He vuelto a disfrutar mucho leyendo a Richard Yates en ésta que fue su última novela:
Cold Spring Harbor (por cierto, que es "Harbor" y no "Harbour", en mi ejemplar ya está corregido el título). Si comparamos su argumento con los de
Vía Revolucionaria y
Las hermanas Grimes, se observa aquí a un Yates todavía más entregado si cabe a su misión de retratista social de la América de los complicados años cuarenta. Es como si abriera un poco más el ángulo de visión de su objetivo porque, en lugar de dar el protagonismo principal a un matrimonio (los Wheeler de
Revolutionary Road) o a dos hermanas (las Grimes de
The Easter Parade),
Cold Spring Harbor reparte la atención de forma más equitativa entre los miembros de un par de familias: los Shepard y los Drake, los cuales establecen relación de parentesco por un matrimonio. Desde el punto de vista de las escalas sociales, podría decirse que los protagonistas de esta historia están algo más abajo que los de las otras. En cuanto al momento histórico concreto, la parte principal de la narración transcurre en el verano de 1942, es decir, en el primero tras la entrada de Estados Unidos en la segunda guerra mundial. De hecho, el anhelo por alistarse para huir de la desesperanza cotidiana (y la consiguiente frustración al no lograrlo) está presente en casi todos los protagonistas masculinos.
Me parece también interesante contextualizar, con respecto a la vida del autor, la escritura de
Cold Spring Harbor. Como comenté al principio, se trata de su última novela (1986), escrita por un Yates que acababa de cumplir los sesenta años y se arrastraba entre el alcoholismo y algunos episodios alucinatorios. En los momentos de lucidez se refugiaba en la redacción de esta historia, algunos de cuyos capítulos los escribe estando ingresado en el hospital. Y según su biógrafo, Blake Bailey, esta novela es la de mayor componente autobiográfico. De hecho, los Drake son los Yates: Gloria es la madre del escritor, y sus hijos Phil y Rachel son el propio Richard y su hermana. Tal vez por ello, la narración huye de cualquier dramatismo explícito o exagerado (como bien dice Masako, la historia es menos amarga), pero mantiene esa corrosiva corriente subterránea de desilusión, y logra retratar a la perfección ese amor/odio que marca las relaciones familiares en tantos casos (entre ellos, en el de la familia Yates). Sabiendo esto, impresionan especialmente algunas descripciones de Gloria Drake (trasunto de la madre del escritor): "
Quizá no tenía más de cincuenta años, pero si había sido atractiva en otro tiempo, nadie lo habría dicho. Su pelo era de un tono entre amarillo desvaído y gris claro, como si el humo de muchos cigarrillos lo hubiera ido tiñendo con los años, y aunque se podía afirmar que conservaba una buena figura, era ésta tan frágil, enclenque y menuda que no te la imaginabas haciendo otra cosa en la vida que pasar el rato en aquel sofá manchado de café.", o este comentario sobre sus hijos (reflejos del escritor y su hermana): "
Ambos tenían un aspecto tan frágil como su madre, cosa que parecía presagiar que en esa familia nadie llegaría a ser fuerte...".
Por último, comentaba Masako que el final de
Cold Spring Harbor no es tan demoledor y redondo. Estoy de acuerdo (sobre todo, si lo comparamos con el insuperable final de
Revolutionary Road), pero por otro lado pienso que el final de la presente novela se adecúa muy bien al perfil de la historia. Más que un final, parece una interrupción, pero es que aquí no ha habido un desenlace tan dramático como en
Revolutionary Road. No obstante, el final llega justo después de hechos tan cruciales...
| como son la comunicación de Evan a su suegra de que no van a seguir viviendo con ella (tratada con una magistral elipsis) y la primera bofetada de Evan a Rachel. Además, el párrafo final me parece muy sugerente. Me refiero a Rachel diciéndole a su bebé, mientras lo amamanta: "Oh, mi pequeña maravilla. Eres un prodigio, eso es lo que eres. Un milagro. Porque ¿sabes lo que vas a ser tú? Tú vas a ser un hombre". No olvidemos el momento vital en el que Rachel dice esto a su bebé: tiene remordimientos porque va a dejar de vivir con su madre, y acaba de ser maltratada físicamente por su marido (incluso va a ser abandonada por éste, pero eso aún no lo sabe ella). Y, sin embargo, por encima de todo, se impone la necesidad de seguir teniendo ilusión y esperanza en el nuevo proyecto de ser humano que es su hijo. Y es que Yates siempre defendió que el soñar era una necesidad del ser humano para sobrevivir, una necesidad más fuerte que la propia conciencia de la inutilidad de dichos sueños condenados al fracaso. |
Concluyendo, diría que la novela me parece muy buena, e imprescindible para los fanáticos de Yates (entre los que me incluyo). Pero no es ésta la que recomendaría a quien todavía no conozca al autor.
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La portada me gusta mucho.
. Tenemos también a una joven pareja que quiere iniciar una vida en común. La diferencia es que aquí el chico es un divorciado de un matrimonio anterior. Los progénitores de ambos tienen mayor importancia , mientras que en 
.
