No estoy de acuerdo con las opiniones anteriores, y aún pensando que no llega al nivel de la maravillosa El huerto de los cerezos, en realidad comparten muchos de los temas que el autor aborda.
En primer lugar, en Chéjov prácticamente nunca pasa "nada", en el sentido de que lo que vemos es un trozo de vida, vemos a unos personajes, y lo que les ocurre en su día a día, pero están vivos, o muertos según se mire.
Como ocurría en Tío Vania, o en el huerto de los cerezos, hay unos personajes "vampiro", patanes, incultos, groseros, pero contrastan con la delicadeza y la personalidad de los personajes que habitan la casa. La familia formada por las tres hermanas y su hermano Andrei se nos presenta en el primer acto como una familia feliz, son huérfanos, pero tienen expectativas muy altas, son cultos, educados, amables, saben idiomas, su sueño es volver a Moscú, ese lugar idílico de su infancia, no es un Moscú real, sino la Arcadia perdida, puesto que están en una pequeña ciudad de provincias que les ahoga con su provincianismo y su vulgaridad. Sin embargo, saben manejarse poco en el mundo real.
Natascha aparece como alguien vulgar, Olga no puede dejar de hacerle notar lo inadecuado de su vestuario, y se ve deslumbrada por la casa, y poco a poco, van pasando las escenas, y como en el relato de Cortázar Casa tomada,
Natascha, con la excusa de primero el niño y después la niña, va expulsando a las hermanas de sus aposentos, de la planta noble, la de arriba, y después hace hipotecar la casa a Andrei para quedarse con el dinero, atarlo a un empleo bajo de la administración, donde su jefe será su amante, echa a la vieja criada, y acaban marchándose todos quedándose ella dueña y señora de la casa, ella que era una advenediza. |
De hecho esto se ve además, claramente, en la venganza al hacer referencia Natascha al vestuario de Olga en las escenas finales, reprochándole que es demasiado cursi.
Como en A la busca del tiempo perdido de Proust, o como en El huerto de los cerezos, vemos un mundo que se desvanece, que desaparece, en el que una clase sustituye a la otra. Los militares se retiran, la ciudad se queda sola, y
las hermanas se marchan también, e incluso Andrei es desterrado de su habitación. |
Eso sí, todo ello aderezado por reflexiones sobre que un futuro mejor, basado en el trabajo, es posible, en el que se constataba que el cambio se iba a realizar. Hay que tener en cuenta que esta obra se representa en 1902, cuando los vientos de cambio empezaban a soplar sobre una Rusia anquilosada, que lucha por instaurar la modernidad, aquí representada por el cambio de trabajo del Barón, que irá a dirigir una fábrica de ladrillos, que dará lugar a la frustrada revolución de 1905. Y reflexiones sobre cómo juzgarán las generaciones futuras la vida que ellos han llevado, tan diferente a la que llevarán ellos.
En fin, hay mucho más de lo que parece en esta obra, me ha gustado mucho.