Si quieres sigo (I y II parte)
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- GANADOR del III Concurso de relatos
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- Registrado: 05 Mar 2006 12:19
- Ubicación: Al noreste de Madrid
Si quieres sigo (I y II parte)
SI QUIERES SIGO
Le gustaba acomodarse en la barra de las discotecas y mirar. Le gustaba observar cómo bailaban las mujeres, quedarse impávido ante sus movimientos ondulantes y muchas veces sugerentes. Sus ojos se desplazaban de una a otra hasta que, sin saber por qué, sabía que una de ellas estaba bailando para él en exclusiva.
Entonces todas las demás personas desaparecían de la pista de baile y comenzaba el juego del descubrimiento. No sabía qué era lo que le atraía de aquellas mujeres que acaparaban su atención una vez descubiertas: las caderas, el movimiento del pelo o de las manos, la sonrisa, la ensoñación.
Y allí estaba, una vez más acaparando su atención. Una nueva mujer de pelo negro que le colgaba de los hombros, con una camiseta blanca con tirantes finos y, corriendo en paralelo, otros tirantes de color azul que conducían al sujetador. Una falda negra hasta media rodilla y zapatos rojos de punta y amable tacón.
Permaneció el tiempo necesario contemplando sus movimientos, apenas perceptiblemente cambiantes en cada nueva canción. El pelo se deslizaba por sus hombros como limpiando pequeñas fracciones de segundo en una cadencia leve de ritmo sosegado. Las caderas transmitían apenas un ligero movimiento que contagiaba la sensualidad a la falda que caía orgullosa por su costado.
Se acercó a ella para mostrarse como siempre hacía. Era la segunda fracción del juego y sus movimientos comenzaron a acompasarse con los de ella; la charla empezó a fluir liviana y cada gesto de cada uno intentaba envolver al otro en un ejercicio sensual compartido.
Cuando la noche terminó de abandonar sus efluvios se dirigieron a un hotel. En la habitación, él le pidió a ella que siguiera bailando, que soñara la música y que volviera a transmitir, una vez más sólo para él, toda la magia que podía transmitir con su cuerpo. Sentado al borde de la cama la miraba como sólo se puede mirar un amanecer en el silencio de la playa. Sus manos volvían a mostrarse como ligeras capas de aire; sus pies, ya sin los zapatos, flotaban sobre la alfombra sin apenas movimientos perceptibles. El pelo bailaba a su mismo compás, alterado brevemente por los dedos que lo ensortijaban mientras le miraba con ojos de vidrio transparente y le sonreía con labios de gacela.
Se acercó a ella arrodillándose a su lado, sentado sobre los talones. Le puso las manos sobre las piernas, casi rodeándolas. Empezó a acariciarla con suavidad mientras ella continuaba con su baile, le colocaba las manos sobre su cabeza para revolverle el pelo. Comenzó a subir los dedos, se detuvo apenas unos segundos sobre las rodillas para continuar luego su ascenso y entonces percibió el primer latido fuerte, una sacudida que le penetró por cada dedo hasta alcanzar el último nervio sensible de su cuerpo.
Si quieres sigo.
P.S.: Este relato lleva de regalo un kit descriptivo de él. Su pelo era castaño, peinado hacia atrás pero sin gomina y tampoco parecía recién salido de la ducha. De sus ojos emanaba sinceridad y tranquilidad. Las orejas un poco picudas y abiertas. Los labios finos y besadores. Las manos alegres. El resto del cuerpo lo escondían la chaqueta y el pantalón aunque se percibía claramente que no visitaba gimnasios ni estaba abandonado a su suerte.
Le gustaba acomodarse en la barra de las discotecas y mirar. Le gustaba observar cómo bailaban las mujeres, quedarse impávido ante sus movimientos ondulantes y muchas veces sugerentes. Sus ojos se desplazaban de una a otra hasta que, sin saber por qué, sabía que una de ellas estaba bailando para él en exclusiva.
Entonces todas las demás personas desaparecían de la pista de baile y comenzaba el juego del descubrimiento. No sabía qué era lo que le atraía de aquellas mujeres que acaparaban su atención una vez descubiertas: las caderas, el movimiento del pelo o de las manos, la sonrisa, la ensoñación.
Y allí estaba, una vez más acaparando su atención. Una nueva mujer de pelo negro que le colgaba de los hombros, con una camiseta blanca con tirantes finos y, corriendo en paralelo, otros tirantes de color azul que conducían al sujetador. Una falda negra hasta media rodilla y zapatos rojos de punta y amable tacón.
Permaneció el tiempo necesario contemplando sus movimientos, apenas perceptiblemente cambiantes en cada nueva canción. El pelo se deslizaba por sus hombros como limpiando pequeñas fracciones de segundo en una cadencia leve de ritmo sosegado. Las caderas transmitían apenas un ligero movimiento que contagiaba la sensualidad a la falda que caía orgullosa por su costado.
Se acercó a ella para mostrarse como siempre hacía. Era la segunda fracción del juego y sus movimientos comenzaron a acompasarse con los de ella; la charla empezó a fluir liviana y cada gesto de cada uno intentaba envolver al otro en un ejercicio sensual compartido.
Cuando la noche terminó de abandonar sus efluvios se dirigieron a un hotel. En la habitación, él le pidió a ella que siguiera bailando, que soñara la música y que volviera a transmitir, una vez más sólo para él, toda la magia que podía transmitir con su cuerpo. Sentado al borde de la cama la miraba como sólo se puede mirar un amanecer en el silencio de la playa. Sus manos volvían a mostrarse como ligeras capas de aire; sus pies, ya sin los zapatos, flotaban sobre la alfombra sin apenas movimientos perceptibles. El pelo bailaba a su mismo compás, alterado brevemente por los dedos que lo ensortijaban mientras le miraba con ojos de vidrio transparente y le sonreía con labios de gacela.
Se acercó a ella arrodillándose a su lado, sentado sobre los talones. Le puso las manos sobre las piernas, casi rodeándolas. Empezó a acariciarla con suavidad mientras ella continuaba con su baile, le colocaba las manos sobre su cabeza para revolverle el pelo. Comenzó a subir los dedos, se detuvo apenas unos segundos sobre las rodillas para continuar luego su ascenso y entonces percibió el primer latido fuerte, una sacudida que le penetró por cada dedo hasta alcanzar el último nervio sensible de su cuerpo.
Si quieres sigo.
P.S.: Este relato lleva de regalo un kit descriptivo de él. Su pelo era castaño, peinado hacia atrás pero sin gomina y tampoco parecía recién salido de la ducha. De sus ojos emanaba sinceridad y tranquilidad. Las orejas un poco picudas y abiertas. Los labios finos y besadores. Las manos alegres. El resto del cuerpo lo escondían la chaqueta y el pantalón aunque se percibía claramente que no visitaba gimnasios ni estaba abandonado a su suerte.
Última edición por takeo el 31 Oct 2007 15:44, editado 2 veces en total.
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Si no os poneis de acuerdo apañados vamos.Fenix escribió: Quién si no, él, si quieres sigo subiendo hacia el terreno ignoto del país de las maravillas tell me more, tell me more...decían en Greace
Madi vota que el autor
Fénix que 'él' o sea Fénix, o sea 'el lector'
Yo voto que 'el lector' así que Fénix gana por mayoria porque yo no sabría hasta donde se puede llegar por esos caminos
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Perdón Jangel, error imperdonable. Ayer por la noche me di cuenta que no te había incluido en la votación pero ya estaba cansado. Así que a corregir errores imperdonables:JANGEL escribió:Las votaciones no están cerradas. Yo voto para que sea el autor quien continúe...
Jangel: el autor
Madi: el autor
Fénix: él (el personaje)
y Takeo: el lector/a
Fio no se manifiesta ¿en qué estaría pensando?
... pero parece que Madi se iba a lanzar a seguir. Estaria bien concoer el otro lado de la sensualidad.
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