terminado. debo antes que nada citar algo sobre la concepción del genio que defiende bloom (p. 37):
Uno de mis objetivos en este libro es definir el genio con mayor precisión de la lograda hasta ahora. Otro es defender la idea de genio, muy maltratada en la actualidad por detractores y reduccionistas, desde los sociobiologistas hasta los materialistas de la escuela del genoma, incluyendo a los diversos historiadores. Pero mi meta primordial es aumentar nuestra apreciación del genio y demostrar cómo se engendra invariablemente gracias al estímulo del genio previo más que por los contextos culturales y políticos.
en eso la literatura parece opuesta a la ciencia. para la evolución por selección natural, por ejemplo, no es imprescindible darwin. la
comedia y el
ulises no pueden prescindir de dante y de joyce.
bloom organiza el libro en veinte lustros con mucha libertad, imponiéndose para la selección de autores sólo un par de requisitos: que sean geniales y que estén muertos... un método que a veces lamenta (p. 612):
Mi regla contra los genios vivos me ha impedido incluir al maravilloso novelista José Saramago, uno de los últimos titanes de un género literario en vías de extinción.
william shakespeare
miguel de cervantes
michel de montaigne
john milton
león tolstoi
lucrecio
virgilio
san agustín
dante alighieri
geoffrey chaucer
el yavista
sócrates y platón
san pablo
mahoma
doctor samuel johnson
james boswell
johann wolfgang von goethe
sigmund freud
thomas mann
friedrich nietzsche
søren kierkegaard
franz kafka
marcel proust
samuel beckett
molière
henrik ibsen
anton chéjov
oscar wilde
luigi pirandello
john donne
alexander pope
jonathan swift
jane austen
dama murasaki
nathaniel hawthorne
herman melville
charlotte brontë
emily jane brontë
virginia woolf
ralph waldo emerson
emily dickinson
robert frost
wallace stevens
t.s. eliot
william wordsworth
percy bysshe shelley
john keats
giacomo leopardi
alfred, lord tennyson
algernon charles swinburne
dante gabriel rossetti
christina rossetti
walter pater
hugo von hofmannsthal
víctor hugo
gérard de nerval
charles baudelaire
arthur rimbaud
paul valéry
homero
luis vaz de camões
james joyce
alejo carpentier
octavio paz
stendhal
mark twain
william faulkner
ernest hemingway
flanney o’connor
walt whitman
fernando pessoa
hart crane
federico garcía lorca
luis cernuda
george eliot
willa cather
edith wharton
f. scott fitzgerald
iris murdoch
gustave flaubert
josé maría eça de queiroz
joaquim maria machado de assis
jorge luis borges
italo calvino
william blake
d.h. lawrence
tennessee williams
rainer marie rilke
eugenio montale
honoré de balzac
lewis carroll
henry james
robert browning
william butler yeats
charles dickens
fiodor dostoievski
isaac bábel
paul celan
ralph ellison
he leído a unos cuarenta autores de esa lista y a ninguno a fondo. (en mi vida he leído a fondo a un solo autor de ficción). bloom ha leído a fondo a todos esos y a muchos más. es un lector
voraz e insomne desde niño, que no se cansa de releer a los más grandes.
dedica a cada autor unas ocho páginas, que a veces traen esbozos briográficos precisos y siempre fragmentos preciosos. bloom es ameno y a ratos denso, y logra que el lector sienta una extraña atracción por autores que desconoce. yo, por ejemplo, todavía no leo a george eliot, pero estoy enamorado de ella por este párrafo (p. 738):
La autoridad moral –comoquiera que la consideremos– suele mezclarse mal con la fortaleza estética, y en este sentido George Eliot es única, sobre todo si tenemos en cuenta que Isaías, Platón, Wordsworth y Tolstoi confiaron, todos, en sus creencias trascendentales mientras que ella prescindió de Dios y de la inmortalidad, considerándolos ilusiones. Keats no estaba interesado en enseñarnos a tomar decisiones morales porque sólo creía en la santidad del afecto de corazón y en la verdad de la imaginación. Las creencias de George Eliot se asemejan al humanismo naturalista de Keats, pero ella además era una sabia que componía narraciones llenas de sapiencia. Cuando la erudita y valerosa Mary Ann Evans se convirtió en George Eliot, adoptó una máscara que ya era su daimón, la otredad de su genio sutil.