Título: Las cien voces del diablo
Autor: Ana Cabrera Vivanco
Editorial: Grijalbo
Año edición: 2011
ISBN: 9788425345647
Formato: tapa blanda con solapa
Páginas: 288
Precio: 17,90
Sinopsis:
Fuente: Editorial GrijalboEra un hombre sin final, uno de aquellos que te matan de gusto en la cama, se van sin decir adiós y la dejan a una muerta pero agradecida de por vida.
Los amores irrefrenables y desbordantes de Jacinto siembran la caribeña Villa Veneno de una estela de pasiones prohibidas, de las que nace un joven cuyo destino se verá irremediablemente marcado por la tragedia. En un pueblo donde el aire huele a orquídeas, las mentiras se retuercen como enredaderas y el amor crece en las espeinas de las rosas, un día la tentación y la culpa amenazan con cobrar su precio a sus habitantes.
Una historia arrolladora y sensual que envuelve al lector en un torbellino de pasiones y secretos, y que Ana Cabrera Vivanco narra con una magnífica voz propia tan audaz como subyugante.
Fuente: Blog de CasiopeaEl nombre de Villa Veneno no puede ser más acertado, pues en ese pueblo caribeño se han cultivado grandes amores, pero también la ponzoña de los odios a muerte. Y ahora mismo un joven de nombre Lucifer está a punto de ser linchado por los habitantes del pueblo, que lo acusan de un crimen atroz. Pero Lucifer ha vivido expuesto desde su nacimiento a la injusticia y el dolor. Su muerte es, al fin, una liberación.
Ésta es la historia de sus orígenes, de una tormentosa familia que a principios de siglo xx transita entre la pasión y la locura, sembrando la semilla de amores locos, desenfrenados y, al fin, desdichados. El niño que una de las hermanas da a luz es, de cara a los demás, y para espantar habladurías, «hijo del Diablo». Un niño que crece entre el repudio y la compasión, y que al fin se convierte en un joven de gran sensibilidad. Alguien atormentado y marcado por el abandono, también el de su padre, que en un arrebato ha decidido hacerse cargo de él, aunque al fin Lucifer regresará al pueblo en compañía de un tutor, un hombre de apariencia seria y atildada. Pero nadie en ese pueblo —tampoco él— es quien parece ser.