¿Quién ha dicho que abandonamos este mundo para descansar en paz?
Leches fritas!!!
Recuerdo la tarta asesina, recuerdo el ataque previo de los granos de sal gorda del chuletón, que parecían petardos, una plancha ardiente y “médico de familia” en la tele.
Si ya se veía venir, con todas esas señales.
Luego los presentes tampoco estuvieron muy acertados, las sardanas y las jotas no pudieron reanimarme y las respiraciones boca a boca junto con los masajes cardíacos no fueron muy técnicos que digamos... (ejem, me ahorro los detalles)
Mi alma se adentró en un túnel oscuro donde eso de la luz al final debe de ser una ilusión óptica, porque en mi caso sólo había un albañil con una linterna con las pilas gastadas (me dijo que andaban escasos de presupuesto, y lo de las pilas queda para la siguiente derrama)
Y me llevaron a una sala de espera, donde me pusieron unos audiovisuales del cielo y del infierno muy didácticos.
En el cielo los paisajes son muy bonitos, pero en el infierno hay mejor música, lo malo es que se les ha ido la mano con la calefacción...
Están comunicados por unos ascensores rapidísimos que están continuamente subiendo y bajando.
Y en cuanto llegas te ponen a trabajar, allí no hay desempleo.
Hay una lista con ofertas de todo tipo y vacantes de fantasma bueno, fantasma malo, ángel de la guarda, sicofonía, teleoperador de ouijas, habitante de mansiones encantadas, tramitador de milagros, conductor de mediums, reencarnaciones en varias cosas y todo lo que podáis imaginar. Eso si, el despacho de resurrecciones está cerrado desde hace siglos.
Intenté aparecerme dos veces, pero para ser profesional hay que hacer un doctorado en apariciones.
Así que he sobornado al de personal para conseguir reencarnarme en Turrón de Jijona. Me ha dicho que si consigo pasar toda la campaña de Navidad sin que me den un mordisco, podré volver a mi estado inicial.