Diario de un cura rural - Georges Bernanos

Novela internacional de nuestros tiempos.

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Bufo Alvarius
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Diario de un cura rural - Georges Bernanos

Mensaje por Bufo Alvarius »

A Bernanos ya casi no se le lee hoy en día (demasiados prejuicios antirreligiosos contra él), pero leyendo sus obras, uno se da cuenta de que era un literato de raza. Sólo por pasajes como el que transcribo merece revisitar “La Impostura”, “Bajo el Sol de Satán”, “Diario de un Cura Rural”, “Nuevas aventuras de Mouchette”... etc.

La escena tiene lugar en Francia. En el campo, y mientras va a pie subiendo una empinada cuesta, el cura del pueblo se detiene para respirar. El horizonte es amplio. Entonces acierta a pasar un coche, un auto, con el ruido salvaje del motor y...

«Casi inmediatamente, la cresta, enfrente, se vio coronada por un haz de llamas --el sol que golpeaba brutalmente los aceros brillantes del coche— y acto seguido viose a la máquina que se hundía en la sima de la pendiente con un potente estertor, y que volvía a subir con tanta rapidez que hubiérase creído que lo logró mediante un salto. Al apartarme para dejarle sitio, creí que se me iba el corazón del pecho. Y necesité un ratillo hasta darme cuenta de que había cesado el ruido. Sólo oía la queja aguda de los frenos, el rechinar de las ruedas en el suelo. Luego, cesó el ruido éste. Y el silencio me pareció ser mayor que el mismísimo ruido.

Ante mí se hallaba el señor Olivier, con un jersey gris que le subía hasta' las orejas y sin nada en la cabeza. Nunca lo vi tan cerca. Cara tranquila, atenta, y con ojos tan pálidos que me hubiese sido imposible decir de qué color eran. Ojos que al mirarme, sonreían.

—¿Qué, le gustaría dar una vueltecita, padre?, me preguntó...
—¿Y por qué no, señor?, contesté.

Entonces, de repente, las cosas me parecieron muy sencillas. Ya no saldrá de mí ese recuerdo. El cielo de color claro, la bruma salvaje acribillada de oro, las pendientes que aún mostraban la helada, y el coche, máquina deslumbradora que resoplaba con suavidad al sol... Comprendí que la juventud es algo bendito —que es un riesgo que debe correrse y que semejante riesgo es algo bendito.

Hablar así, a propósito de un encuentro tan banal, acaso parezca bien tonto, me doy cuenta de ello. Bah, qué importancia tiene. Para no mostrarse ridículo en la felicidad, es preciso haberlo aprendido desde la más tierna infancia, cuando aún no se puede ni siquiera balbucir su nombre. Nunca tendría yo, aunque fuese un segundo, esa idea, tal seguridad, tal elegancia. ¡La felicidad! Una especie de orgullo, de alegría, una esperanza absurda, puramente carnal, la forma carnal de la esperanza, yo creo que eso es lo que los demás llaman la esperanza. Bueno, es que me sentía joven en aquel instante, realmente joven, y delante de un compañero tan joven como yo. Eramos jóvenes, ¡los dos!

—«¿A dónde va usted, padre? —A Mézargues. —¿Es que nunca ha subido en coche?» Me eché a reír a carcajadas. Y rememoraba que veinte años antes, sólo con acariciar el coche, como ahora lo hacía, y pasando la mano por el cuerpo estremeciente del motor, con sus lentas pulsaciones, y creo que entonces me hubiera desmayado de gusto. Y, sin embargo, me acordaba, cuando era niño, que nunca me atreví a imaginar el atreverme a tener uno de esos juguetes mecánicos y que andan. Pero seguro que en el fondo de mí mismo, intacto, seguía aleteando ese sueño. Del pasado ascendía y de sopetón estallaba en mi pobre pecho enfermo, acaso ya marcado por la muerte. El sueño estaba ahí dentro, como si fuese el sol.

—¡Vaya, prosiguió, resulta que me sorprende usted de veras! ¿Y no le asusta? —No, ¿y por qué quiere usted que me asuste y me dé miedo? —Por nada, claro. —Escuche, le dije, desde aquí a Mézargues, creo que no encontraremos a nadie. Y no quisiera ni mucho menos que se burlasen de usted. —El imbécil soy yo, me dijo al cabo de unos instantes.

Me encaramé como pude en un asiento pequeño y no cómodo y casi en seguida me pareció que la larga pendiente ante la que nos hallábamos pareció brincar por detrás de nosotros mientras que el vozarrón del motor subía constantemente hasta que dio una nota solamente, pero de extraordinaria pureza. Diríase el canto de la luz, era auténticamente la luz, y me parecía que con los ojos la seguía, en su inmensa curva, en su ascensión prodigiosa. No es que el paisaje viniese hacia nosotros, es que se abría por todos lados, y un poco más allá del deslizamiento huraño de la carretera, torcía majestuosamente sobre sí mismo, igual que si fuese la puerta de otro mundo.

Muy incapaz me sentía de calcular la distancia recorrida. Y de medir el tiempo. Tan sólo sé que íbamos muy rápido, con mucha velocidad, y cada vez más de prisa. El viento de la carrera ya no era, como al principio, el obstáculo en que me apoyaba con todo mi peso, se había vuelto un corredor prodigioso, un vacío entre dos columnas de aire batidas a velocidad vertiginosa. Notaba como iban dando vueltas a izquierda y derecha, como dos murallas líquidas, y cuando intentaba apartar el brazo lo notaba pegado a mi costado por una fuerza irresistible.

Así es como llegamos a la curva de Mézargues. Mi conductor se volvió apenas un instnte. Encaramado en mi asiento, era más alto que él, y eso le obligaba a que me mirase de abajo arriba. «Cuidado», gritó. En su rostro tenso, reían sus ojos, y el aire enderezábale el pelo largo y rubio. Vi como el talud de la carretera hacia nosotros corría, y luego vi como se alejaba en una huida terrible. El inmenso horizonte vaciló por dos veces, y en seguida nos hallamos en la bajada de Desvres. Algo me gritó mi compañero, no me enteré y mi respuesta fue echarme a reír, me sentía muy feliz, liberado y lejos de todo”.


Los mejores pasajes de la literatura suenan a verdad aunque jamás hayan acontecido. En algún ignoto y oscuro rincón del alma humana, resultan más auténticos que la propia realidad. He ahí el misterio del arte... y de este pasaje.

Chapeau, Monsieur Bernanos.

Posdata: Hay una gran película de Bresson basada en el mismo libro (también otra, del mismo genio, basada en Mouchette).
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Aben Razín
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Re: "Diario de un Cura Rural" - Georges Bernanos (1936)

Mensaje por Aben Razín »

Es cierto que Georges Bernanos es un autor olvidado por muchas razones: religiosas, ideológicas, etc., pero curiosamente en su tiempo también fue marginado por esas mismas razones aunque desde el otro lado... :roll:

Gracias por este hilo, Bufo Alvarius :60: :hola:
Pasado: Austerlitz de W. G. Sebald.

Presente: La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa.

Futuro: El problema del hombre de Joseph Gevaert.
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Hypathia
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Re: "Diario de un cura rural" - Georges Bernanos (1936)

Mensaje por Hypathia »

Movido a contemporánea.
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Ivanovich
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Re: "Diario de un cura rural" - Georges Bernanos (1936)

Mensaje por Ivanovich »

Lei este libro hace mucho, pero sólo recuerdo que se me escapó por todos los lados. Intenté releerlo con más paciencia hace un par de años y lo dejé a las pocas páginas. Pero es de esos libros que tengo metido entre ceja y ceja para releerlo bien y entenderlo.
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