Publicado: Vie 12 Sep 2008 12:05 am
Alianza Editorial 2007 (184 pp)
Con EL INNOMBRABLE (L 5595) se cierra la gran trilogía iniciada con «Molloy» (LB 266) y continuada con «Malone muere» (LB 470), punto culminante del largo proceso de desintegración y pérdida del yo a través del cual los personajes de SAMUEL BECKETT (1906-1989) quedan reducidos al discurso inconexo de una conciencia separada del mundo exterior y disociada incluso de su propia base corporal. Alegoría grotesca y patética de la impotencia humana, el ente anónimo, paralítico e informe que monologa de manera obsesiva a lo largo de las páginas de la novela arrastra una existencia puramente vegetativa, condenado por siempre a escuchar el resonar incesante de su propia voz. Nadie ha logrado expresar con tanta fuerza -señala Frederich R. Kari en su trabajo que sirve de prólogo a esta edición- la desesperación de una época que pone en duda no sólo ya el sentido de la existencia, sino incluso su misma realidad.
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El innombrable - Samuel Beckett
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Re: El innombrable - Samuel Beckett
Publicado: Vie 12 Sep 2008 3:20 am
Me encantaría leer la trilogía, Josek, que de Beckett sólo tengo en mi haber Esperando a Godot.
Me encantaría leer la trilogía, Josek, que de Beckett sólo tengo en mi haber Esperando a Godot.
Re: El innombrable - Samuel Beckett
Publicado: Mar 16 Sep 2008 11:58 am
En El innombrable culmina el proceso de disgregación estilística al que progresivamente nos conduce a través de la trilogía. El que parece ser el protagonista es una especie de muñon humano, sin brazos ni piernas metido en una especie de tinaja en la calle y que no puede hacer nada ni comunicarse y que se dedica a divagar, en principio, sobre su situación, en la cual se encuentra, como reclamo publicitario para una tienda de comidas, la dueña de la cual lo cuida y lo limpia, recuerda también algún pasaje de su vida anterior donde pierde a toda su familia por envenenamiento, aunque esto, como en las anteriores novelas, a cuyos protagonistas hace referencia en numerosas ocasiones, tomando nombres diferentes. Todo esto sería la primera parte, más o menos, descifrable, luego, a continuación, la narración se extrema y adopta, lo que cinematograficamente, se podría definir como “esfumado final” donde todo se difumina y se confunde hasta la oscuridad total. Por lo que he podido leer, Beckett da pié a muchas interpretaciones tanto formales como literarias e incluso filosóficas, que sin duda son interesantisimas y lo dotan de una impronta y una calidad incuestionable, pero, a nivel personal, tengo que decir que me parece un estilo demasiado áspero y en exceso revuelto, a pesar de tener momentos de humor (en ocasiones muy escatológico) sensacional.
Es que donde se encuentra al verdadero Beckett es en la novela, Andrómeda. Así lo comenta Frederick R. Kart (1927-2004, prestigioso crítico literario y biógrafo norteamericano) autor del muy interesante prólogo de El innombrable:
Esperando a Beckett
Busca y rebusca
A pesar de que Samuel Beckett dramaturgo haya gozado de una decisiva preponderancia sobre Beckett novelista, es en sus seis novelas donde se hace patente su originalidad; sus obras de teatro no aportan más que una acotación marginal a lo que ya las novelas indican con espacio más dilatado y fuerza más intensa. Las obras teatrales en sí —ESPERANDO A GODOT, FIN DE PARTIDA, LA ÚLTIMA CUITA, ACTO SIN PALABRAS, por ejemplo— no son más que fragmentos de las novelas, episodios inmersos en un contexto más amplio. El auténtico Beckett —arrogándonos la pretensión de definirlo— es el novelista que, de forma casi arbitraria, desmenuzó sus novelas en fragmentos etiquetándolos de tragicomedias, monólogos, mimos, etc.
Las dos primeras novelas de Beckett —MURPHY (1938) y WATT (publicada en 1953, pero escrita en 1942-1944)— fueron redactadas en inglés y se desarrollan en un ambiente decididamente inglés, pero aquel novelista, hijo de Irlanda, tendría que asociarse bien pronto a una forma continental de ver las cosas, tanto desde el punto de vista literario como filosófico. En filosofía rechazaría de plano el racionalismo y la lógica ingleses en favor de la división cartesiana entre cuerpo y alma. Y en literatura, se encuentra más próximo a Proust, Céline, Sartre, Camus y Ionesco, así como a escritores experimentalistas como Robbe-Grillet y Nathalie Sarraute, que a los novelistas ingleses de los últimos cien años. Sólo muestra cierta afinidad con Joyce, y tal vez con Dickens, y ello menos por el contenido que por ciertos patrones y técnicas que se repiten en sus obras.
Beckett es un Joyce que se ha avinagrado, un Joyce sepultado después de ULISES. Si Stephen Dedalus hubiera fracasado en todas sus empresas y, en consecuencia, se hubiera convertido en un haragán, un vago o un escritor sin tesis, podría haber encajado en alguna de las novelas de Beckett, en las que casi todos los protagonistas son escritores que hacen la crónica de sus fastidiosas odiseas. Sus narraciones, sin finalidad ninguna —precisamente su misma esencia es la ausencia de todo objetivo— son aventuras egocéntricas que registran todo aquello que mantiene su propio pasado ante ellos, dado que su presente ya no les aporta placeres. Sin embargo, incluso su pasado es penoso: una desabrida sucesión de desventuras y oportunidades perdidas, de relaciones forzadas que jamás desearon, de empleos y familias y gente extraña... todo pululando en derredor suyo para torturarlos. En todos los ejemplos van adquiriendo gradualmente conciencia de la absurda diferencia entre sus menguadas esperanzas y su realización, más menguada todavía…
Por último, adjunto este análisis de José Ángel Garcia Landa:
"El Innombrable" aparece por tanto dentro del contexto de la producción del autor como una obra límite, que culmina y cierra una etapa y un tipo de escritura.
El tipo de escritura que se cierra con "El Innombrable" se basa en un cuestionamiento de las convenciones de la ficción tradicional. La trilogía "Molloy", "Malone muere", "El Innombrable" tiene una continuidad argumental que no funciona a nivel de la acción, sino a nivel del discurso narrativo. La escritura parte de la primera persona para objetivarse seguidamente, para situarse en el punto en que el "yo" de la primera persona es contemplado desde afuera y se transforma en un "él". En cada una de las novelas se establece la oposicion entre la voz narrativa y lo narrado, entre el narrador y su autorrepresentación en las historias. Escapar de la narración convencional es una preocupación constante tematizada en la trilogía. En las dos primeras novelas, un narrador anónimo inventa ficciones, haciéndose pasar ya sea por Molloy ya sea por Malone. Este recurso proyecta múltiples ecos en la construcción de las novelas. En la primera parte de Molloy, el narrador Molloy ficcionaliza su vida, que recuerda imperfectamente; en la segunda, Molloy se revela como una especie de doppelgänger que acecha dentro de la personalidad del narrador Moran. De hecho, las mismas figuras de Molloy y Moran resultan ser ficciones, meras evocaciones de una voz narrativa anónima. En Malone muere, el amnésico Malone inventa la historia de Macmann para compensar su carencia de memoria, y alternando con ello nos describe su propia situación presente. Y por un espejismo propio de la narración en primera persona, nos cuesta percibir que ese presente narrativo y esa identidad, Malone, son tan ficticios como el pasado novelesco, que el narrador es tan imaginario como sus criaturas. Las historias, el pasado, la memoria, la ficción, se presentan como un refugio socorrido, un alivio de la incertidumbre del presente indefinible e informe.
La reflexión sobre el propio narrador es una fuente de angustia en El Innombrable, que sólo recurre a la narración para parodiar el uso que se hacía de ella en las dos novelas anteriores. El narrador de "El Innombrable" se representa a sí mismo en varias figuras, pero el drama de esta novela está en la imposibilidad de reconocerse a sí mismo en ninguna de ellas. Será una obra que no trata sino de sí misma, de la imposibilidad de definir o desarrollar semejante tema, del drama de una conciencia que se contempla reflexivamente para descubrir un vacío indefinible. En El Innombrable la voz narrativa se enfrenta a sí misma por primera vez sin máscaras, sin adoptar la personalidad ficticia de un narrador. La metaficción se convierte allí en una imagen de la angustia existencialista, de la conciencia humana alienada de un mundo que se ha reducido a una pesadilla cartesiana, a una sucesión de imágenes inesenciales. El yo es un deslizamiento continuo, una no-coincidencia con el mundo ni consigo mismo, no un ser sino un discurrir, un discurso. "El Innombrable" es lenguaje que ha dejado de hacerse pasar por un ser humano, lenguaje que se nombra a sí mismo sin esperanza de llegar a una conclusión. El narrador resulta ser no una voluntad que impulsa el discurso, sino un efecto del discurso¬es en "El Innombrable" donde se hace más real la frase de Barthes (1966) al efecto de que el narrador es un ser de papel. Por tanto, el narrador que quiera decir la verdad sobre sí mismo no puede sino nombrar el lenguaje que lo constituye. Cualquier intento de rechazar la ficción desde dentro de la ficción fracasa inevitablemente; de la oposición polar entre el auténtico ser del narrador y la palabrería y ficciones que salen de su boca sólo puede subsistir un polo: el de las ficciones. Cualquier intento de autorrepresentación no puede ser más que una ficción más, y el Innombrable es un alma metalingüística que nunca encontramos al hacer la autopsia del cuerpo textual. Hemos dicho que las estructuras narrativas se utilizan como metáfora de la existencia humana. Si el narrador es un efecto de lenguaje, la conciencia tal como la representa esta obra es igualmente un ser de papel: el sujeto no es sino una marioneta movida por mecanismos que escapan a su comprensión: no es un espíritu, una fuerza vital o un impulso, sino un efecto que produce la ilusión de sustancialidad. Una visión que no deja de recordarnos a la crítica estructuralista de los conceptos de individuo y subjetividad.
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En El innombrable culmina el proceso de disgregación estilística al que progresivamente nos conduce a través de la trilogía. El que parece ser el protagonista es una especie de muñon humano, sin brazos ni piernas metido en una especie de tinaja en la calle y que no puede hacer nada ni comunicarse y que se dedica a divagar, en principio, sobre su situación, en la cual se encuentra, como reclamo publicitario para una tienda de comidas, la dueña de la cual lo cuida y lo limpia, recuerda también algún pasaje de su vida anterior donde pierde a toda su familia por envenenamiento, aunque esto, como en las anteriores novelas, a cuyos protagonistas hace referencia en numerosas ocasiones, tomando nombres diferentes. Todo esto sería la primera parte, más o menos, descifrable, luego, a continuación, la narración se extrema y adopta, lo que cinematograficamente, se podría definir como “esfumado final” donde todo se difumina y se confunde hasta la oscuridad total. Por lo que he podido leer, Beckett da pié a muchas interpretaciones tanto formales como literarias e incluso filosóficas, que sin duda son interesantisimas y lo dotan de una impronta y una calidad incuestionable, pero, a nivel personal, tengo que decir que me parece un estilo demasiado áspero y en exceso revuelto, a pesar de tener momentos de humor (en ocasiones muy escatológico) sensacional.
Es que donde se encuentra al verdadero Beckett es en la novela, Andrómeda. Así lo comenta Frederick R. Kart (1927-2004, prestigioso crítico literario y biógrafo norteamericano) autor del muy interesante prólogo de El innombrable:
Esperando a Beckett
Busca y rebusca
A pesar de que Samuel Beckett dramaturgo haya gozado de una decisiva preponderancia sobre Beckett novelista, es en sus seis novelas donde se hace patente su originalidad; sus obras de teatro no aportan más que una acotación marginal a lo que ya las novelas indican con espacio más dilatado y fuerza más intensa. Las obras teatrales en sí —ESPERANDO A GODOT, FIN DE PARTIDA, LA ÚLTIMA CUITA, ACTO SIN PALABRAS, por ejemplo— no son más que fragmentos de las novelas, episodios inmersos en un contexto más amplio. El auténtico Beckett —arrogándonos la pretensión de definirlo— es el novelista que, de forma casi arbitraria, desmenuzó sus novelas en fragmentos etiquetándolos de tragicomedias, monólogos, mimos, etc.
Las dos primeras novelas de Beckett —MURPHY (1938) y WATT (publicada en 1953, pero escrita en 1942-1944)— fueron redactadas en inglés y se desarrollan en un ambiente decididamente inglés, pero aquel novelista, hijo de Irlanda, tendría que asociarse bien pronto a una forma continental de ver las cosas, tanto desde el punto de vista literario como filosófico. En filosofía rechazaría de plano el racionalismo y la lógica ingleses en favor de la división cartesiana entre cuerpo y alma. Y en literatura, se encuentra más próximo a Proust, Céline, Sartre, Camus y Ionesco, así como a escritores experimentalistas como Robbe-Grillet y Nathalie Sarraute, que a los novelistas ingleses de los últimos cien años. Sólo muestra cierta afinidad con Joyce, y tal vez con Dickens, y ello menos por el contenido que por ciertos patrones y técnicas que se repiten en sus obras.
Beckett es un Joyce que se ha avinagrado, un Joyce sepultado después de ULISES. Si Stephen Dedalus hubiera fracasado en todas sus empresas y, en consecuencia, se hubiera convertido en un haragán, un vago o un escritor sin tesis, podría haber encajado en alguna de las novelas de Beckett, en las que casi todos los protagonistas son escritores que hacen la crónica de sus fastidiosas odiseas. Sus narraciones, sin finalidad ninguna —precisamente su misma esencia es la ausencia de todo objetivo— son aventuras egocéntricas que registran todo aquello que mantiene su propio pasado ante ellos, dado que su presente ya no les aporta placeres. Sin embargo, incluso su pasado es penoso: una desabrida sucesión de desventuras y oportunidades perdidas, de relaciones forzadas que jamás desearon, de empleos y familias y gente extraña... todo pululando en derredor suyo para torturarlos. En todos los ejemplos van adquiriendo gradualmente conciencia de la absurda diferencia entre sus menguadas esperanzas y su realización, más menguada todavía…
Por último, adjunto este análisis de José Ángel Garcia Landa:
"El Innombrable" aparece por tanto dentro del contexto de la producción del autor como una obra límite, que culmina y cierra una etapa y un tipo de escritura.
El tipo de escritura que se cierra con "El Innombrable" se basa en un cuestionamiento de las convenciones de la ficción tradicional. La trilogía "Molloy", "Malone muere", "El Innombrable" tiene una continuidad argumental que no funciona a nivel de la acción, sino a nivel del discurso narrativo. La escritura parte de la primera persona para objetivarse seguidamente, para situarse en el punto en que el "yo" de la primera persona es contemplado desde afuera y se transforma en un "él". En cada una de las novelas se establece la oposicion entre la voz narrativa y lo narrado, entre el narrador y su autorrepresentación en las historias. Escapar de la narración convencional es una preocupación constante tematizada en la trilogía. En las dos primeras novelas, un narrador anónimo inventa ficciones, haciéndose pasar ya sea por Molloy ya sea por Malone. Este recurso proyecta múltiples ecos en la construcción de las novelas. En la primera parte de Molloy, el narrador Molloy ficcionaliza su vida, que recuerda imperfectamente; en la segunda, Molloy se revela como una especie de doppelgänger que acecha dentro de la personalidad del narrador Moran. De hecho, las mismas figuras de Molloy y Moran resultan ser ficciones, meras evocaciones de una voz narrativa anónima. En Malone muere, el amnésico Malone inventa la historia de Macmann para compensar su carencia de memoria, y alternando con ello nos describe su propia situación presente. Y por un espejismo propio de la narración en primera persona, nos cuesta percibir que ese presente narrativo y esa identidad, Malone, son tan ficticios como el pasado novelesco, que el narrador es tan imaginario como sus criaturas. Las historias, el pasado, la memoria, la ficción, se presentan como un refugio socorrido, un alivio de la incertidumbre del presente indefinible e informe.
La reflexión sobre el propio narrador es una fuente de angustia en El Innombrable, que sólo recurre a la narración para parodiar el uso que se hacía de ella en las dos novelas anteriores. El narrador de "El Innombrable" se representa a sí mismo en varias figuras, pero el drama de esta novela está en la imposibilidad de reconocerse a sí mismo en ninguna de ellas. Será una obra que no trata sino de sí misma, de la imposibilidad de definir o desarrollar semejante tema, del drama de una conciencia que se contempla reflexivamente para descubrir un vacío indefinible. En El Innombrable la voz narrativa se enfrenta a sí misma por primera vez sin máscaras, sin adoptar la personalidad ficticia de un narrador. La metaficción se convierte allí en una imagen de la angustia existencialista, de la conciencia humana alienada de un mundo que se ha reducido a una pesadilla cartesiana, a una sucesión de imágenes inesenciales. El yo es un deslizamiento continuo, una no-coincidencia con el mundo ni consigo mismo, no un ser sino un discurrir, un discurso. "El Innombrable" es lenguaje que ha dejado de hacerse pasar por un ser humano, lenguaje que se nombra a sí mismo sin esperanza de llegar a una conclusión. El narrador resulta ser no una voluntad que impulsa el discurso, sino un efecto del discurso¬es en "El Innombrable" donde se hace más real la frase de Barthes (1966) al efecto de que el narrador es un ser de papel. Por tanto, el narrador que quiera decir la verdad sobre sí mismo no puede sino nombrar el lenguaje que lo constituye. Cualquier intento de rechazar la ficción desde dentro de la ficción fracasa inevitablemente; de la oposición polar entre el auténtico ser del narrador y la palabrería y ficciones que salen de su boca sólo puede subsistir un polo: el de las ficciones. Cualquier intento de autorrepresentación no puede ser más que una ficción más, y el Innombrable es un alma metalingüística que nunca encontramos al hacer la autopsia del cuerpo textual. Hemos dicho que las estructuras narrativas se utilizan como metáfora de la existencia humana. Si el narrador es un efecto de lenguaje, la conciencia tal como la representa esta obra es igualmente un ser de papel: el sujeto no es sino una marioneta movida por mecanismos que escapan a su comprensión: no es un espíritu, una fuerza vital o un impulso, sino un efecto que produce la ilusión de sustancialidad. Una visión que no deja de recordarnos a la crítica estructuralista de los conceptos de individuo y subjetividad.
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Re: El innombrable - Samuel Beckett
Publicado: Mié 17 Sep 2008 3:30 am
Gracias Josek. Si Esperando a Godot es una pequeña muestra de ese absurdo que al parecer está tan presente en sus novelas, seguro que deben ser tan interesantes como simbólicas. Recuerdo también el humor en esta obra, excelente. Voy a buscar Molloy, para empezar.
Y aprovecho para agradecerte el haber editado los spoilers, gran ayuda.
Gracias Josek. Si Esperando a Godot es una pequeña muestra de ese absurdo que al parecer está tan presente en sus novelas, seguro que deben ser tan interesantes como simbólicas. Recuerdo también el humor en esta obra, excelente. Voy a buscar Molloy, para empezar.
Y aprovecho para agradecerte el haber editado los spoilers, gran ayuda.