El día de hoy en un libro (II)

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Moderador: Ashling

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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

La manzana de casas está ya rodeada cuando llega el comisario Pannwitz escoltado por un pequeño grupo de agentes. El intérprete que lo acompaña aspira el buen olor difuminado por los parterres de flores de la plaza Carlos (debe de ser muy buen intérprete, para que esté ahí todavía después de haber dejado ir al baño a la señora Moravec para suicidarse). El comisario Pannwitz está encargado del acordonamiento y la detención; es un honor pero también una enorme responsabilidad: bajo ningún concepto puede repetirse el fiasco del 28 de mayo en aquel prostíbulo inverosímil, en el que por fortuna él se mantuvo al margen. Si todo va bien, será el coronamiento de su carrera; si la operación no se salda con el arresto o la muerte de los terroristas, seguro que tendrá serios problemas.

HHhH, de Laurent Binet (traducido por Adolfo García Ortega)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

28 de mayo de 2008. Los bomberos consiguen deslizar su manguera por el orificio del respiradero. El caño es empalmado a una boca de riego. Las bombas se activan. El agua fluye por la claraboya.

HHhH, de Laurent Binet (traducido por Adolfo García Ortega)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Hamble. Domingo, 29 de mayo
Ocurre que subir al árbol es difícil y uno se queda más rato del necesario ahí arriba, en soledad, porque da mucha pereza bajar. Esto te obliga a meditar. Te aísla de la tierra y te obliga a pensar. Desde lo alto podía ver mundos dentro del cuerpo. Problemas enterrados. ¿Quién necesita psicólogos? Mis pastillas para el dolor fueron maderas pesadas y tornillos escurridizos. Para ver más allá hay que cambiar de punto de vista.

Nuestra casa en el árbol, de Lea Vélez
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

29 de mayo de 2008. El agua empieza a subir. A Gabčík, a Valčík y a sus dos compañeros les llega por los pies. A la menor sombra que ven aparecer por la claraboya, disparan una ráfaga. Pero el agua sigue subiendo.

HHhH, de Laurent Binet (traducido por Adolfo García Ortega)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

30 de mayo de 2008. El agua sube un poco aunque muy lentamente. Frank se impacienta. Los alemanes arrojan granadas lacrimógenas dentro de la cripta para ahumar a los ocupantes, pero eso no funciona porque las granadas caen en el agua.

HHhH, de Laurent Binet (traducido por Adolfo García Ortega)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

Pero en casa nada cambió. Jaja y yo seguíamos nuestros horarios a rajatabla y nos continuábamos haciendo preguntas cuyas respuestas ya conocíamos. Lo único distinto era el vientre de madre; su volumen empezaba a aumentar con sutileza y suavidad. Al principio parecía un balón desinflado, pero para Pentecostés ya abultaba su túnica de adornos dorados y rojos lo suficiente para hacer evidente que no se trataba de las ropas que llevaba debajo ni de los extremos anudados de la propia prenda. El altar estaba decorado con el mismo tono de rojo que la túnica de madre. Aquel era el color de Pentecostés. El sacerdote invitado celebró la misa cubierto con una casulla roja que le quedaba demasiado corta. Era joven y a menudo alzaba la mirada mientras leía el Evangelio; sus ojos oscuros traspasaban a los feligreses. Al terminar, besó la Biblia despacio.

La flor púrpura, de Chimamanda Ngozi Adichie (traducido por Laura Rins Calahorra)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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Barcelona, 1º de junio.
Acabo de llegar aquí después de dejar a mi sobrina Rosario en San Baudilio de Llobregat. El director del establecimiento me ha asegurado que es un caso incurable. Tendrá, sí, una asistencia esmeradísima en aquel grandioso y alegre manicomio. Mi querido amigo, si alguna vez caigo yo también, llévenme a San Baudilio. Espero encontrar a mi vuelta pruebas de los
Linajes. Pienso añadir seis pliegos, porque sería gran falta no publicar las razones que tengo para sostener que Mateo Díez Coronel, autor del Métrico Encomio, desciende por la línea materna de los Guevaras y no de los Burguillos, como ha sostenido erradamente el autor de la Floresta amena.
Doña Perfecta, de Benito Pérez Galdós
Recuento 2024
Ayer: Grito nocturno. Borja González
Los asesinos del emperador. Santiago Posteguillo
Hoy: Hoy es un buen día para morir. Colo
Soberbia. William Somerset Maugham
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Re: El día de hoy en un libro (II)

Mensaje por emedoble »

El 1 de junio los aviones cruzan la ciudad a gran altura atravesando las nubes. Cuando el viento cede y no hay máquinas encendidas alrededor, Marie-Laure sale fuera de la galería de Zoología y puede oírlos: son un ronroneo a un kilómetro y medio de distancia. Al día siguiente comienzan a desaparecer las estaciones de radio. Los guardias dan palmadas a sus radios en la cabina de vigilancia, las inclinan de un lado a otro pero del altavoz solo sale el sonido de la estática, es como si cada antena fuera la luz de una vela y unos dedos gigantes hubieran aparecido y las hubieran apagado.

La luz que no puedes ver, de Anthony Doer (traducido por Andrés Barba y Carmen Mercedes Cáceres)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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Después del acontecimiento referido, ciertos sucesos tristísimos determinan un paréntesis no corto en esta parte de la historia de mi vida que voy refiriendo. El primero de Junio sentíame enfermo y caí con la fiebre amarilla, cual otros tantos que en aquella temporada fueron víctimas del terrible tifus, con menos suerte que un servidor de ustedes, el cual escapó de las garras de la muerte, después de verse en estado tal que vislumbraba los horizontes del otro mundo.

Cádiz, de Benito Pérez Galdós
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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Primero de junio de 2008. Frank está extremadamente nervioso. Cuanto más tiempo pasa, más teme que los paracaidistas acaben encontrando un pasadizo para escapar. El agua podría incluso ayudarlos, si llegaran a descubrir el lugar de la grieta por la que se fuga, ya que es evidente que la cripta no se caracteriza por una estanquidad a toda prueba.

HHhH, de Laurent Binet (traducido por Adolfo García Ortega)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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2 de junio de 2008. Los alemanes instalan un gigantesco proyector para deslumbrar a los ocupantes de la cripta e impedirles ver afuera. Antes incluso de que lo enciendan, una ráfaga, como una puntuación irónica, ya lo deja inservible.

HHhH, de Laurent Binet
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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3 de junio de 2008. Los alemanes se obstinan en querer deslizar unos tubos en la cripta para ahogarlos con agua o con humo, pero una y otra vez los ocupantes utilizan la escalera como un brazo telescópico para expulsarlos.

HHhH, de Laurent Binet (traducido por Adolfo García Ortega)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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Martes 3 de junio de 1975
Era un día de mal tiempo. La tarde llegaba a su fin y la playa estaba desierta. Nunca, desde su llegada a Aurora, había estado el cielo tan negro y amenazador. La tormenta revolvía el océano, inflado de espuma y de cólera: no tardaría en empezar a llover. Era el mal tiempo el que le había animado a salir: había bajado la escalera de madera que llevaba de la terraza de la casa hasta la playa y se había sentado sobre la arena. Con el cuaderno sobre las rodillas, dejaba su bolígrafo deslizarse por el papel: la inminente tormenta le inspiraba, perfecta para empezar una gran novela. Esas últimas semanas había tenido ya varias buenas ideas para su nuevo libro, pero ninguna había cuajado; las había empezado o terminado mal.

La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker
(traducido por Juan Carlos Durán Romero)
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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-Me gustan estos señoriticos que no piensan más que en dormir. ¿Por qué el Sr. Sardina no lleva consigo en campaña un colchón de pluma o canapé de rasos y holandas para echar la siesta? Buenos soldados tiene la patria, buenos, sí... como que se tumban, cuando el enemigo, ocultándose en las sombras de la noche, intenta sorprendernos. Es preciso que los curas echen la llave a la parroquia, se la guarden en el bolsillo, y cogiendo una escopeta, un sable y dos pistolas, corran al campo a enseñar a los patriotas su deber. Aquí estoy yo que no duermo, no, Sr. D. Vicente, no duermo -al decir esto los ojos negros que despedían pasajeros reflejos como una noche de tempestad, parecían querer salírsele de las sanguinolentas órbitas-, porque no puedo dormir, aunque quisiera... porque si cierro los párpados, dentro de ellos veo al general Gui y al general Hugo, y al general Belliard con sus manadas de gabachos. Cuando de tarde en tarde me arrojo en el suelo, procurando dar descanso a mi cuerpo, los caminos, las veredas, las trochas, los atajos, los montes, los cerros, los ríos y los arroyos se me meten en la cabeza, y todo se me vuelve pensar si iremos por allí, si pasaremos por allá, si les encontraremos por acullá... Aquí está un hombre que no tiene más descanso que inclinar la cabeza sobre el pecho y amodorrarse un poco con el paso del caballo, que es más suave que una litera llevada por buenos jayanes... ¡Dormir! ¡Por las benditas ánimas del Purgatorio!; ¡voto a Barrabás!, ¡reviento en Judas! Juro que desde el 3 de Junio de 1808 no sé lo que es una sábana. Estoy despierto, estoy velando por la patria, y temo que la dejen perecer los que duermen.

Juan Martín el Empecinado, de Benito Pérez Galdós
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Re: El día de hoy en un libro (II)

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Para que fuera más singular y extraño aquel guerrillero, cuya facha no podía mirarse sin espanto, vestía la sotana que llevaba cuando echó las llaves de la parroquia el 3 de Junio en 1808, y de un grueso cinto de cuero sin curtir pendían dos pistolas y el largo sable. Abierta la sotana desde la cintura dejaba ver sus fornidas piernas, cubiertas de un calzón de ante en muy mal uso y los pies calzados con botas monumentales, de cuyo estado no podía formarse idea mientras no desapareciesen las sucesivas capas de fango terciario y cuaternario que en ellas habían depositado el tiempo y el país. Su sombrero era la gorra peluda y estrecha que usan los paletos de Tierra de Madrid, el cual se encajaba sobre el cráneo, adaptado a un pañuelo de color imposible de definir y que le daba varias vueltas de sien a sien.

Juan Martín el Empecinado, de Benito Pérez Galdós
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