Pío Baroja
Editorial: Alianza y otras
ISBN: 9788420658810
272 págs.; ebook
Integrante de la trilogía «La lucha por la vida» –ciclo que, pese a narrar de forma unitaria la adolescencia y juventud de su protagonista en el Madrid hormigueante del tránsito entre los siglos XIX y XX, admite sin problema la lectura independiente de cada una de sus partes–, LA BUSCA es la primera novela de la serie. En ella, Pío Baroja narra la llegada a Madrid de Manuel Alcázar desde el medio rural, sus diversos trabajos y sus tímidas incursiones en el camino de la delincuencia, mezclado con gente de vida oscura, pícaros y hampones, en pugna con sus aspiraciones a una vida decorosa. La presente edición viene precedida de un esclarecedor prólogo a cargo de Ricardo Senabre.
Fuente
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No sabía dónde ponerlo.. y supongo que siendo Baroja, aquí no desentona.
ACOJONANTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE.
Dios, qué cacho libro!!!! El Árbol De LA Ciencia totalmente filosófico.
La Busca.. ABSOLUTAMENTE CALLEJERO.
Retrato perfecto de la calle a principios de siglo XX, Baroja sabe montárselo bien. Calle y Sociedad, pero sobretodo calle, mucha calle.
Representa muchísimo.
El tema esque lees y te das cuenta de que sigue siendo igual (en muchas cosas) un siglo después.
Queda infinitamente recomendado, pongo un poco de texto para picaros.
Entre la calle Montera y la de Alcalá iban y venían delante de un café, con las ventanas iluminadas, mujeres de trajes claros y pañuelos de crespón, cantando, parando a los noctámbulos; unos cuantos chulos, agazapados tras de los faroles, las vigilaban y charlaban con ellas, dándoles órdenes...
Luego fueron desfilando busconas, chulos y celestinas. Todo el Madrid parásito, holgazán, alegre, abandonaba en aquellas horas las tabernas, los garitos, las casas de juego, las madrigueras y los refugios del vicio, y por en medio de la miseria que palpitaba en las calles, pasaban los trasnochadores con el cigarro encendido, hablando, riendo, bromeando con las busconas, indiferentes a las agonías de tanto miserable desharapado, sin pan y sin techo, que se refugiaba temblando de frío en los quicios de las puertas.
(...)
Comprendía que eran las vidas de los noctámbulos y las de los trabajadores vidas paralelas que no llegaban ni un momento a encontrarse. PAra unos, el placer, el vicio y la noche; para otros, el trabajo, la fatiga, el sol. Y pensaba también que él debía ser de éstos, de los que trabajaban al sol, no de los que buscan placer en la sombra.
Por mi parte me sigo quedando con los noctámbulos simpre que pueda.