Se trata de narrativa un tanto sui géneris, no demasiado comprometida con estereotipos de estilo al uso; en total unas 57000 palabras que se traducirán, dependientes del formato, en unas 250 ó 300 páginas. Oscila entre la novela gótica, trazos de ciencia-ficción como sustento y la metafísica o el marco lóbrego de un romanticismo clásico. Teniendo las tramas políticas y bélicas como lienzo, entramado tupido, se van dibujando vidas, monólogos interiores, nostalgias y visiones preclaras a través de ventanas ojivales y páramos que incitan a la reflexión. La historia transgresora parte de un personaje principal cargado con virtudes y pesares, simbolismos, heredero al frente de un régimen ominoso pero contagiado de humanidad incipiente y obsesiva. Humanidad insana, que remuerde. Derroteros de la consciencia inquieta.
La novela toma raíz en una estructura liviana, espaciada en capítulos cortos. Y es que la sintaxis y el barroquismo, la terminología o la estética, también el ritmo impreso, requieren todos un tiempo de lectura más degustativo que voraz. Esto hará que pueda ser considerada novela gótica, sin embargo en ella los elementos propios del estilo literario se ven matizados por la temporalidad. La trama se contextualiza en un futuro enmarañado y decadente, tanto que ya es vacío, posterior a una debacle que inició un agente patógeno transmitido por la moneda de curso y derivó en el hundimiento de la sociedad de bienestar. Ucrónica o futurista, su propósito no es otro que la reflexión trasferida por sentimientos universales.
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Información adicional que el propio autor (destru) ha dejado unos mensajes más abajo:
“Y las gotas caían heladas como el matiz del cielo. Y el viento sonaba triste como el sabor de una lágrima. El aire húmedo, esencia fría de invierno.”
Los cinco sentidos, uno a uno, para sumergirse en Los días grises, una distopía que oscila entre la novela gótica, trazos de ciencia-ficción como sustento y la metafísica o el marco lóbrego de un romanticismo clásico. Teniendo las tramas políticas y la acción bélica como lienzo, denso tejido, se van dibujando nostalgias, las visiones preclaras a través de ventanas ojivales, los páramos que incitan a la reflexión. La historia transgresora parte de un personaje principal cargado con virtudes y pesares, simbolismos, heredero al frente de un régimen ominoso pero contagiado de humanidad incipiente y obsesiva. Humanidad insana, que remuerde. Derroteros de la consciencia inquieta.
Se contextualiza en un futuro enmarañado y decadente, tanto que ya es vacío, posterior a la debacle que inició un agente patógeno transmitido por la moneda de curso y derivó en el hundimiento de la sociedad de bienestar.
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