Invierno en Mallorca - George Sand

[JANGEL]

Puede leerse como otra obra más de George Sand, puede leerse como un libro de viajes, puede leerse como una detallada descripción de la Balear Mayor vista por la autora... De cualquier forma, resulta una lectura deliciosa.

En ocasiones, los españoles no resultan muy bien parados, pero eso se olvida ante lo bien que nos describe todo lo que conoció de Mallorca. Y con frecuencia surge la sonrisa al leer lo que nos cuenta de los lugareños. He de decir a su favor que los mallorquines siguen siendo por lo general unos isleños de irregular acogida hacia los foráneos y no sólo miran con extrañeza a los turistas sino que les tratan con cierto desdén (que me perdonen los mallorquines).

No he terminado aún de leer esta obra pero se avanza con facilidad a través de las páginas, en esta edición tan cuidada que he conseguido, una de las dos que se comercializaban en los sitios más visitados.

Cito dos párrafos de los primeros capítulos que me gustaron bastante:

"¿Por qué viajar cuando no se está obligado a hacerlo? Es que no se trata tanto de viajar como de partir. ¿Quién de nosotros no tiene algún dolor que olvidar o algún yugo que sacudir?"

"No obstante, el viajero no oye jamás un lamento, porque al empezar un régimen injusto el débil se calla por temor y cuando el mal está ya hecho, sigue callado por costumbre."

[JANGEL]

Otro fragmento significativo, acerca del carácter de los insulares:

"La prudencia y la reserva son, en opinión de los mismos mallorquines, la tendencia predominante de su carácter. Los campesinos no os encuentran nunca en el campo sin cambiar con vosotros un saludo, pero si queréis trabar conversación, sin ser conocido por ellos, se guardan muy bien de contestar aunque se les hable en su misma lengua. Basta que tengáis aire de extranjero para que os teman y tuerzan el camino para evitaros."

Los tiempos han cambiado y nada tan exagerado nos ocurrió a nosotros en Mallorca, pero sí es cierto que el trato que dispensan a los foráneos actualmente deja a veces que desear. No abundan en explicaciones, aunque es cierto que hay gente muy amable. A nosotros nos llamó la atención que, entrando en varias panaderías de los pueblos para encargar una ensaimada, en ninguna se mantuvieran conversaciones como ocurre generalmente en las tiendas de cualquier sitio de la península. Quienes llegan, saludan, compran y se marchan, sin añadir mucho más.

[HERMANN]

Hablando del carácter de los mallorquines, permíteme que cuente una anécdota que me sucedió en Sóller. Era el año 91. Era una tarde con el sol ya bajo y de una luz anaranjada. Estábamos en unos acantilados, cerca del puerto, con las rocas encendidas por el sol. Para ir a la zona del baño había que bajar por unas escaleras de hormigón interminables. Siempre teniendo el precipicio a la vista. Me recordó a los saltos de Acapulco.
Una vez abajo, al nivel del mar, se cruzaba un puente pequeño de madera y se accedía a un grupo de rocas enorme. Como huevos gigantes de dinosaurio. (...homenaje a GGM...) Ni que decir tiene que la profundidad era de veinticinco o treinta metros.
Siempre me ha gustado lanzarme de altura y caer en picado al agua, ya sea en piscinas o en el mar. Por supuesto asegurándome de que la profundidad sea más que suficiente.
Esa tarde, me subí a la roca de marras y me tiré. Nada, un par de metros. Luego divisé, en el acantilado propiamente dicho, un saliente que debía estar a seis o siete metros. Subí y, con algo más de aprensión, me lancé. La gente que estaba conmigo, me animó a seguir subiendo y efectivamente, me situé en otro saliente a más altura, unos trece o catorce metros y a pesar del vértigo y del cangue, me tiré. Y aunque pude picar bien, la pierna izquierda se me abrió un poco y la tuve morada el resto del día. Pues bien, al rato vi a un chaval de unos dieciséis años que bajó cerca de nosotros y se tiró al agua. Luego, comenzó a trepar por las rocas del acantilado a una velocidad de mono. Me quedé hipnotizado. Siguió subiendo y subiendo hasta una altura que luego pude calcular en unos treinta metros. Se situó al borde de una pequeña roca, se concentró, y saltó. Fue un vuelo largo. Todos los que lo contemplamos sentimos una especie de vértigo ajeno. Cuando llegó a impactar con el agua su cuerpo formó una aguja perfecta y entró sin apenas salpicar una gota de agua.


Cuando subió hacia donde nos encontrábamos, me dirigí a él. “¿Oye, no crees que es peligroso lanzarte desde esa altura?” El chaval sonrió y me dijo que lo hacía cada tarde. Nos contó que trabajaba en una panadería y que tenía que aguantar a un jefe déspota y encarado, que le hacía la vida imposible durante toda la jornada laboral. “Así que vengo aquí cada tarde y me lanzo dos o tres veces; así me saco toda la mala leche que acumulo durante el día”
Y no me pareció mala esa forma de expulsar los demonios de todo un día tragando hiel. Aunque me pregunté qué haría en invierno.

Bueno, perdonad que os cuente las aventuras del abuelo cebolletas –aunque no soy un abuelo. Cebolleta, no sé- pero es que me lo ha recordado tu comentario, Jangel, de la panadería.
Saludos.

[JANGEL]

Curiosa anécdota, que merecía ser contada, Hermann, sin duda.

[JANGEL]

Concluido este magnífico libro con un final que, sin ser sorprendente ya que es un libro de viajes, nos cuenta una aventura emocionante de la autora con su hijo en medio de una tremenda tormenta.

El libro queda dividido en tres partes. La primera se centra en la geografía económica de la isla, la segunda en la descripción de edificios y monumentos y la tercera en la descripción de la Cartuja de Valldemossa (donde residió la autora durante su estancia), gentes y alrededores. Por los constantes comentarios que hace, está claro que no le cayeron muy bien los mallorquines y que ella y su familia a éstos tampoco.

De verdad que es una lectura muy recomendable.

[merxe]

"Abuelo cebolleta" no te cortes.. que en cada salto me estaba imaginando la situacion, y la verdad que me ha dado energia para la mañana.

[HERMANN]

"Abuelo cebolleta" no te cortes.. que en cada salto me estaba imaginando la situacion, y la verdad que me ha dado energia para la mañana.

Me alegro Merxe. A ti que te gusta trepar -en sentido literal- tenías que ver cómo subía por aquella pared vertical; y sin pies de gato, a pelo, o a uña.
Él se tiró desde mucha altura pero yo puedo confesar con orgullo que debí tirarme desde unos dieciocho metros. Más o menos. Y de cabeza.

[JANGEL]

Si es que eres un valiente, Hermann.

[bblanco]

Llevo ya unos cinco o seis años yendo siempre a las Baleares, suelo pasar por Mallorca y de ahí me voy a otra isla, depende del año. Y es cierto que los mallorquines, y del resto de islas también, para qué nos vamos a engañar, tienen un pasotismo inusual en una zona tan turística. En Barcelona eso no se da, si no haciendo vacaciones en todo el año se gana más dinero, pues lo que se tenga que hacer, pero en Mallorca, la gente hace su vida, claro que viven mucho del turista, pero hacen como que les da igual. Me he encontrado un montón de restaurantes en la zona de Alcúdia que cierran en agosto por vacaciones

Saludos,
Begoña

[JANGEL]

¡Corcho!, y en Palma todos los museos (salvo el Museo de Mallorca) cierran el domingo, justo el día que la gente libra. Afortunadamente, como había misa en la Catedral, al menos pudimos ver el templo por dentro y ese magnífico baldaquino concebido por Gaudí.

[bblanco]

Pues mira, a la catedral curiosamente no he entrado, cuando quise hacerlo me cobraban 4€ o así porque era fuera del horario de misa y me dio tanta rabia que no quise entrar, y luego se me pasó la hora...

Saludos,
Begoña

[mmmg]

Bueno como mallorquina que soy rescato y digo que no somos todos iguales en las islas, no es lo mismo ir a Montuiri en Mallorca que ir a playa den Bossa en Ibiza. Por lo general la gente de pueblo es más cerrada que la de ciudad sin ser groseros ni desagradables. Nos gusta mucho nuestra isla y queremos conservar nuestras costumbres y dialecto. Yo vivo en ciudad y aunque soy mezcla de mallorquín y andaluza reconozco que la alegria y cháchara de muchos sitios de la península me agotan, a mí me gusta entrar en una paradería y comprar el pan e irme sin que me llamen "cariño", "corazón", o "reina", confianza que me desagrada mucho que tengan conmigo. No nos caracteriza la alegría andaluza pero tampoco es cierto que seamos unos cerrados, como no es cierto que los catalanes sean tacaños, ni los del norte unos brutos, ni los madrileños unos pijos....... son topicazos que aunque algunos habrá así, no se puede englobar a toda la población.

Y después de este rollo jejeje decir que el libro que se comenta tiene muy buena pinta y seguramente acabe callendo.

[Versalles]

Estoy empezando a leer esta obra, y la verdad es que tiene muy buena pinta. Parece una descripción muy buena sobre el viaje que hizo George Sand en compañia de Chopin a esta isla.
La introducción es de Robert Graves, pero me la he saltado temiendo que me destripe algunos acontecimientos de la historia. La leeré al final por si acaso

[Sue_Storm]

Yo me lo traje de Valldemosa hace años. ¡Y me gustó mucho! Me impulsó a leer "Lelia o la vida de George Sand", escrita por Stefan Zweig, que me gustó más todavía

[Versalles]

Sue-storm a mi tambien me está gustando .

Al final he leido la introducción, ya que no me ha desvelado nada, sino que más bien me ha introducido en esta etapa de George Sand. Parece ser que la hija, Solange, era de mucho cuidado
Tambien he llegado a la cronología del viaje, ya que todo esto está antes de empezar el relato. Y por lo que hasta el momento he leido, había una gran diferencia de culturas entre Sand y los mallorquines. Desde luego a los isleños los pone finos...

Los critica hasta por tocar las castañuelas, y por tomarselo todo con calma y no tener prisas Veremos a ver que más cosas se cuentan. Pero lo que no podria pretender esta mujer es que los mallorquines adaptasen sus costumbres por las francesas. Tendria ella que adaptarse, digo yo.

Me parece muy interesante la vida de esta mujer, algo atipica desde luego para aquellos años, pero digna de leer. Como tambien la vida de Chopin