Giacomo Leopardi

¿Qué es poesía? Dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... ¡eres tú!

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fabian
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Giacomo Leopardi

Mensaje por fabian »

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A media Voz escribió:Poeta italiano nacido en Recanati, Las Marcas, en 1798.
Primogénito del conde Monaldo y de la marquesa Adelaida Antici, recibió una educación rígida y conservadora a pesar de su enorme fragilidad física. Desde muy pequeño aprovechó la extensa biblioteca de su padre para adquirir una vasta cultura que lo convirtió en un gran poeta y ensayista.
Su primera publicación, "Al pie del monumento de Dante" en 1819, fue seguida por obras de carácter romántico y melancólico entre las que se destacan "Cantos" en 1824 a 1835, "Misceláneas" en 1832, "Opúsculos morales" en 1827, y "Zibaldone" en 1832.
Su inestabilidad emocional y los repetidos fracasos sentimentales, lo llevaron a viajar por diferentes ciudades italianas hasta radicarse en Nápoles, donde falleció
en 1837. ©


Uno de los poetas mas tristes y melancolicos que han existido.Decia del tedio,que es privativo de los espiritus superiores,mientras que el "vulgo" solo puede,como maximo,sufrir simple ociosidad.Su pedanteria,no hace juicio a algunos de sus poemas.

EL INFINITO

Amé siempre esta colina,
y el cerco que me impide ver
más allá del horizonte.
Mirando a lo lejos los espacios ilimitados,
los sobrehumanos silencios y su profunda quietud,
me encuentro con mis pensamientos,
y mi corazón no se asusta.
Escucho los silbidos del viento sobre los campos,
y en medio del infinito silencio tanteo mi voz:
me subyuga lo eterno, las estaciones muertas,
la realidad presente y todos sus sonidos.
Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y naufrago dulcemente en este mar.

.................................


LOS SECRETOS DEL CORAZON HUMANO

«Los secretos del corazón humano
son a veces tan profundos
que no se pueden penetrar fácilmente;
por esta razón,
los mejores momentos de un amor
son aquellos en que te asalta
una serena y dulce melancolía;
cuando lloras
y no sabes por qué;
cuando reposadamente te resignas
ante una desventura sin saber cuál es;
cuando gozas con una nadería
y sonríes con menos todavía
1
Silvia Favaretto

GRAZIE MILLE

Mensaje por Silvia Favaretto »

Hola Fabian, desde la tierra de Moravia y Leopardi te saluda y te agradece por publicar letras italianas

Silvia Favaretto :D
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fabian
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Mensaje por fabian »

Un honor ,el hablar y saludar a una poeta como vos. :wink:
1
Silvia Favaretto

Mensaje por Silvia Favaretto »

Gracias Fabian, un gusto para mi estar entre ustedes.

Sono davvero molto contenta

Silvia :)
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madison
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Re: Giacomo Leopardi

Mensaje por madison »

Último canto de Safo Canto IX

Plácida noche y pudoroso rayo
de la luna que muere; y tú que naces
sobre la roca, entre la muda selva,
nuncio del día; ¡oh caras, deleitosas
apariencias, mientras desconocía
el hado y la pasión! ; ya no sonríe
dulce visión al desolado afecto.
Sólo se aviva nuestro gozo insólito
cuando en el éter líquido girando
va, y por los campos trepidantes, la ola
polvorienta del noto, y cuando el carro,
grave carro de Júpiter, divide,
sobre nuestra cabeza, el aire oscuro.
Nos place, por barrancos y hondos valles,
nadar entre el turbión, y ver la fuga
de espantados rebaños, y del río
en la insegura orilla
la vencedora ira de la onda.

Bello tu manto es, divino cielo;
bella tú, húmeda tierra. ¡Ay! , de esta inmensa
beldad parte ninguna concedieron
los dioses y la suerte despiadada
a la mísera Safo. En tus soberbios
reinos, Natura, esclavo y grave huésped
y amante despreciada soy, y en vano
en tus graciosas formas, suplicante
fijo los ojos. Para mí no ríen
la abierta playa ni de etérea puerta
el matutino albor; no me saludan
el canto de pintados pajarillos
ni el murmullo del haya; ya la sombra
del inclinado sauce, donde corre
del candoroso arroyo el puro seno,
a mi lúbrico pie la ondeante linfa
esquiva desdeñosa
y huye de las riberas perfumadas-

¿Qué pecado, qué exceso tan nefando
manchó mi nacimiento, que tan torvos
se me mostraron cielos y fortuna?
¿En qué pequé de niña, cuando ignara
de maldad es la vida, que privada
de juventud, y desflorado, el huso
de la inflexible Parca retorcía
mi oscuro hilo vital? Incautas voces
tu labio esparce; el destinado evento
rige arcano poder. Arcano es todo
menos nuestro dolor. Prole olvidada,
para el llanto nacemos, y el motivo
sólo los dioses saben. ¡Oh esperanzas
de la más verde edad! A la apariencia
el Padre dió en el mundo eterno reino;
y por grandes que sean las empresas,
docto el canto o la lira,
no luce la virtud en feo manto.

Moriremos. Caído el velo indigno,
desnuda el alma bajará al Averno,
y el crudo fallo enmendará del ciego
dispensador de eventos. Tú, que hondo
amor y fe me inspiras, por quien vano
furor me oprime de áspero deseo,
vive feliz, si puede en este mundo
feliz alguien vivir. por mí no vierte
el suave licor del vaso avaro
Jove, después que el sueño y los engaños
de mi niñez murieron. Los alegres
días de juventud rápidos pasan.
Quedan los males, la vejez, la sombra
de la gélida muerte. Así, de tantos
gratos errores y esperadas palmas,
resta el Tártaro; y va el osado ingenio
a la tenaria diosa,
la oscura noche y la silente orilla.

Versión de Diego Navarro
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madison
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Re: Giacomo Leopardi

Mensaje por madison »

La vida solitaria Canto XVI

La lluvia matinal, cuando las alas
batiendo, salta alegre la gallina
en la cerrada estancia, y el labriego
sale al balcón, y la naciente aurora
vibra su rayo trémulo, esmaltando
las transparentes gotas, en mi albergue
dulcemente llamando, me despierta.
Salgo, y la leve nubecilla, el canto
primero de las aves, la aura grata
y de las playas la quietud bendigo.
Harto os he conocido, infaustos muros
de la ciudad, en donde el odio sigue
y acompaña al dolor: ¡que en la desgracia
vivo y he de morir, quizás en breve!
Un resto de piedad tienes, Natura,
para mí en estos sitios ¡ay! un tiempo
más compasivos a mi mal. Tú apartas
del triste la mirada, y desdeñando
los dolores y afanes, a la reina
Felicidad te humillas. El que sufre
no halla en cielo ni tierra amiga mano,
ni otro refugio encontrará que el hierro.

Tal vez me asiento en solitaria parte,
sobre una altura que domina un lago
coronado de plantas taciturnas;
allí, cuando al cenit radiante asciende
el sol, refleja su tranquila imagen,
y ni hoja o yerba se conmueve al viento;
no se ve ni se siente a la redonda
encresparse las olas; ni su canto
entonar la cigarra; ni las plumas
el pájaro agitar entre las hojas,
o retozar la mariposa leve.
Calma profunda envuelve aquella orilla,
donde yo, inmóvil, reposando, casi
del mundo odioso y de mi ser me olvido;
y pienso que mis miembros se desatan,
que se extingue el sentir y que mi antigua
calma con la del sitio se confunde.

¡Amor, amor! ha tiempo abandonaste
este mi corazón, que antes ardía
hasta abrasar. Con su aterida mano
oprimióle el pesar, y en duro hielo
en la flor de mis años, convirtióse.
Acuérdome del tiempo en que viniste
a habitar en mi pecho. Era aquel dulce
e irrevocable tiempo, cuando se abre
al ojo juvenil la triste escena
del mundo, cual soñado paraíso.
El tierno corazón ledo palpita
de virgen esperanza y de deseos,
y se lanza a la acción, como pudiera
al juego y a la danza. Mas tan pronto
como pude entreverte, la Fortuna
mi existencia rompió, y a mis pupilas
tocó por suerte sempiterno lloro.
Si alguna vez por los abiertos campos
en la callada aurora, o cuando brillan,
al sol techos, collados y llanuras
miro de hermosa jovenzuela el rostro;
si alguna vez, en la serena calma
de estiva noche, el paso vagabundo,
de la ciudad en derredor guiando,
la hosca tierra contemplo, y de afanosa
niña, que activa nocturnal faena,
oigo sonar en la apartada estancia
el canto melodioso, se conmueve
mi corazón de piedra; pero torna
pronto el férreo sopor, que es ¡ay! extraña
toda suave emoción al pecho mío.

Oh cara luna a cuya luz tranquila
danzan las liebres en el bosque, dando
enojo al cazador, que a la mañana
halla intrincadas las falaces huellas
que del cubil lo alejan: ¡salve, oh reina
benigna de las noches! Importuno
entra tu rayo por selvosos riscos
o en ruinoso edificio, iluminando
el puñal del ladrón, que escucha atento
fragor de ruedas y de cascos duros
y rumor de pisadas en la vía,
y saliendo de pronto, con estruendo
de armas y roncas voces, y el ceñudo
aspecto, hiela al tímido viandante
a quien desnudo y semivivo, deja
entre las piedras. Importuno baja
también tu blanco rayo a las ciudades
sobre el vil corruptor que se desliza
de los muros al pie, y en las espesas
sombras se oculta, y párase y se asusta
de la luz que difunden los abiertos
balcones. Importuno a los malvados,
a mí siempre benigno, tu semblante
aquí será, do sólo me descubres
risueñas cuestas y espaciosos campos.
En otro tiempo, lleno de inocencia,
tus bellos rayos acusar solía,
cuando me denunciaban de los hombres
a la mirada, en la ciudad, o cuando
ver me dejaban el humano aspecto.
Ora celebrarélos, ya te mire
envolverte entre nubes, ya serena
dominadora del etéreo campo,
esta morada mísera contemples.
A menudo verásme, solo y mudo,
errar por bosques y por verdes ribas,
o yacer en la yerba, satisfecho,
si aún el poder de suspirar me queda.

Versión de Antonio Gómez Restrepo
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madison
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Re: Giacomo Leopardi

Mensaje por madison »

A Silvia

¿Todavía recuerdas
de tu vida mortal, Silvia, aquel tiempo,
en el que la beldad resplandecía
en tus ojos huidizos y rientes,
y alegre y pensativa, los umbrales
juveniles cruzabas?

Resonaban las calmas
estancias, y las calles
vecinas con tu canto inagotable,
mientras a las labores femeniles
te sentabas, dichosa
de aquel vago futuro de tus sueños.
Era el mayo oloroso: y tú solías
pasar el día así.

Yo los gratos estudios
tal vez dejando y los sudados pliegos,
que mi temprana edad
gastaban y de mí la mejor parte,
en los balcones del hogar paterno
escuchaba el sonido de tu voz
y tu mano ligera
recorriendo la tela fatigosa.
Miraba el cielo calmo,
los dorados caminos y los huertos,
y allá el lejano mar, y allá los montes.
Lengua mortal no dice
lo que mi alma sentía.

¡Qué dulces pensamientos
que esperanzas, qué pálpitos, oh Silvia!
¡Cómo la vida humana
y el hado contemplábamos!
Cuando recuerdo tantas ilusiones,
me abruma un sentimiento
acerbo y sin consuelo,
y me vuelve a doler mi desventura.
Oh tú, naturaleza,
¿por qué no das después
lo que un día prometes? ¿por qué tanto
engañas a tus hijos?

Antes que el frío arideciera el prado,
de extraña enfermedad presa y vencida,
moriste, oh mi ternura, sin que vieras
las flores de tu edad;
no alegraba tu alma
el dulce elogio o de las negras trenzas
o de tu vista esquiva y amorosa;
ni contigo en las fiestas las amigas
de amoríos hablaban.

También murieron pronto
mis dulces esperanzas: a mis años
también les negó el hado
la juventud. ¡Ah, cómo,
cómo pasaste, cara compañera
de mi primera edad,
mi llorada ilusión!
¿Es este el mundo aquel? ¿estas las obras,
el amor, los sucesos, los placeres
de los que tanto entre los dos hablábamos?
¿esta es la suerte de la raza humana?
Al llegar la verdad
tú, mísera, caíste: y con la mano
la fría muerte y la desnuda tumba
de lejos señalabas.

Versión de Luis Martínez de Merlo
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madison
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Re: Giacomo Leopardi

Mensaje por madison »

A su dama

Cara beldad que, ausente,
amor me inspiras, o escondiendo el rostro
salvo que el alma ardiente
en el sueño tu sombra no sorprenda,
o en el campo en que esplenda
mas claro el día y la creación más pura,
¿acaso el inocente Siglo de Oro
colmaste ventura,
y eres en esta vida alado espíritu,
u ocultándote ahora suerte avara
para futuras horas te prepara?

Poder mirarte viva
mi corazón no espera,
sino en el día en que desnuda y sola
por nueva ruta a peregrina esfera b
marche mi alma. En el albor primero
de mi jornada incierta y tenebrosa,
te imaginé viajera,
por el árido mundo. Mas no hay cosa
que aquí se te asemeje, y aunque alguna
recordase tu rostro, nunca fuera
en actos y en palabras tan hermosa.

Entre tantos dolores
como a la vida humana ofrece el hado,
si verdadera y cual te pinta el alma
te amase algún mortal, para él sería
el vivir más preciado.
Bien claro veo que tu amor me haría,
cual en los verdes años, todavía
ansiar gloria y virtud. En vano el cielo
esquivo se mostrara a mis afanes;
que al lado tuyo este mortal camino
fuera un sueño divino.

Por los valles, que escuchan
del laborioso agricultor el canto,
y donde me lamento mientras huye,
el ilusorio y juvenil encanto,
y por las cumbres, en que evoco y lloro
los deseos sin fruto y de mi vida
la perdida esperanza, en ti pensando
comienzo a palpitar. ¡Ah si pudiera,
en el ambiente tétrico y nefando
del siglo, conservar tu imagen pura!
¡Ella sola endulzara mi amargura!

Si tú de las ideas eternales,
eres una, de aquellas que de formas
sensibles no vistió la eterna ciencia
ni entre caducos restos
soportan el dolor, de la existencia,
o si acaso en el cielo donde giras
otra tierra te acoge entre sus mundos,
y más bella que el sol próxima estrella
te alumbra, y más benigno éter aspiras,
desde aquí, donde llora aquel que vive,
de ignoto amante la canción recibe.

Versión de Fernando Maristany
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