Un médico rural - Franz Kafka

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fresa_charly
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Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por fresa_charly »

Un médico rural y otros relatos pequeños

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ISBN: 9788493711047
Nº Edición:1ª
Año de edición:2009
Lugar de Edición: Madrid
Editorial: Impedimenta
Título original: Betrachtung (1912) y Ein Landartz (1920)

Escritos en la soledad de la noche, tras una jornada laboral anodina y estéril, estos relatos, reunidos bajo los títulos de Un médico rural y Percepciones, suponen una cumbre en el arte de Franz Kafka como cuentista. Esta edición presenta en un solo volumen, y en una nueva y excelente traducción, relatos imprescindibles de la producción kafkiana, como «Un médico rural», «Informe para una Academia», «Ante la Ley» o «El deseo de ser piel roja». Pequeñas obras maestras, tan inquietantes como reveladoras del talento del que fuera uno de los escritores más infl uyentes del siglo XX, que constituyen grotescos y crueles retratos de lo frágil y desesperado de la condición humana.

«Puedo muy bien imaginarme a alguien en cuyas manos caiga este libro y cómo, desde ese instante, cambia totalmente su vida, cómo se convierte en otra persona distinta.» (Max Brod en März, 15 de febrero de 1913)
Fuente: Contraportada del libro
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madison
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por madison »

Creo que es diría yo el mejor relato de Kafka, me encanta.
Lees y puedes ver a cada uno de los miembros de la familia, sus gestos, es impresionante la descripción.
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fresa_charly
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por fresa_charly »

Lo he empezado hoy y como indica el subtítulo son relatos breves, brevísimos, a veces microrrelatos. Requiere una lectura reposada para poderentender algunos de ells, pero en general se lee de manera fácil y ligera (de hecho, ya voy por la mitad... ayuda que es cortito :wink: )

Y como en todos los libros de relatos, algunos me gustan más que otros. Por ahora, me ha dejado un poso especial (es decir, que sigo dándole vueltas) el cuento de Once hijos

Y la edición me gusta mucho (en general, esta editorial es bastante cuidados con sus libros), incluye fotografías y documentos de Kafka para complementar los cuentos
Última edición por fresa_charly el 15 Oct 2009 21:23, editado 1 vez en total.
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fresa_charly
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por fresa_charly »

madison escribió:Creo que es diría yo el mejor relato de Kafka, me encanta.
Lees y puedes ver a cada uno de los miembros de la familia, sus gestos, es impresionante la descripción.
Madison, si te refieres al cuento de Once hijos es que me lees la mente... Tu mensaje está antes que el mío :shock: :shock: :shock:
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madison
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por madison »

Si Fresa, ese, es que yo tengo ese libro o parecido, pero de una colección que salió hace unos años de El pais, es que en serio, esa cena, esa mesa...es genial!!!
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fresa_charly
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por fresa_charly »

En este no hay mesa ni cena, el padre va describiendo las características de sus 11 hijos, lo que le gusta de cada uno de ellos y lo que no y en tan poco espacio de tiempo dice tanto, tanto, tanto, que me tiene maravillada...

De todas formas, sigo preguntándome como pudiste contestar a mi comentario ¡¡¡antes de que lo pusiese!!!
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madison
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por madison »

He visto el hilo y me ha venido a la memoria ese relato, también debo decir que tras leer eso que pones de que no hay mesa, puede ser que me lie y mezcle con algún otro. El caso es que hace bastante que lo leí, de todos modos me ha picado la curiosidad y cuando termine el trabajo y entre a casa lo voy a repasar para mañana poder comentar con mas criterio.

Igual es que tenemos telepatía!!!! :lol:
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madison
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por madison »

Mira Fresa, yo tengo este
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fresa_charly
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por fresa_charly »

madison escribió:He visto el hilo y me ha venido a la memoria ese relato, también debo decir que tras leer eso que pones de que no hay mesa, puede ser que me lie y mezcle con algún otro. El caso es que hace bastante que lo leí, de todos modos me ha picado la curiosidad y cuando termine el trabajo y entre a casa lo voy a repasar para mañana poder comentar con mas criterio.

Igual es que tenemos telepatía!!!! :lol:
Ahora lo entiendo... por la telepatía, digo :wink:
ONCE HIJOS (1917)

Tengo once hijos.

El primero es exteriormente bastante insignificante, pero serio y perspicaz; aunque lo quiero, como quiero a todos mis otros hijos, no lo sobrevaloro. Sus razonamientos me parecen demasiado simples. No ve ni a izquierda ni a derecha ni hacia el futuro; en el estrecho círculo de sus pensamientos, gira y gira corriendo sin cesar, o más bien se pasea. El segundo es hermoso, esbelto, bien formado; es un placer verlo manejar el florete. También es perspicaz, pero además tiene mundo; ha visto mucho, y por eso mismo la naturaleza de su país parece hablar con él mas confidencialmente que con los que nunca salieron de su patria. Pero es probable que esta ventaja no se deba únicamente, ni siquiera esencialmente, a sus viajes; más bien es un atributo de lo irreparable del muchacho, reconocido por ejemplo por todos los que han querido imitar sus saltos ornamentales en el agua, con varias volteretas en el aire, y que sin embargo no le hacen perder ese dominio casi violento de sí mismo. El coraje y el afán del imitador llega hasta el extremo del trampolín; pero una vez allí, en vez de saltar, se sienta repentinamente y alza los brazos para excusarse. Pero a pesar de todo (en realidad debería sentirme feliz con un hijo semejante), mi afecto hacia él no está libre de limitaciones. Su ojo izquierdo es un poco más chico que el derecho y parpadea mucho; no es más que un pequeño defecto, naturalmente, que por otra parte da más audacia a su expresión, y nadie, considerando la incomparable perfección de su persona, llamaría a ese ojo más chico y parpadeante un defecto. Pero yo, su padre, sí. Por supuesto, no es ese defecto físico lo que me preocupa, sino una pequeña irregularidad de su espíritu, cierto veneno oculto en su sangre cierta incapacidad de utilizar a fondo las posibilidades de su naturaleza que yo sólo observo. Tal vez esto, por otra parte, sea lo que hace de él mi verdadero hijo, porque esa falla es al mismo tiempo la de toda nuestra familia, y sólo en él es tan visible.

El tercer hijo es también hermoso, pero no con la hermosura que me agrada. Es la belleza de un cantor; los labios bien formados; la mirada soñadora; esa cabeza que requiere un marco para ser efectiva; el pecho enormemente amplio; las manos que fácilmente ascienden y demasiado fácilmente vuelven a caer; las piernas que se mueven delicadamente, porque no soportan el peso del cuerpo. Y además el tono de su voz no es perfecto; se mantiene un instante; el entendido se dispone a escuchar; pero poco después pierde el aliento. Aunque en general todo me tienta a exhibir especialmente a este hijo mío, prefiero mantenerlo oculto; él, por su lado, no se opone, pero no porque conozca sus defectos, sino por pura inocencia. Aún más, no se siente cómodo en nuestra época; como si perteneciera a nuestra familia, pero además formara parte de otra, perdida para siempre, frecuentemente está melancólico y nada consigue alegrarlo.

Mi cuarto hijo es tal vez el más sociable. Verdadero exponente de su época, todos lo comprenden, se mueve en un plano común a todos, y todos lo buscan para saludarlo. Tal vez esta apreciación general otorgue a su naturaleza cierta ligereza, a sus movimientos cierta libertad, a sus razonamientos cierta inconsecuencia. Muchas de sus observaciones merecen ser repetidas, pero no todas, porque en conjunto adolecen de extremada superficialidad. Es como aquel que se eleva maravillosamente del suelo, atraviesa los aires como una golondrina, y luego termina con desolación el vuelo en un oscuro desierto, en una nada. Estos pensamientos me amargan cuando lo contemplo. El quinto hijo es bueno y amable; prometía ser menos de lo que es; es tan insignificante, que realmente uno se sentía solo en su presencia; pero ahora ha logrado gozar de cierto prestigio. Si me preguntaran cómo, no sabría contestar. Tal vez la inocencia sea aquello que más fácilmente se destaca a través del tumulto de los elementos de este mundo, y es inocente. Quizá demasiado inocente. Amigo de todos. Quizá demasiado amigo. Confieso que me siento mal cuando me lo elogian. Parece que el valor de los elogios disminuyera cuando se los prodigan a alguien tan evidentemente digno de ellos como mi hijo.

Mi sexto hijo parece, por lo menos a primera vista, el más profundo de todos. Es cabizbajo y sin embargo charlatán. Por eso no es fácil entenderlo. Si se siente dominado, se entrega a una impenetrable tristeza; si logra el dominio, lo mantiene a fuerza de conversación. Aunque no le niego cierta capacidad de apasionamiento y de olvido de sí mismo; a la luz del día, se le ve con frecuencia debatirse en medio de sus pensamientos, como en un sueño. Sin estar efermo –nada de eso, su saludes muy buena–, a veces se tambalea, especialmente en el crepúsculo, pero no necesita ayuda, no se cae. Tal vez la causa de ese fenómeno sea su desarrollo físico, porque es demasiado alto para su edad. Eso hace que en conjunto resulte feo, aunque en ciertos detalles es hermoso, por ejemplo en las manos y los pies. También su frente es fea; tan to la piel como la forma de los huesos parecen mal desarrollados. El séptimo hijo me pertenece tal vez más que todos los demás. El mundo no sabría apreciarlo como merece; no comprendería su particular ingenio. Yo no exagero su valor; ya sé que su importancia no es considerable; si el mundo no cometiera otro error que el de no saber apreciarlo, seguiría siendo impecable. Pero dentro de mi familia no podría estar sin este hijo. Introduce cierta inquietud y al mismo tiempo cierto respeto por la tradición, y sabe equilibrarlos, por lo menos así me parece, en
un todo incontestable. Es verdad que él es el menos capacitado para sacar partido de ese todo; no es él quien pondrá en movimiento la rueda del futuro; pero esa manera de ser suya es tan alentadora, tan esperanzada, que me gustaría que tuviera hijos, y que éstos tuvieran hijos a su vez. Por desgracia, no parece dispuesto a satisfacer ese deseo. Satisfecho consigo mismo, actitud que me es muy comprensible pero al mismo tiempo deplorable, y que por cierto se opone notablemente al juicio de sus conocidos, se pasea por todas partes solo, no se interesa por las muchachas, y sin embargo no pierde nunca su buen humor.

Mi octavo hijo es mi desesperación y realmente no se a qué atribuirlo. Me trata como a un desconocido y no obstante siento que me une a él un estrecho vínculo paterno. El tiempo nos ha hecho mucho bien; pero antes yo solía estremecerme cuando pensaba en él. Sigue su propio camino; ha roto todo vínculo conmigo, y ciertamente con su cabeza dura su cuerpecito atlético –aunque cuando era muchacho sus piernas eran muy débiles, pero quizá con el tiempo ese defecto se haya subsanado– llegará con toda facilidad adonde se proponga. Muchas veces deseé volver a llamarlo, preguntarle cómo le iba realmente, por qué se
alejaba de ese modo de su padre, y cuáles eran sus deseos más importantes, pero ahora está tan lejos, y ha pasado tanto tiempo, que es mejor dejar las cosas como están. He oído decir que es el único hijo mío que usa barba; naturalmente, eso no puede quedar bien en un hombre tan bajo como él. Mi noveno hijo es muy elegante y tiene lo que las mujeres consideran sin lugar a dudas una mirada seductora. Tan seductora que en ciertas ocasiones hasta consigue seducirme, aunque sé muy bien que bastaría una esponja mojada para borrar todo ese brillo ultraterreno. Lo curioso de este muchacho es que no trata en absoluto de ser seductor; para él el ideal sería pasarse la vida tendido en el sofá, desperdiciando su seductora mirada en la contemplación del cielorraso, o mejor aún, dejándola reposar detrás de los párpados cerrados. Cuando está en esa posición favorita, le gusta hablar y lo hace bastante bien; concisamente y con sutileza, pero sólo dentro de estrechos límites; si los transgrede, lo que es inevitable ya que son tan estrechos, su conversación se vuelve vacua. Uno querría hacerle señas para advertírselo, si hubiera alguna esperanza de que su mirada soñolienta pudiera siquiera verlas.

Mi décimo hijo pasa por ser de carácter poco sincero. No quiero negar totalmente ese defecto, ni tampoco afirmarlo. En realidad cualquiera que lo ve acercarse, con un envaramiento que no corresponde a su edad, con su levita siempre cuidadosamente abotonada, con un sombrero negro y viejo pero minuciosamente cepillado, con su rostro inexpresivo, la mandíbula un poco prominente, las largas pestañas que se curvan sombríamente ante los ojos, esos dos dedos que tan a menudose lleva a los labios; el que lo ve así piensa: "este es un perfecto hipócrita". Pro oídlo hablar. Comprensivo, reflexivo, lacónico; pregunta y replica con satírica vivacidad, en un maravilloso acuerdo con el mundo, una armonía natural y alegre; una armonía que necesariamente vuelve
más tenso el cuello y enaltece el cuerpo. Muchos que se suponen muy agudos y que por ese motivo creyeron experimentar cierta repulsión ante su aspecto exterior, terminaron por sentirse fuertemente atraídos por su conversación. Pero en cambio hay otras personas que no ponen reparos a su aspecto, pero que consideran su conversación demasiado hipócrita. Yo, como padre, no quiero pronunciar un juicio definitivo, pero debo admitir que estos últimos críticos son por lo menos más dignos de atención que los primeros.

Mi undécimo hijo es delicado, quizás el más débil de todos; pero su debilidad es engañosa, porque a veces sabe mostrarse fuerte y decidido, aunque en el fondo también en esos casos padezca de una fragilidad fundamental. Pero no es una debilidad vergonzosa, sino algo que sólo parece debilidad a ras de la tierra. ¿No es acaso, por ejemplo, una debilidad la predisposición al vuelo, que después de todo consiste en una inquietud y una indecisión y un aleteo? Algo parecido ocurre con mi hijo. Naturalmente, estas no son cualidades que regocijen a un padre, es evidente que tienden a la destrucción de la familia. Muchas veces me mira, como si quisiera decirme: "Te llevaré conmigo, padre." Entonces pienso: "Eres la última persona a quien me confiaría." Y su mirada parece relicarme: "Déjame entonces ser por lo menos la última."

Estos son mis once hijos.
Leí por ahí que Borges consideraba que estos once hijos hacen referencia a las obras publicadas por Kafka, pero teniendo en cuenta cuándo se publicó el cuento no me cuadra con sus obras (salvo que todas las escribiese antes de su publicación y hay un orden diferente y sí podría considerarse así...)
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Andromeda
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por Andromeda »

Confome leía el hilo iba creciendo mi interés por este relato, gracias por colgarlo. :D :D
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fresa_charly
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por fresa_charly »

Ya terminé el libro y he de decir que me ha gustado mucho, los cuentos son sorprendentes, inteligentes, curiosos, llamativos... todos te hacen pensar (con algunos ni siquiera me ha quedado claro qué pretende contar el autor :roll: ), pero no son en absolutos pesados (una idea que se suele asociar a Kafka), aunque tengan muchas lecturas... en todos los sentidos :wink:

Otro de los cuentos que más me ha gustado:
EL RECHAZO

Cuando me encuentro casualmente con una hermosa joven y le digo: "¿Por favor, acompáñeme" pero ella pasa de largo sin hablar, su silencio me está contestando:

–No eres ningún duque de famoso título, ni un fornido americano con porte de piel roja, de ojos equilibrados y tranquilos, de una piel curtida por el viento de las praderas y de los ríos que las atraviesan, no has hecho ningún viaje por los grandes océanos, y por esos mares que no sé dónde se encuentran. En consecuencia, ¿por qué yo, una joven hermosa, habría de acompañarte?

Yo le respondería:

–Olvidas que ningún automóvil te pasea en largos recorridos por las calles; no veo a los caballeros de tu séquito lanzarse detrás de ti siguiéndote en estrecho semicírculo, murmurándote bendiciones; tus pechos parecen perfectamente comprimidos en tu blusa, pero tus caderas y tus muslos los compensan de esa opresión; llevas un vestido de tafetán plisado, como los que tanto nos alegraron el otoño pasado, y sin embargo, sonríes –con ese peligro mortal en el cuerpo– de vez en cuando.

Ya que los dos tenemos razón, y para no darnos irrevocablemente cuenta de la verdad, preferimos, ¿no es cierto?, irnos cada uno a su casa.
Y otro más
VESTIDOS
Muchas veces, cuando veo vestidos que con sus múltiples pliegues, volantes y adornos oprimen a bellos y hermosos cuerpos, pienso que no conservarán por mucho tiempo esa tersura, que pronto mostrarán arrugas imposibles de alisar, polvos tan profundamente confundidos con el encaje que ya no se podrá cepillarlos, y que nadie querrá ser tan ridículo y tan desdichado para usar el mismo costoso vestido desde la mañana hasta la noche.

Y sin embargo encuentro jóvenes bastante hermosas que dejan ver variados y atractivos músculos y delicados huesos y tersa piel y masas de fino cabello, y que no obstante día tras día se ponen esa especie de disfraz natural y se apoyan en la misma mano y reflejan en su espejo el mismo rostro.

Sólo a veces, de noche, cuando vuelven tarde de alguna fiesta, sus vestidos parecen raídos ante el espejo, deformados, sucios, ya observados por demasiada gente, y casi impresentables.
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Yppe
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por Yppe »

Me lo he comprado más que nada guiada por la preciosidad de la edición (razón frívola, si). Pero bueno, hacía tiempo que quería leer algunos cuentos de Kafka y al ver este no pude reprimirme. Primer libro que compro de Impedimenta y no será el último.
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AresMart
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por AresMart »

Estoy leyendo varios de esos cuentos y se me está haciendo muy agradable. Me gusta que quede todo un poco abierto a la imaginació del lector, me gusta la forma en que describe el autor.

No había leído nada de Kakfka hasta ahora. Problamenete, ahora cuando termine de leer algunos de estos relatos cortos me pondré con "La metamorfosis", a ver como se me presenta.

Me ha gustado especialmente la manera en que está escrito el cuento "El rechazo" que ha transcrito fresa_charly más arriba :D
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sergio,
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por sergio, »

Me llama :lista:
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Yppe
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Re: Un médico rural - Franz Kafka

Mensaje por Yppe »

Los estoy leyendo poco a poco, uno o dos cuentos por día. Aunque son cortísimos quiero ir despacio para ir pensando en cada relato individualmente sin empezar otro.

Me ha gustado especialmente de los que he leído hasta ahora el de Un viejo manuscrito
Un Viejo Manuscrito
(Ein altes Blatt-1917)

Podría decirse que el sistema de defensa de nuestra patria adolece de serios defectos. Hasta el momento no nos hemos ocupado de ellos sino de nuestros deberes cotidianos; pero algunos acontecimientos recientes nos inquietan.

Soy zapatero remendón; mi negocio da a la plaza del palacio imperial. Al amanecer, apenas abro mis ventanas, ya veo soldados armados, apostados en todas las bocacalles que dan a la plaza. Pero no son soldados nuestros; son, evidentemente, nómades del Norte. De algún modo que no llego a comprender, han llegado hasta la capital, que, sin embargo, está bastante lejos de las fronteras. De todas maneras, allí están; su número parece aumentar cada día.

Como es su costumbre, acampan al aire libre y rechazan las casas. Se entretienen en afilar las espadas, en aguzar las flechas, en realizar ejercicios ecuestres. Han convertido esta plaza tranquila y siempre pulcra en una verdadera pocilga. Muchas veces intentamos salir de nuestros negocios y hacer una recorrida para limpiar por lo menos la basura más gruesa; pero esas salidas se tornan cada vez más escasas, porque es un trabajo inútil y corremos, además, el riesgo de hacernos aplastar por sus caballos salvajes o de que nos hieran con sus látigos.

Es imposible hablar con los nómades. No conocen nuestro idioma y casi no tienen idioma propio. Entre ellos se entienden como se entienden los grajos. Todo el tiempo se escucha ese graznar de grajos. Nuestras costumbres y nuestras instituciones les resultan tan incomprensibles como carentes de interés. Por lo mismo, ni siquiera intentan comprender nuestro lenguaje de señas. Uno puede dislocarse la mandíbula y las muñecas de tanto hacer ademanes; no entienden nada y nunca entenderán. Con frecuencia hacen muecas; en esas ocasiones ponen los ojos en blanco y les sale espuma por la boca, pero con eso nada quieren decir ni tampoco causan terror alguno; lo hacen por costumbre. Si necesitan algo, lo roban. No puede afirmarse que utilicen la violencia. Simplemente se apoderan de las cosas; uno se hace a un lado y se las cede.

También de mi tienda se han llevado excelentes mercancías. Pero no puedo quejarme cuando veo, por ejemplo, lo que ocurre con el carnicero. Apenas llega su mercadería, los nómades se la llevan y la comen de inmediato. También sus caballos devoran carne; a menudo se ve a un jinete junto a su caballo comiendo del mismo trozo de carne, cada cual de una punta. El carnicero es miedoso y no se atreve a suspender los pedidos de carne. Pero nosotros comprendemos su situación y hacemos colectas para mantenerlo. Si los nómades se encontraran sin carne, nadie sabe lo que se les ocurriría hacer; por otra parte, quien sabe lo que se les ocurriría hacer comiendo carne todos los días.

Hace poco, el carnicero pensó que podría ahorrarse, al menos, el trabajo de descuartizar, y una mañana trajo un buey vivo. Pero no se atreverá a hacerlo nuevamente. Yo me pasé toda una hora echado en el suelo, en el fondo de mi tienda, tapado con toda mi ropa, mantas y almohadas, para no oír los mugidos de ese buey, mientras los nómades se abalanzaban desde todos lados sobre él y le arrancaban con los dientes trozos de carne viva. No me atreví a salir hasta mucho después de que el ruido cesara; como ebrios en torno de un tonel de vino, estaban tendidos por el agotamiento, alrededor de los restos del buey.

Precisamente en esa ocasión me pareció ver al emperador en persona asomado por una de las ventanas del palacio; casi nunca sale a las habitaciones exteriores y vive siempre en el jardín más interior, pero esa vez lo vi, o por lo menos me pareció verlo, ante una de las ventanas, contemplando cabizbajo lo que ocurría frente a su palacio.

-¿En qué terminará esto? -nos preguntamos todos-. ¿Hasta cuando soportaremos esta carga y este tormento? El palacio imperial ha traído a los nómadas, pero no sabe cómo hacer para repelerlos. El portal permanece cerrado; los guardias, que antes solían entrar y salir marchando festivamente, ahora están siempre encerrados detrás de las rejas de las ventanas. La salvación de la patria sólo depende de nosotros, artesanos y comerciantes; pero no estamos preparados para semejante empresa; tampoco nos hemos jactado nunca de ser capaces de cumplirla. Hay cierta confusión, y esa confusión será nuestra ruina.
Una fábula genial que puede aplicarse a muchos tiempos y espacios distintos.
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