Deriva continental - Russell Banks

Novela internacional de nuestros tiempos.

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Richar Elis
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Deriva continental - Russell Banks

Mensaje por Richar Elis »

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Título original: Continental Drift. (1985)
Editorial ‏ : ‎ BRUGUERA (SELLO); 00001 edición (26 abril 2006)
Idioma ‏ : ‎ Español
Tapa blanda ‏ : ‎ 576 páginas
ISBN-10 ‏ : ‎ 8402420095
ISBN-13 ‏ : ‎ 978-8402420091
Traducción: Francisco Rodríguez de Lecea
Alternando las peripecias existenciales de sus dos protagonistas (un americano medio que quiere cambiar de vida para enriquecerse espiritualmente, y una haitiana analfabeta que llega a Estados Unidos huyendo de la pobreza), esta novela constituye una radiografía magistral de la Norteamérica actual, contada con rabia, compasión y una extraordinaria capacidad para plasmar las motivaciones que mueven a los personajes.

La impactante intensidad de los retratos humanos, la implacable denuncia de las trampas del «sueño americano», sumergen al lector en una experiencia emocional de la que no puede zafarse. Considerado como uno de los principales maestros de la literatura estadounidense actual, Russell Banks consigue plasmar en esta novela la «deriva moral» de una sociedad y de un modo de vida dominados por el individualismo y el afán materialista.

Esta novela apareció en Estados Unidos en 1985, y dos décadas después se traduce al castellano. Como opino que en España llevamos respecto a las vivencias de EEUU un retraso de veinte años, llega en el momento adecuado, en 1985 habría pasado completamente desapercibida. Mas incluso en el año que ha acabado, en los suplementos culturales, ‘Deriva continental’, sólo mereció el comentario de Enrique de Hériz (‘El Periódico’).
La novela se abre con una invocación:

“No necesito memoria para contar esta historia, la triste historia de Robert Raymond Dubois, la historia que termina entre las calles secundarias y los callejones de Miami, Florida, (…). La historia cuenta lo que le sucedió al joven Bob Dubois en los meses que transcurrieron entre una tarde invernal de Nueva Hampshire y una mañana oscura y húmeda de Florida, y cuenta también lo que les sucedió a varias personas que le querían, y a algunas personas de Haití y de Jamaica, y al hermano mayor de Bob, Eddie Dubois, que le quería pero pensaba que no, y al mejor amigo de Bob, Avery Boone, que no le quería pero pensaba que sí, y a las mujeres que fueron amadas por Bob Dubois casi tanto como amaba a su esposa Elaine y de modo tan diferente. No necesitas memoria, sino tan sólo una compasión lúcida, y una rabia ardiente y antigua, y el amor por el sol de un hombre del Norte; es la historia de la doble obsesión de un hombre blanco cristiano por la raza y el sexo, y de la vergüenza de un americano honesto de clase media por la historia de su nación. (…), y no necesitas una musa para contarla, sino algo parecido a un loa u hombre-boca, una voz que hable directamente frente a ti y no detrás de ti, porque nada de lo que se dice aquí depende de la memoria.”
La invocación es un poco más larga y toda ella magistral, predisponiendo ya el estado anímico que nos aguarda entre sus más de quinientas páginas.
En el primer capítulo, que se titula Harto, se nos introduce a la vida de Bob y su familia, “Tiene treinta años, está felizmente casado y es padre de dos hijas, de seis y cuatro años. Sus padres han muerto, y su hermano mayor, Eddie, es propietario de una tienda de licores en Oleander Park, Florida. Su esposa Elaine lo ama y admira; sus hijas Ruthie y Emma prácticamente lo adoran; su jefe, Fred Turner, dice que lo necesita, y sus amigos creen que tiene un gran sentido del humor. Es un hombre frugal. Posee u dúplex en no muy buen estado (…). Ama a su esposa y a sus hijas. Tiene una novia. Odia su vida”.
Comienza el capítulo con una rápida descripción de Catamount, pequeña ciudad “junto a un río que se extiende de norte a sur entre dos morrenas glaciares”, y Bob que camina por ella despacio, mientras piensa: “un hombre llega a la treintena y tiene un empleo durante ocho años en la misma compañía, incluso sigue un curso nocturno sobre quemadores de gasóleo durante un año, y sigue siendo honrado, no mete de matute en su coche tuberías de cobre ni herramientas por la noche, no cobra horas que no ha trabajado, no bebe mientras está de servicio…” La crisis está servida, no la desencadena el echo de que se entretenga y no llegue a tiempo para comprar los patines a una de sus hijas, sus primeros patines; aunque Banks no insista, sabemos que el odio a su vida le ha atacado otras tardes, aunque ésta es especial: “Bob Dubois no sabe lo que le está pasando porque, en esa noche nevada de diciembre, en un apartamento oscuro y cutre situado sobre un bar de Spot Street, mientras se viste de nuevo, no sabe que la historia de su vida está empezando. Rara vez, si es que ocurre en alguna ocasión, un hombre es consciente del momento en que empieza la historia de su vida, su historia personal…”. Y al estallar la crisis, los patines dejan de tener importancia, magistral la larga conversación entre Bob y Elaine.
En este punto va a empezar uno de los dos viajes terribles y vitales de la novela, el viaje desde el norte hacia el calor del sur, para empezar una nueva vida en Florida.
El segundo capítulo nos presenta a los protagonistas del otro viaje, el que parte del infierno. Vanise, con su bebé en brazos, huye de la miseria de Haití, y busca otro sueño imposible que culminará también en Florida. El capítulo comienza así:
“Es como si las criaturas que residen en este planeta en estos años, las criaturas humanas, que viajan por millones solas o en familias, en clanes y en tribus, en ocasiones como naciones enteras, fueran un subsistema inserto en el sistema más amplio de corrientes y mareas, de vientos y meteoros, de continentes que derivan y se mueven, se levantan, crujen, fragmentan masas de tierras. Es como si las pobres criaturas bípedas que caminan, navegan y montan en asnos y camellos, en camiones, autobuses y trenes de un punto de la Tierra a otro, respondieran, todas ellas, a fuerzas invisibles, naturales, como si fuese la gravedad, y no la guerra, el hambre o la inundación, lo que las obliga a desplazarse en pequeños grupos desde los poblados de las faldas de las colinas, para descender a lo largo de las amplias y lodosas orillas de los ríos, y esperar allí el paso de balsas que las lleven río abajo hasta el mar, y cruzar el mar en barcas que hacen agua para confluir en lugares en los que juntan de nuevo a sus familias perdidas y sus escasas posesiones, fundan hogares, crían niños y vuelven de nuevo a dar fruto.”
Este capítulo es de los que se te agarra a la garganta, y antes de presentarnos la desolada vida de la familia de Vanise, Banks nos ilustra con varios otros ejemplos, este que sigue es sólo el primero y el más corto:
“El movimiento de los somalíes parecería inevitable, inalterable e irracional; y al mirarlo del mismo modo que observamos los cambios climáticos, no nos parecería trágico. No discutiríamos sobre quién tiene la culpa ni qué se debería haber hecho al respecto; la ideología nos parecería una forma de vanidad, una forma despreciable de autoindulgencia. Nos levantaríamos del banco en sombra situado delante de nuestra cabaña, junto al camino polvoriento que conduce desde las colinas peladas de Damisa, en Etiopía, hasta nuestra aldea, próxima a la ciudad comercial de Samaso, en Somalia, y saldríamos al camino con una calabaza llena de agua y un saquito con mijo y suero de leche para la familia que hemos visto aproximarse a lo largo de la última hora: un hombre alto y flaco, sin edad, tirando de un camello medio ciego que carga sobre los lomos una tienda plegada, y, detrás de ellos, una mujer con un niño escuálido en brazos y otro niño casi cadavérico cogido de su falda. Les dejamos dormir envueltos en sus delgadas mantas junto a nuestra cabaña, y al amanecer, cuando despunta el sol sobre la llanura parda, les damos pan y agua y le señalamos el camino que lleva a Samaso, treinta kilómetros más allá en dirección sudeste, y le damos el nombre de la persona de la que se dice que posee un camión en el que transporta hasta la costa y los campos de refugiados a quienes bajan de las colinas, los nómadas de habla somalí que durante mil años han criado ganado en aquel desierto y ahora se ven obligados a huir del hambre, la sequía y la guerra, la interminable guerra entre los etíopes con sus armas rusas y sus aliados cubanos, y los soldados del Frente de Liberación de Somalia Occidental. El hombre, la negra piel de cuyo rostro casi parece adherida a los huesos, asiente con aire de preocupación y cansancio y repite el nombre del dueño del camión. “Él os llevará a Kismayu –le decimos, igual que lo hemos dicho a los otros, porque llegan casi todos los días-. Allí, en la costa, están los campos. Hay comida y seguridad, y personas que sabrán curar las llagas de vuestros hijos.” El hombre pregunta si tendrá que pagar algo por ese transporte. Nos encogemos de hombros, como si lo ignoráramos. Él asiente. Ha comprendido. Tal vez consiga vender su camello tuerto. Si no, sabe que una noche muy próxima morirán, sobre la tierra fría de la encrucijada de caminos situada en las afueras de la aldea de Samaso. Primero morirán los niños, luego probablemente el hombre, y por fin la mujer. Y mañana o al día siguiente, otra familia bajará de las colinas y cruzará la llanura seca y calurosa siguiendo el camino, se detendrá una noche junto a nuestra cabaña y por la mañana continuará su viaje hacia el mismo destino”.
Tan sólo vamos por la página 66, el resto de este doble viaje, os toca realizarlo a vosotros, experimentar las dos emigraciones, la de Bob que, harto del clima frío y el hastío del norte, decide dejar su trabajo e instalarse con su familia en Florida, con la esperanza de que cambiará de vida. Paralelamente, Vanise, la haitiana que, huyendo del hambre y el miedo, abandona en patera la isla en la que vive, para probar suerte en Estados Unidos. Cada uno a su modo, interpretan que sólo podrán sobrevivir si se instalan en otro sitio. Pero les espera un ir a peor -por algo se ha escrito que «nadie tiene peor suerte que los personajes de Russell Banks»-, porque, como afirma Banks, difícilmente una persona pobre saldrá de su pobreza, la desgracia no es atribuible al destino. «Con Deriva continental, quise escribir sobre el sueño americano, sobre las dificultades que implica creer en él y sobre la tragedia que supone no conseguirlo», un sueño que dejó de ser genuinamente americano y del que Banks, convertido en la conciencia crítica de su país (“Nos gusta creernos inocentes, pero Estados Unidos tiene las manos manchadas desde el principio, es un país fundado en la esclavitud y la apropiación de la tierra a los nativos”), se siente cada vez más alejado (“Antes quería ser un gran escritor americano, como Mark Twain, pero con el tiempo he comprendido que tengo más en común con un poeta chino”), y al que no se cansa de fustigar, mientras señala que ese sueño cruzó fronteras, como un emigrante más: «Todas las personas buscan su lugar en el mundo, unas se mueven en el marco de sus propios países, otras se arriesgan y van más allá. Para ello, a veces, se toman decisiones equivocadas que le perjudican a uno mismo y a los que le rodean».

Esta novela cruel y derrotista de los sueños que zarpan con cualquier viaje y se rompen al chocar con el destino, no tiene nada accesorio, carece de materia inerte. Hériz afirmaba en su comentario: “laborioso y meritorio entramado de sucesos con que Banks agarra al lector de las solapas para impedirle que suelte esta historia dramática (…) cada una de las cosas que ocurren, hasta el menor detalle, tiene una importancia brutal tanto para el devenir de los personajes como para la implicación del lector en estas vidas desoladas”, y señalaba un mérito añadido: “Algo en lo que el autor parece haberse especializado: piedad. Una profunda y conmovedora piedad que le permite desnudar a sus personajes sin deshumanizarlos nunca, mostrar la radicalidad de su desespero sin que en ningún momento lleguen a resultar lejanos. Llevado de la mano de esa piedad, sin una sola concesión a la cursilería, el lector habita el espacio moral de unas vidas que cada vez le parecen menos distantes, más peligrosamente relacionadas con la suya”.
Es la deriva de toda una civilización y una radiografía magistral de Norteamérica. Y una vez que la hayáis concluido ya no seréis los mismos

(*) Imagen, datos y sinopsis actualizados por moderación, junio 2022
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madison
La dama misteriosa
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Mensaje por madison »

Richar, te felicito por el resumen, después de leer lo que has expuesto es cuestión de hacerse con el libro
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