Edmond Jàbes

¿Qué es poesía? Dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... ¡eres tú!

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eee
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Edmond Jàbes

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Edmond Jabès
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Wikipedia escribió:Edmond Jabès (El Cairo, 1912–París, 1991) fue un escritor judío conocido por haberse convertido en una de las figuras literarias más famosas en lengua francesa después de la Segunda Guerra Mundial.
Hijo de una familia judía italiana, nació en Egipto, donde recibió una educación colonial francesa clásica. Comenzó publicando en francés a una temprana edad, se le hizo Caballero de la Legión de Honor en 1952 por sus logros literarios. Cuando Egipto expulsó a su población judía, en 1956, Jabès voló a París, que ya había visitado por primera vez en la década de 1930. Allí, retomó su vieja amistad con Max Jacob y los surrealistas, aunque nunca fue formalmente miembro de ese grupo. Se convirtió en ciudadano francés en 1967, el mismo año en el cual se le concedió el honor de ser uno de los cuatro escritores franceses (junto con Sartre, Albert Camus y Levi-Strauss) que presentaron sus trabajos en la Exposición Mundial de Montreal. Por otro lado, se le otorgó el Premio de la Crítica en 1972 y una designación como oficial en la Legión de Honor en 1986.
Una de sus obras más importantes es El Libro de las Preguntas, la cual le consagró como un escritor reconocido. Jabès es bien recordado por sus libros de poesía, a menudo publicados en ciclos multivolumen. En ellos se pueden observar numerosas referencias al misticismo judío y la kabbalah.
* Jabès, Edmond (2008). El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha. colección: La Dicha de Enmudecer. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-961- Del desierto al libro. Entrevista con Marcel Cohen. colección: Minima Trotta. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-415-9.
* Jabès, Edmond (2005). El Umbral La Arena.. colección: Poesía. Castellón: Ellago Ediciones. ISBN 978-84-95881-59-5.




Angustia de un solo final - Edmond Jàbes

Ser todavía, allí donde ya no nos queda más que ese «todavía» por vivir.

Las palabras de la amistad preceden siempre a la amistad, como si ésta, para manifestarse, esperara a ser anunciada.

I.
No podemos tener una imagen de nosotros mismos.
¿La tenemos de los demás?
Probablemente, pero no sabemos nunca, por desgracia, si es la correcta.

Ver de la misma manera que decimos «Hasta más ver» a un extranjero al que miramos marcharse.
Lo que pasa alumbra el paso.
Lo que permanece, lo anula.

Abre mi nombre.
Abre el libro.

La felicidad que sentimos al amar no está forzosamente unida a un amor feliz.
Es necesidad de amor.

En el espejo de mi cuarto de baño vi aparecer un rostro que hubiera podido ser el mío, pero cuyos rasgos me parecía descubrir por primera vez.
Rostro de otro y, sin embargo, tan familiar.
Juntando mis recuerdos, encontraba a través de él al hombre con el que me confunden, pero del que soy el único en saber que, desde siempre, fue para mí un extranjero.
De repente el rostro desapareció y el espejo, perdida razón de ser, ya no reflejó sino el trozo de pared, liso y blanco, que se encontraba enfrente.
Página de cristal y página de piedra, dialogando entre sí, solitarias y cómplices.
El libro no tiene origen.

Joven es el mundo respecto a la eternidad, y muy viejo respecto al instante.

¿Acaso preguntamos a una isla quién es?
El mar la adula y la aturde.
Un día la engullirá.

Fijada a nada. Fijada al agua.

«¿Cómo ves la libertad? —preguntó el discípulo a su maestro.

«Tal vez como dos alas temerarias que, en el cielo, luchan desesperadamente contra el viento», contestó el maestro.
Y añadió: «Sin embargo, habrá que ver si, como tú también habrás supuesto, esas alas son efectivamente las de una frágil ave de paso».
«Y si no fueran las alas de la frágil ave? —siguió el discípulo.
«Más acertada -dijo entonces el maestro- sería la comparación.
«La imagen de la libertad sería el viento».

Cada verdad obra en pos de su verdad.
Modesta contribución a la Verdad universal.
Nuestra fe en ella la sostiene.

... todas esas pequeñas verdades que vienen a minar la idea que podríamos tener de una verdad única.
—Son hormigas —pensaba yo— cavando, imperturbables, sus agujeros.

De una tuerca de movimiento no hagas una tuerca de cierre.

La verdad no existe para permitir, quizá, que nuestras verdades existan», decía él.

Y añadía: «Una vez que el sol se ha puesto, en el vacío espacio celeste centellean, para nuestros ojos alzados, miríadas de estrellas.
Oh soledad de cada una de ellas.»

Vagamos en la muerte, alumbrados por nuestras verdades insistentes.

Inmutable y justa es la ley. Menos segura de sí misma, la justicia.

Imposible de abarcar es, tal vez, la Verdad.
Esforzarse por expresarla es, a menudo, equivocar el rumbo.
Desleal, a pesar suyo, es la primera palabra.

¿La verdad como vía y no como voz?
Yo creo. Yo trazo.
Luz. Luz.

«La verdad es una palabra impronunciable», decía él.

No le pongas trabas al libre vuelo de la idea. Serías el primero en lamentar la inconsecuencia de tu gesto.

El alma se desata.

El gorrión ignora al perro pero se cuida del gato.

El ojo clavado en el reloj, temblorosa espera. Cada desplazamiento de la aguja te sobresalta, porque te vuelve a cuestionar.
Así de caprichoso es el futuro. Siempre nos sorprenderá.

¿Esperar qué, sino la muerte? Y la tememos.
Esperar, tal vez, el olvido de la muerte.

Dios no está en la respuesta. Como el diamante en sus reflejos, Él está en la pregunta espejeante.

Cada latido del corazón es una respuesta puntual de la muerte a la pregunta angustiada del corazón y una respuesta evasiva de la vida a la enigmática pregunta de la muerte.

El cuerpo no tiene proyectos, ni futuro, pues éstos son sueños y deseos del instante que lo moldea.

Construye lo que se desmorona. Instruye lo que se erige.

Si ayer yo no estaba, ¿por qué preocuparme por saber si estaré mañana?
¿Y cómo acreditar hoy mi presencia entre vosotros si no soy capaz de aportar ninguna prueba de ello?

Él decía: «Hay que desconfiar de las ideas que han tomado varios caminos. Para recuperarlas, ya no se sabe cuál de ellos seguir.

«La idea no viene a nosotros. Nosotros vamos a ella, de la misma manera que volvemos a la fuente que nos dio de beber.»

El mundo es pequeño, tan pequeño que el mundo se lo traga de un bocado.


Versión de Maryse Privat


Edmond Jabés - El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha (fragmento)

En el principio era el Todo y el Todo era el verbo sagrado y el verbo sagrado era el infinito silencio que ningún ruido, ningún sonido, ningún soplo había turbado.
Una vez concebido por el hombre, el Todo se abismó en la Nada y la Nada era el vocablo y el vocablo era el libro y el libro era la confusión. De esa confusión, ¿conoceremos alguna vez el alcance?
El acto de escribir ignora toda distancia. Elevar lo efímero -lo profano- al rango de lo perdurable -lo sagrado-, ¿no es ésta la ambición de todo escritor?
Así, la escritura, de una obra a otra, no sería más que el esfuerzo de los vocablos por agotar el decir -el instante- para refugiarse en lo indecible que no es lo que no puede ser dicho sino, al contrario, lo que ha sido tan íntimamente, tan totalmente dicho que no dice más que esa intimidad, esa totalidad indecible.
Lo profano y lo sagrado no serían, entonces, más que el preludio y el término de un mismo compromiso: el que consiste, para el escritor, en vivir la escritura hasta el umbral del silencio donde ésta lo abandonará; silencio insostenible desde donde el universo sorprendido emerge para perderse, a su vez, en el vocablo que lo asume.
Si admitiésemos que lo que nos inquieta, lo que nos altera, lo que nos pone febrilmente en cuestión es, en principio, profano, podríamos deducir que, de alguna manera, lo sagrado, en su persistencia desdeñosa, sería, por una parte, lo que nos paraliza, una especie de muerte perpetrada en el alma y, por otra parte, el decepcionante resultado del lenguaje, el último vocablo petrificado.
Asimismo, sería en su relación con lo profano y a través de él que lo sagrado se experimenta, no ya como sagrado sino como sacralización de lo profano ebrio de exceso; como prolongación indefinida del momento y no como eternidad ajena al instante; porque la muerte es cosa del tiempo.
¿No es, justamente, a través de la intervención de la palabra, incapaz de apropiarse del decir, como la eternidad toma conciencia de su incompatibilidad con el lenguaje?
Al Dios invisible le hacía falta un Nombre impronunciable.
Escribir -ser escrito- sería entonces, sin que nos diésemos cuenta obligatoriamente, pasar de lo visible -la imagen, la figura, la representación cuya duración es la de una aproximación- a la no-visibilidad, a la no-representación, contra las cuales lucha, estoico, el objeto; de lo audible, cuya duración es la de una escucha, al silencio en que, dócilmente, acaban ahogándose nuestras palabras; del pensamiento soberano a la soberanía de lo impensado, remordimiento y supremo tormento del verbo.
Escribir sólo consistiría, entonces, en facilitar ese intercambio de claves entre palabras. Es lo que yo llamaría la relación instintiva con el texto», decía él, de nuevo.
«Es obvio -había anotado- que la palabra azur evoca la palabra cielo pero no la revela. La palabra vacío, en cambio, podría revelarla. »Si escribo: Antes de ser negro, azul fue el vacío de mi alma, cubro, con esta única frase, toda la extensión del cielo.»
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madison
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Re: Edmond Jàbes

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1. A ti, que crees que existo...

(«A ti, que crees que existo,
¿cómo decir lo que sé
con palabras cuyo significado
es múltiple;
palabras, como yo, que cambian
cuando se las mira,
cuya voz es ajena?
¿Cómo decir
que no soy
pero que, en cada palabra,
me veo,
me oigo,
me comprendo,
a ti, cuya realidad
renovada
es la de la luz
a través de la cual
el mundo cobra conciencia del mundo
perdiéndote
pero que respondes
a un nombre
prestado?
¿Cómo mostrar lo que he creado
fuera de mí,
hoja tras hoja,
donde todo rastro de mi paso
está borrado
por la duda?
¿A quién se le han aparecido esas imágenes
que ofrezco?
Reivindico, en último extremo, lo que me es debido.
c.Cómo demostrar mi inocencia
cuando el águila ha volado de mis manos
para conquistar el cielo
que me atenaza?
Muero de orgullo en el límite
de mis fuerzas.
Lo que espero está siempre más lejos.(...)
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madison
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Re: Edmond Jàbes

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eee, no conocía a este autor y es maravilloso, gracias por ponerlo :wink:
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eee
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Re: Edmond Jàbes

Mensaje por eee »

me alegra que te guste, he leído muy poco de él, solo lo que está en este post, pero me impresionó bastante, el texto que has puesto también es estremecedor, su ritmo, tomando en cuenta que ha sido traducido, parece mantenerse intacto y vibrante. esto es lo último que he encontrado en esta página http://poemasenfrances.blogspot.com/sea ... Jab%C3%A8s, aceptan traducciones de diferentes autores:

Deseo de un comienzo

«... un libro —decía- que nunca escribiré porque nadie puede escribirlo, al tratarse de un libro:
«—contra el libro.
«—contra el pensamiento.
«—contra la verdad y contra la palabra.
«—un libro, por tanto, que se desmigaja a medida que se forma.
«—contra el libro, pues el libro no tiene por contenido otra cosa que él mismo, y ese libro no es nada.
«—contra el pensamiento, pues éste es incapaz de pensar su totalidad y ni aun la nada.
«—contra la verdad, pues la verdad es Dios y Dios escapa al pensamiento; contra la verdad, por tanto, que sigue siendo para nosotros una legendaria desconocida.
«—contra la palabra, por último, pues la palabra sólo dice lo que puede y ese poco es la nada que sólo la nada podría expresar,
Y, sin embargo, sé:
«—que el libro se escribe contra el libro que intenta aniqui­larlo.
«-que el pensamiento piensa contra el pensamiento que am­biciona su lugar.
«—que la verdad se impone, a través del instante vivido, en tanto que único instante por vivir.
«—que la palabra, al borrarse, tan sólo muestra la desazón del hombre al que borra».

Decir adiós al día. Noche propicia.
Negro es el color de la eternidad.

La memoria remueve la sombra; como la trucha y su sombra el universo de agua.

Pasar a limpio las ideas, como se restriegan los trapos.

Pensar el origen ¿no es, en primer lugar, poner a prue­ba el origen?
Deseo de un comienzo.

(¡Ah! Este libro, este libro que sería mío, como mi corazón y mis ojos, como mis manos y mis piernas.
Este libro que llena mis pensamientos.
Pero si me preguntan: «¿En qué piensas? Pareces au­sente», contesto, imperturbable: «En nada».
¿Esta Nada mi único libro?)

Si, como escribió Heráclito, «El rayo crea el universo», quizá podamos decir que la herida crea al hombre.

Al igual que del abismo de la noche surgieron los astros, el hombre de la segunda mitad del siglo xx nació de las cenizas de Auschwitz.

No alterar el curso del río.
Dejar que los sueños de agua lo orienten.

Con sed, evitemos beber agua contaminada.
Se la reconoce por su turbia transparencia.
Tiene la limpidez de la no-pureza.

La evidencia, como el vacío que evacúa, molesta, pues obstaculiza la verdad de la que se ha separado.
Astros lúcidos; luchando una y otra vez contra su pa­sado.
El vacío centellea.

Mirada no datable.
Memoria de horizonte.

Un bloque de hielo no es otra cosa que una cantidad limitada de agua a la que el frío ha sorprendido.
Ya no tiene más que una razón de ser: helar a su vez.

En el umbral de la muerte no nos preocupa el fatu­lo del alma, sino el comportamiento del cuerpo.

El alma es un pájaro de olvido de alas multicolores.

¿Qué muestra el libro? -Primero, la desazón del au­tor. Luego, su insolencia.

La serpiente es, quizá, una palabra tan estirada que sólo puede, en adelante, deslizarse por su sombra.
Cruel humillación.
Inaceptable.
Su veneno, sin embargo —Venganza. Venganza— lo reconcilia con la vida.

La muerte retira al pájaro los órganos que le hacían falta para volar.
Tan alto deberá volar por la noche, que sus alas —las fiágiles alas de la vida— son, ahora, inútiles, y sus grandes ojos, abiertos y redondos, superfluos.

Estrechos lazos encadenando la nada a la nada.
Muesca de un hermoso sueño; ¡ah! orilla, ya devo­rada.

Lo que fluye con nosotros tiene como función y como objeto fluir.
Objetividad de la pérdida.
Pero el instante opone al espíritu un mentís categórico.

Un posible acercamiento al universo tan sólo es un acercamiento a lo posible.
Aquí, lo imposible se enfrenta con el eterno proble­ma de su inconcebibilidad; problema crucial del que siem­pre ha escapado.
Siempre habrá un imposible minado por lo posible.

Aquel que está bien protegido no teme al frío.
Aquel que está desnudo recela tanto de las quema­duras del sol como de las mordeduras del hielo.
Exponerse es aceptar, de antemano, pagar el precio de la audacia.
La palabra desprotegida nos lo repite pero ya no la escuchamos.

Serena vejez, como una venda en los ojos.
Bondad de los años.

No busques solamente "en el amor tu capacidad de amar.
Búscala también en su propia capacidad soberana.

Si el mundo tiene un sentido, el libro tiene uno.
Pero, ¿cuál?

Pasiva razón. Razón de los abismos.

Mi padre -ya lo he escrito— inscribió mi nacimien­to en el Registro Civil dos días antes de nacer.
Desde entonces vivo con otro yo cuarenta y ocho horas mayor.

En la Edad Media, en España, durante la Inquisición, algunos «judíos conversos» a los que llamaban «marranos», que en su mayoría habían aceptado convertirse para evitar la pena máxima o la expulsión, llevaban en un bolsillo, di­simulado en el vuelto de una de las amplias mangas de sus vestidos -por lo general, la de la izquierda-, un libro de pequeño formato, una recopilación de comentarios de la Tora o de oraciones infantiles.
De este modo, cada vez que tenían ocasión, mientras humildemente daban muestras de sumisión a la voluntad de sus implacables maestros, podían acariciar con la mano libre, a través de la gruesa tela que lo protegía de las mira­das, el libro de sus antepasados, reafirmando con este ges­to oscuro, pero qué significativo, su fidelidad a las palabras de su Dios invisible y, ahora, silencioso.

«Acepta las profecías por lo que son —decía un sabio—. Hace mucho tiempo que han dejado de brillar».
Y arrojó la piedra que tenía en la mano a la pared donde su sombra lo desafiaba.

Este filósofo apreciado pensaba que la verdad era mi­tad judía y mitad cristiana.
La Verdad absoluta, que sólo es la ambición desme­dida de cualquier Verdad, la pregunta que se podría hacer entonces, es la siguiente: «¿Cómo se puede dividir en dos lo que está cambiando constantemente?».

«Tener por testigo el libro —escribía un sabio— es te­ner al universo entero por garante».

Salvados por el libro salvado.

El judío hace frente al judío como la página del Li­bro a la página del Libro.

Versión de Cristina González de Uriarte


Siempre esta imagen…

Siempre esta imagen de la mano y la frente,
del escrito rendido al pensamiento.

Como el pájaro en el nido, mi cabeza está en mi mano.
Quedaría por celebrar al árbol, si el desierto no lo fuera todo.

Inmortales para la muerte. La arena es nuestra insensata parte de la herencia.
Que pudiera esta mano donde el espíritu se ha acurrucado estar llena de semillas.
Mañana es otro término.

¿Sabías que nuestras uñas fueron antaño lágrimas?
Rascamos los muros con nuestro llanto endurecido como nuestros corazones-niños.

No puede haber salvamento
cuando la sangre ha ahogado el mundo. Sólo disponemos de nuestros brazos para alcanzar, a nado, a la muerte.

(Más allá de los mares, encima de las crestas, minúsculos planetas no identificados manos unidas, redondas manos plenas escapadas a la gravedad)

Cuando la memoria nos sea devuelta, ¿conocerá finalmente el amor su edad?

Felicidad de un viejo secreto compartido.
Al universo se aferra aún
a la esperanza del primer vocablo;
a la mano, la página arrugada.

Sólo hay tiempo para el despertar.

Versión de Esther Seligson


El extranjero

La coquetería de las cosas
por parecer lo que son
El mundo es una conjura
Al extranjero le cuesta hacerse escuchar
Se le reprochan su gesto y su lengua
Y por su paciente cortesía
cosecha injurias y amenazas

Versión de Norman González y Cristina Burneo

+++

saluditos!
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Edmond Jabes

Mensaje por madison »

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Poeta egipcio nacido en El Cairo en 1912.
Hijo de una familia judía italiana, recibió una esmerada educación clásica francesa. Empezó a escribir muy joven y viajó a Paris en la década de 1930 donde trabó amistad con Max Jacob quien fue su asesor y su guía.
En 1957, a raíz de la expulsión de la población judía por el gobierno egipcio, se radicó definitivamente en Paris, retomó su amistad con algunos intelectuales, y adoptó más tarde, en 1967, la nacionalidad francesa, convirtiéndose en uno de los poetas más influyentes de la posguerra. Recibió el Premio de la Crítica en 1972 y fue nombrado miembro de Legión de Honor en 1986.
Entre 1943 y 1985 publicó "Libro de las preguntas", "Libro de Yukel", "Libro de las semejanzas", "Libro de los límites", "Libro de los márgenes" y "Libro de la hospitalidad". Otros títulos suyos son: "Yo construyo mi morada", "La memoria y la mano", "El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha", y "Un extranjero con, bajo el brazo, un libro de pequeño formato".
Falleció en Paris en el año de 1991.
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Re: Edmond Jabes

Mensaje por madison »

Abandoné una tierra que no era la mía

por otra que tampoco lo es.

Me refugié en un vocablo de tinta, cuyo espacio es el libro;

palabra de ningún lugar, al ser la palabra oscura del desierto.

No me resguardé por la noche.

No me protegí del sol.

Caminé desnudo.

De donde venía ya no tenía sentido.

Hacia donde iba no le preocupaba a nadie.

Aire, os digo, aire.

Y un poco de arena en el aire.
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Re: Edmond Jabes

Mensaje por madison »

La herencia, I

Hay que atravesar toda la noche para llegar a la mañana.
Luchar contra cada sombra, no afrontándolas, sino asumiéndolas.
Dar vuelta hábilmente la dificultad.
Desbaratar sus maniobras.

Si, para el hombre la certidumbre es una necesidad, en sí, sólo es vaga respuesta a una anteúltima pregunta, permaneciendo la última en suspenso.
... vaga, tal como un baldío sobre el cual jamás se levantará un edificio cualquiera, porque, inmediatamente, se desmoronaría.

"Mi pluma es honesta, decía un sabio. Lástima, las palabras lo son menos."
"¿Qué es la pureza? -una pura impostura.
"La mentira, a veces, tiene la limpieza de la verdad", decía.
Y agregaba: "A causa de su transparencia las confundimos, la mayor parte del tiempo."
"¿Quién podría hablar en nombre del océano? ¿Quién podría jactarse de ser el portavoz del infinito?"
"La piedra sólo se dirige a la piedra, pero con palabras del universo.
"¿Acaso pretendí escribir movido por mis certezas? -decia un sabio.
"Escribo porque no tengo ninguna."
"Negación de nuestras cortantes afirmaciones, el desierto es pregunta al Todo y horizonte de nada."

Nunca una hoja de cuchillo terminará con una barra de acero.

Nunca la arena renegará de la arena.
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Re: Edmond Jabes

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Re: Edmond Jabes

Mensaje por madison »

¿Y si el desierto no fuese más que polvo de cielo destruido?
Cuando has conocido el desierto, le quedas deudor para siempre por una prueba benéfica, la que te prescribe olvidar. El silencio del desierto te desnuda. Y con eso te vuelves tú mismo. O sea nada. Pero una nada que escucha.

La experiencia del desierto fue, para mí, dominante. Entre cielo y arena, entre el Todo y la Nada, hay una cuestión candente, ardiente. Arde y no se consume. Arde por si misma, en el vacío. La experiencia del desierto también es la escucha, la escucha extrema.

El desierto es bastante más que una práctica del silencio y de la escucha. Es una abertura eterna.
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Re: Edmond Jàbes

Mensaje por madison »

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"¿Es cierto —dijo el discípulo— que, hagamos lo que hagamos, vayamos donde vayamos, siempre nos encontraremos en el punto de partida?" "Lo importante —dijo el maestro— es partir; ya que el punto de llegada sólo es el mismo punto desplazado.
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Re: Edmond Jàbes

Mensaje por madison »

Y Yukel habla:
Te busco.
El mundo donde te busco es un mundo sin árboles.
Sólo calles vacías,
calles desnudas,
el mundo donde te busco es un mundo abierto a otros mundos sin nombre,
un mundo donde no estás, donde te busco.
Están tus pasos,
tus pasos que sigo, que espero.
He seguido el lento caminar de tus pasos sin sombra,
sin saber quién era yo,
sin saber a dónde me dirigía.
Un día estarás.
Será aquí, en otro lugar,
un día como todos los días en que estás.
Será, tal vez, mañana.
He seguido, para llegar hasta ti, otros caminos amargos
donde la sal quebraba la sal.
He seguido, para llegar hasta ti, otras horas, otras riberas.
La noche es una mano para quien sigue la noche.
De noche, todos los caminos caen.
Era necesaria esa noche en que tomé tu mano, en que estábamos solos.
Era necesaria esa noche como era necesario ese camino.
En el mundo donde te busco eres la hierba y el deshielo.
Eres el grito perdido en que me extravío.
Pero también eres, ahí donde nada vela, el olvido hecho de cenizas de espejo.
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Re: Edmond Jàbes

Mensaje por madison »

He dado la vuelta.

He dado la vuelta sobre mí mismo sin encontrar descanso.
Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho:
«Tú no eres judío. No frecuentas la sinagoga».

Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado:
«Llevo la sinagoga en mi interior».

Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho:
«Tú no eres judío. Ya no rezas».

Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado
«La oración es mi columna vertebral y mi sangre».

Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho:
«Los rabinos cuyas palabras citas son unos charlatanes. ¿Han
acaso existido? y tú te has alimentado con sus palabras impías».

Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado:
«Los rabinos cuyas palabras cito son los faros de mi memoria
-uno sólo se acuerda de sí- y vosotros sabéis
que el alma tiene por pétalo una palabra».
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