros recunchos foriles, se ha llevado a la práctica hasta el momento. Es por eso mismo que me apetece sentarme un rato aquí a diario y ni me paso por esos otros recunchos por los que sí transité en otros tiempos.
jilguero escribió: 24 May 2019 14:13... si alguien se acuerda del nombre de la filósofa que se dejó morir que me lo diga, por favor, que me he quedado con curiosidad de saber algo más de ella.
Malo será que este menda no lo recuerde cuando vea el programa.
jilguero escribió: 24 May 2019 14:13... Greto: cuando el cuadro del día no te gusta, ¿te lees el comentario? Yo hay cuadros que me motivan tan poco que me da una pereza tremenda entrar a leer el comentario.
Hasta la semana pasada me leí todos, fuese o no de mi gusto la imagen. Digo todos hasta la semana pasada porque en ésta, como sabes, están liados con el cine y no me leí la entrevista a Paco Fox ni vi ninguno de los vídeos enlazados.

Por cierto, jilguero, lo normal es que entre esta tarde y mañana remate con el rey Arturo, así que cuando quieras comenzamos con nuestro siguiente GTB. Dejo a tu intuición, a tu venteo, a tu libre albedrío la elección del libro.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Estrella de mar »

Al hilo de lo que hablabais de las despedidas me he acordado de un texto inspirado en El profeta de Gibran. Está enfocado en las relaciones sentimentales pero creo que es extrapolable a la mayoría de relaciones. Os dejo lo que he encontrado en la red.

En nuestro medio, en la década de 1970, el notable psiquiatra, escritor y maestro Carlos Alberto Seguín, sobrino de Honorio Delgado y su conspicuo adversario intelectual, fue autor de una clásica traducción de El Profeta. Inclusive de su pluma obtuvimos una delicada paráfrasis inspirada en Khalil Gibran, que se publicó a manera de colofón a la edición peruana de El Profeta. A continuación transcribimos, de Seguín, El adiós:

"Entonces, un hombre y una mujer tomados de la mano y con lágrimas en los ojos, se acercaron y le dijeron: Háblanos del Adiós. Y él mirándolos con ternura infinita, respondió: Así como no os encontráis cuando se encuentran vuestras manos o se mezclan vuestras voces, sino cuando vuestros corazones se unen y vuestros espíritus se hablan. Así, no os separáis cuando partís materialmente o cuando vuestras miradas se buscan sin lograr hallarse o cuando vuestras manos no pueden darse mutuamente calor, sino cuando un muro se levanta entre vuestros corazones y cuando vuestros espíritus no hablan ya más la misma lengua.

El pájaro besa suavemente la flor por un momento y luego se confunde con el cielo. Y, sin embargo, ha dejado en los pétalos el corazón del fruto del mañana.
El río toca las raíces de la planta que en él se refleja y sigue su curso. Y, sin embargo, su agua quedará en el árbol y se hará calor y perfume en sus flores.
Así, si os habéis encontrado de verdad, si vuestras almas se han fundido como el agua y el árbol, el espacio y el tiempo no pueden separaros, porque lo mejor del uno florecerá en el otro a través de las primaveras. Y el agua del río, hecha savia en el árbol, se elevará con él en un cántico de gracias hacia el cielo.

Y cuando, en un futuro próximo o lejano, las manos del Destino os pongan de nuevo frente a frente, no diréis: "Te perdí y vuelvo a encontrarte", sino: "Fuiste un sueño que vivió en mí para convertirse en realidad". Y, si habéis vivido, a pesar de la distancia y el tiempo, unidos el uno al otro, vuestro reencuentro no será el del viajero que vuelve a su ciudad y la encuentra cambiada, sino como el de aquel que besó los capullos de su jardín un atardecer, soñó con ellos durante la noche y, al despertar, los vio, con gozo, convertidos en flores; o como el del que cerró un momento los ojos velados por las lágrimas y, al volver a abrirlos, halló al ser amado más bello, más puro y más suyo. En verdad os digo que el adiós no existe: Si se pronuncia entre dos seres que nunca se encontraron, es una palabra innecesaria. Si se dice entre dos que fueron uno, es una palabra sin sentido. Porque, en el mundo real del espíritu, solo hay encuentros y nunca despedidas. Y porque el recuerdo del ser amado crece en el alma con la distancia como el eco en las montañas del crepúsculo."
Por un cachito de la mar de Cai les cambio el cielo que han prometío.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

¿Has visto Cata lo filosóficos que estamos últimamente? :D

Pues al hilo de lo que nos ha dejado la Mona Zen, decir que estoy de acuerdo con Gibrain, en el sentido de que quien comparte un tramo de camino con nosotros en realidad ya nunca se va del todo, porque lo que es uno en el presente es la sombra proyectada hacia delante del que fue, y de esa sombra, qué duda cabe, forman parte todos quienes se cruzaron en nuestro camino y nos dejaron su impronta. Pero también querría aportar otra idea que diría que es complementaria. Es una conclusión empírica, con lo cual no sé si tiene algún valor más general. Me refiero a que, gracias a que algunos se alejan de nuestra vida, podemos estar receptivos a que lleguen otros, pues nuestro tiempo es limitado y no se puede estar en misa y repicando.

:cunao: Creo que cuando Usía lea esto último va a pensar: Ya, ya, Jilguero, y ahora viene la conclusión panglosiana de que vivimos en el mejor de los mundos posibles.
Gretogarbo escribió: 24 May 2019 14:28 Por cierto, jilguero, lo normal es que entre esta tarde y mañana remate con el rey Arturo, así que cuando quieras comenzamos con nuestro siguiente GTB. Dejo a tu intuición, a tu venteo, a tu libre albedrío la elección del libro.
Enterada. Yo acabo de empezar uno nuevo de Yourcenar, pero es muy corto y mañana tarde seguramente lo acabe. Con lo cual empezar el mismo domingo o el lunes, por mi parte, perfecto. Dado que me dejas a mi la responsabilidad de escoger, ¿cómo ves leer ahora Filomeno, a mi pesar?


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

Hola acabo de ver un documental muy interesante sobre Javier Ruibal, se ve tu tierra Jilguero y creo recordar que este hombre le gustaba a Greto, el docu se llama "Ruibal por libre, de Cesar Martinez Herrada, 2017.
Si tenéis ocasión echarle un ojo.

:hola:
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

hexagono69 escribió: 25 May 2019 01:09 Hola acabo de ver un documental muy interesante sobre Javier Ruibal, se ve tu tierra Jilguero y creo recordar que este hombre le gustaba a Greto, el docu se llama "Ruibal por libre, de Cesar Martinez Herrada, 2017.
Si tenéis ocasión echarle un ojo.

:hola:
He mirado en la red y en Cádiz la proyectaron en el Falla en septiembre de 2017, pero entonces yo no sabía de la existencia de Ruibal, además de que no me enteré. ¿Dónde lo has visto tú?


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

En Filmin

https://www.filmin.es/pelicula/ruibal-por-libre

:)

Para verla me imagino que tienes que suscribirte, y luego se puede visionar en un pc, tv o tablet.

Suerte :hola:
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

Gracias, Estrella de mar, por tu aportación a los adioses, y gracias, hexagono69, por tu enlace a Ruibal, un poeta de esos que lo hacen a mi gusto porque le ponen música a lo que escriben.
jilguero escribió: 24 May 2019 16:41... ¿cómo ves leer ahora Filomeno, a mi pesar?
Pues lo veo perfecto. Ya sabes que a mí de Torrente me gusta leer hasta sus listas de la compra, así que no tengo ningún inconveniente en acompañarte en tu singladura por la obra de este maestro con el que quizás, eso dicen los sesudos que saben, sea su libro más comercial.

Un por cierto, jilguero. Ayer añadí a mi bancal más lechugas, que la anteriores ya están siendo diezmadas por mi sistema digestivo, pepino, otro plantón de calabacín y...

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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió: 25 May 2019 12:00 Un por cierto, jilguero. Ayer añadí a mi bancal más lechugas, que la anteriores ya están siendo diezmadas por mi sistema digestivo, pepino, otro plantón de calabacín y...
¿De dónde lo has sacado al final, si no es mucho preguntar?

¡Gracias, Greto, por intentarlo! Si encima hay éxito, mejor que mejor; pero de momento ya has logrado sembrar la ilusión. Y si consigues que florezca y fructifique, lo aprender a mandar tus propias fotos habrás de solucionarlo, pues nosotras las querremos ver.

¿Te ha enterado, Cata? Sí, sí, ya tenemos una potencial colonia norteña :ola: :ola: Esto es, en cierto modo, cerrar el circulo; o rizar el rizo, pues esta vez será más bien la ficción quien bordeará a la realidad.

Gretogarbo escribió: 25 May 2019 12:00 con el que quizás, eso dicen los sesudos que saben, sea su libro más comercial.
Pero ¿comercial en detrimento de la calidad o simplemente que corrió mejor suerte?
Bueno,en cualquier caso, lo leemos y así salimos, o más bien salgo yo, de dudas.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

He aqui esta maravilla


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Lo cierto es que con la cantidad de canales a nuestra disposición es posible encontrar cosas de las que se puede aprender y sorprenderse. :)
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió: 25 May 2019 13:08¿De dónde lo has sacado al final, si no es mucho preguntar?
Pues del mismo lugar de donde saqué el resto de vegetales que crecen en el bancal. Ayer vi una planta con la que no estaba familiarizado, aunque me sonaba su aspecto, le pregunté al propietario del almacén qué era y me dijo que berenjenas. Me hizo ilusión, como te ha hecho a ti ahora, y la compré. A ver cómo va la cosa.
jilguero escribió: 25 May 2019 13:08Y si consigues que florezca y fructifique, lo aprender a mandar tus propias fotos habrás de solucionarlo, pues nosotras las querremos ver.
Se intentará.
jilguero escribió: 25 May 2019 13:08Pero ¿comercial en detrimento de la calidad o simplemente que corrió mejor suerte?
Bueno, ganó el premio Planeta en una época en la que se decía que las novelas ganadoras eran "por encargo". No obstante, eso no quiere decir que no tenga calidad. De hecho, el año anterior había ganado ese galardón En busca del unicornio y nosotros nos divertimos mucho leyendo esa novela.
hexagono69 escribió: 25 May 2019 15:55Lo cierto es que con la cantidad de canales a nuestra disposición es posible encontrar cosas de las que se puede aprender y sorprenderse.
Internet es una maravilla, hexagono69. La verdad es que somos muy afortunados pudiendo disfrutar de ese servicio.
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

Bueno no me he expresado bien quería decir que con las cantidad de plataformas de TV o como se llamen, se puede tener acceso a múltiples contenidos o conocimientos, esto concretamente lo he visto en un documental de Movistar que se llama "This is Art" y luego he buscado un youtube ad hoc mas cortito, enterado y conformado. :cunao:
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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por jilguero »

En realidad, ambas cosas son fuentes de cosas interesantes. Internet, qué duda cabe. Canales de TV extras no tengo en casa pero alguna vez que, por motivos laborales, he pasado la noche en un hotel con canales extras he visto reportajes muy interesantes. Mi problema es que es tanta la oferta que me da la sensación de que se me puede ir demasiado tiempo hasta dar con lo deseado. Me pasa igual con los libros, por eso cada vez releo más.

Hexa he visto el vídeo con música y sin ella, lo segundo para ver al director en acción que es ya en sí mismo una buena escenificación de lo trabajoso que es expresar con el cuerpo sentimientos y sensaciones intensas. Y el de percusión lleva un ritmo frenético.

Una curiosidad, Hexa, ¿te gusta el fútbol?

PD: Greto, yo ya acabé el libro que tenía entre manos. Cuando con tranquilidad acabes tú y toque empezar Filomeno, avisa. Ah, lo elegí ayer porque abrí Guardo la voz, cedo la palabra justo por una página en la que tú abuelo lo mencionaba y me dije que él había decidido por mí.
Última edición por jilguero el 26 May 2019 18:32, editado 1 vez en total.


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Re: El bujío de Santa Catalina (Bordeando la realidad)

Mensaje por hexagono69 »

Pues no, no me gusta el fútbol.

Mira que eres preguntona pajarita. :lol:

Y ademas que es mala idea querer convencerte de algo, disfruta de tu tiempo como mas te guste aunque sea leyendo siempre el mismo libro para reafirmarte. :meparto:


chao :hola:
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