¿piensas en papá?

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doctorkauffman
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¿piensas en papá?

Mensaje por doctorkauffman »

bueno, al final me he animado a poner alguno de mis escritos. creo que lo justo es que si yo leo lo que vosotros amablemente queréis compartir con el foro, yo debo de hacer lo mismo. Lo que leeréis es sólo un fragmento. el comienzo de una historia muuuuy larga.
sed todo lo duro que queráis.


-¿Piensas en papá?
-¿Te refieres a si pienso a menudo en él?
A pesar de la oscuridad que envolvía el dormitorio, Andrés pudo distinguir cómo su hermana asentía ligeramente sin despegar su perfil de la almohada. Para dar la respuesta tuvo la necesidad de reflexionar aunque sólo fueran unos segundos, tiempo que empleó en desviar la mirada de su hermana y fijar la atención en el vacío que representaba el techo; siempre lo hacía cuando se trataba de pensar. La nuca apoyada en las palmas de las manos eran un síntoma claro de que el tema propuesto requería de toda su concentración.
-No.
La respuesta tajante y seca le hizo pensar que quizás había sido demasiado duro con su hermana. Se hacía preciso dar una aclaración.
-...Pero muchas veces pienso en lo distinto que sería todo si él estuviera.
Victoria dibujó una pequeña sonrisa en su rostro. Las palabras de su hermano la habían reconfortado tras la desalentadora negativa que inicialmente le había dado.
-Buenas noches, Andrés-le deseó ilusionada.
-Bunas noches, Victoria.
Andrés no hizo por dormirse; continuó un tiempo en la misma posición meditando sobre la veracidad de su respuesta. Al poco sonrió pues el inconfundible sonido del cajón de la mesilla de noche había delatado una vez más a su hermana. No importaba el sigilo que Victoria empleara en abrirlo, ni el tiempo que esperara a que su hermano se durmiera; siempre acababa descubriéndola. No le importaba: sabía de la veneración que Victoria profesaba hacia su padre y la dejaba hacer. Cada noche, desde hacía innumerables noches, su hermana pequeña cogía la fotografía que con auténtica devoción guardaba en su libro de catequesis. No precisaba de luz alguna para verla, pues en sus recuerdos, en sus retinas, en su corazón, en su alma guardaba con todo su amor, aunque fueran en blanco y negro, cada uno de los detalles del momento capturado.
Aquel recuerdo había sido tomado en la azotea de la casa un martes de carnaval. En la oscuridad de su dormitorio, Victoria incluso cerraba los ojos para verse mejor con su traje de sevillana de tela blanca y lunares rojos, con su peineta negra y su sonrisa más ilusionante porque su manita de tres años se aferraba a la de su padre, quien debía inclinarse un poco para no parecer un auténtico gigante a su lado. Y como cada noche, Victoria hacía un esfuerzo, siempre frustrante, no sólo por recordar aquel momento sino también a ese hombre de rostro dulce y ojos tristes. El único resto de recuerdo que había podido retener era el de una cierta sensación de disgusto o incluso temor hacia el disfraz de su padre. A tan corta edad entonces, ignoraba Victoria que no era ningún disfraz aquel uniforme castrense.
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1452
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Mensaje por 1452 »

Doctorkauffman...me gusta mucho como está narrado, de hecho, me ha sabido a poco, a muy poco, porque me ha enganchado desde las primeras líneas...¿Dónde se te tienen que enviar las peticiones para que pongas un trocito más? :D

¡Ahora no nos puedes dejar en ese punto de la historia por diossss! :shock: Con ese uniforme castrense, haciendo que la imaginación se desvíe por decenas de derroteros.
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lucia
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Mensaje por lucia »

A tan corta edad entonces, ignoraba Victoria que no era ningún disfraz aquel uniforme castrense.
Le cambiaría el orden a la frase, porque así me suena retorcido.

Me ha gustado especialmente que no digas por qué no está el padre, pero des una pista en la frase anterior tan clara como para poder tener ideas más que de sobra.
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doctorkauffman
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Mensaje por doctorkauffman »

no entiendo qué quieres decir con retorcido :oops:
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lucia
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Mensaje por lucia »

A que todo elemento de la frase que puede ir alterado sintácticamente lo has alterado.
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Fenix
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Mensaje por Fenix »

:D Has conseguido perfectamente el ambiente: los dos huerfanitos, él fuerte y protector de la hermanita; ella, tierna como debe ser una niñita de tan corta edad que busca incesantemente amanecer y que la realidad fuese tan sólo una pesadilla.
:? Dices de pronto: "No precisaba de luz alguna para verla, pues en sus recuerdos, en sus retinas, en su corazón, en su alma guardaba con todo su amor, aunque fueran en blanco y negro, cada uno de los detalles del momento capturado."
:roll: Momentos más tarde te contradices: "El único resto de recuerdo que había podido retener..."
8) A no ser que lo que intentes es resaltar, que a tan corta edad, la niñita temía, le disgustaba aquel uniforme, el de su padre, el que habría visto en innumerables ocasiones -si es que por ahí van los derroteros-. Esa niñita debía ser un portento de intuición, una futura líder de algún movimiento pacifista :wink:
:lol:
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doctorkauffman
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Mensaje por doctorkauffman »

Fenix escribió::D Has conseguido perfectamente el ambiente: los dos huerfanitos, él fuerte y protector de la hermanita; ella, tierna como debe ser una niñita de tan corta edad que busca incesantemente amanecer y que la realidad fuese tan sólo una pesadilla.
:? Dices de pronto: "No precisaba de luz alguna para verla, pues en sus recuerdos, en sus retinas, en su corazón, en su alma guardaba con todo su amor, aunque fueran en blanco y negro, cada uno de los detalles del momento capturado."
:roll: Momentos más tarde te contradices: "El único resto de recuerdo que había podido retener..."
8) A no ser que lo que intentes es resaltar, que a tan corta edad, la niñita temía, le disgustaba aquel uniforme, el de su padre, el que habría visto en innumerables ocasiones -si es que por ahí van los derroteros-. Esa niñita debía ser un portento de intuición, una futura líder de algún movimiento pacifista :wink:
:lol:
Acepto y agradezco tu crítica :lol:
Tienes razón en lo de la contradicción. No había caído, y ni te imaginas las veces que he leído este texto.
Por otro lado, qué tikis mikis eres :shock: Es decir, tengo la impresión de que has leído al menos unas 10 veces el texto para verle los fallos, lo que en absoluto me molesta, todo lo contrario: ¿si alguna vez termino esta novela te importaría corregírmela?
un saludo
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Fenix
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Mensaje por Fenix »

En absoluto, 8) ha sido una sola lectura y un par de miradas a esos dos párrafos. :? No es cuestión de ser más o menos tikis mikis, me interesó su lectura, el ambiente descrito estaba conseguido, los personajes impecables, pero me resaltó la contradicción porque exageras tu repulsa al papá uniformado :twisted: , como si los niñitos fuesen argentinos o chilenitos de la época de la dictadura, y la niña no fuese del milico, :roll: sino de una joven torturada y asesinada en la escuela de máquina de la Armada, y en el subconsciente de la criaturita la niña mantuviese una imagen de uniformes y violencia, que por otro lado difícilmente podría recordar.
Todo eso me vino a la cabeza y me chocó, no me concordaba. :wink:
Me encantaría corregir tu novela, pero yo soy un anarquista gramatical, seseo y me como las eses de los plurales -cosa de la latitud-. A mí me corrigen. :lol:
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JANGEL
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Mensaje por JANGEL »

Espléndida prosa y texto muy atractivo. Se lee con facilidad (con la salvedad de esa frase comentada por Luci) y sin poder parar, que no es poco.
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doctorkauffman
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¿piensas en papá? continuación

Mensaje por doctorkauffman »

Un militar; no importa ni su nombre ni su rango, aunque por su juventud es probable que ninguno de sus superiores retenga aún su nombre, y por su uniforme sea más que seguro que no pase de soldado raso. Sin embargo es la envidia de todos los de su generación, de todos los de su quinta, de todos aquellos que han embarcado rumbo a la Península para defender a España de la revolución comunista, de todos aquellos que en ese momento están sufriendo todo tipo de privaciones en el frente de batalla y que por encima de todo añoran su tierra, su mar, su puerto, su viento, su vida tranquila y monótona, sus tomateras, su gente, su isla de Tenerife.
Él, sin embargo, cambiaría toda esa envidia por el polvo de las trincheras, por la confusión atronadora de los fusiles, por los gritos envalentonados de ataque, por las carreras desordenadas de retirada, por la garganta seca y las manos sudorosas, por el miedo en el cuerpo, por las liendres en su cabeza, por los gorgojos en su comida, por la incertidumbre del día siguiente, por los horrores del día transcurrido...sí, por todo eso y por una lista interminable que enumera en la cabeza camino de su destino, cambiaría toda esa envidia con la que es recordado entre sus compañeros lejos ahora en el campo de batalla. No porque, entre bastidores, se le machaque constantemente con el sobrenombre del enchufado, eso es algo que tiene asumido desde hace semanas, sino por el menester con el que se la ha obsequiado a cambio de permanecer en la isla. Un triste deber con el que piensa que un día de estos terminará por desfallecer. Enfrentarse continuamente a esos rostros compungidos por su visita, a esos ojos desorbitados por las lágrimas, a esos gritos desgarrados por el dolor, está resquebrajando los cimientos de su alma.
A pesar de la cercanía del domicilio a visitar ese día (un recorrido que desde Capitanía hasta la calle de la equis no debe tardarse más de cinco minutos con paso tranquilo), ha decidido no prescindir del vehículo oficial. Al menos, refugiado en aquel oscuro automóvil, evita todas esas miradas afligidas de quien lo descubre por la calle y se persigna como si fuera un maldito. Pero incluso esta medida es inútil, pues a estas alturas de la contienda ya reconocen hasta su medio de transporte.
Número seis. Han llegado.
Mira el portal de la casa tratando de imaginarse a sus moradores. Siempre hace lo mismo. Cierra los ojos y toma aire profundamente con la ilusión de poder aprehender de él algunas partículas de coraje que aún queden en suspensión en el interior de su vehículo, y deben quedar pocas, a tenor de las visitas que ha hecho en los últimos diez días.
-No tardaré.
El conductor, un soldado como él aunque algo mayor ya para lides combativas, enseña una mueca espontánea y en cierto modo despectiva que en su lenguaje habitual de gestos viene a querer decir: “por supuesto que no tardarás”.
Mientras, ya en la calle se estira el uniforme y elimina de sus hombros los restos de polvo y caspa en ellos depositados una visión le paraliza. Por un momento piensa que no va a poder apartar sus ojos de ese grupo de sucios mocosos que le examinan con la vista. El balón de trapo a sus pies los delata como hijos del barrio. Nada dicen, nada hacen; parecen estar tan estáticos como el soldado. Por fin, uno de ellos habla a los demás en un susurro.
-Va a casa de Andrés.
Siente hasta en sus huesos que no sólo es observado por aquel conjunto de pantalones cortos y rodillas magulladas. En efecto, en ventanas y portales, amparadas por las sombras y penumbras de tan aciago día, distingue a mujeres y ancianas mirándole con una buena porción de miedo y con otra no demasiado pequeña de alivio. Acompañada de la inevitable señal de la cruz le llega hasta sus oídos el suspiro de todas ellas al comprobar que no es frente a sus casas donde se ha detenido ese coche de tan mal agüero.
Sacude la cabeza queriendo desprenderse de todas aquellas visiones y se inclina para recoger del asiento trasero la entrega que ha de efectuar. A la bandera monárquica ya se ha acostumbrado, pero queda maravillado al ver de cerca tan magnífico sable. Aunque desea terminar cuanto antes la misión no puede evitar permanecer extasiado al contemplar la vaina dorada con filigranas de plata que le dan cobijo. Más aún cuando sus ojos se detienen en la empuñadura de oro macizo. La perplejidad es ahora la que domina sus sentimientos pues no es capaz de encajar tan espectacular arma con una casa en apariencia humilde como en la que está a punto de entrar.
Mientras sube las escaleras oscuras como una cueva no deja de repetir las frases que le han hecho memorizarse para la ocasión. Habitualmente son siempre las mismas palabras, aunque para este día le ha impresionado la coletilla final con la que debe finalizar. Sus mandos han insistido en que bajo ningún concepto debe olvidar decirla, a no ser, claro está, que quiera ir al frente de guerra; y él se pregunta si no sería lo mejor olvidarse de la dichosa frase e ir a luchar junto a sus compañeros.
Le inquieta tanto silencio. Acerca el oído a la puerta sin resultados. Quizás no haya nadie. Detesta que no haya nadie; le obliga a regresar más tarde con la consiguiente nueva y traumática mentalización. Cree que va a enloquecer. Pensando en este punto, sus nudillos golpean con cierta severidad aquélla madera algo gastada. A punto está de tocar de nuevo cuando distingue al otro lado el sonido de unos pasos en carrera que se aproximan para abrir. Los pasos de un niño.
Tanto el silencio de aquel niño moreno de ojos tristes y rostro dulce como lo escrutadora de su mirada empiezan a incomodar al soldado.
-Hola, ¿está tu madre?-le preocupa lo temblorosa que ha salido su voz y se aclara de inmediato la garganta.
El niño asiente con la cabeza y permanece apoyado en el canto de la puerta observándole en silencio. Piensa el emisario de Capitanía que con una pregunta como esa queda implícito que el receptor de la misma debe ir a buscar a su madre. A punto está de aclarárselo cuando el pequeño se la adelanta.
-¿Eres soldado?
-Sí, lo soy-intenta contestar del modo en que se habla a los niños de seis años, pero no está muy seguro de haberlo conseguido.
De nuevo ese silencio escrutador.
-Mi papá es soldado.
-Ya.
Escuchar a aquel niño hablando de su padre en presente le ha impactado sobremanera. Empieza a sospechar que la misión de ese día le va a resultar más dura de lo que pensaba. No se equivoca.
-Está en la guerra. ¿Tú conoces a mi papá?
-No, no le conozco-un molesto escozor le recorre el cuerpo de arriba abajo.
-¿Y no estás en la guerra?
-No, estoy aquí.
-¿Por qué?
Los nervios afloran en su piel. No se da cuenta de que lo único que ha de hacer para cortar aquel interrogatorio es pedirle al niño que vaya a buscar a su madre. Sin embargo, superado por la situación, malgasta sus esfuerzos en buscar una respuesta adecuada a semejante pregunta. Por fortuna, una voz extremadamente dulce interviene para rescatarlo.
-¿Qué sucede, Andrés?,¿quién es?
Una mujer de rostro cansado y belleza serena llega hasta la puerta portando en sus brazos un niño de no más de un año. Andrés hace por contestarla pero al ver a su madre cómo se lleva la mano a la boca cuando mira al soldado intuye que no es necesario.
-¿María de las Mercedes Chinea?-logra preguntar el militar impresionado por aquellos ojos oscuros que empiezan a comprender anegándose de llanto. Mercedes asiente sin apartarse la mano de la boca-¿Esposa del capitán de infantería Juan Llanera?-vuelve a asentir provocando así que se resbalen por sus mejillas las primeras lágrimas.
Hasta este punto el soldado ha logrado recitar su repertorio sin demasiada dificultad. Pero ver a aquella mujer descomponiendo su rostro en un lamento silencioso ante la bandera y el sable que porta en sus manos termina por derrumbarle. Sus palabras apenas son perceptibles.
-Su...su marido...ha...ha...
Es inútil. Se siente incapaz de seguir hablando. En el fondo, agradece que la viuda haya entendido su presencia ahí sin necesidad de darle tan triste explicación. Sin embargo, en un alarde de reflejos, logra acordarse de lo único que no puede olvidar. Ha de hacer un esfuerzo ingente pues la estampa se recrudece al incorporarse en ella una niña de unos cuatro años que se aferra temerosa a la pierna de su madre ante la presencia de aquel extraño.
-Reciba el más sincero y profundo pésame de nuestro Generalísimo.
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1452
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Mensaje por 1452 »

¡Me sigue pareciendo tan bueno como el primero!¡Y me tiene enganchada de la misma manera!
Me gusta tu manera de escribir, al menos, este relato.
Manteniendo un buen ritmo, con descripciones precisas sin llegar a parecerme pesadas y además, dejando siempre una pequeña incertidumbre, que hace que no puedas dejar de leer y necesites saber más de la historia.

Un saludo.
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Fenix
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Mensaje por Fenix »

Excelente ambientación, excelente la definición de los personajes. Muy bueno.
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lucia
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Mensaje por lucia »

El corazón en un puño con el del soldado :cry: :cry: Con el punto justo de dolor y sentimientos.
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