Título: Yo vivo
Autor: Max Aub
Editorial: Segorbe
Publicación: Valencia, 2003 (1953)
78 páginas
¿Qué puedo decir de una obra maestra?... Poco, se puede decir poco, la verdad. Me ha impresionado muchísimo, y eso que no soy fácil de impresionar. Lo curioso de este escritor es precisamente que siempre logra sorprenderme, que cada cosa que leo es mejor (o tan buena) como la anterior. La verdad es que cuando lo acabé tuve la sensación de haber leído lo mejor que ha caído en mis manos en mucho tiempo... ¡Y lo que me sorprende también es la polivalencia de Aub! ¿Cómo puede ser el mismo, el que entre el '34 y '36 escribía esta fantástica novela, -relatando los pequeños placeres del hombre, desde un despertar con vistas al mar, hasta un trago de un buen vino, pasando por una escena casi erótica en el relato de la relación amorosa-, cómo puede ser el mismo que años después escribiría el Laberinto mágico, o su ciclo judío, que tanto me impacta cada vez que lo leo?... Es sorprendente lo que una guerra puede llegar a cambiar a un hombre... Y sorprende también el talento de ese hombre de seguir haciendo aquello que anhelaba, aunque haya tenido que adaptarlo a las circunstancias...Yo vivo presenta el ciclo completo del día, desde el amanecer a la noche, de un personaje que vive: que siente todos los pequeños actos que componen la cotidianidad como si cada uno de ellos fuese único y especial. La grandeza de la vida está en la importancia de las nimiedades, parece venir a decir Aub. Presentada con una técnica depuradamente impresionista, esta jornada adquiere su trascendencia realmente cuando las circunstancias impiden que pueda repetirse: como señalaba Ayala, es un mundo pretérito que se ha perdido para siempre. Las guerras del siglo XX han acabado con las ensoñaciones vanguardistas; la España de Enrique, el protagonista, ha desaparecido; el gozo de vivir ha sido sustituido por la necesidad de sobrevivir.
Con Yo vivo, Aub cierra a posteriori su etapa literaria vanguardista, la que lo asoció en el primer tercio de siglo a autores como los poetas de la generación del 27. Las circunstancias lo llevaron a abandonar la felicidad soñada para denunciar la miseria real. Pero en el paraíso perdido que retrata podemos reencontrar el placer de vivir y el disfrute de leer.
Esta novela es como un manjar de sibaritas, donde cada palabra tiene un sentido, una finalidad, deja un regusto en el paladar que da sabor a la siguiente... Leerla para sí es un placer, pero oírla, leerla en voz alta, escuchando la musicalidad de las palabras, lo hermoso de su unión, la armonía del relato en sí, es todavía más placentero...
He copiado el colofón que añade Aub al final de la novela, escrito en el '53, cuando la fue a publicar, porque creo que da mucho sentido a ese cambio que él mismo experimentó en su escritura.
COLOFON
Esto escribía, a trozos, cuando la guerra nos envolvió. Al releer, hoy, estos cachos de prosa del que creí que sería mi gran libro, veo que quedará trunco para siempre. Me duele no poder acabarlo; hubiese querido describir otros placeres del hombres sin pararme en barras de callar algunos que cuentan y no se cuentan. Lo dejo como estaba en julio de 1936. Corrijo, suprimo, añado lo indispensable para darle cierta unidad. Lo miro con cariño porque es el libro que pudo ser y no es. El mundo me ha preñado de otras cosas. Tal vez es lástima, posiblemente no. Y me lo dedico a mí mismo, in memoriam
Sin duda, muy muy recomendada para paladares finos ¡Qué hermosura!...